lunes, 26 de abril de 2010

Sandra Russo y su libro sobre Milagro Sala



ADELANTO DEL LIBRO MILAGRO SALA. JALLALLA: LA TUPAC AMARU, UTOPIA EN CONSTRUCCION, DE SANDRA RUSSO

La vida de Milagro
Militante social, organizadora barrial, activista en las zonas marginales de Jujuy, Milagro Sala resulta además una madre increíble, creadora de una notable familia extendida. Un retrato íntimo y una crónica que se presentan este viernes en la Feria del Libro



Por Sandra Russo

La mesa es una de las más largas en las que me he sentado. Son muchos caballetes alineados en el quincho. Es el primer domingo en mucho tiempo que Milagro pasa con toda su familia. Su familia es tan grande que siempre está presente pero también falta alguien. Milagro crió muchos hijos del corazón, y sigue haciéndolo. Ahora en su casa conviven con ella y con Raúl, su marido, siete chicos de entre ocho y trece años. Son chicos vitales, alegres. Andan nadando en la pileta, estudiando guitarra o flauta, mimando a los perritos que crían, mientras ellos son criados por esta mujer de piel oscura y este hombre de piel muy blanca que son sus padres del corazón. Esos chicos tienen madres que no pueden tenerlos, por diferentes motivos. Pero las visitan y mantienen esos lazos, alentados por Milagro. Ella, en cambio, fue abandonada y adoptada, y se enteró recién a los catorce. Entonces renació Milagro, infinitamente dolorida por la mentira y la verdad, y se perdió en las calles. Después se reencontró y empezó a construir su familia. Su familia hoy es enorme. Es la que llena esta mesa tan larga este domingo de tanto sol. Su familia son estos chicos con los que vive ahora y los otros, ya grandes, con los que ha vivido. Hoy están también sus otros hijos del corazón, los que adoptó cuando tenía veinte y algo. Ellos ya se han casado y tienen sus propias familias. Son doce. También tiene dos hijos biológicos, Sergio y Claudia, que a su vez tienen dos hijos: Catriel y Amaru. Este nieto de Milagro, Amaru, iba a ser otro de sus hijos adoptivos, pero apenas llegó a la casa, recién nacido, Claudia quedó prendada, abismada en su propio instinto maternal, y ahora es la madre de Amaru.

Amaru llegó a sus vidas de una manera muy distinta a los otros. Milagro siempre adoptó chicos grandes, nunca un bebé. Lo de ella, esa predisposición del alma hacia la maternidad, no tiene que ver con engendrar, sino con rescatar. Ya hacía años que se dedicaba a rescatar a excluidos jujeños cuando una vieja amiga de los tiempos en los que vivió en la calle, una prostituta, le dijo que el azar y su trabajo la habían puesto frente a una evidencia: dos hombres habían llegado a Jujuy para matar a Milagro. Hubo denuncia inmediata, y dos detenciones. Nunca se esclareció quién había contratado a los sicarios. Pasaron un par de años y la vieja amiga se acercó para contar que estaba embarazada, y que no podría criar a ese hijo. Le preguntó a Milagro si quería adoptarlo. Milagro le dijo que sí. Así llegó Amaru a la vida de Milagro, y después a la de Claudia. Ahora corretea con Catriel. Tienen casi la misma edad y la gracia de esa edad, esa ternura de los dos años. A Milagro le dicen Lela.

Claudia y Sergio, los hijos biológicos de Milagro, vivieron desde los cinco años junto a muchísimos hermanos salidos de las calles, de los penales, de la droga. Crecieron aprendiendo y aceptando con naturalidad que todos los hermanos son iguales. La igualdad entre hermanos es un principio en Milagro. Un núcleo duro que ahora trasladó a su organización, la Tupac Amaru, y más allá, a la red de Organizaciones Sociales jujeña y a los espacios que comparte con los pueblos originarios. La decisión política de construir todos los consensos y los aires favorables, y unirse o atrincherarse cuando los vientos vienen en contra.

La igualdad entre hermanos es lo que vivió de niña Milagro con su familia adoptiva. A ella no la dejaban entrar a las piletas, por negra, y ninguno de sus hermanos entraba. Era la debilidad de esa familia. Le dieron mucho amor. Todo el dolor que sobrevino luego, cuando supo la verdad, fue tolerado porque en esa familia había igualdad entre hermanos. Eso salva. Eso libera.

En la mesa, a la hora del asado, las ensaladas mixtas se turnan con fuentes llenas de papas hervidas con cáscara. Son momentos en los que la familia recuerda su pasado. Cuando llegaron a su casa los que hoy andan por los treinta, cuando después de las marchas de ATE, en los ‘90, ese grupo de changos desolados por el hambre se iban a la casa de ella, que era una delegada. Cómo las visitas se iban estirando, porque ellos no tenían ganas de irse a sus casas. Todos eran de familias numerosas que no podían alimentarlos ni cuidarlos. Si se iban de la casa de Milagro, no se iban a sus casas sino a la calle.

Por eso Milagro los adoptó. Pero ellos hicieron su parte. Para quedarse, empezaron a competir con la señora que ayudaba a Milagro con la casa dos veces por semana. Ellos, que habían choreado o se habían pegado a la merca, que tenían doce, catorce años, empezaron a limpiar la casa, a hacer arreglos, a mantener todo impecable. Sobraba la señora si estaban ellos. Era también su manera de ganarse su plato de comida. Y el techo y las noches en la cama de Milagro, todos tirados viendo televisión. Limpiar y estudiar, como exigió Milagro, era un buen trato para tener un hogar.

Todos recuerdan y se ríen sentados a lo largo de la mesa. Y los más chicos escuchan atentamente. Hace poco hubo un planteo, porque parece que los chicos no ayudan en la casa. Milagro les ha pedido a los mayores que se ocupen de hablar con los más chicos, para que entiendan que hay que dar cuando uno quiere recibir. El amor es recíproco o no es. De este tipo de amor habla esta historia y este libro: del amor que es recíproco o no es.

Milagro cría chicos desde hace más de veinte años y esos chicos son los que otros no quieren, en algunos casos, o los que no pueden querer, en otros. Así es su familia y su organización. Se verá aquí abierta y sostenida a la Tupac Amaru, hoy la organización social más grande y fuerte del país, como una enorme familia ampliada, apoyando una idea que me sobrevuela desde que fui por primera vez a Jujuy: Milagro construye permanentemente, familia y organización, a partir de ese dar y recibir, dialéctico, montado sobre un amor que es en principio contención y afecto, y que es orden. La gran lucha de Milagro es poner orden en lo desordenado. La discriminación desordena el alma. La opresión, la humillación, también. Milagro intenta todo el tiempo reparar lo roto y crear algo nuevo de eso.

Este es quizás el primer deslizamiento de contenido que uno deberá hacer para acercarse al mundo de Milagro. Una mujer, negra, india, hija adoptiva, chica de la calle, chorra, presa, militante, líder, se transmuta en el acto de transmutar a otros. Se verá muy claramente y desde diferentes perspectivas cómo Milagro ve desorden en la discriminación. O en la injusticia.

A pesar de que este libro sobre Milagro Sala y su organización, la Tupac Amaru, ya estaba acordado con su gente más cercana, cuando fui por primera vez a Jujuy no pude grabar con ella ni un minuto. Milagro estaba en crisis. Las calumnias del senador radical Gerardo Morales, de las que se hicieron eco los grandes medios nacionales, la habían afectado profundamente.

Sobre Milagro me habían hablado mucho, había leído algo, le había hecho una entrevista por radio, pero nunca la había visto en persona hasta hace tres meses, cuando llegué a Jujuy. Para escribir este libro había tenido que maniobrar entre muchas obligaciones laborales, y había viajado con un plan de trabajo para esos primeros cinco días. Ese plan de trabajo fracasó estrepitosamente, porque Milagro estaba herida y sin ganas de hablar. En el segundo viaje seguí corriendo tras ella para lograr que se sentara frente a un grabador, pero lo logré apenitas. A Milagro no le gusta sentarse frente a un periodista y menos frente a un grabador. Su manera de aceptarme fue incluirme en su vida cotidiana, y dejarme presenciar su vida íntima. Pude trazar decenas de coordenadas entre Milagro cuando es madre y esposa, y cuando es la conductora de la Tupac Amaru. Lo público y lo privado, en esta historia, se funden porque pertenecen a un orden kolla. Entre los suyos, sus hijos, su marido, sus nietos, Milagro no es distinta a como es entre los tantos otros que no son los suyos. Cada uno de los setenta mil miembros de la Tupac jujeña son los suyos. Lo son también los otros miles y miles que en todo el país agrandan la organización. De lo social sale esta historia. Es lo social lo que se le opuso en Jujuy hace ya diez años al neoliberalismo que pisó esa provincia marginal, la de índices de pobreza y desocupación más altos en esa década. Fue la organización social, la protesta social y los líderes sociales los que florecieron como síntomas de resistencia. Y quizá Jujuy sea hoy mismo, en este mundo de capitalismo salvaje y global, dopado con la concentración financiera y el martirio planetario que implica la producción a gran escala, un ejemplo, o una advertencia.

Pero todo esto es abstracto y Milagro Sala y la Tupac Amaru son concretos. A Milagro no le gusta andar teorizando mucho. Ella opera en la realidad, incide en la vida cotidiana de las decenas de miles de personas que ahora en todo el país integran la organización. Ella se empeña en las soluciones, se obsesiona con encontrarlas. Cree en un mundo mejor y habla de eso, pero a ese mundo se accede con los actos, inspirados en ideas sencillas pero de mucho peso.

Para encontrar soluciones, la Tupac Amaru tiene muchos recursos, y todos los consiguió con lucha. Porque al principio de todo, hace diez años, lo que había era un grupito de diez personas que después fueron cincuenta y que durante varios meses se juntaron en una piecita del local de ATE en San Salvador. Se juntaban para compartir su desolación. Hasta que Milagro decidió salir a los barrios, y de la nada, cuando no había Estado ni contemplaciones, cuando Carlos Menem todavía era rubio y de ojos celestes para el gran público, la Tupac Amaru comenzó a emerger.

Emergió con Milagro desafiando en los barrios a los pibes más bravos, a los más pesados. Los desafiaba a dejar de ser los giles que choreaban y que caían en cana. Los provocaba con hacer algo de lo que estuvieran orgullosos. Hubo que “hacerles la cabeza”, dice ella. Pero ella, en aquel mundo marginal de una provincia marginal de un país marginal, ya era Milagro y ya tenía un nombre. La conocían entre otras cosas porque había vivido en la calle y había estado presa, pero también porque estando sola y con dos hijos propios había adoptado a una docena de pibes de la calle. La conocían también porque la veían encabezar las marchas, tragarse los gases, liderar las tomas. Y era desde esa fortaleza y ese coraje que Milagro recorría los barrios proponiéndoles a los pibes más pesados que dieran de comer a los niños. Que dieran ese ejemplo.

Un hombre hoy todavía muy joven y con un cargo crucial en la organización, Finanzas de las Cooperativas, evoca esos tiempos. “Yo choreaba. Y me empezaron a decir en el barrio: vamos a ATE, vamos a ATE. A qué íbamos a ir, les decía yo. Uno de ellos ya la conocía a la Milagro. Fuimos y nos dijeron que podíamos compartir un bolsón de mercadería o un plan pero si hacíamos una copa de leche. Yo no entendía. Pero lo hicimos. Lo fui entendiendo mientras lo hacía. Construimos un horno de barro en el barrio. Al principio los padres de los chicos no querían saber nada. Qué merienda, vino les van dar ustedes, nos decían. Pero hicimos el horno de barro, y lo vieron. Y de a poco vinieron con sus hijos. Y eso cambió nuestro lugar en el barrio. Y nos cambió a nosotros. Nunca habíamos hecho nada como eso. Pero eso era lo que queríamos hacer.”

