viernes, 26 de diciembre de 2008

La última del año



Esta es la última actualización del año 2008.

Nos tomamos unas vacaciones hasta marzo próximo.

Esperamos comiencen el nuevo año con los mejores ánimos.

Les agradecemos lo mucho que nos han acompañado hasta ahora,

deseando que lo sigan haciendo también en el 2009.

¡Volveremos a toda máquina!...

Bibi Albert: Me falló. ¿Me falló?



Siempre tuve la creencia de que los años pares son los buenos.
Sustentada en que todo lo positivo de mi vida ocurrió
en años pares: los nacimientos de mis hijos, mis amores,
mis premios, mis viajes, mis festejos, mis grandes
acontecimientos y hasta -en general- las situaciones de país.

2008, mmmmmm... (Aunque es cierto que todavía no terminó
y que estoy esperando alguna que otra gran noticia
para antes de que cerremos diciembre.)

El balance no da mal.
Mi 2008 fue un año de entrañables reencuentros,
de ninguna pérdida irreparable, de afianzamiento
de afectos, y de trascendentes proyectos y logros artísticos.

Pero lo más visible es que fue un año de bajas,
de adioses vivos, de problemas físicos, de feroces sacudidas,
de poquísima productividad en lo económico,
de incertidumbre absoluta.

¿Me falló la creencia? ¿Debo darla de baja y buscarme otra?

Hace poco supe que no es cuestión de dar el primer paso
con el pie derecho sino de poner primero el pie izquierdo
para avanzar con el otro con mucha más fuerza y convicción.

El año que dejamos puede ser, desde ese punto de vista,
el mejor que nos haya tocado en suerte.
El que nos empujó a los grandes cambios.
El que nos obligó a tomar las decisiones que postergábamos.

Te deseo lo que me deseo. Que 2009 sea
todo eso para lo que el año par nos preparó el terreno.
El de basta de esperar el momento oportuno.
El de tirarse sin red a hacer lo que sentimos que vinimos a hacer.
Sin escudarnos tras el pesimismo generalizado. Sin excusas.

Todo está latiendo. Todo está preparándose.
¡Feliz año impar!

Con toda mi fe,
Bibi

Bibi Albert

Aldo Novelli: ¡Felices Fiestas! ¡Felices Fiestas!



Esa tarde eran siete
cuatro varones y tres niñas
jugando a la mancha sobre el montículo.

Después de un largo rato
transpirados de cansancio
cuando el sol brillaba sobre latas vacías de tomate
sintieron voraces mordidas en el estómago
y se sentaron a buscar algo comestible.

Natalia, la mocosa de cinco años
la de piernas como palitos de helado
encontró un pedazo de guirnalda dorada
la enlazó formando un efímero corazón brillante
y le gritó a sus amigos:
¡Felices Fiestas!, ¡Felices Fiestas!
y rió con picardía
como un esmirriado ángel de alas rotas.-


Un furibundo abrazo patagónico.

aldo luis novelli/ desde los bordes del desierto.
http://www.la-sed-infinita.blogspot.com/


http://www.otros-fluidos-virtuales.blogspot.com/
http://www.agonistas-del-fin-del-mundo.blogspot.com/
La poesía es un oasis luminoso en medio del desierto. El poema es la sed.

Diana Poblet: Diciembre y 2008



Regreso de un año sordo, adonde la gente ya no se escucha.
Son una crónica de voces repitentes, hoy que necesitamos saberque el otro está ahí. Ya no se escucha.
Si hubiese un oficio de escuchador, tal vez la gente volvería a sentarse bajo la parra con esa nostalgia triste heredada de otras Navidades y hablaría con sus hijos, con los parroquianos, con el pueblo y como decían, hablando la gente se entiende.
Eso sería antes, porque ahora ya no sucede ese realismo mágico.
Ahora hay una predisposición a la sordera. Cada uno a su celular, a su mp3, a su CD, a sus mensajitos de texto, a su vida. Estamos tan comunicados que es imposible escucharnos, no hay tiempo.
Es por eso que esta Navidad he resuelto regalarme la voz de la gente, la del subte, la del colectivo, la de la plaza, la del indigente, la del pibe que vende medias, la del loco que sólo putea.
Porque suenan lindo, suenan mejor que la filarmónica, suenan a certeza, a problema, a aumentó el pan, a no se pueden comprar morrones rojos, a contame qué estás leyendo. Suenan a gente común y silvestre. La necesaria para cambiar esta ciber Navidad y que ojalá, pudiese llegar a ser algo sin enchufes ni auriculares. Algo que nos amigue con nosotros y con los fabricantes de pelotudeces inimaginables creadas por un tipo que ni conocemos y que las inventa porque su soledad le impide regresar a su casa y como venganza trata de que tampoco logremos llegar a la nuestra. Hoy, que todavía podemos.
Afuera con las sordinas, escuchemos una Navidad diferente desde nosotros mismos y
con el afecto que reservo para vos,

Diana Poblet
Tengo un frasco de luciernagas para iluminar la noche que llevo encima- diana poblet
http://remontandosoles.blogspot.com/
http://enlaclaridadelanoche.blogspot.com/
(ELLOS Y YO)

Homenaje: Harold Pinter



Con la mira en el poder, la traición y la injusticia
A los 78 años, el ganador del Nobel de Literatura de 2005 fue vencido por un cáncer al que definió como “su pesadilla personal” y que lo agobiaba tanto como “la ignorancia, arrogancia, estupidez y beligerancia de los Estados Unidos”.

Por Silvina Friera
Diciembre tiende a convertirse en un mes maldito. No sólo para aquellos espíritus reticentes a las fiestas navideñas. Siempre muere un intelectual que deja un vacío imposible de compensar, si es que acaso se cree en la compensación como un alivio o un modo de reparar esas heridas que emergen con las pérdidas de miradas críticas, de esas pequeñas lucecitas que son faros en medio de la oscuridad. Según informó su segunda esposa, la historiadora Antonia Fraser, en una breve declaración, ayer murió el dramaturgo británico más importante del último medio siglo, Harold Pinter, a los 78 años, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2005. Desde el 2002, el autor de piezas como Fiesta de cumpleaños, El amante y Polvo eres (ver aparte) luchaba contra un cáncer que definió como “su pesadilla personal”, en ocasión de un homenaje que le hicieron en Turín a fines de ese mismo año. Pero había una pesadilla superior que le quitaba el sueño: la ignorancia, arrogancia, estupidez y beligerancia de los Estados Unidos. “Creen que tres mil muertos en Nueva York son las únicas muertes que cuentan. Son muertes norteamericanas. Las otras muertes son irreales, abstractas, sin consecuencia. No hay referencia alguna a las tres mil muertes en Afganistán. Los cientos de miles de niños iraquíes muertos a causa de la falta de medicamentos provocada por el bloqueo de Estados Unidos y el Reino Unido no merecen referencia”, afirmaba el también guionista, poeta y actor, preocupado por esas omisiones imperdonables para un artista que siempre descargó su “rabia, horror y asco” por las situaciones de opresión que veía en el mundo.
“Los pueblos no olvidan la muerte de sus semejantes, no olvidan la tortura y la mutilación, no olvidan la injusticia, no olvidan la opresión, no olvidan el terror de los poderosos. No sólo no olvidan. Retribuyen”, agregaba Pinter en ese formidable discurso de Turín, prestando siempre su voz –aun cuando pudiera quedarse afónico de tanto gritar con sus palabras– para conjurar el silencio. En las últimas fotos se lo veía caminar con bastón, pero no necesitó ningún apoyo para denunciar abiertamente los abusos del poder político, a pesar de la fragilidad de su salud. El enfant terrible de la generación denominada “jóvenes iracundos” nació en Hackney, un barrio humilde en el East End londinense, el 10 de octubre de 1930. Hijo único de un sastre y de un ama de casa, sus cuatro abuelos fueron judíos askenazis que habían huido de los pogroms polacos y rusos a fines del siglo pasado. No sólo había una memoria ancestral de persecución, sino que a temprana edad vivió los bombardeos sobre Londres, cuando la muerte formaba parte del aire que se respiraba. Apenas bastan los dedos de la mano para encontrar trayectorias similares a las de Pinter. Tenía una cuchilla especialmente afilada para desmontar en gajos las capas de contradicciones de los vínculos humanos, para indagar en la naturaleza del poder y en los riesgos de que el fascismo penetre en los pliegues más íntimos, como si no se tratara tan sólo de un movimiento político, sino de un aspecto del alma. Hombre de convicciones y compromisos políticos inclaudicables, de esos que nunca tuercen el brazo hacia la derecha, se opuso al gobierno de Margaret Thatcher y rechazó el título de sir porque le parecía “sórdido”.
En la biblioteca de Hackney, el joven Harold devoró al azar todo lo que encontraba. Dostoievski, Kafka, Joyce, Eliot y Pound fueron su primera escuela; por ellos, o gracias a ellos, tuvo la primera certeza: la vida era algo incierto. El fascismo seguía vivo en el mundo de posguerra londinense bajo la forma de librerías, diarios ultranacionalistas e incluso grupos itinerantes. Y peor aún fue comprobar la tolerancia pasiva de un gobierno laborista que en 1945 no hacía ningún intento por frustrar el resurgimiento del antisemitismo inglés. El ADN de su identidad artística, de ese brazo que siempre pulseó hacia la izquierda, se encuentra en estos años de formación. Después de su bar mitzvah, el adolescente Pinter, que ya mostraba alta presencia hormonal de inconformismo, renunció a la religión a los 13 años. Su rechazo a la estructura estatal lo impulsó a negarse a cumplir con los dos años de servicio militar obligatorio en 1948. Fue su primer acto de resistencia política.
Pinter llegó al teatro de Londres en la segunda mitad de los años cincuenta. Inició su carrera como actor (bajo el seudónimo de David Baron), oficio al que ha vuelto cada tanto a lo largo de los años. Cuando comenzó a escribir, hacia fines de los años ’50, supo que las privaciones y la necesidad existen aun en la opulencia y la satisfacción que anestesiaban a la sociedad inglesa. En 1957 publicó su primera pieza breve, The Room (La habitación), en la que abordó la historia de una mujer casada que no quiere bajar al sótano de su casa en el que está viviendo un extraño, un hombre que la llama por otro nombre, como si la conociera de otros tiempos, como si ella hubiera vivido otra existencia que ha tratado de olvidar. Un año más tarde, con La fiesta de cumpleaños, adquirió notoriedad explorando el tema de los que se rebelan contra el establishment y de los que lo defienden. El dramaturgo inglés mostraba cómo los defensores del establishment son sus víctimas inconscientes. El éxito llegaría con El cuidador (1959), pero aún quedaba un largo camino por transitar en la dramaturgia con La colección (1961), El amante (1962), La vuelta a casa (1964), Traición (1978), Un tipo en Alaska (1982), Un trago para el camino (1983) y Polvo eres (1996), entre otras de las más de 30 obras que escribió, a las que se suman los 21 guiones cinematográficos, incluidos La mujer del teniente francés y Betrayal, candidatos a los Oscar; la novela Los enanos; decenas de relatos cortos y cientos de poemas. En los ’80, Pinter publicó obras más abiertamente políticas, que versan sobre la crueldad, la tortura, la violación de los derechos humanos o lo que el dramaturgo consideraba la duplicidad de las democracias occidentales. Pinter examinó la relación entre verdugo y víctima en One for the Road (1984), inspirada en Tomando té con el torturador, incluida en el libro del periodista Andrew Graham-Yooll Memoria del miedo, una crónica de la violencia política que se vivió en la Argentina de la década del ’70.
La dramaturgia pinteriana está cincelada por un profundo sentido de la territorialidad, del poder y de la traición entre hombres a causa de la mujer. Su recurso más habitual consiste en interrumpir los diálogos con silencios misteriosos y pausas, pero también se ha señalado el inexplicable comportamiento de los actores, las pequeñas habitaciones, un número reducido de personajes y las permanentes apariciones de extraños amenazantes. Cuando la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel, en octubre de 2005, el jurado subrayó que en la habitación típica de Pinter “se encuentran seres que se defienden contra intrusiones foráneas o contra sus propios impulsos, atrincherándose en una existencia reducida y controlada”. Andrew Graham-Yooll, en el prólogo de Guerra (Ediciones de la Flor), advierte que la dramaturgia de Pinter se sitúa a mitad de camino entre dos extremos brillantes. “Si James Augustine Joyce (1882–1941) metió todo en la creación literaria para nunca más dejarle palabra libre disponible a nadie, y Samuel Beckett (1906-1989) le sacó todo como para que la dramática quedara liberada de las palabras, Pinter usó el idioma en la medida y filo justos como que una breve oración tuviera la fuerza de penetración de una daga.”
En sus primeras obras se percibía una marcada influencia de Samuel Beckett, con quien mantuvo una larga amistad. “Lo conocí una noche en París. Me llevó de bar en bar y terminamos tomando sopas de ajo a las cuatro de la madrugada. Bicarbonato a la mañana siguiente”, rememoró. El vínculo del dramaturgo con la Argentina no es menor. Pinter apareció en un video homenaje a las Madres de Plaza de Mayo en el que les dedicó unas emotivas palabras. Pero además, actores y directores teatrales locales lo admiraban y representaron casi todas sus obras en los teatros argentinos (ver aparte). En los ’70 criticó la actuación de EE.UU. en el golpe que derrocó a Allende en Chile. En 1988, Pinter y su segunda mujer, la historiadora Antonia Fraser, crearon el Grupo 20 de Junio, formado por intelectuales de izquierda, con el objetivo de derrocar al gobierno de Thatcher. En los últimos años sus críticas políticas más ácidas estuvieron dirigidas contra la violación de los derechos humanos y contra la guerra de Irak, en la que Reino Unido fue fiel seguidor de la administración estadounidense. Del ex primer ministro británico Tony Blair llegó a sugerir, en su discurso de aceptación del Premio Nobel, que era un “criminal de guerra” que podría ser sentado ante el Tribunal Penal Internacional por las atrocidades cometidas en Irak. Y de Estados Unidos dijo que era un país “dirigido por una pandilla de delincuentes”. Muchos extrañarán las “granadas” que arrojaba Pinter.

