Del nuevo libro en proceso: "Las amantes", comparto tres escritos:
Cuquita
Fue antes de la primera novia. Le acarició los genitales, previo a la pubertad. Ella tenía quince y él ocho años.
Cuquita era hija de casa, hacía cuatro años, donde la abuela de Salvador. Según contaba la anciana: me la traje toda flaquita la pobre, con unas grandes manchas blancas por todo el cuerpo, un vestidito remendado, casi transparente por el uso, en chinela de hule, con los pies curtidos, y el pelo tieso parecía de tuza por duro y rojizo.
Salvador recuerda a la flaca cuando le colocaban como enfermo en la cama, y los dos primos varones de él, similar edad de Cuquita, con ella jugaban al doctor y la enfermera. No se le olvida los tres metidos bajo la sábana, en la cama del lado, después de ordenarle se durmiera, simulando era noche.
Años después, a Salvador le distraía un primo, mientras el otro jugaba con Cuquita encerrados en la habitación del fondo. De ese retozo, en una ocasión salió el primo quejándose con el miembro sangrando en la mano. Todos se asustaron, pero juraron silencio.
Cuando los primos crecieron, llegaban menos a casa de abuela. Salvador a los seis años era quien departía con Cuquita. A veces ella no le dejaba divertirse, le molestaba la obstinación. Era el recreo que Salvador diario deseaba y había aprendido: acostarse encima de ella y moverse, hasta que ella le apartaba sudoroso.
Un sábado que no había clase, cuando ella salió del baño Salvador por vez primera vio pezones, piernas rollizas y caderas redondas bajo la bata transparente. Deseó subirse, insistió, hasta que ella le dijo: un ratito, que va a venir tu abuela. También, primera vez, tocó carne de piernas a los siete años de edad.
Desde ese día cambiaron las cosas. Salvador aprendió a subir la falda de Cuquita y agarrarla de las piernas, y ella accedió abrirlas. Fueron diferentes los gestos de ella: suspiraba nasalmente y no permanecía inmóvil como antes.
Abuela exigió que Cuquita bañara a Salvador, en el lavadero del patio trasero, para que le restregara duro el paste contra la piel. Cuando le secaba, de pie en el borde de la cama él, y ella de frente, Salvador tenía el palito duro. Ella se agachó y se lo sorbió. El con nueve años.
El regalo de ella para él en su cumpleaños catorce: Cuquita se bajó el calzón, se acostó en la cama con las piernas abiertas y la falda subida. El se le encaramó. Ella agarró el duro miembro y se lo colocó. Salvador comenzó a moverse y sintió ardor caliente, húmedo. Cuquita lo jalaba de las nalgas y gritaba.
A los pocos días jamás la volvió a ver. Ella se fue con su novio.
Negrita
Hija de cocinera. Recién cumplió veintiún años, y quince el muchacho. La primera vez fue en el piso del cuarto de ella, cuando los demás se encontraban cenando en la casa principal de la hacienda. Sintió rápido el cosquilleo en la entrepierna y la columna.
Bastante morena y pequeña de tamaño. Piernas flacas y nalgas redondas. Espalda curva. Cabello negro y lacio. El rostro delgado, igual sus labios, con camanances en las mejillas. Seductora permanente. Le gusta hacerlo en la grama, bajo el árbol de aguacate en la cúspide del cerro, al atardecer. Allí se cita indistintamente con alguno de los jóvenes patrones.
Fue la primera a quien eyaculó dentro, aún recuerda la caliente humedad de su cavidad estrecha, también que nunca se negaba. En la cocina, en el gallinero, en el baño, siempre disponible.
Un día la despiden junto a su madre. Es un secreto a voces el estado de Negrita. Nadie se responsabiliza, ni hay pruebas de ADN.
Maruca
Escucha golpes en la puerta. Cubre su desnudez con la sábana. Ella aparece en la penumbra. Transparente y corto traje negro; sin mangas y escotado apenas cubre una parte del torso y el bikini negro. Gruesas piernas blancas y carnosos bustos pezones rosados.
Durante la tarde había jugado lucha libre con ella y su hijo. Maruca lo venció montada, él sintió movimiento pélvico de anchas caderas aplastándole pene erecto.
Santiago no la esperaba, tampoco pensó en la tarde un roce de tal magnitud. Ella, muy amiga de la familia, se hospeda en casa con sus tres hijos cuando llega a la capital.