Las denuncias irracionales del senador Morales –que Milagro manejaba el narcotráfico, que les pegaba a las mujeres, que armaba a su gente, etc.– terminaron siendo un boomerang de rara especie en el país. Queriendo ensuciarla, Morales la visibilizó. La Tupac Amaru ya venía construyendo casas y redes sociales hacía una década, en silencio. Era acaso un secreto muy guardado. Su existencia y su esencia, así como la de su líder, no trascendían a nivel nacional. Los grandes medios, después de las denuncias, mandaron sus enviados a ver si con la Tupac Amaru podían ensuciar en una doble dirección: hacia el gobierno nacional y hacia los movimientos sociales.

Escribo en un bicentenario que la Tupac Amaru, igual que otras organizaciones comunitarias y sociales, vienen a interpelar frontalmente. Su esencia indígena, aymara, la define en un país que eligió, en los ’80 del siglo diecinueve, mirarse en un espejo blanco y erigirse en el oasis racial europeo de América latina, según el discurso dominante.

En el NOA, en la región más pobre, en la provincia más marginal, en la que más latigazos recibió en los ’90, emergió un liderazgo femenino y aymara. De ese liderazgo y de diez años de trabajo sostenido, sale hoy una organización descomunal, de una espiritualidad muy andina y muy fuerte, que se extiende a quince provincias argentinas. Jujuy es el lugar de referencia para un tipo de organización social de lógica muy simple y de alta disciplina. Ya veremos que nadie puede integrarse a la Tupac sin haber ofrecido su iniciación, que es armar, con los recursos que él mismo sea capaz de generar, una copa de leche. Dar de comer es el primer acto de pertenencia a una organización que une en su cosmovisión lo femenino y lo masculino. Dar de comer aquí no es un acto femenino, sino humano, femenino y masculino al mismo tiempo.

Resolverle el
problema al abuelito

Llegamos a la sede, nos bajamos del auto, cruzamos la avenida Alvear, estamos por entrar. Hay mucha gente en la puerta. Milagro saluda. Intenta pasar rápido pero un anciano la detiene. Es un hombre grande, de más de setenta años, vestido muy prolijamente. Es de esos hombres mayores de origen indígena que tienen mucho pelo negro y pocas canas. Tiene una receta en la mano.

En la sede central funciona un centro de salud. Allí está el tomógrafo que fue el segundo de la provincia y allí los hospitales provinciales le derivan pacientes a la Tupac Amaru. Allí también, como en el centro de salud del barrio, hay una farmacia a la que van los pacientes con las recetas extendidas por los médicos. La instrucción precisa es que cada paciente salga de allí con diagnóstico y medicación. “¿Qué hace alguien enfermo solamente con el diagnóstico? Lo que sirve es que tenga diagnóstico y tratamiento”, dirá dentro de un instante. El hombre mayor ahora le habla al oído. Ella reacciona con furia.

–¿Cómo puede ser que el abuelito esté hace veinte días esperando un remedio? ¿Cómo es posible que eso pase acá? –grita en la calle y sigue: Vamos a la farmacia, abuelito, tenemos que solucionar esto. Usted venga.

No usa el ascensor. Está tan enojada que sube a zancadas las escaleras. Somos varios los que la seguimos. Llega y pregunta quién atendió al abuelito. Se escucha sólo su voz, grave y cerrada; no se escucha lo que le contestan.

–A ver, Marcela. Nosotros somos Tupac Amaru, ¿sí? No somos un hospital público. No nos gusta la burocracia. No hacemos esperar a la gente enferma por cuestiones de papelerío. Acá resolvemos los problemas. La gente se va de acá con el medicamento que necesita. Si no lo tenemos lo mandamos a comprar. Acá veo la receta del abuelito. Es receta de la Tupac. Es nuestra. Si fuera de médico particular, quizá la persona se pueda comprar el remedio. Si es de la Tupac o si es de otra obra social, se lo damos. En el momento. No es difícil de entender. En el momento. Hace veinte días que el abuelito está esperando ese remedio. ¿Quién se hace cargo de estos veinte días que el abuelito pasó con dolor en los intestinos? A ver, llamen a los demás. Quiero ver todas las recetas que tienen pendientes y quiero saber por qué están pendientes de entrega. Espero que no haya ninguna otra de la Tupac.

Milagro le acaricia el brazo al abuelito, le dice que se siente unos minutos que ya van a venir a traerle su remedio. Después lo busca a Raúl con los ojos, y yo me anoto para seguir hasta el piso de arriba, donde está su oficina. Pero una mujer de edad mediana, alta, blanca y de pelo largo entrecano, agita un papel y se muestra, desde la planta baja, dispuesta a tirarse encima de Milagro. Es de una localidad cercana y no pertenece a la Tupac. Pero el pueblo tiene problemas con el agua corriente y con su propia cooperativa. La mujer está allí para ver si la Tupac puede hacerse cargo del problema, es decir, hacerse cargo del agua en ese pueblo. Milagro le explica en las escaleras, que subimos en tropilla unas diez personas:

–Pero nosotros no tenemos cooperativas de agua.

–Pero nos quieren hacer pagar cincuenta pesos a cada vecino. La cooperativa nuestra nos falló. No queremos pagar eso, es injusto.

–Pero no entiendo qué querés que hagamos, mamita. No tenemos cooperativas de agua –sigue Milagro.

–Pero algo deben poder hacer, seguro –replica la mujer.

Llegamos, por fin, al tercer piso, con Milagro y Raúl, a la oficina. Raúl y yo nos sentamos en los sillones de un cuerpo. Milagro, en el sillón más grande. En el segundo día del segundo viaje, saco mi grabador. Lo apago enseguida. La puerta se abrió y entró la mujer, con el papel en la mano.

–Milagro, disculpe, pero yo decidí venir a verla porque ya no sabemos que hacer. Me están esperando en el pueblo y tengo que llevar una respuesta –dice y se planta.

Milagro se frota la cara. Le hace una seña para que la mujer la deje ver el papel. No entiende lo que dice el papel. Marca en su celular y habla con alguien de la Municipalidad. Pregunta qué problema hay con el agua en la localidad de la que viene la mujer. La mujer está parada al lado. Sigue un rato de conversación triangulada entre la voz en el teléfono, Milagro y la mujer. Raúl y yo miramos. El me dice por lo bajo: “Siempre es así. Por eso Milagro te decía de ir a otro lado”.

La mujer finalmente acepta venir más tarde, aunque ya está más tranquila. La llamada que hizo Milagro probablemente les allane las cosas. Si en la Municipalidad saben que Milagro está pendiente del tema, serán más cuidadosos. Se va y después de más de una hora de haber llegado a la sede, quedamos solos.

–¿A veces te desborda todo esto? –le pregunto yo, desbordada.

–Sí, porque a veces uno quiere controlar todas las cosas y no puede. Viste el tema del medicamento del abuelito. La política nuestra es solucionar las cosas en el momento. Por que por ahí uno a veces critica a los hospitales públicos porque no te dan el medicamento y te lo mandan a comprar. Para qué va uno a hacerse curar de determinada enfermedad si el medicamento no está en el momento. Viste ahí en el pasillo, siempre hay compañeros que tienen urgencias. No sólo de salud. Buscan la solución acá adentro. Acá se acostumbra a dar soluciones. Es la política nuestra. Pero siempre no se puede. Hay momentos en los que vos decís puedo, pero no llego a tanto, no puedo tanto. A mí me gustaría tener solución para todo. Yo quisiera que todos se fueran contentos de acá. Los políticos no dan soluciones y la gente se entra a aferrar a los compañeros. Digo gente porque no todos acá son compañeros de la Tupac. Nosotros estamos todo el tiempo ocupándonos de temas de salud, de agua, de tierras, y no sólo de compañeros de la Tupac. Estas recetas que me traen son algunas de los médicos de la Tupac, pero otras son de otras obras sociales, o de médicos privados. Acá se pueden atender todos. ¿No escuchaste a la señora que me habló ahí abajo, la madre del pibito que agarró la policía el día de Reyes? Lo acusan de drogadicto y le quieren cortar el pelo. No es la de Tupac, pero vino a contármelo para que me ocupe. ¿Qué le voy a decir? ¿Hágase de la Tupac y después me ocupo? Hay cosas que son urgentes, atropellos, y uno tiene que atenderlos.

–Vienen acá a buscar soluciones y vos no querés desatenderlos.

–Exacto, y uno se siente obligado... no obligado, no es obligado, yo me siento presionada. Yo quiero dar soluciones, pero no puedo siempre. Esta señora en el pasillo me dice que a su pibito la policía le ha dicho negro de mierda, y que le quiere cortar el pelo. A nosotros nos importa la discriminación. Hay mucha discriminación. Nuestra lucha es contra la discriminación. Entonces no la podemos dejar de escuchar a esa señora. Lo que podemos hacer es poner un abogado que la escuche. Esa gente nunca tiene abogados. Bueno, es lo que podemos hacer.

–Finalmente, atrás de casi todos los problemas lo que hay es discriminación, ¿no?

–Es muy profunda. Son siglos. Hay sectores políticos que dicen que quieren la paz social, que están en contra de la violencia. Bueno, ¿y la discriminación? Que atropellen a la gente porque es pobre o es negra no es querer la paz social. Nosotros hemos plantado bandera. Donde haya una bandera de la Tupac no va a haber atropello. Al contrario: lo que nosotros queremos es reivindicar a los compañeros con salud, educación y trabajo. Esa es la base. Eso dicen las paredes del barrio y de esta ciudad, y de muchas ciudades de este país. Salud, educación y trabajo. Eso sí contribuye a la pacificación social. Una vivienda digna para todos, y que el compañero que por ahí ha nacido en un lugar muy pobre vuelva a recuperar su autoestima. Eso queremos.


Sandra Russo
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/

Entrevistas: Silvio Rodríguez



“Siempre hay cosas por decir"

El poeta cubano habla de su último disco, Segunda cita, de su compromiso social y político, y de
la influencia de personajes como Atahualpa Yupanqui, Fernández Retamar y el Che Guevara.