Silvina Friera
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/

Miguel Ángel de Boer: "Él marcó el camino..."



Fue lo que dijo Joan Manuel Serrat mientras me señalaba con el dedo acercándose hacia donde yo estaba, el 6 del corriente en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires, cuando estaba ya finalizando el espectáculo.
Pese a que intenté responderle, siguió caminando por el escenario repitiendo la frase, dando todo por dicho, mientras los que estaban conmigo, también asombrados, hacían los comentarios. Yo escuché: “hermoso libro”, dijo una de las presentes. “No, dijo hermoso libro pero además… marcó el camino”, agregó otra. “Pero que libro le diste?” inquirió la primera. “Un libro de poemas de mi autoría”, le respondí. Y ya entonces el Nano había comenzado a cantar “Lucía”, tema con el que concluyó la presentación.

Para los que no lo saben, vivo en Comodoro Rivadavia, en la patagonia argentina, distante a 1800 km de la ciudad de Buenos Aires y, en la única oportunidad que Serrat actuó aquí “cerca” (en Puerto Madryn, distante unos 400 km) no pude ir a verlo.
Quiero decir que esta fue la primera, y posiblemente la única, vez que lo veía, por lo que era para mí uno de los acontecimientos importantes, y no exagero, de mi vida. Ya cuando me enteré que venía, que coincidía con un viaje que yo tenía que hacer a Buenos Aires y, mas aún, cuando adquirí la entrada, me prometí que le iba a dar uno de mis libros, como fuera, en sus manos.
Dicho y hecho.

En unos de mis poemas escribí, ya hace un tiempo:

Estaban convencidos de que resistía
porque me consideraban
ideológica/política/moral/física
y mentalmente
fuerte

En tanto yo evocaba
con mi cuerpo desolado
el ruido del mar
acariciando la arena y el pedregullo de mis playas

y una frescura luminosa penetró en mi pecho
encegueciendo de vida a la muerte

En realidad lo que evocaba eran tantas cosas (tal vez todo lo que hacía de mí quien era) que bien el poema podría haber sido casi infinito. Y entre todas esas cosas, sin duda: las canciones de Serrat. Y también sin dudar agrego que “Mediterráneo” me prolongó la vida. Porque cuando escuchaba esas melodías (acabo de escribír medolías y tuve que corregir!), todo mi ser se trasladaba a los paisajes, vivencias, historias que describían las letras. Y en medio del dolor y el desamparo, cuando la muerte extraviada quería estrangularme a toda costa, pude sonreír mas de una vez.
Por eso ir a ver al Nano era confirmar, nuevamente, que aún seguía vivo. Era poder verme, más de treinta años después, siendo el mismo a pesar de todo, o quien sabe, debido a todo. Era la oportunidad, también, de poder agradecerle de algún modo todo lo que me brindó, aunque no lo supiera.
Demás está decir que verlo, escucharlo, desbordó de emociones mi mente y mi cuerpo y que mis lágrimas brotaron acariciando mi rostro y mi alma, cuando interpretó…”Mediterráneo”. Recordé a tantos con quienes compartimos la dicha de sus canciones, y recorrí mi/nuestra historia conforme surgían los temas, mientras sentía que ahí, ahora, en el 2008, se estaba concretando, milagrosamente, uno de mis mas queridos sueños.
Cuando ya comenzaron los bises, algunos de los presentes (mejor dicho, algunas, porque eran mayoría) nos acercamos al escenario. Yo para ver si podía, además de verlo de cerca, darle mi libro y el cd que le llevaba. Creo que fueron 4 bises. Ya cuando se veía venir el final, me acerqué aún más y fue entonces que una hermosa morocha, muy decidida ella, me hizo un lugar diciéndome: “subí y daselo”, a lo que yo, sin pensarlo, di un brinco y en segundos fui hacia él. En realidad nos encontramos, porque rápidamente el también vino hacía mí, desconcertado, y mientras le daba las cosas en mano me dijo: “Muchas gracias. Te agradezco. Pero por favor, bájate del escenario. Por favor”. Creo que le respondí : “Gracias por todo y no te preocupes que ya me bajo”, y dando media vuelta, no se cómo, bajé del escenario.
Ocurrió entonces que al terminar la canción que interpretró a continuación, una de las presentes se subió hasta donde él estaba y lo abrazó. Luego de que la hicieron retirar otra intentó subir y ahí, ya mas ofuscado, el Nano la paró en seco, impidiéndoselo. Hago el relato para que se entienda el porque de lo que me dijo, aunque yo hubiera querido explicarle, un tanto en broma, que no era responsable de que me siguieran.

Me imagino que Juanito debe estar podrido de estas cosas, aunque creo que no era para tanto y me parece que debe ser un tipo bastante chinchudo.
Pero yo le estoy y le voy a estar eternamente agradecido.
Y guardo ese momento entre mis mas bellos y tiernos recuerdos, pues nunca olvidaré su rostro, sus palabras, su mirada en mi mirada, su cercanía.
Ojalá, si aún lo conserva, algún día lea mi libro o escuche los temas.
Creo que comprenderá y sabrá disculparme, estoy seguro, por el atrevimiento que el corazón y la memoria me impusieron en ese instante.

Y si alguien de los que lee este relato estuvo presente y pudo sacar una foto, desde ya le agradezco me la haga llegar, pues, como se imaginarán, aún me parece increíble.


Miguel Angel de Boer
deboer_miguel@uolsinectis.com.ar
Comodoro Rivadavia, Diciembre 24, 2008.


http://www.youtube.com/watch?v=GcEiwtCvi10

http://www.youtube.com/watch?v=5vyl4m1Vz2M&feature=related (versión con Miralles con quien estuvo en el Gran Rex)

http://www.youtube.com/watch?v=FOLV1tVErDQ&feature=related

Cine: Furtivo, de Nicolás León Tannchen

FURTIVO


(Idem, Argentina, 2008). Dirección y guión: Nicolás León Tannchen. Intérpretes: Marcelo De Bellis, Sandra Flomenbaum, Pablo Mezzies, Pablo G. Pérez, Diego Sosa, Daniela Szlak, Máximo Tannchen, Luciana Tapia y Ricardo Aguirre.Productores: Esteban y Horacio Mentasti. Productor ejecutivo: Estaban Mentasti. Música: Cristian Gremes. Director de fotografía: Emiliano Penelas. Asistentes de cámara: Carlos R. y Nicolás Mandelman, y León Pafumi. Asistentes de producción: Carlos R. Granade, Pable Mensi, Mercedes Rey y Luz Rucielo. Sonido: Gino Gelsi, Jorge Gentile y Pablo Isola.