El se levanta de la cama y contra la pared besa su boca con sabor a menta. Maruca baja el bikini y se voltea. Emite un ay apagado y rápido lo aparta. Empuja suave a la cama y le succiona el miembro. Ella se acuesta boca arriba y le agarra la cabeza. El siente un aroma que no le agrada, pero lame. Molestan los vellos, repele el olor del sabor ácido.
Ella dice le va a enseñar. Cabalga. Gime reprimida agarrada a los hombros de él. Siente la humedad resbalando por el pene, el cosquilleo en el prepucio, la sensación en la columna. Ella abandona la habitación al amanecer.
Maruca está divorciándose. Se hospedó diez días en la casa de Santiago mientras le acondicionaban su nueva residencia en la capital.
Cuando la mudanza Santiago acompaña a Maruca. Se van los trabajadores, ella lo arrastra hacia la ducha fría. Goza la corriente de agua en todo el cuerpo, mientras eyacula en una boca primera vez.
Maruca, radiante a sus treinta y dos años. Contenta, copula diario con Santiago. Se libró del marido que no la satisfacía sexualmente ni la atendía como esposa.
Siete años casada y descubrió a marido en la cama con amigo. Sufrió mucho. Por los hijos decidieron continuar viviendo en la misma casa, aparentar bienestar. El marido siguió acostándose con el amante. Ella desilusionada para buscar compañía.
Dos años soportó vida hipócrita. Demandó divorcio y decidió trasladarse a vivienda de la capital. Allí encontró la libertad y se desbocó con Santiago, la mitad de años menor que ella.
Al viajar, ella solicita se aparque al lado de la carretera, se van al asiento trasero y ella se monta, o bien el conduce y ella se agacha a chuparlo. Justo el semáforo en rojo y Santiago se riega. Apenas logra frenar.
En casa la doméstica, van a motel. Una noche, Maruca se enoja. Santiago primera vez usa condón y no está puesto cuando saca el pene de la vagina. Lo acusa de irresponsable y exige la retorne a su casa. No acepta explicaciones. Termina aventura de tres meses.
Santiago siente culpa, pero no se enamoró. Se masturba.
Sergio Simpson
Director
Centro de comunicación y estudios sociales (CESOS)
Managua y Matagalpa, Nicaragua.
http://sergiosimpson.ysublog.com/
periodicosergiosimpson@yahoo.com.mx
Cuquita
Fue antes de la primera novia. Le acarició los genitales, previo a la pubertad. Ella tenía quince y él ocho años.
Cuquita era hija de casa, hacía cuatro años, donde la abuela de Salvador. Según contaba la anciana: me la traje toda flaquita la pobre, con unas grandes manchas blancas por todo el cuerpo, un vestidito remendado, casi transparente por el uso, en chinela de hule, con los pies curtidos, y el pelo tieso parecía de tuza por duro y rojizo.
Salvador recuerda a la flaca cuando le colocaban como enfermo en la cama, y los dos primos varones de él, similar edad de Cuquita, con ella jugaban al doctor y la enfermera. No se le olvida los tres metidos bajo la sábana, en la cama del lado, después de ordenarle se durmiera, simulando era noche.
Años después, a Salvador le distraía un primo, mientras el otro jugaba con Cuquita encerrados en la habitación del fondo. De ese retozo, en una ocasión salió el primo quejándose con el miembro sangrando en la mano. Todos se asustaron, pero juraron silencio.
Cuando los primos crecieron, llegaban menos a casa de abuela. Salvador a los seis años era quien departía con Cuquita. A veces ella no le dejaba divertirse, le molestaba la obstinación. Era el recreo que Salvador diario deseaba y había aprendido: acostarse encima de ella y moverse, hasta que ella le apartaba sudoroso.
Un sábado que no había clase, cuando ella salió del baño Salvador por vez primera vio pezones, piernas rollizas y caderas redondas bajo la bata transparente. Deseó subirse, insistió, hasta que ella le dijo: un ratito, que va a venir tu abuela. También, primera vez, tocó carne de piernas a los siete años de edad.
Desde ese día cambiaron las cosas. Salvador aprendió a subir la falda de Cuquita y agarrarla de las piernas, y ella accedió abrirlas. Fueron diferentes los gestos de ella: suspiraba nasalmente y no permanecía inmóvil como antes.
Abuela exigió que Cuquita bañara a Salvador, en el lavadero del patio trasero, para que le restregara duro el paste contra la piel. Cuando le secaba, de pie en el borde de la cama él, y ella de frente, Salvador tenía el palito duro. Ella se agachó y se lo sorbió. El con nueve años.