Por Sergio Marelli


Silvio Rodríguez pertenece a esa estirpe de juglares para quienes la palabra es un ardiente oficio que combina la siembra con el vuelo, alguien que no está en los mercados grandes de la palabra pero dice lo suyo a tiempo y sonriente. Rabelais decía no ser lo suficientemente docto como para tomar la luna con sus dientes, pero Silvio, trovador errante, enciende las hogueras, convoca luciérnagas y sabe el nombre de la chispa que salta de la crepitación hacia la noche. Su sed no se entretiene fácil, no acepta la poesía rumiante que no altera la digestión del poeta; su poesía es la de los labios que se endurecen para decir bellas palabras. No cría una posteridad de versos según los últimos cánones en boga. Va hacia donde arde la lágrima para convencer que la risa aún es posible. Agrega su paso a los pasos de los que emprenden la larga marcha hacia sí mismos “armados de pecho hasta la frente”, como dijo Vallejo. Hace crecer el plumaje del fuego para espantar todos los fríos, hacer del desabrigo, amparo, y de las resecas manos un cántaro donde los solos sacian su antigua sed; a ellos, los condenados por su rebelión, da su canción de amigo. Sus canciones, aun las de más explícito contenido social, jamás le confieren el carácter de predicador político. Siempre está en la búsqueda de un humanismo sin mordazas, sabe que el alma no es un asunto de tinieblas sino puro y ardiente compromiso terrestre. No es un repetidor de consignas a destajo, un publicista de nobles propósitos, un corredor de ideologías a domicilio. Pero tampoco es un abonado a la podrida pureza del arte puro y su abstracta geometría de almas bellas. Es un revolucionario. Antena que recoge noticias de la magia que anuda las hebras de lo cotidiano. Camina con una brújula encantada siguiendo el ejemplo de los que entregaron a una causa generosa hasta la última gota de sangre, hasta el último hálito de su aliento, convencidos de que la justicia sobre la Tierra no caerá de la distraída mano de Dios, sino será hija de la lucha. A ellos canta desbordado. La historia no es una vía muerta donde se herrumbra el tren de los sueños, piensa Silvio Rodríguez, por eso desecha tentaciones al lado de las cuales, las ofrecidas por el Maligno en el desierto, no son sino inocentes pregones de feria. “Asiente y eres cuerdo, disiente y eres de inmediato peligroso, y quedas atado a una cadena”, escribió Emily Dickinson; por eso Silvio Rodríguez es peligroso para los que quieren cortar la libertad a la medida de su impotencia, ajenos al espíritu de la revolución cuya estatura crece, incesantemente joven, imposible de ser aplastada bajo la inmensa osamenta de la burocracia. “Siempre tendré un enemigo con el semblante arrugado y más cansado que yo. Los que a lo largo de su sombra quieren cortar la medida de toda revolución.” Y, en su último disco, pide: “Superen la erre de revolución. Restauren lo decrépito que veo, pero déjenme el brazo de Maceo y, para conducirlo, su razón.” Este poeta sigue mirando el horizonte con ojos heridos de soñar, dando voces de amor a cuatro vientos, buscando su unicornio azul, apurando las ruinas del infierno, y así seguirá hasta el fin de sus horas, hasta convertirse en una chispa transitoria disuelta en las remotas antífonas que saben las cigarras.

–Tonada del albedrío es una canción dedicada al Che, ¿qué es lo que más te atrae de su recuerdo?

–Todavía admiro lo mismo que siempre admiré de él: que fue un hombre capaz de vivir como pensaba. También su insaciable compromiso con la verdad, lo que lo separaba de pensamientos revolucionarios ortodoxos.

–Sin duda sos un hombre comprometido políticamente; pero como artista, tu compromiso principal es con la belleza, casi no se te conoce un solo panfleto cantado. Me gustaría alguna reflexión tuya al respecto.

–Yo fui un joven que participó con entusiasmo en la transformación revolucionaria que se produjo en Cuba durante la década del ’60. Entonces trabajé en varios medios de prensa efectivamente muy políticos. Empecé a los 14 años en el semanario Mella, de la Unión de Jóvenes Comunistas; después estuve en la revista Venceremos, del Ejército de Occidente; por último trabajé en la revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Sin embargo en 1965 escribí una canción contra la discriminación racial que no era un panfleto, sino un reclamo humano. La única explicación que tengo para esto es que junto a mi compromiso social también fui desarrollando un gusto por la poesía y un hábito de lecturas que fue determinante como influencia, a la hora de escribir canciones.

–¿Cuáles son los retos a los que te enfrentás hoy como artista?

–En el fondo se parecen mucho a los que tenía cuando empezaba. Siempre hay cosas por decir, pero a veces no sale una nota. Otras uno ve una servilleta, pide una pluma prestada y aparece un montón de palabras. Para mí lo decisivo es tener ganas. Siempre que hay verdaderas ganas, aparece algo.

–¿Por qué te declarás un trovador antiguo?

–Porque llega un momento en que lo que fue considerado actual empieza a formar parte de la tradición. La tradición es como una tropa fantasma a la que se le van sumando almas. Cuando nos llega esa hora, lo que llaman actual son unos jovencitos que se parecen a uno mismo cuando tenía 40 menos. Es algo que se ve clarito.

–En este último disco hay una canción que hiciste con Víctor Heredia. Hablanos de ella, ¿cómo nació?, ¿cómo te resulta la experiencia de componer con otro?

–No compongo a menudo con otros. Pero Víctor me mandó un poema sobre los niños y no tuve más remedio que ponerle música porque tiene un lenguaje muy tierno. Dice, por ejemplo: “Tu risa enharinada”. Eso me sedujo y le hice una música que me pareció como argentina, aunque no sé, puede que sea una percepción personal. Él incluyó este tema, que se llama Lo cierto, en su último disco. Yo lo iba a poner en Segunda cita, pero después se me ocurrió dejarlo para más adelante y juntarlo con otras canciones con amigos.

–Recuerdo haber visto un recital tuyo, en Buenos Aires, en la primera fila del teatro estaba Atahualpa Yupanqui, quien se puso de pie para aplaudirte. Antes de ponernos de pie nosotros, para aplaudir la memoria de Atahualpa, te pido me cuentes cuándo lo conociste y qué recuerdos tenés de él.

–Conocí a Don Ata en febrero de 1985, en Berlín. Fui a disfrutar de un concierto que él daba y, al final, de fresco, me acerqué a saludarlo. No sabía si le iba a gustar que lo fueran a ver tras la actuación, pero me recibió con calidez y hasta me dejó tocar su guitarra. Al día siguiente comimos en Alexander Platz, donde le hablé de amigos comunes que lo mentaban mucho, como Alfredo Zitarrosa y Naldo Labrín. Tiempo después le escribí una cartita y la puse en un disco. Angel Parra me contó que eso le había gustado. Después nos vimos aquella vez en Buenos Aires, pocos meses antes de su muerte. Yo estaba con Eduardo Aute y Yupanqui nos citó en un lugar llamado Los Teatros. Allí lo invité a mi concierto. Me llamó la atención que sólo pidiera una entrada. Pensé que no iba a ir. Así que fue una gran sorpresa saber que estaba aquella noche en la sala. Recuerdo que cuando le dediqué el concierto, el teatro, de pie, lo aplaudió a rabiar. En medio de aquella ovación fue la última vez que lo vi.

–En Segunda cita hay una canción basada en un relato oral de García Márquez. ¿Cómo fue esa reunión cumbre? ¿García Márquez ya escuchó la canción?

–Fue algo que pasó hace más de 20 años. Tomamos un avión de La Habana a México, con escala en Cancún. Por raro que parezca, durante la primera etapa del vuelo él y yo éramos los únicos pasajeros. En cuanto vi aquello supuse que era una de las cosas que le ocurrían a García Márquez todos los días y que yo sólo estaba allí para comprobarlo. Fue una travesía de nubes negras y saltos, así que nos necesitábamos el uno al otro. En ese ambiente fraterno él me contó de algunos argumentos pequeñitos que a veces se le ocurrían, casi como imágenes. Él pensaba que aquellas historias minúsculas podían ser canciones. Me contó dos o tres, y al menos dos de ellas las encontré después, puestas como de paso, en sus narraciones. No hay más nada que contar al respecto. Y no: no puede haber escuchado la canción todavía, aunque pienso mandarle un disco.

–Pasemos del gran novelista colombiano a un muy prometedor narrador cubano, ¿en dónde ha quedado el Silvio Rodríguez novelista? Hace algunos años intentaste probarte en esos terrenos.

–Permíteme que me sonría, pero me parece que te has confundido. Chico Buarque, Víctor Heredia y Amaury Pérez son los cantores novelistas. Yo sólo soy un fan de lo que son capaces de hacer.

–¿Cuáles son los misterios de los que te sentís más aficionado?

–Uno de mis primeros oficios fue el de dibujante. Eso es lo que más hice en aquellas publicaciones en que trabajé de adolescente. Desde entonces me aficioné a la fotografía, por sus valores plásticos, pero también por la alquimia de congelar el tiempo. Todavía ando con cámaras. Pudiera decirse que son mi violín de Ingres.

–Mirá hacia la puerta, acaba de entrar un cholo. Viene de la eternidad, pero él dice que nunca se fue de Santiago de Chuco, le han pegado duro con un palo y duro también con una soga; quiere sentarse a esta mesa, que le sirvamos un luminoso vino fraterno para seguir soñando, ¿qué le dirías?

–Que escuché a Ernesto Guevara recitar Los Heraldos Negros. Que lo busque por ahí, por donde andan, y le diga que se los recite, para que vea cómo se le ponen los huesos de gallina.

–¿Cuándo supiste de la existencia de la poesía?

–Mi padre me leía poemas cuando yo tenía 7 u 8 años. Esa fue la primera noción que tuve. La de un obrero agrícola, con segundo grado de escolaridad, que leía en voz alta Los motivos del lobo, de Rubén Darío.

–Hiciste algunos recitales poético-musicales con un quijote hamletiano del Caribe, Roberto Fernández Retamar. Contanos de esa experiencia, y trazá una semblanza de él.

–No me parece que a Roberto le pueda servir de mucho una valoración mía, aunque en verdad es un querido amigo desde hace años. Él ya era director de la revista cuando yo llegué, jovencito, a Casa de las Américas en 1968. Incluso ya tenía toda una trayectoria literaria, amigo de Lezama y del maravilloso grupo que fundó la revista Orígenes. Cuando yo le conocí, Roberto ya era una de las voces poéticas principales de su generación y además era maestro de algunos de mis amigos, en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana. Roberto ha estado vinculado a muchas cosas que han sido importantes para mí. Para empezar, la mismísima Casa de las Américas y su fundadora, nuestra querida, imprescindible Haydeé Santamaría. Imagínate que recuerdo a Paco Urondo y veo a Roberto; a Roque Dalton y veo a Roberto; a Mariano Rodríguez y veo a Roberto; a Ernesto Cardenal y veo a Roberto; a Julio Cortázar y veo a Roberto… y siempre veo a Haydeé, que es como el alma de todas esas visitaciones. El año pasado, cuando se cumplió medio siglo de la Casa, lo invité a que hiciera conmigo un recital de poesía y canción, y Roberto, que nunca había leído sus poemas allí donde trabaja hace más de 40 años, tuvo el gesto espléndido de hacer el recital conmigo. Unos meses después lo repetimos en el Auditorio Nacional de México DF, con mucho éxito, por cierto.

–Si pudieras pegarte unas alas, para dónde volarías: el pasado o el futuro, ¿qué imaginás que verías o qué te gustaría ver?

–Me gustaría ver cosas que hoy pudieran considerarse imposibles: más respeto recíproco, menos peso de intereses mezquinos, más predominio de la solidaridad. Pura utopía.

–¿Qué puede más en vos, el desencanto o el deseo? ¿Es una batalla que siempre tiene el mismo ganador?

–Creo que en mí predomina el deseo, aunque a veces tenga días más oscuros.

–¿Tenés pensado venir a Argentina a presentar el disco?

–No le tengo mucha fe, internacionalmente, a Segunda cita. Es un disco, en cierto sentido, local. Empezando por Segunda cita, que está llena de referencias al último medio siglo de nuestra historia. Sea señora, Huracán, Trovador antiguo están bastante centradas en nuestra realidad. Pero si resultara gustar, claro que sí, con mucho gusto que lo haría.