Sorprende ver una ópera prima realizada con tanto oficio y un férreo trabajo de equipo. Tal amalgama posibilita que Furtivo cale hondo en sus personajes y en el entorno social que los acompaña y determina: la Argentina del año 2001. Esa crisis no está insinuada con clamorosas declaraciones o condenas, sino como simple telón de fondo de esa época: sólo se ven largas colas –sobre todo en el Consulado de Italia-, marchas, protestas y gente que busca trabajo y no lo encuentra.
Hay que destacar el guión de Tannchen, que asume el riesgo de apelar al habla cotidiana, más precisamente la de los jóvenes, y a través de ese fiel verismo exprese el desamparo del protagonista y de sus relaciones. Porque estos muchachos son perdedores que han crecido en medio de crisis económicas y dictaduras militares, y se sienten desamparados en una sociedad que ha perdido su rumbo y navega en la más completa incertidumbre. Otro hallazgo es develar el maltrato encubierto que anida en la jerga de los personajes.
Pablo (notable Pablo G. Pérez en su calidez y verosimilitud), que carece de empleo y de futuro, pretende alcanzar un gran amor, pero se estrella con la aparente sensualidad de Melina (convincente Luciana Tapia), ya que su represión roza la frigidez. Otro malentendido es la desprejuiciada Nela (descuella Sandra Flomenbaum, especialmente en la escena en la que toma un helado y se ensucia las manos), que le propone dudosos juegos eróticos. Pero, al final aparece Soledad (magnífica la sutil labor de Daniela Szlak) que viene a representar el sueño romántico porque sólo la ve pasar de casualidad varias veces en la calle. Se produce un encuentro entre ambos en una fiesta, pero Pablo no la reconoce dado que un corte de luz dejó a oscuras el lugar. Este tramo es de extrema riqueza por el acercamiento que alcanzan dos almas solitarias en su sencilla conversación y por la estupenda fotografía de Emiliano Penelas, que brilla en la totalidad de la película, pero aquí se da el lujo de lucirse con un claroscuro de primorosas sugerencias plásticas.
Pablo se explaya con monólogos interiores y recuerdos que oscilan entre la melancolía y los reveses, pero que a la vez contribuyen con una cuota de contagioso humor. Estas secuencias se ven favorecidas por un montaje impecable.
O sea que en el filme el amor es posible. Y también la entrañable amistad entre Pablo y Rubén (una entrega total de Diego Sosa), el joven que anhela emigrar al exterior (en este caso, Italia). La película, al inclinarse por la salvación de estos personajes, está apostando también a que la Argentina pueda cambiar ese destino colmado de frustraciones.
Notables las interpretaciones de Marcelo De Bellis (muy profesional), Máximo Tannchen, Pablo Mezzies y Ricardo Aguirre, así como la música de Cristian Gremes.
Indudablemente, Nicolás León Tannchen ha logrado encaminar a Furtivo en la senda del gran cine argentino.

Germán Cáceres

Juan Sasturáin: Copi o la incomodidad



Son curiosos ciertos destinos. O todos lo son, en realidad. Pero entre tantos, el de algunos artistas –en tanto figuras públicas– resultan muy reveladores de las habituales casualidades, paradojas, equívocos y malentendidos que signan vidas y famas. La acaso obvia cuestión viene al caso, al menos para mí en estos días, al reencontrarme una vez más con la figura de Copi. Buscando rastros de su obra gráfica para una eventual compilación, confirmo un dato perturbador. El único libro de historietas de Copi que se publicó en la Argentina, Los pollos no tienen sillas, salió hace exactamente cuarenta años (!), en 1968, con el sello de Jorge Alvarez, la misma editorial pionera que reunió por entonces el primer libro de Mafalda –que luego seguiría De la Flor, hasta llegar a los diez tomos clásicos– y la Vida del Che, de Oesterheld y los Breccia. Y a partir de entonces, aunque se ha (lo hemos) publicado en revistas, en libro argentino, nunca más... Y lo mismo –o casi– pasa con el resto de su obra dramática y narrativa. Es algo por lo menos raro, digo yo. Porque era un genio.
Cargaba mucho apellido, Copi. Tal vez por eso no los usó: se llamaba Raúl Natalio Damonte Taborda (o Damonte Botana, mejor) y vale la pena hacer historia con él, acaso o precisamente porque se deshizo, como nadie, de ella.
Copi nació en Buenos Aires en 1939 y murió de sida en París –donde vivió más de 25 años, algo más de la mitad de su vida– a fines de 1987. Era nieto nada menos que de Natalio Botana, el director de Crítica, y de la no menos mítica Salvadora Medina Onrubia, anarquista, agitadora y autora teatral en los años veinte. Fue precisamente esa abuela impar la que lo bautizó, cuando era nene y muy blanquito, Copito de nieve. De ahí lo de Copi, que le quedó. También esa abuela le metió la idea del teatro, de la representación y el disparate, desde muy chico. Y de la soberana anarquía, claro.
El padre de Copi fue también periodista, y de los combativos. Raúl Damonte Taborda se casó con Georgina, la hija de Botana, fue dirigente radical antifascista en los treinta y heredó la dirección de Crítica a la muerte del suegro, en 1941. Ahí, Damonte Taborda se acercó al primer Perón pero después, junto con Crítica, cayó en desgracia con el régimen y terminó exiliándose en Uruguay con familia, el pequeño Copi y todo. Allí escribió el famoso Ayer fue San Perón, una diatriba furibunda que circuló clandestinamente. Volvieron a Buenos Aires recién en el ’55 y Damonte Taborda retomó el periodismo político y combativo desde Resistencia Popular, ahora contra el gobierno militar de la Libertadura de Aramburu-Rojas, la vetusta Junta Consultiva, la política económica entreguista, etc. Y fue ahí, en ese diario de batalla de su padre, donde un pendejísimo Copi de algo más de quince años firmó sus primeros, extraños dibujos militantes. No hace mucho Horacio Tarcus –historiador prolijo de la prensa política– los publicó con una muy buena aproximación crítica.
Lo que sigue es más conocido: Copi apareció con sus flores, sus gallinas y su nena de moño inmenso haciendo un humor absurdo, a veces naïf, siempre raro -–era la época de Patoruzú y Rico Tipo, nadie hacía cosas así...– en la primera Tía Vicenta de Landrú, que era el único capaz de dar cabida a la rareza del talento atípico. Luego de un tiempo Copi pasó fugazmente por la fugaz Cuatro Patas de Carlos del Peral, un desgajamiento crítico y radical de la Tía, hasta que en 1962, paquetamente, se fue a París a ver teatro. Tenía 22 años. Y no volvió más.
Ese dato es clave, porque a partir de entonces toda la obra de Copi –las historietas y el humor gráfico, su teatro como autor y actor y su menos divulgada ficción– tuvo en su inmensa mayoría un primer público/lector francés. A nosotros, los argentinos, nos llegó en cuentagotas, tarde y de rebote, habitualmente con los condimentos del módico escándalo de una homosexualidad militante y de la provocadora incorrección política: su estreno de la obra Eva Perón, en 1970, hizo que se rasgaran (nos rasgáramos, seamos sinceros) diversas vestiduras nacionales. Era tiempo de prejuicios y quisquillosidades. Copi, saludablemente, se cagaba en todo.
Así, más allá de esa publicación de Los pollos no tienen sillas a fines de los sesenta, volumen en que reunía muchas de las memorables tiras publicadas en Le Nouvel Observateur, muy poco se leyó/vio/editó de Copi en muchos años. Prácticamente nada. Para leerlo en castellano hubo que esperar las ediciones españolas de sus historietas en los setenta y ochenta en Nueva Frontera –Las viejas putas, Mamá ¿por qué yo no tengo banana?– y las que realizó de su narrativa Anagrama en su primer tramo de la serie Contraseñas, desde fines de los setenta: El baile de las locas, Las viejas travestis y El uruguayo, La vida es un tango, Virginia Woolf ataca de nuevo y La internacional argentina. Claro que esas agallegadas traducciones del francés, como las de Bukoski del inglés, no se digieren con facilidad. Joderse: culpa nuestra.
Por eso es sintomático que, pese a otras aproximaciones, recién el estreno argentino de Una visita inesperada –una obra póstuma– en 1992 y en el San Martín, haya sido un verdadero acontecimiento teatral que permitió revisitar Copi, aproximarse se supone que ya sin prejuicios y salvedades a su obra. Marcos Mayer le dedicó entonces un catálogo y una semblanza inteligente y después, con los años, hubo un libro de Tcherkaski, Daniel Link se ocupó de sus textos y César Aira le dedicó un ensayo sagaz centrado sobre todo en el teatro y los relatos. Ya Copi no era un puto incómodo (sic) sino un escritor extraordinario, literalmente fuera de serie.
Si hay algo pendiente, sin embargo, son las historietas. Sus historias dibujadas han quedado ahí, vistas apenas como un primer ensayo, un esbozo –el dibujo “primitivo” colabora en esa lectura– de obras teatrales de un acto, escenas en tiempo real. Y en cierta medida lo son, del mismo modo que sus piezas son historietas actuadas... Copi maneja una puesta regular, de perspectiva uniforme, cámara fija –digamos– y un tiempo de lectura –hecho de silencios, pausas y pausitas– propio de la escena. Muchas veces, alguien está ahí quieto, acaso a la espera (y por lo general es la mujer sentada, la gorda emblemática) y entra otro a dialogar. Otras veces son dos enfrentados, enfrascados. Ahí se dispara todo. Tan simplemente maravilloso como eso.
Si se quieren simbolismos, claves, reparto de roles sociales, es fácil, cómodo, empobrecedor. Al principio, cuando sólo la iba a visitar el pollo o pato de a pie, la gorda sentada “era” la burguesía, el poder, la sociedad, lo que se quiera. Copi nunca dijo que sí ni que no. No tenía por qué. Para eso está lo dicho y lo dibujado. Nos basta.
A esta altura de la historia y de la narrativa argentina es evidente que somos muchos los que admiramos a Copi más allá de lo habitual y que (pienso que) es hora de que podamos tenerlo a mano y accesible a un público general para disfrutarlo del mismo modo que disfrutamos –desde hace dos años– sus saludables irrupciones en Fierro.
Ojalá se nos dé.

Juan Sasturáin
Fuente: Diario "PáginaI12"
http://www.pagina12.com.ar/

Ricardo Rubio: Equívoco

Ricardo Rubio

El ronco Juan se avergonzaba de ser pobre pero no de ser analfabeto. A través del vidrio le llegaban los fantasmas de la calle. “No son míos”, pensaba. Las cosas le pasaban a él pero el mundo era de los otros. Ansiaba la moneda que podría brindarle la máscara feliz que los demás tenían repartida en ropa, ruedas, jardines y mujeres con pestañas. Ignoraba la herencia, la cuna, la religión y el desfalco. Nada sabía de tramoyas ni de trueques ni de trampas. Sólo limpiaba el vidrio, átono y atónito, ante el tumulto que llenaba la calle, cuando dio al traste con los trastos y cayó sobre la alfombra costosa. Al escándalo acudió una sonrisa soberbia que lo miró con el desprecio absurdo de la distancia. Él lo vio verlo de ese modo, desde tan lejos, desde tan arriba. El trapo trenzado trepó a la garganta del jefe que, a pesar de sus gravosos gestos, respiraba como todos, gemía como todos y era capaz de expirar como cualquiera. Hundido a la altura de sus deseos echó mano a la ropa del caído, a las llaves de su coche, al reloj de su apariencia y a la tentación brillante de sus monedas. Subió al Audi sintiéndose otro y partió hacia las calles llevado por el disparate de su trastorno. Hundido en la butaca, colgado de la cuerda del nuevo reloj, bebió la copa del consuelo con un estupor heroico parecido al plante de un palomo en celo. Se detuvo en un burdel, faroleó ante la matrona y pagó por la mejor. La madama notó su impronta falaz, el burdo histrionismo inútil, la vana transformación de una máscara por otra más cara, la absurda ocupación de lo inalcanzable; pero las monedas pagaron la fingida simpatía ante el que fingía ser otro. Al rato, Juan salió escurrido, satisfecho, ancho, y regresó al edificio. Trepó la escalera y terminó con el vidrio. Todo se hizo azul al llegar los agentes, ansiosos de poner orden en el desorden. Los hombres de ley lo miraron con hambre de justicia, con sed de sangre, con ambiciones de ascenso. Bajó la escalera, soltó el trapo y miró al jefe que aún se restregaba la garganta. Empotrado en la gatera de su destino, al ronco Juan lo único que lo avergonzaba era la pobreza.