El regalo de ella para él en su cumpleaños catorce: Cuquita se bajó el calzón, se acostó en la cama con las piernas abiertas y la falda subida. El se le encaramó. Ella agarró el duro miembro y se lo colocó. Salvador comenzó a moverse y sintió ardor caliente, húmedo. Cuquita lo jalaba de las nalgas y gritaba.
A los pocos días jamás la volvió a ver. Ella se fue con su novio.
Negrita
Hija de cocinera. Recién cumplió veintiún años, y quince el muchacho. La primera vez fue en el piso del cuarto de ella, cuando los demás se encontraban cenando en la casa principal de la hacienda. Sintió rápido el cosquilleo en la entrepierna y la columna.
Bastante morena y pequeña de tamaño. Piernas flacas y nalgas redondas. Espalda curva. Cabello negro y lacio. El rostro delgado, igual sus labios, con camanances en las mejillas. Seductora permanente. Le gusta hacerlo en la grama, bajo el árbol de aguacate en la cúspide del cerro, al atardecer. Allí se cita indistintamente con alguno de los jóvenes patrones.
Fue la primera a quien eyaculó dentro, aún recuerda la caliente humedad de su cavidad estrecha, también que nunca se negaba. En la cocina, en el gallinero, en el baño, siempre disponible.
Un día la despiden junto a su madre. Es un secreto a voces el estado de Negrita. Nadie se responsabiliza, ni hay pruebas de ADN.
Maruca
Escucha golpes en la puerta. Cubre su desnudez con la sábana. Ella aparece en la penumbra. Transparente y corto traje negro; sin mangas y escotado apenas cubre una parte del torso y el bikini negro. Gruesas piernas blancas y carnosos bustos pezones rosados.
Durante la tarde había jugado lucha libre con ella y su hijo. Maruca lo venció montada, él sintió movimiento pélvico de anchas caderas aplastándole pene erecto.
Santiago no la esperaba, tampoco pensó en la tarde un roce de tal magnitud. Ella, muy amiga de la familia, se hospeda en casa con sus tres hijos cuando llega a la capital.
El se levanta de la cama y contra la pared besa su boca con sabor a menta. Maruca baja el bikini y se voltea. Emite un ay apagado y rápido lo aparta. Empuja suave a la cama y le succiona el miembro. Ella se acuesta boca arriba y le agarra la cabeza. El siente un aroma que no le agrada, pero lame. Molestan los vellos, repele el olor del sabor ácido.
Ella dice le va a enseñar. Cabalga. Gime reprimida agarrada a los hombros de él. Siente la humedad resbalando por el pene, el cosquilleo en el prepucio, la sensación en la columna. Ella abandona la habitación al amanecer.
Maruca está divorciándose. Se hospedó diez días en la casa de Santiago mientras le acondicionaban su nueva residencia en la capital.
Cuando la mudanza Santiago acompaña a Maruca. Se van los trabajadores, ella lo arrastra hacia la ducha fría. Goza la corriente de agua en todo el cuerpo, mientras eyacula en una boca primera vez.
Maruca, radiante a sus treinta y dos años. Contenta, copula diario con Santiago. Se libró del marido que no la satisfacía sexualmente ni la atendía como esposa.
Siete años casada y descubrió a marido en la cama con amigo. Sufrió mucho. Por los hijos decidieron continuar viviendo en la misma casa, aparentar bienestar. El marido siguió acostándose con el amante. Ella desilusionada para buscar compañía.
Dos años soportó vida hipócrita. Demandó divorcio y decidió trasladarse a vivienda de la capital. Allí encontró la libertad y se desbocó con Santiago, la mitad de años menor que ella.
Al viajar, ella solicita se aparque al lado de la carretera, se van al asiento trasero y ella se monta, o bien el conduce y ella se agacha a chuparlo. Justo el semáforo en rojo y Santiago se riega. Apenas logra frenar.
En casa la doméstica, van a motel. Una noche, Maruca se enoja. Santiago primera vez usa condón y no está puesto cuando saca el pene de la vagina. Lo acusa de irresponsable y exige la retorne a su casa. No acepta explicaciones. Termina aventura de tres meses.
Santiago siente culpa, pero no se enamoró. Se masturba.
Sergio Simpson
Director
Centro de comunicación y estudios sociales (CESOS)
Managua y Matagalpa, Nicaragua.
http://sergiosimpson.ysublog.com/
periodicosergiosimpson@yahoo.com.mx
1 comentario:
Me ha gustado la intensidad de tus letras
besos
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