Sergio Marelli
Fuente: Miradas al Sur, Domingo 25/04/2010
http://www.elargentino.com/

Marta Dillon: La gota que horada la piedra



Por Marta Dillon

Aunque parezca contradictorio, Estela Barnes de Carlotto tiene mala memoria. Lo asume frente a la foto de su hija Laura, cristalizada para siempre en una sonrisa de 18 años, el pelo negro, los ojos profundos, la alegría de una recién casada que ahora está ahí, aislada de la fiesta que fue en esa foto que su madre recortó y llevó mil veces sobre el pecho y en carteles, la misma que al principio de su búsqueda creyó que le iba a facilitar el encuentro con su nieto, Guido. Es que la memoria es un ejercicio que para esta mujer, necesariamente, se ancló en determinados hechos, determinadas frases, algunas pocas cotidianas, la mayoría dramáticas. Estela puede repetir sin equivocarse la frase que le dijo Reynaldo Bignone, el represor que se apropió de la presidencia de la república en el último tramo de la última dictadura militar argentina y que ahora, esta misma semana, por fin fue condenado por delitos de lesa humanidad a 25 años de prisión en una cárcel común. De esa frase se acuerda a fuerza de repetirla en juicios. Y también porque significaba la certeza de que no volvería a ver a su hija con vida. “Señora, usted ve lo que está pasando. Uno les dice que se entreguen voluntariamente, que se les reduce la pena porque ese lugar de rehabilitación que hemos inaugurado existe. Pero ellos se van del país y nos siguen fustigando o se quedan. Yo hace unos días he estado en Uruguay en las cárceles donde están los tupamaros, y le puedo asegurar que allí se fortalecen y hasta convencen a los guardiacárceles. Eso no queremos que pase aquí, señora; acá hay que hacerlo, hay que hacerlo...”. “Hacerlo” era la manera de nombrar el genocidio. “Hacerlo” fue, en el caso de Laura Carlotto, unos cuantos disparos, a la cabeza y en el vientre, tal vez con la idea de borrar las marcas del embarazo y el parto reciente. Pero los detalles nimios, esos que construyen la relación entre madres e hijas, esos retazos se le pierden en los laberintos de su memoria donde la ausencia gana terreno aunque no le quite voluntad. Ella es la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, la segunda después de que Chicha Mariani renunciara a ese lugar, la cara visible de un reclamo que excedió los límites de la militancia de Derechos Humanos y se coló en ficciones y canciones, en ciclos de teatro y en la conciencia de la mayoría. De alguna manera, la gestión de Estela Barnes de Carlotto, maestra, directora de escuela ahora jubilada, madre de cuatro hijos y abuela de una decena de nietos, logró ese efecto de gota que horada la piedra. Y no es sencillamente que el reclamo de las Abuelas apele a víctimas sin rasgos de dudas sobre su inocencia porque apenas habían nacido cuando fueron secuestrados, sino porque junto a sus compañeras lograron llenar de sentido ese reclamo e imponer la palabra “apropiación” por sobre la falsa adopción y los supuestos cuidados que las y los apropiadores brindaron a los secuestrados. Algo habrá tenido que ver su cuidado discurso, conciliador discurso, propio de una docente acostumbrada a reinar en el aula. Algo habrá tenido que ver su imagen invariable a lo largo de los años, el pelo de peluquería, los ojos maquillados, la elección de no lucir pañuelo y de entrevistarse con todos y cada unos de los presidentes que inauguraron la democracia que ya lleva 28 años sin interrumpirse, mientras la mayoría de los familiares de las víctimas del genocidio se negaban a tener relaciones diplomáticas con quienes aseguraban la impunidad de los victimarios. Curiosamente, al único presidente que no le pidieron audiencia fue a Néstor Kirchner. Y éste fue el único que las convocó por decisión propia, sellando una alianza que logró mellar de alguna manera su imagen impoluta. Ese acercamiento a la política institucional, su defensa de la gestión kirchnerista, una presidencia corta y conflictiva al frente de la Comisión Provincial de la Memoria —en la que fue acusada de mal manejo de los fondos públicos— además de un puesto de funcionario —titular de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de Felipe Solá— para su hijo menor, Remo, fueron cuestionamientos que soportó siempre con el mismo tono. El tono medido que usó, también, para defender a Aníbal Ibarra cuando la tragedia de Cromañón terminó con su destitución; aunque se le haya ido un tanto la boca cuando acusó a los padres de las víctimas de ese incendio de delincuentes. Nada de eso, sin embargo, logra empañar la gestión de las Abuelas, así en plural, aunque ella sea su cara más visible, ni tampoco su figura de señora de clase media que sabe que tiene que hablar en los códigos de su clase para ser entendida por la mayoría, para que el reclamo de recuperación de la identidad de los ahora jóvenes apropiados sea un reclamo común, una causa del más estricto sentido común, lo más puro de los Derechos Humanos. Más de cien jóvenes saben ahora cuál es su verdadera historia gracias al trabajo constante de estas mujeres. Muchos más todavía esperan recuperar su historia aunque eso ni siquiera cuente aún en la lista de sus deseos. Es ese trabajo el que consigue ahora mismo poner en jaque al monopolio de Ernestina Herrera de Noble más que ninguna otra cosa por la sospecha de que los jóvenes anotados fraudulentamente como sus hijos sean hijos de desaparecidos. Es que las Abuelas, con Carlotto como presidenta, han trazado una línea que no se puede cruzar. Han hecho comprensible para la mayoría cuál es el valor de la verdad. En la misma semana en que ese hombre que le advirtió que el destino de su hija era la muerte para entregarle graciosamente el cuerpo masacrado de Laura era condenado, las Abuelas recibieron la noticia de que eran candidatas para el Premio Nobel de la Paz. Tal vez eso no quiera decir demasiado, tal vez sólo signifique el desahogo económico para seguir en su lucha; no deja de ser un reconocimiento. Aunque el premio real sean esos 101 nombres que ahora se inscriben con la tinta indeleble de la verdad. 101 nombres que no sólo alientan a las Abuelas sino también a quienes aún no han logrado resolver qué hacer con esas dudas que cuestionan no sólo la identidad personal sino la de toda una generación

Marta Dillon
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Vuelve el Cine Cosmos a través de la UBA y con mucho más



Cine y libros desde la academia


La Universidad de Buenos Aires adquirió el edificio donde funcionó el Cosmos y mantendrá el perfil tradicional de la sala. Además construirá aulas para programas de extensión y un puesto de venta de libros de la editorial universitaria.


Por Julián Bruschtein

Antes de mitad de año, en fecha a confirmar, la Universidad de Buenos Aires (UBA) reabrirá el cine Cosmos. Las autoridades académicas confirmaron que se conservará el perfil tradicional de la sala, con prioridad para las producciones independientes y por fuera del circuito comercial. El edificio que fue adquirido por la UBA cuenta con tres mil metros cuadrados y se encuentra al lado del Centro Cultural Rojas. Además de la sala cinematográfica, allí la universidad abrirá un local de su editorial Eudeba y construirá aulas para programas de extensión abiertos a la comunidad.

“El proyecto es que vuelva a ser el cine Cosmos como se lo conoció”, contó a Página/12 el rector Ruben Hallu. El edificio donde funcionó el histórico cine de la avenida Corrientes al 2000 fue comprado en un precio cercano a los 9 millones de pesos por la UBA en los últimos días de diciembre pasado y el dueño, además, cedió su archivo cinematográfico. “La idea es que sea un espacio para el cine independiente, por fuera de los circuitos comerciales, donde se puedan realizar programaciones y festivales de cine, además de exhibir las producciones propias de la universidad”, agregó el rector.

Si bien estaba previsto que la sala se pusiera en funcionamiento a comienzos de abril, el proceso de asunción de autoridades en el rectorado demoró la puesta en marcha del proyecto. Ahora los planes pasaron para antes de mitad de año. Para entonces se deberá definir también quién estará a cargo de la programación y bajo qué área de la universidad.

El cine Cosmos tiene una rica historia vinculada con la ciudad de Buenos Aires y su auge como capital cultural. En 1966 comenzó a usar el nombre por el que se hizo conocido por proyectar películas provenientes del bloque soviético, que no eran exhibidas en las salas comerciales, y para intentar romper el cerco del cine norteamericano. Ciclos de cine checoslovaco y de la URSS y, en particular, una retrospectiva del director sueco Ingmar Bergman fueron los hitos que popularizaron la sala y se mantuvieron como resistencia cultural durante la dictadura. En 1987 cerró sus puertas por primera vez y debajo se instaló la discoteca Halley. El cine regresó en 1990, reformado y con dos salas chicas, una para videoproyección y otra para copias de 35 milímetros. Atravesado por las penurias de la distribución cinematográfica independiente, fue puesto en venta a principios del 2009 y, finalmente, vendido a la UBA.

“Además del valor cultural del cine, el edificio resuelve una necesidad de espacio físico que tiene la universidad. Por un lado, se ahorra alquileres y se suma a su favor que está al lado del Centro Cultural Rojas, que cada año recibe mayor número de personas”, contó Carlos Más Vélez, secretario general de la universidad.

La compra del edificio –que cuenta con 3300 metros cuadrados– aliviará en parte las dificultades edilicias de la casa de estudios, ya que además de construir aulas para el Rojas –se proyectan 18– se trasladarán algunas dependencias administrativas y se instalará una sede de Eudeba, la editorial de la UBA. El propósito es “acercar las publicaciones a la calle Corrientes”, aunque continuará funcionando la sede que tiene la editorial frente a la plaza del Congreso.

La planta baja del nuevo edificio tiene una superficie de mil metros cuadrados –actualmente hay un supermercado con contrato hasta el 2013–, un entrepiso de 600 metros, donde se encuentran las salas de cine y una confitería, y cuatro pisos de 300 metros cuadrados cada uno, con catorce departamentos en total.