Ricardo Rubio
http://ricardorubio.sosblog.com/

Osvaldo Bayer: Azahares y fuegos



Las últimas dos semanas se cubrieron de azahares y fuegos. Esos pequeños hechos de la vida que lo llevan a uno de la mano y que todavía le enseñan, le van marcando el camino hasta el final. El perfume del azahar, que lleva a la poesía y al ánimo, y el fuego, no el que quema, sino el que impulsa. Sí, todo comenzó en La Toma, ese supermercado rosarino tomado por sus empleados que es hoy, además de supermercado, un centro de cultura. Allí, donde antes sólo se vendían mercancías, hoy se debate, se enseña y se aprende, se abren los ojos al arte, a la literatura, a la política, al futuro. De allí a Mar del Plata. En la presentación del libro Biblioclastía, sobre la prohibición y quemas de libros durante la última dictadura militar. Un hecho aberrante y cobarde, pero por el cual jamás se indemnizó a las editoriales, a los autores ni a los libreros perjudicados. Ocurrió y ya está.
De allí a El Calafate, donde todos los 8 de diciembre, frente a la estancia “La Anita”, recordamos a las decenas de peones rurales fusilados por el ejército argentino en las huelgas de 1921. Ahí se levanta el cenotafio. Se lo cubre de flores y los oradores recuerdan el crimen nunca saldado. Luego, una obra teatral del conjunto formado por vecinos de El Calafate. En el bello paisaje se oyen los gritos de furia y dolor de los que cayeron. Algo que no se podrá olvidar jamás, pero de lo que no aprendimos nada los argentinos. Medio siglo después ya no se fusilaba, se desaparecía. Un día antes, en la sala cultural de El Calafate, el ballet local representaba las esperanzas de la peonada y cómo murieron bajo los fusiles oficiales. Todo hecho con una melancolía magistral. El arte, la mejor manera de escribir nuestra historia.
De regreso a Buenos Aires, el recuerdo de aquella legendaria Nueva Presencia, el primer periódico que se atrevió a criticar a la dictadura de los generales y el homenaje a Herman Schiller, quien ofreció su rostro para enfrentar a la picana y la desaparición. Una placa ha quedado allí para siempre, en la calle Castelli, para definir lo que es el coraje civil. Sí, y después, en Luján, en su Universidad, el mejor recuerdo para el herrero poeta, Dardo Dorronzoro, víctima de la misma dictadura. Un concurso de poesía. Leí las mismas, un tejido increíble de sueños jóvenes, de figuras de la fantasía, de la bondad extrema frente al horror cobarde de las bestias uniformadas. Dardo se asomó allí y nos aconsejó quién sería el premiado: todos, nos dijo. Todos los que escribieron sus ilusiones. Pero en ese momento nos interrumpió la realidad. Un ajero mendocino había llegado desde tierras cuyanas para describirnos su realidad. Curtidas manos, curtido rostro. Trabajo esclavo en las tierras del sol y de la vida, de mujeres y niños, como en la Edad Media. Leo los versos de una poetisa mendocina: las ristras de ajo se han convertido en las cadenas de la esclavitud. Se simulan cooperativas. La Justicia ordenó la reincorporación de despedidos, pero nadie se da por aludido. Los dueños de la tierra son los únicos magnates. Lo deciden todo. Los demás, los del sistema, obedecen. Los poetas de Luján escuchan en silencio. Hay tristeza. Por algo lo desaparecieron a Dardo, a los Dardos.
Al día siguiente estamos en Córdoba. Con la diputada Cecilia Merchán. Para tirar abajo un símbolo. Cambiar la figura del genocida Julio Argentino Roca por la figura de la increíble luchadora gaucha Juana Azurduy en los billetes de cien pesos, los de más valor. De uno que mató por más tierras para los poderosos a una mujer que luchó por la libertad americana. Un problema profundo que hace a la ética de los argentinos. No hay que mirar sólo para adelante. Hay que mirar para atrás para investigar por qué en estas llanuras de las espigas de oro hay hambre y hubo catorce dictaduras militares y represiones que alcanzaron al máximo de crueldad y perversión.
En la misma Córdoba presentamos un libro de tal valor ético que no encontramos adjetivo para calificarlo porque a ello se adjunta lo emocional: Los arquitectos que no fueron, la vida y fotos de estudiantes y egresados de Arquitectura de la Universidad de Córdoba asesinados y desaparecidos durante el terrorismo militar de Videla y consortes. Nos miran. Pienso, cuántas viviendas hubieran construido ellos y ellas. De haber vivido esa generación, por su lucha, ya no habría villas miseria en nuestras ciudades. Todas las universidades argentinas tendrían que publicar libros similares con los retratos y las biografías de sus estudiantes desaparecidos. Y sus retratos colgar en las aulas. Un recuerdo que no debe borrarse jamás de la memoria.
Allí, en la misma Córdoba, ofrecemos la cantata “La Patagonia de Fuego”, de Sergio Castro, basada en La Patagonia Rebelde. El público acompaña las bellas canciones. Se pone de pie para recordar a esos pobres gauchos fusilados por los máusers oficiales. Aprendimos, pienso. De los libros quemados en 1976 al tema vivo en las salas del país. El perfume del azahar y el fuego de la memoria.
Y justo, al día siguiente, doy una clase en el Instituto Espacio para la Memoria a los guías del museo de la ESMA, acerca de los crímenes del Estado en la Argentina. Los crímenes militares y el colaboracionismo civil.
Un país que no aprendió de sus tragedias. Un país sin autocríticas. Autocrítica, el fundamento de la democracia. Aquí, ese término, es desconocido. Hay que mirar para adelante.
Luego, en el festival del cine documental científico, presentamos escenas de nuestro nuevo film Awka Liwen, acerca de los pueblos originarios y discutimos sobre los conceptos de racismo en nuestra sociedad. Que los hay, los hay. De ahí a La Plata, en “Voces de la cultura”, que promueve la intendencia de esa ciudad. Y como todo encuentro cultural, es siempre necesario, positivo y sirve para encontrar las huellas hacia una sociedad más democrática, que no es otra cosa que una sociedad más justa e igualitaria. Y todo culminaría con el acto en la ESMA, en el Día de los Derechos Humanos.
Me sentí como en una nube de ilusiones. Estar allí, en un acto donde recordamos a nuestros desaparecidos en el lugar mismo del horror del sistema. Recibir un premio Azucena Villaflor allí donde tuvieron prisionera a esa mujer de increíble lucha, junto a sus dos compañeras iniciadoras del movimiento de Madres –Julia Ballestrino de Careaga y Mary Ponce de Bianco, no olvidarlas–, en un calabozo que era una cucha de perro, tiradas en el suelo para después asesinarlas, sí, recibir un premio en ese edificio de la Mayor Perversidad Humana, me pareció el producto de una imaginación sin límites. Pero sí, fue así. Quiere decir que el ser humano no se rinde nunca, que la Etica triunfa finalmente, aunque a veces tarda mucho en vencer sobre el crimen y la codicia. Dije, al agradecer el premio, que yo no lo merecía, que los únicos que habían ganado ese premio a los Derechos Humanos, eran los treinta mil desaparecidos. Y nombré a tres, cuya amistad me sigue desbordando todos los días: Rodolfo Walsh, el Paco Urondo y Haroldo Conti. Por eso, comprendía que hay que seguir con la búsqueda que iniciaron ellos. Hasta que logremos, por lo menos, que en nuestro país no haya más niños con hambre. Siempre hay azahares y fuego, pero aquel que no quema, que impulsa.

Osvaldo Bayer
Fuente: Diario "PáginaI12"
http://www.pagina12.com.ar/

Teresinka Pereira: Ahora podemos

NOW WE CAN, PRESIDENTE OBAMA!


Now we can stop
la guerra en Iraq
y el bloqueo de Cuba.
Now we can
cerrar la prision de Guantanamo
y prohibir la pena de muerte
en los estados de la Union.
Now we can stop
el flujo de dolares
a los ejercitos entreguistas
latinoamericanos, africanos
y de los nuevos paises europeos
criados por el intervencionismo
y la usura capitalista.
Ahora podemos aprender
que no es necesario
dominar el mundo.
Al contrario, Presidente Obama,
debemos saber que
ahora podemos vivir en paz
con el resto del mundo.

TERESINKA PEREIRA, desde U.S.A.
(Enviado por Rubén Vedovaldi)

Cristina Castello: Cuando la música acabe. ¿Fin del mundo?



Cristina Castello (desde Argentina. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)


¿Qué le han hecho a la tierra?
¿Qué le han hecho a nuestra bella hermana?
Devastada, saqueada, violada y golpeada
Perforada con cuchillos en su amanecer
The Doors


Fin del mundo, apocalipsis, epílogo de una Era... expresiones para nombrar el miedo que atraviesa el corazón del mundo. Sed de petróleo, guerras, hambre, huracanes, maremotos, discriminación, guerras, deforestación, calentamiento global. Extenso sería el inventario de las ignominias perpetradas por el Hombre contra la Tierra, y contra el hombre. El planeta se estremece, nos sacude y golpea, y cada uno trata de ampararse a su manera: por la fe, la negación de la realidad, el humor o... el ridículo; algunos asisten a cursos para «hacer milagros» [sic], otros comen dentro de un ataúd, y algunos intentan volar como los pájaros.

«Cuando la música acabe», alertó Jim Morrison («The Doors») en 1967, como una metáfora del fin del mundo. ¿Fue profético? ¿Desaparecerá? Cada vez son más las voces de notables —entre ellos, la mayoría de los republicanos estadounidenses—, que anuncian la caída de la larga etapa liderada por la superpotencia del Norte. Los ojos de la Humanidad, aun los que estuvieron sordos, ciegos y mudos, empezaron a abrirse. Sí. Aunque el Poder mundial intente recrearlo, maquillado, vivimos el principio del final del capitalismo, la caída del Imperio Americano.