Julián Bruschtein
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/

miércoles, 21 de abril de 2010

Por la vigencia de la Ley 26522

Imágen: La Máquina de Escribir

Más de 300 organizaciones de Derechos Humanos, políticas, gremiales y sociales, lucharon muchos años para establecer una ley de Radiodifusión equitativa para todos. Con el unánime apoyo del pueblo se logró que en la histórica madrugada del día 10/10/2009 el Congreso sancionara la Ley que contempla las exigencias populares y un gran desarrollo democrático, cultural, social, político y antimonopólico para todo el pueblo argentino. Esta Ley debería ya estar en plena vigencia, pero... con el apoyo de civiles cómplices del terrorismo de Estado beneficiados durante la dictadura con motines de niños o monopolios, lograron que la Cámara Federal de Mendoza suspendiera la aplicación de la Ley 26522, pero...
Ahora el pueblo tiene la palabra.
(Texto del volante repartido en la marcha del 29/04 por el Núcleo de Oyentes de la AM 530 Radio "a Voz de las Madres")

Cuando la plaza se pone a hablar

Imagen: La Máquina de Escribir

Por Jimena Arnolfi

La marcha empieza a moverse frente al Congreso de la Nación, pero sólo en partes autónomas. Mientras algunas columnas esperan para nutrirse de más y más gente, parte la cabeza de la movilización: las Madres y Abuelas, legisladores de diversos bloques, funcionarios oficialistas, dirigentes sindicales, periodistas, artistas. Apenas pasan las cinco de la tarde y ya hay gente ansiosa que prefiere eludir el circuito por Callao y Corrientes; gente que ya se junta en Tribunales. Antes de que nadie se mueva, en las señales de noticias la movilización apenas si merece lo habitual: una vaga asociación en el informe de tránsito. Lo que suceda después también es previsible: a la hora de buscar voces que hablen por los miles de personas convocadas, los medios elegirán a aquellos peleados con sus audiencias, Luis D’Elía entre ellos, la Gran Bestia Nack & Pop.
Estoy ahora en Lavalle y Talcahuano y no puedo parar de mirar. Vienen de todos lados. Algunos grupos por la calle Libertad. Otros por Lavalle. Banderas de todos los colores. Redoblantes. Fuegos artificiales. Murgas. Cada tanto se escucha un cachengue cumbiero con letras alusivas. Después de los cantitos dedicados al Grupo Clarín, el que más pega es el dedicado a Cobos. Asoman en una esquina unos cartelitos novedosos: “El que se quemó con De la Rúa, cuando ve venir un Cobos se larga a llorar”.
Un nenito tironea los pantalones de su papá a la altura de la cadera. “Papá, papá –lo llama–, ¿ya son las siete?”, pregunta impaciente. Su padre responde que sí. “Me dijiste que a las siete hablaban las Abuelas”, recrimina el gurrumín. Pecheras de camioneros, pecheras cegetistas, los pibes exaltados de La Cámpora, los che pibes del conurbano, los de 6,7,8, radios y revistas alternativas. Las empresas de la información hablarán de piqueterismo y olor a goma. Pero hay también mucho oficinista recién salido del trabajo, familias enteras, estudiantes, niños, señoras, señores. Hay de todo y están todos mezclados. Esta plaza es un quilombo y se disfruta.
–Los medios, así, con ese nombre, no es otra cosa que el lenguaje. Estamos luchando por nuestro lenguaje, por esclarecerlo para reconocernos como sujetos más democráticos –dice Horacio González, director de la Biblioteca Nacional. El hombre tendrá bastante de erudito, pero también de emocionado.

Pañuelos blancos. Llegan las Madres Línea Fundadora cuando son más de la siete de la tarde. No bien aparecen los pañuelos blancos, la gente empieza a aplaudir y se abre el paso para que puedan subir al escenario. La telonera del acto central es la dirigente social Milagro Sala, que sorprende con su columna de la Túpac. “A esta ley la tienen secuestrada y lo que no se bancan es que los negros podamos hablar”, grita. En seguida viene Estela de Carlotto, encargada de inaugurar la lista de oradores y dice: “Estamos en democracia. El pueblo argentino no acepta cuando no se cumplen las leyes”. Más tarde, Hugo Yasky, el secretario general de la CTA, promete “seguir en la calle hasta que la ley se aplique”. Lo vuelve a decir el secretario de Derechos Humanos de la CGT, Julio Piumato. “El pueblo va a defender en las calles lo que sancionó el Congreso”. Aplausos, alaridos populares.
Se va a acabar. “Se va a acabar, se va a morir, el monopolio de Clarín”, grita la plaza y ya se sabe que Hebe de Bonafini es la última oradora. Al costado, una señora, una señora bien, agita a Hebe. “Dale que ahí empieza, eh, dale Hebe, que vos podés.” Su hijo que tendrá unos veinti, me mira y dice: “Es que a Hebe se la bancamos, ahora va a empezar a decir que le va a cortar el cuello a Ernestina Noble, y a los jueces. Es medio bestia pero dice la verdad”. Hebe empieza correcta hasta que toma temperatura. Habla de las pelotas bien puestas. Habla de salir a defender la ley hasta con el cuerpo si hace falta. Se va a acabar, se ve venir: los medios y la oposición van a recortar el párrafo para construir un esperpento. Dicho y hecho.

La espía paradójica. Termina la marcha y me encuentro con otra colega. En su momento, ella fue una de las 30 contratadas por el Grupo Clarín para realizar una campaña política en contra de la ley de radiodifusión. Su tarea consistía en intervenir medios gráficos on line a través de la redacción de comentarios que se postean en las notas que se publican en los sitios. Ella contaba cuántos comentarios a favor o en contra de la ley aparecían, quiénes eran los usuarios, se peleaba con los bloggers k, bardeaba la ley. Otros se dedicaban a dejar mensajes grabados en las principales radios. Como comunicadora, defiende y apoya la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. “Siempre traté de contarle a todo el mundo el trabajo que tenía, para que la gente abra los ojos...”.
Volviendo a casa nos preguntamos si todas estas voces se van a escuchar alguna vez. Jugamos a buscar posibles títulos para los diarios de mañana. “Caos en el tránsito por acto K.” “Mucha gente, pocas ideas.” “El reflujo K gana la calle otra vez.” Ah, no, ése no lo habíamos dicho. Ese fue el título de Perfil del diario de ayer.

Jimena Arnolfi
jarnolfi@miradasalsur.com
Fuente: Miradas al Sur
www.elargentino.com.ar

Jorge Giles: El Bicentenario de los Pueblos



Por Jorge Giles

Ayer nomás, el mismo día que Cristina en representación de todos los argentinos, viajaba a Venezuela para celebrar el Bicentenario del hermano país, los diarios Clarín y La Nación fueron nuevamente dos “partes de guerra”, dos comunicados beligerantes contra los intereses nacionales, dos proclamas destituyentes, dos bofetadas a la democracia, dos escupitajos al buen gusto periodístico.

¿Querrán hacer el papel de virreyes colonialistas para la ocasión?

La exaltación mediática que hicieron de Julio Cobos es de una desmesura tan grotesca, que ni a la familia del mendocino se le hubiese ocurrido semejante despropósito.

Sus respectivas tapas y editoriales denotan sólo desesperación.

Un estertor final. Una agonía. Un largo aullido a la luna.

Es una pena que elijan ese destino. Hubiesen pretendido algo más digno, aprendiendo a compartir el espacio que siempre reserva la democracia y un modelo como el que hoy gobierna, donde entran todos los sectores de buena voluntad.

Los obnubila pelearse con la realidad todos los días.

En lugar de reconocerla como es y no como quieren que sea, sólo saben ladrar y morder.

Cobos es, por ahora, el rostro del emblema del grupo. No representa más que una figura que hace sonar el clarín llamando a guerra. ¿Pero contra quién? ¿Contra la Presidenta? No; la guerra es contra una sociedad que sólo quiere más empleo, más educación, más salud, más turismo, más inclusión. Y sabe que lo viene consiguiendo, paso a paso, desde Néstor Kirchner hasta hoy.

Es el drama de una oposición que se quedó sin argumentos desde que la sociedad, o buena parte de ella, sacudió la modorra y empezó a ganar las calles para defender la libertad.

Igual que en 1810.

Ese actor vital de toda democracia que es el pueblo movilizado, es quien descoloca la estrategia y la templanza del monopolio.

Si el Primer Centenario de los gritos de libertad en la América profunda tuvo perfume y textura conservadora, el Segundo Centenario tiene las múltiples y diversas voces de sus pueblos.

Si aquel primero fue celebrado desde arriba, este segundo crece en las calles desde abajo.

Arrancó con el Bicentenario de Bolivia celebrando, el 25 de Mayo del año pasado, la Rebelión de Chuquisaca. Que Evo Morales hoy sea el Presidente de los bolivianos es en sí mismo la expresión más bella y elocuente de los nuevos tiempos.

Hoy es el turno de Venezuela. Y allá está la Presidenta argentina participando de los actos programados por el pueblo y el gobierno del Presidente Hugo Chávez.

Como si Simón Bolívar volviera a galopar por estas tierras americanas, con San Martín y Sucre, con O’Higgins y Mariano Moreno, con Belgrano, Martín Miguel de Güemes y Juana Azurduy, con Bernardo de Monteagudo y Castelli.

No es casualidad que en este Bicentenario se hable más de Monteagudo que de Rivadavia. Al revés del primer centenario.

¿Nos dimos cuenta de tan significativo dato?

Son los nombres rescatados del olvido, en su verdadera esencia.

Un día como hoy, 19 de Abril, pero de 1943, se produjo el principio del fin para los nazis: el levantamiento del ghetto de Varsovia.

Fueron niños, ancianos, mujeres y hombres cubiertos de dignidad que allí en Varsovia, en el mayor de los ghettos urbanos, enfrentaron duramente al ejército de Hitler.

Estremece el relato de los sobrevivientes, no sólo en la desventura de conseguir el pan de cada día para los más indefensos. Estremece ese heroísmo del pan pero también el heroísmo de evitar que decaiga la moral de la población aprisionada.

El heroísmo del papel escrito y pasado de mano en mano.

Esos 50 diarios clandestinos contrarrestaban el arsenal de medios de propaganda del nazismo que desde el aire, lanzaban sus periódicos para desinformar y desmoralizar a los prisioneros.

Eran papeles con poesía clandestina, con testimonios de vida contra la muerte, con información contra la desinformación impuesta.

“No te rindas, ni bajes los brazos, la libertad está cerca, resiste, resiste, resiste…”

En ese ejemplo de rebeldía y dignidad, la humanidad acuna sus mejores causas.

Jorge Giles
Fuente: http://www.elargentino.com/

José Pablo Feinmann: Cómo se conquistó el pacto neo-colonial



Por José Pablo Feinmann

Alguien tan inteligente como el marxista peruano José Carlos Mariátegui –un marxista como no hemos tenido ni uno aquí salvo Milcíades Peña, pero mucho después– jamás consideró que humillaba a su patria (Perú) ni a la entera América latina por considerar que: “Enfocada sobre el plano de la historia mundial, la independencia sudamericana se presenta decidida por las necesidades del desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho, capitalista” (José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Ediciones El Andariego, Buenos Aires, 2005, p. 16). Y añade: “Mr. Canning, traductor y ejecutor fiel del interés de Inglaterra, consagraba (...) el derecho de estos pueblos a separarse de España y, anexamente, a organizarse republicana y democráticamente. A Mr. Canning, de otro lado, se habían adelantado prácticamente los banqueros de Londres que, con sus préstamos –no por usurarios menos oportunos y eficaces–, habían financiado la fundación de las nuevas repúblicas” (Ibid., p. 17). Pero hay quienes afirman que la Revolución de Mayo (a diferencia de las otras de América) tomó el espíritu de las Juntas populares españoles que luchaban contra la España absolutista, hasta 1810. Luego los ejércitos de Bonaparte las borraron del mapa. Pero la Junta de Buenos Aires sería hija de ese espíritu que encarnaron las Juntas Populares. Incluso se llega a afirmar que Cornelio Saavedra (que es el villano de nuestra revolución) no se proponía, como Moreno y sus compañeros: que eran básicamente dos, Castelli y Belgrano, cambiar el orden social establecido, sino cambiar simplemente de virrey. Corrijamos esto: no se puede comparar a las Juntas Populares de la España rebelde, popular y antibonapartista con la mera, individual, Junta de Mayo, que proponía un Ejecutivo mínimo y quedó descalabrada no bien ese Ejecutivo se amplió. Por otra parte, la Junta de Mayo nunca fue popular ni tenía cómo serlo. Moreno, que deseaba ser Robespierre, carecía de una burguesía revolucionaria. Tenía a unos tenderos, a unos mercaderes del puerto que deseaban importar mercancías del exterior e introducirlas en el país. Y a unos terratenientes que buscaban mercados externos donde vender su trigo y sus vacas. De aquí que estuvieran en contra de España. Sólo porque no querían esclavizarse a un mercado único, sino vender a otros. Sobre todo al resto de Europa, que era, para ellos, la verdadera Europa. San Martín llega al país en una nave que lleva por nombre George Canning. Los brillantes intelectuales de la generación del ’37 proponen cambiar el español por el francés. Sarmiento en Recuerdos de provincia, escribe que 500 años de dominio “terrífico” de la Inquisición se teme que hayan achicado el cerebro español. En sus Viajes: “He estado en Europa y España”. Todo está claro: las revoluciones de América del Sur tuvieron como objeto salir del dominio español (algo que lograron con batallas tan heroicas como las de Maipú y Ayacucho) y tener la libertad de formar parte del desarrollo del occidente capitalista. Cito (para que no se enojen sólo conmigo los que imaginan a un Moreno y a un Castelli prefigurando a un Ernesto Guevara) a Milcíades Peña: “La llamada ‘revolución’ tuvo un carácter esencialmente político. Lo que Mariátegui observó en Perú vale para toda América latina: La revolución no representó el advenimiento de una nueva clase dirigente, no correspondió a una transformación de la estructura económica y social” (Milcíades Peña, Antes de Mayo, Ediciones Fichas, 1970, p. 76). Alberdi, José Luis Busaniche, el entrañable y riguroso Salvador Ferla, el biógrafo de Moreno Boleslao Lewin y muchos otros.
Pero deseo agregar un par de elementos fundamentales. Dejo de lado los pasajes del Plan de Operaciones en que Moreno sugiere entregar la isla de Martín García a Inglaterra para que nos proteja o sus exultaciones sanguinarias (típicamente jacobinas) o sus elogios a la delación. Vamos a otra cosa. Moreno no tenía lo que tuvo Robespierre: una burguesía revolucionaria. Por consiguiente, todas sus brillantes ideas revolucionarias (la expropiación de las grandes fortunas, por citar una) giraban en el vacío. Tampoco era heredero de las Juntas españolas porque su Junta era una y no tenía arraigo popular. Esta figura que dibuja Moreno (la del ideólogo revolucionario sin clase social que en que apoyarse) será también la de Lenin: el revolucionario socialista sin proletariado urbano. Lenin tenía un problema muy simple: si quería hacer la revolución siguiendo las indicaciones de El Capital tenía que esperar 50 años. Que la burguesía se desarrollara y diera origen al proletariado revolucionario. Jamás. Ideó la teoría de la vanguardia. Una élite de intelectuales (que conocían las leyes del desarrollo histórico) formarían un partido de vanguardia y entregarían al proletariado la “ideología revolucionaria” evitando así el pasaje por la etapa capitalista. Esa sería la “dictadura del proletariado”, pero dirigida por una vanguardia que ejercería una tutela ideológica sobre ese proletariado modelando su conciencia revolucionaria y ahorrándole el pasaje por el infierno de la etapa capitalista. Todo esto tenía que terminar mal. El Partido de Vanguardia se convierte en Partido de la Burocracia. La teoría revolucionaria en dogma. El Partido elige a un líder. El líder se transforma en dictador y da inicio a la etapa del culto a la personalidad. Lenin no vio esto porque se había muerto, pero el diagrama le pertenece. Moreno razonaba de un modo similar. No tenemos una clase social que nos apoye. No importa: la vanguardia hará la revolución. Escribe en el Plan de Operaciones: “Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice” (La cita está en Filosofía y Nación, difícil de conseguir en estos momentos pero en breve saldrá una edición nueva). Esta frase la ha dicho el numen, la deidad inaugural del periodismo argentino. Hoy, más que nunca, nuestro periodismo cree en ella y trata de ejercerla. (Cada vez, creo, con menos eficacia: las reiteraciones terminan por volverse cruelmente en contra de los reiteradores ante el aburrimiento de los que las reciben pasivamente hasta que advierten que si “mil repeticiones hacen una verdad”, como decía Goebbels, dos mil despiertan la sospecha del engaño.) Pero la ausencia de masas en su proyecto, la ausencia de una clase social poderosa que lo apoye determina su derrota. Cuando escribí el capítulo sobre La Razón Iluminista y la Revolución de Mayo en Filosofía y Nación corría el año 1975. Día a día, en medio de un reflujo de masas más que evidente, la Orga de los Montoneros se había trenzado en una lucha a muerte con las bandas de la Triple A. Fue escrito contra la práctica vanguardista y fierrera de los montos. Ese fue el disparador. Me apoyé centralmente en Ferla, pero esperaba –si en algún momento retornaba la posibilidad de discutir estos temas– exhibirle al vanguardismo montonero sus similitudes con la soberbia morenista. Me dediqué entonces a garabatear algunas consignas morenistas inspiradas en las de la Orga de Firmenich y los suyos. Algunas –además de divertidas– son seriamente conceptuales: Que se sepa/ Que se sepa/ Castelli se curó/ pa’ decirle a los gorilas/ la puta que los parió. O también: ¡Guillotina! ¡Guillotina!/ Para los hijos de puta/ que vendieron la Argentina. O si no: Con Moreno en el alma/ Castelli en el corazón/ Haremos de l’Argentina/ La gran patria jacobina. O por qué no: Si Moreno viviera/ Sería conducción/ Sería lucha armada/ Para la liberación. Aunque: ¿le cedería Firmenich la conducción a Moreno? Una más: Mayo argentino/ Mayo morenero/ Mayo argentino/ Mayo montonero. Otra: Liniers, Liniers/ Gallego y franchute/ Te quisiste rebelar/ Moreno y Castelli/ Te hicieron recagar. Y la última: Si Evita viviera/ sería morenera.
En suma, las “revoluciones” de América latina lo fueron –por completo– respecto de España. Había que expulsar a los godos de un continente que deseaba entrar en la modernidad capitalista. Desde esta perspectiva, la lucha fue a muerte y fue triunfal: el poder español se retiró. Fue derrotado –por el glorioso general Sucre en 1824 en la batalla de Ayacucho– el poder colonial al que estábamos sometidos. Se inicia, a partir de ahí, el pacto neocolonial. América latina se transforma en un continente de monocultivo para cubrir a bajos precios las necesidades de las industrias británicas. Inglaterra, taller del mundo, nos dará todas las mercancías que necesitemos. Pero esa es otra historia. Y no disminuye la grandeza de San Martín, que acaso vino al Plata en la corbeta George Canning para llevar a cabo esa y sólo esa tarea: echar a los godos, derrotar el atraso, abrir las puertas de la modernidad occidental. Acaso en Guayaquil –si Bolívar le confío sus sueños sobre la gran nación bolivariana– le dijo no, lo que yo vine a hacer a este continente ya está hecho. Y se fue. El resto es otra historia. La de la Revolución de Mayo es la que acabamos de narrar.

José Pablo Feinmann
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Cristina Villanueva: El usurpador

Imagen: http://eltecladoamotinado.files.wordpress.com/2008/07/san-cobos.jpg

El purgatorio es un gallo ni negro ni rojo, una casa pintada de beige,
decir lo que se espera, ese gesto anodino, una dieta correcta. Ni mucho
odio ni un amor irrebatible. Lo que conviene. Ese que no llega por si
mismo a nada, ese que se queda esperando que el o la que está en el
sillón viaje o muera. El que más que vivir usurpa la vida.. El
usurpador no tiene cielo ni infierno ni gritos ni abrazos. Tiene un voto
no positivo, una vida no positiva, a veces se aprovecha de alguna
muerte, otras de alguien al azar.No quiero nombrarlo, no vale la pena.
Que pene su pena de no haber conocido nunca la lucha, la cruz ni la fiesta.
Que pene su pena de traicionar por dinero o centímetros de diarios.
Los tibios que nunca conocieron el placer frío de la nieve o esa
altura del calor de la cima de haber llegado alguna vez.. El se arrastra y
espera en ese despacho que ya no le pertenece.casi sin clima porque el
clima es de los otros, los creadores.

Cristina Villanueva
libera@arnet.com

Clarín publica imprecisiones sobre las netbooks de Cristina



ACLARACION POR MINISTERIO DE INDUSTRIA Y TURISMO SOBRE IMPRESICIONES DEL DIARIO "CLARIN" EN SU ARTICULO DEL 12-04-10.

El diario Clarín publicó en su edición del 12 de abril de 2010 el artículo Las netbooks oficiales, con limitaciones técnicas, donde señala algunas cuestiones sobre la Exomate 3G que el Gobierno repartirá entre alumnos de escuelas técnicas. Nosotros probamos la netbooefk en nuestro laboratorio y nos pareció muy buena, por lo tanto, RedUSERS asume el papel de referente en temas tecnológicos que le dieron sus lectores y corrige las imprecisiones publicadas por el matutino. Procedemos a citar y corregir:
“La maquinita ofrece una pantalla de 10 pulgadas, procesador Intel Atom de 1.66 GHz, 1 GB de memoria RAM, disco rígido de 160 GB. Para el acceso a Internet dispone conexión Wi-Fi y 3G, siempre y cuando el alumno coloque una SIM Card en la ranura”.
Es importante señalar que esta configuración es superior al estándar de las netbooks del mercado. Cuenta, por ejemplo, con un diferencial no hallado en el 99% de las ultraportátiles del mercado, ni siquiera en los equipos de gama alta: un módem 3G incorporado, para usar la banda ancha celular. Además, incluye la última norma Wi-Fi (802.11n), aprobada en septiembre, y conectividad Bluetooth, dos cuestiones infrecuentes en equipos que ronden los 2.000 pesos.
“Una de las características de estos equipos es su limitación técnica. Por un lado, es complicado realizar más de una tarea al mismo tiempo. Al tener todos los circuitos integrados, es imposible intentar mejorar su configuración…”
Hemos ejecutado varias aplicaciones simultáneamente en la netbook en cuestión, y las pudo ejecutar de un modo bastante holgado. El equipo posee Windows XP, que es un sistema operativo multitarea. Si vemos las especificaciones oficiales de Microsoft, nos daremos cuenta de que XP requiere 128 MB de memoria RAM y 1,5 de espacio libre en disco duro. Dos requerimientos que la Exomate supera en 8 y 106 veces, respectivamente, pues posee 1024 MB de RAM (o 1 GB) y 160 GB de disco.
Por otro lado, todas las notebooks tienen los componentes integrados en el motherboard. Cualquier usuario medio conoce que la gran desventaja de cualquier portátil (sea de la marca, precio o gama que sea) con respecto a una PC de escritorio es que tiene sus “circuitos integrados”. Con respecto a la configuración, es posible duplicar la cantidad de memoria RAM.
Por otra parte, la Exomate 3G incorpora el microprocesador Intel Atom N450, que es el último, más veloz y el que provee un consumo energético más eficiente de todos los procesadores para netbooks fabricados por la compañía.
“… y la duración de la batería está muy restringida, algo que se va acortando con cada carga. Su vida útil está estimada en tres años”.
La duración de la batería fue una de las ventajas que citamos en en nuestra review. Y por una simple cuestión: es una batería de seis celdas, es decir, el doble de celdas que ofrecen las netbooks estándar. Por ende, es capaz de almacenar el doble de energía.
Las baterías de todo material se degradan con el tiempo. La vida útil citada en el artículo es correcta: según Wikipedia, las baterías de iones de litio pueden durar tres años o más con un uso adecuado.
En nuestras pruebas, usándola a “full” la máquina devolvió más de 4 horas de funcionamiento, superando a las 2,5 horas promedio de una netbook con batería de tres celdas, las más frecuentes y vendidas en el mercado.
“Luego, se vuelven obsoletas, lentas, y eso sin considerar el desgaste que sufren sus componentes internos”.
Por otro lado, es verdad de perogrullo que cualquier dispositivo electrónico, especialmente las computadoras, tienen un período de obsolescencia, sólo determinado por el mayor o menor avance en la materia. De todas formas, las aplicaciones educativas y la navegación por Internet –las más requeridas por los alumnos– no son las más exigentes en cuanto a hardware.
Las computadoras se vuelven lentas sólo por dos cuestiones. Una objetiva: si el disco se llena de datos (instalación de muchas aplicaciones, mal mantenimiento, etcétera); y otra subjetiva: una computadora de hoy será, irremediablemente, más lenta que aquellas que se lancen dentro de cinco años.
“Y aunque el anuncio oficial fue que estos aparatos son entregadas en comodato, a modo de incentivo, los alumnos se podrán quedar con la máquina. Que a esa altura será tan sólo un inútil recuerdo como el guardapolvo firmado por todos”.
Esto es subjetivo. Existe una rama de la informática, llamada retrocomputación, que se dedica a generar nuevos programas y usos para las computadoras viejas. Los programas de oficina y todas las aplicaciones de Internet –quizás los dos usos principales de un usuario común que no utilice su computadora para juegos 3D o aplicaciones de cualquier rama del diseño– requieren una cantidad moderada de recursos del sistema y funcionan en máquinas antiguas.
Como expertos en tecnología nos cuesta creer que se utilice el adjetivo “limitada” para hablar de un equipo. En nuestras publicaciones, sólo utilizamos los calificativos “en comparación a algo”. No tiene sentido comparar ninguna netbook con una notebook y mucho menos con una PC de escritorio.
Así que armamos esta tabla con las especificaciones técnicas con la XO-1, la netbook con fines educativos adoptada por el Plan Ceibal en Uruguay y que la Argentina descartó luego de unirse al programa OLPC (Una Laptop por Niño, según sus siglas inglesas) por su flojo desempeño. En términos generales, la Exomate es bastante superior.