Por cierto que este Régimen hegemónico y unipolar que adoró al «Dios Mercado» en detrimento de las personas, no se agotará de un día para otro. El futuro de Rusia no está definido; China no piensa sino en alimentar a sus casi 1.400 millones de almas, y Europa está desorientada. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, es el Amigo americano, el mejor alumno de los USA de George W. Bush. Este monsieur que está liquidando los derechos sociales del ex-país de los derechos humanos; el mismo que está rematando la France como si fuera un mercadito; el que construye un Estado policíaco, se ha permitido decir que el capitalismo —el mismo con que él comulga— es el «culpable». La música es tu amigo especial / Baila sobre el fuego como te lo pide / La música es tu único amigo / Hasta el final, tañe la voz de Jim Morrison, en medio del disparate general.

El silencio. El silencio que rasga el alma del mundo —el miedo— se quiebra en dislates, a veces divertidos. En Villa Borghese (Roma), veinte personas comieron hace poco, a cincuenta metros de altura, sobre la copa de los árboles, sostenidos por una grúa: querían disfrutar del paisaje. Y a los pocos días, el alcalde de la ciudad dijo a la prensa que el fascismo no encarnaba el «mal absoluto». ¡Vaya tiramisú!

Desde que en el «septiembre negro» empezó la crisis financiera de Wall Street y se extendió por el mundo, quedó claro que el precio no lo pagan los ricos, sino las personas del común. Recesión, suba de precios, salarios caídos, huelgas, estallidos sociales y aumento de la pobreza, son moneda cotidiana. Y continuarán. Como contrapartida, las grandes fortunas, lejos de volatilizarse, pasan de unas a otras manos; de las de Merrill Lynch a las del Bank of América, por citar uno de los casos.

¿Es el fin? El «septiembre negro» — más que una causa de lo que vivimos hoy— fue un disparador. Y es una consecuencia. Esta caída empezó en 1981 con Ronald Reagan y el fundamentalismo del mercado: la «Reaganomics», como se conoció su invento. El de la más despiadada plutocracia, y también el de la desvinculación de la responsabilidad del Estado para con sus ciudadanos. Durante casi treinta años, los «amos del universo» —llamados así por el escritor Tom Wolfe en La Hoguera de las vanidades— dirigen los destinos del planeta. Los amos, son los menos. Empalagados de riquezas materiales incalculables, deciden los destinos de los más: de los sufrientes y cada vez más excluidos de toda esperanza. El desamparo crece y se extiende sobre las generaciones, como una telaraña.

Por otra parte, ni el centroizquierda ni la izquierda pudieron todavía articular una propuesta seria; están todavía bajo el shock de las sucesivas crisis —salvo en algunos pocos países de América Latina—, y no tienen respuestas ante al desastre.

¿Cuánto durará esta caída? Según la mayoría de los analistas más conservadores, entre diez y quince años, aunque más probablemente veinte. Todo depende del resultado de la puja entre los menos que quieren destruir en pro de esa oligarquía financiera; y los menos que abogan por el bien de los más: la mayoría doliente. Y aquí no caben ni pesimismo ni optimismo sino la conciencia despierta del mundo, para recordar que la responsabilidad es de todos. Porque tantas veces esos «todos» bendijeron en las urnas lo mismo que los sacrificaba en la vida, y porque es tan bello el paisaje de las ovejas en sus rebaños, como degradante que el Hombre viva para dar balidos.

Titilan las mariposas, despavoridas, ante la inminencia de lo desconocido, mientras el hombre parece una hoja en la tormenta, sin saber siquiera cómo reaccionar. «Voy a bailar el Apocalipsis», dijo frente a multitudes el bailaor sevillano Israel Galván, y su danza tradujo en imágenes esa sensación de final. Con sonidos reales de bombardeos y misiles. ¿Un anuncio? Ya Francis Coppola había hecho su «Apocalypse Now», pero el mundo siguió andando. Bueno, ¿anduvo?

La caída encantada

Fue el escritor finlandés Arto Paasilinna quien encontró una salida armoniosa a este intríngulis universal. Escribió en 1991 El Cántico del apocalipsis alegre, traducido por ahora sólo en francés. Es una fábula gozosa que alumbra la esperanza, y nos conduce hasta 2023. Como una fantasía que alienta la imaginación, rescata la utopía y nos invita a un mundo fantástico, sin negar el pavor.

Curiosamente, el apellido del autor —traducido a nuestra lengua—, significa «fortaleza de piedra»; y es justamente lo que Arto nos ofrece en su Cántico: un enjambre de luces sobre nuestro futuro azaroso. Pero –eso sí— nos pide el deber de resistir durante este final provisorio del mundo que él prevé en 2023... con más víctimas, fruto de los estertores del capitalismo. Por cierto que Paasilinna relata la caída del Muro de Berlín (1989) y —aunque jubiloso e irónico— profetiza lo que vivimos y viviremos.

Con el Muro, uno de cuyos iconos más conocidos fue la «Guerra Fría», se desplomaba el sistema económico, político y social representado por la Unión Soviética, Hoy, según los especialistas más lúcidos del mundo, entre ellos Joseph Stiglitz —Premio Nobel de la Economía 2001—, la crisis de Wall Street fue al capitalismo lo que la caída del Muro al comunismo. Stiglitz, como tantas otras voces, vaticina el fin del enriquecimiento obsceno de los sectores financieros y de las multinacionales, que aún retienen el Poder. Para revertir la situación, habrá que esperar años.

Sí, el número de hambrientos en el mundo es de 925 millones: sólo en un año, 75 millones se sumaron a los famélicos. Y aunque, por un lado y con una mirada idealizada, algunos ven en América latina una esperanza, no menos de 26 millones de sus gentes engrosarán —casi de un día para el otro— las filas de los hambrientos. La música es tu amigo especial/Baila sobre el fuego como te lo pide/La música es tu único amigo/Hasta el final, nos desafían «The Doors».

¿El ojo de Dios?

En la frontera entre Francia y Suiza, los científicos buscan la «partícula de Dios». Inventaron un Gran Colisionador de Hadrones (LHC), para descubrir el origen del Universo. Todo está puesto en duda. «Todo lo sólido se desvanece en el aire», como escribió en el '88 Marshall Bergman.

El miedo, el miedo que lacera; la sensación de ser títeres bajo la locura de los poderosos; lo desconocido y acechante incitan también al humor... negro. Enterradores ucranianos de la empresa «Eternidad» hicieron un restaurante en un espacio de veinte metros de largo. Es un ataúd —el mais grande do mundo—, decorado con féretros y cuyos platos tienen nombres relacionados con la muerte: «Nos vemos en el Paraíso», o «Ríase del infierno», por ejemplo. Otro caso: enfermo de vacío y sediento de sangre, un joven argentino mató a su papá, lo cocinó y... se lo comió. Como contrapartida, el suizo Yves Rossi, provisto de alas equipadas con reactores sobre sus espaldas y su cuerpo como fuselaje, voló sobre los 35 kilómetros del Canal de la Mancha en diez minutos. Por gracia, también hay pájaros.

Crisis energética, cambio climático, calentamiento global, deforestación, discriminación, inmigrantes que buscan un lugar bajo el sol y encuentran la muerte de la mano de su hermano, el hombre; ocupaciones de países y masacres por parte del Imperio; la crisis financiera; la militarización de la América indígena; la amenaza de carencia de agua, mientras los sin conciencia la despilfarran; la medicina inaccesible para la mayoría, la falta de viviendas y de educación, las muertes por pánico…

El hombre horrorizó a la Naturaleza y hoy estamos expuestos a su justa furia. Pero ahora, cuando lo que se juega es nada menos que el destino de todos, lo peor es la pérdida del sentido de la vida, de los valores humanos. Tomados por las urgencias y por la banalidad con que el Sistema distrae la atención de los desprevenidos o indiferentes, no vemos el caleidoscopio que —como un milagro— nos convoca con mil imágenes a dar vida a la vida.

Hoy conocemos la realidad. ¿Qué viene después? Sólo hay presunciones. ¿Se harán ciertas las profecías mayas? Según ellas, después de sufrir no pocas desventuras, el 22 de diciembre de 2012 comenzará una nueva Era. ¿Cambiamos de paradigmas... o elegimos las sombras?

Según Una breve historia del futuro, libro del economista y pensador francés Jacques Attali, hay tres alternativas. La primera —que todos, y aun los hechos, descartan— es la continuación del Imperio de los USA, lo que significaría el fin del mundo. Otra, igualmente grave, es el súper-conflicto que seguiría a su caída, en cuyo caso continuaría la mundialización capitalista, el caos seguiría in crescendo, mientras que la anomia internacional permitiría que nuevos grupos de depredadores —con acceso a armas de destrucción masiva— cruzaran el espacio y los mares. De cumplirse esta hipótesis, la especie humana se extinguirá.

Otra posibilidad: la súper-democracia. Si la humanidad no quiere autoaniquilarse, el camino sería un contrato social planetario, con instancias de gobernabilidad y acciones colectivas en pro de la naturaleza. Así, podría inaugurarse la existencia, como una posibilidad humana de transitar el tiempo.

Hoy sabemos que Barack Obama sucederá a Georges W. Bush, calificado como «el peor entre todos los presidentes de los USA». Mientras tanto, y hasta que el 20 de enero entregue el Poder, sigue cometiendo atrocidades ¿Cuántas puede perpetrar, si hasta hoy no se privó de ninguna?

Y después, con el flamante electo... ¿qué? Más que los ciudadanos estadounidenses, parece haberlo votado el mundo todo. Las esperanzas puestas en él no tienen ni asidero, ni posibilidades serias de concretarse. Pareciera que se trata de inventar una ilusión. ¿Seguiremos soñando ser «libres como el viento», mientras vivimos prisioneros y amurallados por el miedo?

¿O quizá los pájaros nos mirarán desde su camino aéreo y desearán ser «libres como los hombres»?

Cristina Castello es poeta y periodista.

Carlos Angulo Rivas: Despedida a George Bush



Dos zapatos volaron, presidente Bush
dieron la vuelta al mundo
en ochenta minutos por segundo
diría el poeta César Vallejo;
bajaste la cerviz de puro miedo
cayó tu arrogancia por los suelos.
¡Perro! De los malditos eras tú
no el pobre animalito de tus paseos.

¡Bien hecho! Elevó la voz el universo
¡Miserable! Bien merecido dijeron otros
miserable fue tu paso por la Casa Blanca
¡miserable! ¡miserable! ¡miserable!
palabra de despedida, de un millón de muertos.
¡Miserable! Reza el membrete consciente de la gente
tu nombre sólo en la galería de los prontuarios
en la historia de los zapatos a raudo vuelo.

El miedo se pintó en tu rostro
y no eran bombas “inteligentes”
ni armas de destrucción masiva
sólo zapatos de olor a pueblo herido
zapatos humildes cansados de pisar
cementerios, cárceles, calles vacías.
Qué incapacidad de amor, qué infierno
la oscura noche de las pesadillas, la tragedia.