EXOMATE 3G
(Plan “Conectar igualdad”, Argentina)
XO
(Plan Ceibal, Uruguay)
Microprocesador
Intel Atom 1,66 Ghz
AMD Geode LX700 500M Hz
Memoria
1024 MB
256 MB
Disco duro
160 GB
1 GB (SSD)
Pantalla
10?
7,5?
Sistema Operativo
Windows XP y Linux (dual)
Fedora Linux
Wi-Fi
802.11n
802.11b/g
Otras conectividades
3G – Bluetooth – Ethernet
Ethernet
Peso
1,5 Kg
1,45 Kg
Dimensiones
26 × 20 × 3,5 cm
24,2 × 22,8 × 3,2 cm
Webcam
1,3 MP
0,6 MP

Nora Kristof
COORDINADORA GENERAL
Programa MI PC
Subsecretaría de Coordinación
Ministerio de Industria y Turismo de la Nación
Balcarce 186 - Piso 7 - Oficina 745 - C.A.B.A.
Tel: 4349-8440
nkristof@minprod.gov.ar
http://www.programamipc.gob.ar/

Eduardo Galeano: Garzón



El juez Baltasar Garzón se sienta ahora en el banquillo de los acusados. El ha amenazado la impunidad de los ladrones de los fondos públicos y ha perturbado la paz de los ladrones de la memoria colectiva.

El Tribunal Supremo, cumbre del sistema judicial español, no disimula su decisión de condenarlo. De los quince miembros de este tribunal, diez han llegado a sus cargos jurando fidelidad al Generalísimo Franco. Y no lo olvidan, para que no se diga que ellos niegan el derecho de recordar.

¿Hasta cuándo la Justicia seguirá persiguiendo a los justos? ¿Hasta cuándo la Justicia seguirá siendo injusta?

Héctor Tizón, que mucho sabe de historia y de Justicia, suele advertir que la Justicia condenó a Sócrates y a Jesús, que fueron los dos hombres más justos de toda la historia de la humanidad.

Eduardo Galeano
Fuente: Pirulo de Tapa - Página 12, 09/04/2010

Sobre el próximo juicio de Baltasar Garzón en el Tribunal Supremo



La insoportable presencia del (neo)fascismo español

Por Salvador López Arnal
Rebelión

Ignacio Escolar [1] ha señalado la que probablemente sea, más allá del sufrimiento y desesperación de tantos españoles en situación cada vez más difícil, debilitada, subordinada y desesperanzada, la paradoja más sangrante e insoportable de la política española, un insulto a la memoria de tantos y tantos luchadores, represaliados y asesinados por el franquismo: la primera persona que se sentará en el banquillo de los acusados en la historia de España por los crímenes del fascismo español, 35 años después de la muerte del general golpista africanista, no será alguien que haya sido parte de aquella infamia infinita que sigue siendo casi indescriptible por los límites de su rostro abismal, o algún apologista de su bondad y necesidad históricas, sino un juez que intentó, con mayor o menor acierto, usar algunas armas jurídicas para superar aquella Ley de Punto Final que fue llamada Ley de amnistía, la ley de 1977, y de la que tan contentos siguen personajes como el señor Santiago Carrillo, el ahora viejo dirigente político, que aprovecha la presentación de uno de su último libro para arremeter contra el PCE e Izquierda Unida como si fueran estas organizaciones los nudos esenciales de la situación o de la debilidad de las izquierdas españolas que él mismo abona en las filas del PSOE.
No se trata de olvidar la historia y el historial del señor Garzón. Tampoco aquí puede ni debe habitar el olvido. No todo él, desde luego, impoluto y digno de admiración desde coordenadas de izquierda por moderadas que éstas pueden ser. La izquierda abertzale ha denunciado, con razón y razones, algunas, muchas, de sus actuaciones jurídico-políticas, y su subordinación no infrecuente a los intereses y finalidades del poder político gubernamental. No es para menos. Es razonable que su rabia se acumule ante el oprobio y la persecución.
Pero no es eso ahora lo que está en cuestión. Lo que está ante los ojos de la ciudadanía, casi sin ocultaciones, es, por una parte, el papel de Garzón en el caso Gürtel, una fuente aléfica y casi interminable de corrupción, servilismo, despotismo y financiación irregular del PP e instancias amigas y afines (siguen creyendo que España es un cortijo de su propiedad exclusiva) y, sobre todo, su intento de superar la ley de hierro forjado que protege al fascismo español. Eso no se toca, con eso no se juega. Que Falange Española (¡Falange Española, el partido violento y asesino del fascismo español, el partido de los señoritos violadores españoles!) sea una pieza destacada, que no única, del entramado, muestra con nitidez lo esencial de la situación.
Y la situación enseña bien a las claras las entrañas de la Administración del Estado, lo que en los buenos tiempos llamábamos, con abuso de metáforas biológico-técnicas, “aparatos burocráticos del Estado burgués”. Un Estado atado y bien atado, que sigue parcialmente en manos de los herederos de aquella camarilla exitosa de golpistas y personajes sin escrúpulos. Un ejemplo que ha recordado recientemente Jean Guy Allard. Cuando se produjo el golpe de Estado contra el presidente venezolano Hugo Chávez en 2002, lo que motivó sus protestas posteriores y aquel zafio, chulesco, monárquico y prepotente grito borbónico del por qué no te callas, el embajador español, junto con el norteamericano, visitó al “presidente” golpista Pedro Carmona. Nunca se disculpó por ello. De qué, pensaría, disculparme de qué, exclamaría el señor embajador, si es de los míos.
El embajador en cuestión, Manuel Viturro de la Torre, todavía activo si no ando errado, fue miembro de una horda fascista que durante las postrimerías del franquismo se dedicaba a atacar a estudiantes de izquierda de la Universidad de Madrid. Eran los años 70 y la cosa no iba de Puertas de Alcalá ni de Cuéntame. Según un informe de Izquierda Unida, Viturro seguía teniendo una fotografía de Franco en su despacho oficial. El embajador ha negado la veracidad de esa arista. Podemos creerlo o podemos no hacerlo. Quedó probado, sin embargo, que en su sección consular operaba un grupo del servicio secreto español al mando de Jesús Calderón.
Cambiemos de escenario y de fascismo. Rafael Poch ha señalado en La Vanguardia [3] que una reciente película recuerda que la renazificación experimentada en la restauradora Alemania de Adenauer tuvo gloriosas excepciones. La de Fritz Bauer por ejemplo, un resistente antinazi, ex preso, exiliado en Dinamarca y luego en Suecia, detenido por la Gestapo en 1933 por ser miembro del SPD y expulsado de la judicatura por su origen judío. Bauer debería entrar en la historia alemana por varios motivos, sostiene el excelente corresponsal de La Vanguardia. Por haber sido iniciador del "Proceso Remer", de marzo de 1952, contra el general nazi Otto Ernst Remer, por difamación y calumnia contra los conspiradores de la "Operación Valkiria" que intentaron matar a Hitler el 20 de julio de 1944 a los que Remer tachó de "traidores a la patria". Remer fue condenado finalmente a tres meses de cárcel. Los eludió. ¿Cómo? Han acertado: huyendo a España, donde murió en Marbella, encantado de conocerse, de la vida que había llevado y de negar el holocausto, en 1997. La resistencia, recuerda Poch de Feliu, fue rehabilitada: desde entonces ya no se pudo tachar de "traidores" a sus protagonistas. En Alemania, pongamos que hablamos de Alemania.
Otro motivo, acaso el principal, en opinión de Poch, apunta a que Bauer fue promotor en 1958 de los Procesos de Auschwitz: seis juicios celebrados entre 1963 y 1968, unos veinte años después de finalizada la segunda Guerra, contra 27 responsables directos del campo de exterminio, oficiales de las SS y la Gestapo. En Alemania Occidental, en términos generales, señala Poch, no hubo desnazificación: “Los juicios aliados en Alemania contra los nazis fueron poca cosa y el nuevo Estado alemán los protegió y amnistió. El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía llevar a juicio a cinco mil personas, no juzgó más que a 210 […] Más del 90% de los miembros de las SS ni siquiera llegaron a ser juzgados”.
Poch recuerda también una observación del catedrático Ossip K. Flechtheim en los años ochenta: "No sólo no hubo desnazificación, sino que hubo una renazificación, no en el sentido de que los ex nazis estuvieran otra vez en su puesto para construir un nuevo Auschwitz, sino en el de que ayudaron a levantar esta Alemania conservadora, democrática y capitalista" [4].
Hasta aquí Alemania. No sólo no hubo desnazificación sino que hubo renazificación, señalaba informadamente Ossip K. Flechtheim. ¿Qué podría decirse entonces de España? ¿Ha habido aquí desfascistización? No lo parece, ni un solo criminal franquista, y hubo unos cuantos, ha sido juzgado. ¿Ha habido refascistización? Todo parece apuntar que la respuesta debería ser positiva y que el próximo juicio contra Baltasar Garzón es un eslabón más de esta larga cadena de presencia y acción no disimulados del fascismo español.
Puestas así las cosas, rebelarse, protestar, movilizarse, denunciar, sin caer en ninguna apología de la víctima desde luego, no es este el punto, vuelvo a insistir, parece claramente una de las tareas de la hora. No pasarán, dijeron nuestros antepasados. Pasaron con mucha ayuda. Es cierto. Interceptémoslos.. o intentémoslo cuanto menos. Nos va la vida, una vida digna, en ello.
PS: Escolar apuntala su paradoja con el caso Gürtel, quitando tal vez importancia a Filesa, a aquella vieja fuente de financiación irregular del PSOE. Seis millones frente a 201, 33 veces más a favor de Gürtel, calcula Escolar. Pero no es seguro que Filesa fueran realmente, más allá de sentencias judiciales, sólo 6 millones de euros. Sin olvidar que 6 de entonces, de hace 20 años, no son seis de ahora. Tanto da, no es el punto esencial. Escolar parece olvidar otros nudos, que no tienen por qué ser comparables ni tienen por qué compararse, actuales. Por ejemplo, la operación Pretoria y la posible derivada partidista del desaguisado socioconvergente.
Puestos, aprovechando que el fascismo es tema del día, vale la pena también recordar las recientes declaraciones del señor Barrionuevo a un canal de Televisión, La Sexta, si no ando errado. El ex ministro del Interior del primer gobierno González-Guerra, que sigue siendo salvo error por mi parte militante del PSOE, justificó con total nitidez, con media sonrisa en los labios y cara dura en el rostro, el terrorismo de Estado del gobierno del que formó parte. Fue, lo dijo con total claridad, en todos sus extremos y actuaciones, en legítima defensa. Es decir, no sólo no pidió disculpas por el secuestro del malogrado S. Marey, por ejemplo, sino que volvió a ratificarse en su opinión de siempre: fue justo y necesario que el Estado, dirigido por su gobierno, asesinara y/o secuestrara a militantes y simpatizantes de ETA o a personas que no tenían nada que ver con la organización. ¿No hay en España ningún Fritz Bauer que sea capaz de impedir la propagación de esta infamia? Fueron, y siguen siendo, a sus declaraciones me remito, la generación adulta de los GAL. Y están felices de hacerlo sido, de seguir siéndolo

Notas :
[1] Ignacio Escolar, “Otro día más en la Justicia española”. Público, 8 de abril de 2010, p. 56.
[2] Véase www.rebelion.org/noticia.php?id=103734
[3] www.lavanguardia.es/lv24h/20100405/53901298496.html. Rebelión reprodujo la noticia el 8 de abril de 2010.
[4] Poch de Feliu recuerda que Flechtheim, un compañero de Bauer, fiscal en varios de los procesos de Nuremberg, no llegó a conocer (falleció en 1998) "ni un solo caso" de juristas de la administración nazi que hubieran sido juzgados y castigados ante los tribunales. La mayor parte de los 25 miembros de la comisión de asesores del Consejo Constituyente que redactó la constitución alemana de 1949 habían estado en activo durante el nazismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
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respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente: http://www.rebelion.com/

Alfredo Di Bernardo: La temida hora de las cuentas pendientes



Lamentablemente, no soy de esas personas que gozan del inmenso privilegio de desmayarse en la cama apenas apoyan la cabeza sobre la almohada y siguen roncando aunque les monten un show de fuegos artificiales en pleno dormitorio. Salvo felices excepciones, disfrutar de un buen sueño nocturno constituye para mí un objetivo no muy fácil de alcanzar

Rara vez puedo dormir toda la noche de un tirón. Si tengo suerte, reacomodo mi cuerpo casi sin abrir los ojos y vuelvo a hundirme en el sueño de inmediato. Otras veces,en cambio, tengo previamente que levantarme y hacer escala en el baño o tomar un trago de jugo para recobrar el descanso perdido. Pero en ocasiones -con mayor asiduidad de la que desearía- el intervalo que separa ambas etapas del sueño se prolonga demasiado. Me remuevo entre las sábanas, ensayo diversas posiciones corporales, y cada intento infructuoso me conduce a una creciente frustración. Mi cabeza empieza a disociarse de mi voluntad, cobra vida propia con suma rapidez y entro en zona de riesgo: el desvelo amenaza con durar horas.

Para que pueda comprenderse la real dimensión del problema, debo aclarar algunas cuestiones básicas. Primero: por temor a generarme una posible dependencia psicológica, soy reacio a solucionar mis insomnios con pastillas. Segundo: mis insomnios son un drama solitario. Razones de índole ética me impiden incurrir en la despreciable conducta de despertar a mi compañera para involucrarla en él. Tercero: cuando tengo insomnio carezco por completo de predisposición anímica para el disfrute estético o las tareas creativas, de modo que ni enciendo la radio, ni escucho música, ni miro televisión; tampoco leo y, mucho menos, intento ponerme a escribir. Mi único anhelo en esos momentos es dormirme de nuevo.

El gran dilema a resolver, entonces, es cómo desactivar mi cabeza. Existen procedimientos que, al parecer, son muy eficaces en otras personas, pero que a mí no me sirven de nada. Contar ovejas, por ejemplo, me resulta exasperante y sólo espolea mi impaciencia. Efectuar un conteo regresivo tal como enseñan en los cursos de control mental tampoco es solución. Sucede que, lejos de relajarme, cada número me arrastra hacia infinidad de asociaciones (fechas, direcciones, teléfonos) que, en tales circunstancias, se vuelven contraproducentes.

A veces echo mano al dudoso recurso de enredarme en memorizaciones engorrosas: enumerar las sedes de los Juegos Olímpicos por orden cronológico. recitar el inventario de vicepresidentes argentinos, recordar la lista de compañeros de la primaria. Sin embargo, al cabo de unos minutos, cuando -según el caso- llego a Beijing 2008, a Cobos o a Sergio Vila, advierto que el ejercicio ha sido inútil: mi cabeza no sólo no se ha disciplinado, sino que se ha puesto más activa que antes. No he hecho más que alimentar al enemigo. Estoy en el umbral del desastre, a merced de un cerebro alborotado que, con una dispersión propia de la vigilia, me conduce vertiginosamente hacia un territorio caótico en el que bien puedo revivir en detalle una reunión reciente con amigos, visualizar el desarrollo de mi próxima clase, calcular cuántos puntos necesita Colón para clasificar a la Copa Libertadores, evocar con exacerbada nitidez las curvas de la promotora que el día anterior me dio un catálogo de Garbarino en la peatonal, o explayarme con gran soltura acerca de la realidad nacional en una hipotética entrevista televisiva. Mi cuerpo permanece inmóvil; mi pensamiento vaga en irrefrenable desorden.

Las campanadas de la iglesia del Carmen o una ojeada involuntaria a la radio-reloj me revelan brutalmente que ya son las 5. Mi contrariedad se desdobla y duplica; ya no sólo me lamento por el aquí y ahora impregnados de insomnio, sino que lamento por anticipado el cansancio supremo que habré de padecer a la mañana siguiente, el sol asesino que habrá de lastimar mis ojos irritados, el malhumor que potenciará cada mínimo contratiempo que deba afrontar. La sola idea de las largas colas que tendré que soportar en el Banco dentro de unas horas me agobia de antemano. Ya no logro contener la inquietud.

Me levanto. Voy al baño sin necesidad, bebo algo sin tener real sed. Camino en lo oscuro. Camino alrededor de la mesa, absurdamente, sólo por hacer algo, tratando de cansarme más de lo que ya estoy. Y me canso, sí, pero no puedo dejar de pensar. Bostezo. La pesadez de los párpados es abrumadora. Vuelvo a la cama. Lo hago sabiendo que si no consigo dormirme de inmediato me espera la fase más terrible del insomnio. Me acuesto, parece que voy a lograrlo. Pero pasa un auto con el escape roto, o algunos trasnochados que charlan y ríen con imprudencia. Los sonidos propios de la madrugada se amplifican hasta volverse intolerables. Ese grillo remoto parece el primer violín de la Sinfónica, y el taconeo de esa mujer es casi un desfile militar con tanques incluidos.

Es en ese momento cuando ocurre. Algo en mi interior cede, un último bastión se derrumba silenciosamente y me deja sin defensas. De un momento para otro, me descubro pensando en la amplísima lista de cosas que vengo postergando indefinidamente. El universo se erige frente a mí como un fiscal implacable que me apabulla enumerando cada una de mis deudas históricas (las peores, porque no tienen fecha de vencimiento y entonces quedan siempre para un "después" que nunca llega). Y su alegato es tan eficaz, o yo estoy tan débil por el cansancio, que sólo atino a darle la razón en todo, sin presentar excusas que a esa hora suenan huecas. He traspasado el umbral. Como ráfagas huracanadas, por mi cabeza surcan trámites que no he cumplido, amigos a los que no he visitado ni llamado en muchos meses, mails que no he contestado y se van acumulando en mi bandeja de entrada con destino de olvido, cuentos y poemas que alguna gente me ha pasado con expresa o tácita solicitud de evaluación y que ni siquiera he leído por falta de tiempo. Empiezo a sentirme atrapado, asfixiado, como en esos relatos de Patricia Highsmith en que el protagonista se ve involucrado casualmente en una cadena de hechos que lo va envolviendo como una telaraña de la que ya nunca logrará desenbarazarse, o como en el cuento de Cortázar en que el tipo no termina nunca de ponerse el pulóver, Pero esto es distinto, porque al final de la telaraña de la Highsmith está la muerte, y al final del laberinto de lana de Cortázar hay un precipicio. Aquí, en cambio, no hay salida, es como retorcerse en arenas movedizas que nunca terminan de tragar, un pozo sin fin en el que uno cae cae cae.

Pero no, no cabe aquí la sutileza intelectual de referencias literarias. Esto es mucho más visceral y directo. Lo que hay son matones. Matones que me apalean mientraa estoy indefenso sobre la cama. Nunca te decidiste a empezar natación. Cross a la mandíbula. Y todavía no cambiaste el vidrio roto de la puerta del lavadero. Patada en las costillas, Y cuándo pensás acomodar la biblioteca. Codazo en la nuca. Y cuándo pensás pedir turno con el dentista para arreglarte esas muelas. Puño en la boca del estómago. Y cómo se puede esperar algo grandioso de vos si ni siquiera sos capaz de terminar esa miserable crónica. Y yo siento que soy culpable de todos los cargos. No soy buen hijo, ni buen padre, ni buen marido. Soy mediocre en mi trabajo. Mi vida entera es un fraude, una farsa triste que hace agua por todas partes, una tela deshilachada que jamás terminaré de remendar. No puedo, nunca podré saldar mis cuentas pendientes. Y caigo caigo caigo...



Como un sonido proveniente de otro mundo, las voces que salen de la radio-reloj disuelven bruscamente el improbable paisaje serrano por el que andaba transitando. Al hacerlo, me conceden la reconfortante evidencia de que finalmente vencí al insomnio. Quizás sólo haya dormido una hora, pero saberlo me obsequia un modesto consuelo. Me levanto a desgano, muerto de sueño. Lamento por anticipado el cansancio supremo que habré de padecer durante toda la mañana, el sol asesino que habrá de lastimar mis ojos irritados, el malhumor que potenciará cada mínimo contratiempo que deba afrontar. La sola idea de las largas colas que tendré que soportar en el Banco dentro de unas horas me agobia de antemano.

Afortunadamente -al menos hasta el próximo insomnio- sólo eso me agobia.

Alfredo Di Bernardo
De "Crónicas del Hombre Alto" (N° 60)
http://cronicasdelhombrealto.blogspot.com/