Babilonia arrojó su pena en un latido
mutiló su grito en la garganta
ahogado en llamas, luz ciega, humaredas
arrastrando a cuestas el horror de las visiones
la niña ensangrentada, el hombre mutilado
cargados en brazos de auxilio
gritando, gimiendo, llorando
en rauda carrera, nerviosa energía.

Bush de un dogal pasea su perro
En jardines pródigos de verde frescura
¿Quién es el animal? Me preguntó
¿el que menea su cuerpo y bate la cola?
¿o el amo de la sonrisa insolente?
¿Quién? Los jueces humanos se preguntan:
uno ladra de alegría natural,
el otro de furia voraz, incontenible.

Carlos Angulo Rivas,
poeta y escritor peruano, desde Canadá.

Trabajadores despedidos, ejecutivos recompensados y la estafa de Bernard Madoff

Por Amy Goodman
Mientras se agudiza la crisis financiera mundial, el Departamento de Trabajo de Estados Unidos informa que hay más de diez millones de estadounidenses desempleados. El desempleo alcanzó el 6,7% en noviembre. A esto se agregan 7,3 millones de "trabajadores de medio tiempo" que quieren trabajar tiempo completo pero no logran hallar un puesto. Las solicitudes para acceder al seguro de desempleo alcanzaron la cifra más alta en los últimos 26 años, mientras treinta estados afrontan una posible escasez de fondos para el seguro de desempleo. * Nuevamente saltaron a la vista las sorprendentes fallas de reguladores, como la Comisión de Bolsa y Valores, a partir del arresto del ex presidente del NASQDAQ Bernard Madoff (sí, se pronuncia 'made off', que en inglés es sinónimo de estafa) acusado de dirigir el mayor fraude financiero piramidal del mundo, con pérdidas estimadas en cincuenta mil millones de dólares, hacen parecer pequeñas a las cifras del escándalo de Enron. La imagen es desalentadora... a menos, claro, que usted sea ejecutivo de una empresa.
Se suponía que el paquete de rescate financiero de 700 mil millones de dólares, conocido como el Programa de Alivio de Activos en Problemas, TARP, por sus siglas en inglés, obligaría a eliminar las compensaciones exorbitantes a ejecutivos y los llamados "contratos blindados". Mientras los contribuyentes estadounidenses pagan con los dólares que tanto les costó ganar, los ejecutivos de alto vuelo y los directorios de las empresas ahora están considerando adjudicarse bonificaciones multimillonarias.
Según el Washington Post, el lenguaje específico de la ley TARP que prohibía dichos pagos extraordinarios fue cambiado a último momento, mediante una pequeña pero importante edición de una oración realizada por el gobierno de Bush. El Post informó: "El cambio estipuló que la pena se aplicaría solamente a las empresas que recibieron fondos del rescate mediante la venta al gobierno de activos en problemas en una subasta".
Lea la letra chica. De los fondos de rescate del TARP a ser desembolsados, tan sólo se les impondrían límites en el pago a ejecutivos a aquellos fondos que técnicamente se gastaron "en una subasta". Pero el Secretario del Tesoro Henry Paulson y su ex colega de Goldman Sachs, Neel Kashkari (sí, se pronuncia "cash carry", que en inglés significa 'llevar dinero'), que está a cargo del programa, no tienen intención de gastar los fondos en subastas. Prefieren su Programa de Compra de Capital, que entrega dinero en efectivo en forma directa. Recuerden el curriculum vitae de Paulson: comenzó como asistente especial de John Ehrlichman durante el gobierno de Nixon y luego continuó trabajando durante un cuarto de siglo para Golman Sachs, una de las mayores receptoras de fondos del rescate financiero y principal competidora de Lehman Brothers, la empresa que Paulson dejó que quebrara.
La Oficina de Responsabilidad del Gobierno publicó un informe sobre el TARP el 10 de diciembre, en el que expresa preocupaciones sobre la falta de supervisión de las empresas que recibieron fondos del rescate. El informe plantea que "sin una fuerte función de supervisión y monitoreo, la capacidad del Tesoro de asegurar un nivel adecuado de rendición de cuentas y transparencia será limitada". La organización de noticias sin fines de lucro ProPublica ha hecho un seguimiento del programa de rescate que reveló detalles que permanecen ocultos por el Tesoro. Al martes pasado, 202 instituciones habían obtenido fondos de rescate por un total de alrededor de 250 mil millones de dólares.
La Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo recientemente: "La implementación del TARP por parte del Departamento del Tesoro no es suficientemente transparente y no rinde cuentas a los contribuyentes estadounidenses". Barney Frank, diputado demócrata de Massachussetts y presidente del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, dijo anteriormente: "La utilización de estos fondos (...) para bonificaciones, para el pago de indemnizaciones por despidos, para dividendos, para la adquisición de otras instituciones, etc., es una violación a las disposiciones de la ley".
El senador Republicano Charles Grassley de Iowa dijo acerca del vacío legal: "Las delgadas restricciones a las compensaciones a ejecutivos en el proyecto de ley original desaparecieron". Dejando de lado por el momento que los tres votaron a favor de la legislación, la ley claramente debe ser corregida antes de que se otorguen fondos adicionales.
Las sumas de dinero que se están llevando estos titanes de Wall Street son estremecedoras. En su informe anual "Exceso Ejecutivo", los grupos United for a Fair Economy (Unidos por una economía justa) y el Institute for Policy Studies (Instituto de Estudios sobre Políticas) informaron que la compensación de 2007 para Lloyd Blankfein, Presidente de Goldman Sachs (el sustituto de Paulson) fue de 54 millones de dólares, y la de John Thain, Presidente de Merril Lynch, fue la cifra astronómica de 83 millones de dólares. Desde entonces Merrill fue vendida a Bank of America, luego de perder más de 11 mil millones de dólares este año; sin embargo, Thain aún quiere una bonificación de diez millones.
Paulson, Kashkari y su jefe, el Presidente George W. Bush, quizá no sean las personas más indicadas para gastar los próximos 350 mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes estadounidenses, apenas semanas antes de que se reúna el nuevo Congreso, el 6 de enero, y de que Barack Obama asuma la presidencia, el 20 de enero. Al igual que el informante de Watergate, Garganta Profunda, le habría dicho a Bob Woodward cuando Paulson recién comenzaba: "Sigue la pista del dinero". El pueblo estadounidense, sus representantes en el Congreso y el nuevo gobierno de Obama deben seguir el rastro del dinero, remediar el vacío legal en relación con el pago a ejecutivos y exigir rendición de cuentas de los bancos rescatados por el público.

Denis Moynihan colaboró como investigador para esta columna.
Amy Goodman es presentadora de Democracy Now! un noticiero diario de una hora que se emite por radio y televisión en más de 550 emisoras en inglés y 200 emisoras en español.
© 2008 Amy Goodman
Texto En Inglés traducido por Mercedes Camps y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Se autoriza la publicación. Por favor escríbanos a spanish@democracynow.org para avisarnos donde se publica y también si hay estaciones de radio que quieran emitir el audio que se encuentra disponible todos los jueves despues del mediodía, hora de Nueva York.

Nuria Barbosa: ¡Feliz cumpleaños!



Naces un primero de enero de 1959, tu natalicio fue el cambio de la humanidad que dijo basta y echó andar en una vereda sin conocer porque: caminante no hay camino, se hace camino al andar, en un momento en que la era parió un corazón.

En los primeros años se conjugó la inexperiencia y el deseo de un hacer diferente. Se nacionalizaron los principales bancos e industrias, se entregaron las tierras a los campesinos, se acometió una reforma urbana, se formalizó la base para un estado socialista y se radicalizó un proceso social de cambio.

Luego vino la victoria en Playa Girón en 1961 y la declaración del carácter socialista del nuevo gobierno, pero a su vez los jóvenes tomaron las cartillas y se fueron a alfabetizar a los millones de cubanos ignorados por todo un siglo de capitalismo subdesarrollado.

En los primeros pasos de tu marcha, se acometieron planes de estudios y millares de personas se incorporaron a las becas. Aprender resultó ser una oportunidad gratuita hasta la universidad. Así mismo se iniciaron los programas vacunación; de cuidados maternos-infantiles; de prevención de enfermedades y de atención de salud para todos, sin exclusión.

Símbolos de unidad son las campañas cafetaleras, las movilizaciones a la agricultura, la integración a las milicias y la participación en la zafra azucarera; y, si en el 70 no se pudieron llegar a los diez millones de toneladas de azúcar producidas no quedó en el ánimo como una derrota sino como la experiencia necesaria para sentarse a pensar antes de echar a correr.

El enemigo, ha sido el hada malévola que pronosticó tu muerte antes del nacimiento, y para no sentirse derrotado inventó con su vara mágica el bloqueo y todas las demás leyes extraterritoriales donde pretende que los demás países no se acerquen ni siquiera a curiosear.

Pero la brujería se ha virado contra ellos, porque has hecho bien a todos. Un ejemplo está en la sangre cubana sembrada en los países africanos, saqueados y esclavizados durante siglos. Has ondeado tu bandera en los podios deportivos del mundo y tus atletas y artistas son embajadores de buena voluntad.

Destella seguridad para todos tus compatriotas, tus calles están limpias de mafias, no se venden drogas en las esquinas, no hay secuestros, hay garantía judicial para los reclusos, no se tortura y nunca ha aparecido un asesinado por sicarios de la policía ni bandas paramilitares.

Momento triste fue el proceso de rectificación de errores decretado en la década del 80 y truncado por un período especial que puso a prueba los verdaderos genes revolucionarios. Fue cuando se engendraron nuevas fortalezas, ante un sistema socialista que te dejaba sin auxilio y un imperialismo que arreció en su bloqueo.

Ese fue el cimiento para soportar la caída de los amigos y mantenerse en pie, pese a las limitaciones económicas. No hubo casualidades sólo el espíritu ideológico de conservar las conquistas de la Patria, la Revolución y el Socialismo.

Muchos de tus hijos han emigrado hacia otros países buscando un bienestar económico individual y desde lejos no han dejado de reconocer los valores humanos de un sistema social diferente que cumple 50 años pero que no ha dejado de lactar dentro de un mundo veterano en sus doctrinas y hegemónico en la ambición y el consumismo.

Tus poros destellan solidaridad, laboriosidad, inventiva. Tu rostro es dinamismo y tu cuerpo es infatigable. Aún no tienes señales de vejez porque no has dejado de crecer y tus células están sanas. No hay peligro de contaminación con el cáncer capitalista y hasta los más necios reconocen tu salud.

Celebremos los 50 años de tu nacimiento y nunca apaguemos las velas del kake gigante para que nos den la luz de las ideas en los siglos futuros. Cantemos felicidades en un coro gigante y luego apretémonos las manos, unamos los hombros y confiemos en nosotros mismos porque en esta Revolución somos muchos más que dos.

Nuria Barbosa
Ver: http://aniversario50.cubava.cu/

Stella Calloni: De la Sierra Maestra a las reflexiones



Sentado, vestido deportivamente, como quien invita a alguien a su casa para
una charla distendida, el Comandante Fidel Castro Ruz tiene la misma fuerza
inquisidora, inteligente y curiosa en la mirada, como aquella que vimos en
fotografías, algunas de color sepia, en los días en que con otros muchachos
barbudos bajó de la Sierra Maestra. Lo miro y no puedo dejar de verlo
entrando a La Habana en enero de 1959, rodeado de sus compañeros de duros
combates y de sacrificados días de guerra, montados en camiones
desvencijados, levantando armas y banderas en las calles de la bella capital
cubana y rodeados por un pueblo desbordado por la felicidad de la
liberación. Una multitud que se movía en oleajes como el mar.

Fue ésa la imagen que dio la vuelta al mundo y era ésa la dirigencia
revolucionaria que nunca perdió el rumbo en los cincuenta años de
resistencia, que es lo que en realidad se celebra en estos días en Cuba.

Es esa luminosidad de una revolución, que no han logrado desterrar ni los
bloqueos, ni las bombas, ni el terrorismo, lo que se va a festejar
austeramente, porque hay que reconstruir lo que los huracanes dejaron como
tierra arrasada hace muy poco tiempo. Esta es una isla rodeada de aguas de
cambiantes colores esmeralda, a sólo 90 millas de la potencia imperial, que
mantiene un sitio medieval de casi medio siglo. En realidad, es un acto de
guerra y terrorismo permanente, que nada ha logrado políticamente, a pesar
de los daños temibles a ese país. Sólo hacer más rebeldes y dignos a los
cubanos y cada vez más solidarios con la Revolución a los pueblos del mundo.

Al final de los debates del importante Congreso-Taller sobre los sesenta
años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, convocado por
Cuba, un compañero, respetado por su historia y modestia, me invita a dar
“una vueltecita” por La Habana, que en realidad termina sorpresivamente.
Quien está sentado esperando en un lugar austero es el Comandante Fidel
Castro.

Miro a ese hombre sereno, de cabellos y barba encanecidos, que suavizan su
rostro, mucho más recuperado que en fotografías recientes, y lo imagino
–por
un momento– cruzando un mar bravío con sus compañeros desde México hasta
La
Habana, en un barco que, de acuerdo con todas las predicciones, no podría
haber llegado como lo hizo, cargado y con 82 tripulantes. Después de un
desembarco bajo brutal bombardeo, sólo volvieron a reunirse en la Sierra
Maestra unos pocos. Allí se inició esa increíble guerra de liberación que
derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista y, con ella, el intento del
imperio de quedarse en Cuba. Fue la independencia definitiva lo que en
realidad se logró aquel primer día de 1959.

Castro saluda de pie y su mano es firme. La última vez que lo vi, antes de
su enfermedad, estaba con uniforme militar. Ahora, con su ropa de entrecasa,
se le ve más cercano y esto desarma toda formalidad. No será una entrevista.
Me advierte sonriendo que él hará preguntas.

Todo transcurre como un río, la charla y ese deseo apasionado de saber
detalles de acontecimientos y personas. Quiere saber, por ejemplo, sobre
Celia de la Serna de Guevara, la madre del Che, que fue para mí una amiga
entrañable en aquel inmenso Buenos Aires de los ’60, cuando yo había
llegado
desde Entre Ríos. Castro se conmueve ante la descripción de la personalidad
de Celia, culta, austera, tierna, de voluntad y pasión increíbles,
sensibilizada ante cualquier injusticia. Todo lo lleva hasta el Che. “Ella
tuvo una influencia indudable sobre el carácter y la formación del Che”,
dice. Conoció a Celia cuando llegó con su familia a La Habana, poco después
del triunfo de la Revolución, para abrazar a un hijo que no veía desde hacía
años. Ernesto Guevara, el joven médico, se había convertido en el Che, en el
comandante de una Revolución singular que sigue hasta hoy contra vientos y
mareas imperiales. “Me impactó el rostro y la mirada de Celia”, confiesa
Castro.

Es sorprendente que esté hurgando en los pequeños detalles del pasado para
escribir sus “reflexiones”, columnas de análisis de la actualidad que
serán
recogidas por periódicos en todo el mundo. Me dicen que es muy riguroso y
revisa palabra por palabra, ajusta el lenguaje y es perfeccionista en
extremo.

La contrainsurgencia informativa, el “terrorismo mediático”, le preocupan
mucho. Sabe que la información es hoy más que nunca un arma efectiva que se
usa contra los pueblos y los gobiernos. Se mencionan los llamados “golpes
suaves” y las conspiraciones que no dan descanso contra algunos países de la
región. Pero también de la enorme resistencia de los pueblos y América
latina va por delante en eso, con altibajos, porque “todo es perfectible”
en
el camino de la construcción de un mundo nuevo.

Es evidente que se siente muy orgulloso de su pueblo solidario, de los
maestros, de los médicos, de todas aquellas mujeres y hombres que trabajan
ejemplarmente por la vida en varios países de la región. De allí vamos
saltando de un hecho a otro, recordando a mujeres extraordinarias como Fanny
Edelman, dirigente argentina del Partido Comunista, que participó junto a su
esposo en la Guerra Civil Española. Le cuento que ahora, a los 97 años, ella
sigue asombrándonos con sus análisis, las historias de sus recorridos por el
mundo, muchas veces junto a Vilma Espín, a la que admiró siempre. Sus
conferencias son de una agudeza extraordinaria, tanto como la frescura de su
mirada azul. Precisamente cuando escribo esto, Fanny Edelman inauguró el
Congreso del PC argentino de este año con un discurso sorprendente.

Luego se recuerda a otra mujer maravillosa, Gladys Marín, quien fue
legendaria dirigente del Partido Comunista chileno. “Le hace mucha falta
ahora a América latina Gladys”, dice Castro, algo apesadumbrado por el
recuerdo. Esa misma Gladys que soñaba con “un socialismo arco iris”.

Pide detalles sobre la invasión a Panamá, que este 20 de diciembre cumple
diecinueve años y que el gobierno de George Bush (padre) llamó “causa
justa”
.

Lamentablemente, dentro de la dinámica de tantos sucesos, a veces no nos
hemos detenido lo suficiente en el significado que tuvo para América latina
lo sucedido en ese pequeño país donde se probaron armas que luego serían
utilizadas en otras guerras que hasta hoy perduran.

Y surge el recuerdo del general Omar Torrijos, un hombre que luchó para
terminar con el enclave colonial de la Zona del Canal y el Comando Sur y sus
bases militares, las escuelas de contrainsurgencia que sembraron de
tragedias a la región en el siglo XX. Me dice en un murmullo cómplice que
alguna vez Torrijos estaba tan desesperado que estaba dispuesto a volar las
bases e inmolarse: “Yo le decía que eso tendría resultados terribles para
todos”, pero entendía la desesperación de “un hombre que ha soportado el
colonialismo” tanto tiempo.

En ese viaje en que se transforma la charla, también recuerda al ex
presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, que firmó el tratado con Torrijos
(para la entrega del Canal) y enfrentó una feroz campaña de los
fundamentalistas en su país.

Me doy cuenta de que ese rápido recorrido por sucesos que conmovieron al
mundo, o personas que han “iluminado” el continente, tiene que ver con el
presente. Por eso Fidel habla del dolor y la afrenta que significa el uso
del territorio de una parte de Guantánamo, donde Estados Unidos convirtió
sus bases en un campo de concentración brutal. Nos vamos a Venezuela y
Bolivia, al presidente Hugo Chávez, a quien él no dudó en sorprender yendo a
esperarlo al aeropuerto en su primer viaje a Cuba, “allá por 1994”, cuando
recién comenzaba a perfilarse como un líder político.

Y el presidente Evo Morales y el pueblo boliviano que emerge desde tantos
siglos de resistencias y que ahora debe resistir golpe a golpe, día a día,
los intentos de volver a robarle sus derechos recuperados. Y vamos tocando
otros países y otras situaciones, en este nuevo mapa de América.

Realmente lo que uno puede sentir es su enorme preocupación o angustia,
porque la tecnología que debía salvar y ayudar al hombre “para la vida, es
utilizada para la muerte y la dominación”. Se toma la cabeza entre las manos
cuando habla de la depredación incansable del capitalismo que está
destruyendo el medio ambiente, el hábitat del hombre. Y el hambre en el
mundo parece dolerle en el pecho.

Entiende que hay un momento histórico único con posibilidades
extraordinarias de transformación y liberación, pero también peligros
inmensos. “Tratan de llevar a una guerra cruel a países vecinos. Es
gravísimo para el mundo lo que sucede entre Pakistán y la India”, comenta.
Insiste en el peligro de estas “contrainsurgencias informativas”, que hacen
su trabajo cotidiano sobre los pueblos, que paralizan y confunden, los dejan
inermes y los llevan a participar en luchas estériles entre países y
poblaciones que no son enemigas.

Como un hombre que ha vivido una de las experiencias más extraordinarias y
creativas en el siglo pasado y lo que va de éste, sabe que se necesita la
reflexión creadora, la unidad imprescindible de los pueblos. Miradas
generalizadoras y fuertes, no aisladas, solitarias e individualistas. Por
eso, Fidel Castro está analizando ahora cada detalle para cerrar bien los
relatos de nuestra historia común.

Fidel Castro no descansa. En su retiro de trabajo nos entrega cada día un
relato histórico, renovado y enriquecido para que los pueblos recuperen la
memoria verdadera, sin subterfugios. Afuera, el pueblo cubano se prepara
para comenzar un año festejando la Revolución que llegó hace medio siglo
para quedarse. Este hombre, que no ha dejado de luchar desde su
adolescencia, nos enseña que la humildad es un destello maravilloso de la
vida en revolución.

Stella Calloni
Publicado en el periódico cubano Granma

Miguel Crispín Sotomayor: Carta por un nuevo año

Estás allá,

lejana,

viviendo la ilusión tan bien soñada,

cargando a un Santa Claus,

cubriendo con guirnalda palma ajena.

Así eres feliz, a tu manera.

Yo sigo aquí,

renuente,

viviendo realidad,

soñando un poco;

encendiendo velas fuera de los altares,

esperando cualquier día pájaros negros,

cargando con flecha la ballesta.

Es cierto, cada cual es feliz a su manera.


Miguel Crispín Sotomayor
arcomar@cubarte.cult.cu

Libros: Los milagros de Cuba, de Ramón Chao

Ramón Chao

LOS MILAGROS DE CUBA. UN LIBRO DE RAMÓN CHAO: OTRA CARTA DE AMOR PARA LA ISLA.
CUBA, SU MÚSICA, SU GENTE SONRIENTE, SUS COLORES Y SONIDOS Y SU REVOLUCIÓN CONTRA LOS NORTEAMERICANOS, QUE HA PERDURADO A LO LARGO DE CINCUENTA AÑOS, SON EL “PRODIGIO” QUE INSPIRÓ AL ESCRITOR RAMÓN CHAO, PADRE DEL CANTANTE MANU CHAO.

Cuba, su música, su gente sonriente, sus colores y sonidos y su revolución contra los norteamericanos, que ha perdurado a lo largo de cincuenta años, son el “prodigio” que inspiró al escritor Ramón Chao, padre del cantante Manu Chao, para escribir el libro Los milagros de Cuba (Icaria Editorial), una mirada a la isla desde los ojos del cariño. La relación sentimental de Chao con el corazón de la tierra del son tiene su origen en la época de su abuela, que se fue de la región española de Galicia a Cuba huyendo de un marido maltratador, y trabajó con un alto funcionario cubano que “le hizo un hijo”, sembrando desde entonces en la memoria colectiva de la familia un “amor genético” por la isla.

Nacido en la localidad gallega de Villalba, provincia de Lugo, pero de vida cotidiana francesa, Chao dice que adhiere a la idea lorquiana de que “para ser buen español hay que ser buen latinoamericano”, y reconoce que se siente “heredero de un pasado español, sin matices de gloria y sin honra de conquistador”. Los milagros de Cuba, ilustrado por el dibujante polaco Wozniak, incluye un disco realizado por su hijo Antoine Chao, musicólogo y músico (ex trompetista de Mano Negra), que suman a los textos de Ramón un juego de sensaciones que dan forma a una Cuba “íntima y acogedora”. El canto de un gallo y la música que suena dentro de alguna guagua camino a La Habana, la presentación de Radio Reloj o las conversaciones callejeras de niños, mujeres y viejos, son algunos de los sonidos cotidianos que Antoine Chao incluye en la “postal sonora” que acompaña al libro.

Chao, el escritor, describe la obra como “el objeto más bonito que se ha hecho con textos míos” y aclara que no se trata de un libro “político ni tampoco encomiástico”, aunque se note el amor. Probablemente sea la píldora del PPG (Policosanol) de la cual se confiesa ferviente seguidor, una de las maravillas que alimentó ese cariño que, en el caso de Chao, va más allá de lo político: con gracia anecdótica, el escritor cuenta en el libro cómo descubrió los poderes curativos del “viagra cubano”. Los milagros de Cuba es el inicio de una serie de libros sobre los países emergentes de América latina, que continuará con un nuevo viaje hacia Venezuela y, más adelante, Bolivia o Ecuador, lugares a los que prefiere catalogar de morales antes que de revolucionarios. “Si Hugo Chávez fuera revolucionario, que no lo es, no haría elecciones, porque la revolución no se puede hacer democracia”, afirma Chao, que se confiesa seguidor del gobernante. Su milagro, dice, es “progresar de la forma que está progresando, respetando todos los mecanismos del Estado burgués”.

Fuente: Página 12
Más información: http://www.pagina12.com.ar/
(Tomado de Gacemail TEA)

Analía Pascaner: La locura y la mosca


Termino de almorzar, pido permiso para levantarme de la mesa y subo volando a mi cuarto para jugar a lo que más me gusta cuando estoy solita. Yo actúo, soy la mejor actriz y me sé todas las escenas, y la mejor de todas es cuando el príncipe azul me rescata porque estoy en peligro de muerte. ¡Eso sí me gusta mucho! Pero tengo poco tiempo para actuar porque cuando aparecen mis hermanos me da vergüenza, ellos me miran y se ríen de mí.


Mi mamá sube un rato después y va al baño, después se asoma a la puerta para preguntarme si hoy también estoy segura que no dormiré la siesta. Digo que no con la cabeza y le prometo quedarme muy calladita dibujando y pintando.


Nunca supe por qué mi mamá me obligaba a dormir cuando había sol. Antes yo me hacía la dormida pero siempre me descubría porque decía que ella escuchaba todo, hasta el volar de una mosca, cosa que no entendí nunca porque en mi dormitorio no hay moscas.


Mi mamá desaparece y vuelvo a jugar a ser actriz hasta que los actores y el público se van a dormir la siesta y luego me siento a pintar porque también el príncipe azul se fue a dormir.


Frente a mi escritorio hay una silla con cinco maderitas en el asiento, pero dos están sueltas y cuando cenamos, mi mamá reniega con mis hermanos para que claven las maderas porque el ruido la vuelve loca. Eso tampoco lo entiendo bien y me asusta mucho porque yo no quiero que mi mamá se vuelva loca. Debe ser muy feo tener una mamá loca.


Dibujo y pinto muy tranquila y sin molestar y ni siquiera canto un poquito. Me arrimo al escritorio haciendo que la silla se vaya hacia adelante entonces las dos patas traseras quedan en el aire, después apoyo toda la silla en el suelo y las dos maderitas sueltas hacen un ruido gracioso al caer: tzac-tzac. Me arrimo hacia adelante y… tzac-tzac, y otra vez hacia adelante y… tzac-tzac. ¡Eso sí me gusta mucho! Me divierto tanto que me olvido que el ruido y la mosca que nunca vi vuelven loca a mi mamá.


De pronto escucho: “Luuupiii, traeme una maderita…”. Mientras levanto una de las maderas sueltas de la silla, llamo en silencio al príncipe azul para que me salve de esta situación peligrosa. Entro despacito en la habitación de mamá cerrando un poco mis ojos para ver mejor. Ella pide que me acerque a su cama, entonces me pega con la maderita en la cola. Me duele bastante pero aprieto mis labios para no llorar delante de ella y cuando vuelvo a mi habitación lloro mucho por la traición del príncipe azul que no me rescató.


No entiendo por qué mi mamá me pega, no sé si es porque se está volviendo loca o porque tal vez hay una mosca escondida en mi pieza a la cual yo nunca he visto volar.


Invierno 2002

Analía Pascaner
analiapascaner@gmail.com
http://www.convozpropiaenlared.blogspot.com/

Delfina Acosta: Mi primo y yo


Tenía la edad del limonero de la casa (siete años), y me relamía los dedos con pensamientos que acababan descomponiéndome, pues me quedaba con los ojos muy abiertos, hasta altas horas de la noche, sin oír siquiera el violín del grillo que vagaba por la habitación. O el chistido del búho. Entonces, mi abuela me acercaba un vaso de leche, diciéndome: “Ya otra vez estás en trance. Mañanita terminarás loca. Estás de cabra. Tal cual. De cabra. No se debe pensar en eso a tu edad”.
Me hallaba enamorada.
Mi corazón era un árbol dentro de una casona, un árbol cuyas ramas crecían rompiendo tejas y aleros para terminar por crucificar sus nervios en el pararrayos. Sus frutas eran el mismo incendio pues las cortinas desaparecían, bajo el fuego, hasta que sólo quedaba una ventana desde la que observaba, melancólica, un horizonte, una línea crepuscular de pájaros negros en huida.
Me gustaba hablar conmigo misma en un lenguaje que era la mismísima niebla. O el nubarrón del que salían las tijeretas bulliciosas.
Pensaba en mi primo como se piensa en la llovizna, en las hojas llevadas por los pasos apresurados de la gente, en el viento de la lluvia arrastrando una carta desconocida, en la oscuridad de la habitación presa de su clausura donde parpadeaba la luz fosfórica de una repentina presencia.
Ya no recuerdo casi las facciones de M. A. Sé que era inteligente. Sabía trigonometría, botánica, física y hasta masonería; era el mejor alumno del colegio, solía entrar en crisis nerviosas y me adoraba.
Jugábamos a los indios. Venía a liberarme de la indiada, que era rebelde (los primos, entonces, amenazaban con dejarme devorar por las hormigas rojas que iban y venían en un tránsito alocado por el jacarandá).
Abrazarme fuertemente, llamarme reina cautiva, volverme a atar con la piola, formaban parte del entretenimiento.
El juego tenía un guión de muerte, traición y despedidas.
Éramos niños, la sangre nos quemaba las venas; amaba sus ojos negros animados por la chispa genuina de la genialidad. Solía fijarse en los limones de mi pecho, pero no se atrevía a morderme, a bajar su cara sobre mi cara. No era que no queríamos besarnos por miedo a que nos viera la abuela. Sentíamos el temor real a nuestra carne, pues nos atreveríamos a todo, después, si empezábamos por las bocas.
Nos alegraba tomarnos de las manos. Y abrazarnos hasta que la inocencia estallara. Mi primo desarreglaba mis cabellos; sentía bronca contra mi pelo lacio. Se suponía que debía enojarme, por lo menos falsamente. Pero me quedaba fea, quieta ante sus ojos, con los cabellos desarreglados y el corazón pisando el vestido y la enagua de mi entendimiento.
Como en las películas del lejano oeste, yo era una india sublevada y herida por el amor de un hombre blanco, que en breve tiempo retornaría a la civilización.
A la noche, tumbada sobre el lecho, pensaba una, dos, siete veces, en él. Diera cuanto diera porque me besara.
Imaginaba que iba a la colina, y que lo llamaba, al caer la tarde, y que él aparecía saliendo de mí misma, de mis alucinaciones, plantándose ante mi figura.
Haríamos el amor bajo la luna escarlata, enorme y cruzada por una gritona ave nocturna, sobre el pasto apenas mojado. No iríamos en sangre.
Pienso en mi amor infantil y el alma se me llena de hojas amarillas y quebradizas. Entonces era pequeña y me juraba a mí misma que me casaría con M. A.
Me miro en el espejo: muchos espíritus tristes y alientos que exhalan el frío de los huesos sepultados se arriman a la luna del ropero. Hay un llanto, un murmullo de muertos en la habitación. Y un olor a jazmines viejos y pasados por agua servida.
Afuera, un perro ladra a otro.
El macho corteja a la hembra. Las moscas vuelan en torno al cadáver de un gorrión sobre la vereda mugrienta. Un niño observa la escena y arroja una piedra contra las bestias.
El espejo me devuelve la imagen de una mujer que todavía sueña que es niña, y que aguarda la llegada, de un momento a otro, de su primo.
Podría jurar que el amor de la infancia es el más fuerte de todos los amores.

Delfina Acosta
delfina@abc.com.py

Cristina Villanueva: La niña lee




La niña lee
La niña lee con ojos de voyeur
libros que fosforecen en el verde de las encuadernaciones.
¿Es la mirada una punta de palabra imposible ?
Los dedos piel de navajas-redes que abren, cierran papel-.
Castigo por el Crimen de la fuga del patio donde la niña lee.
Acostada en todos,
Regazo -enredadera de voces-
Manon, Ema Bovary o un jardín desplomándose en cerezas.
Inocente-perversa, revancha contra las sombras.
La niña lee

Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar