domingo, 10 de agosto de 2008

Graciela Chajud: Arjuna


Una mañana temprano, me levanté agotada de pensar que otro día me esperaba en el Valle de la Luna , con los hermanos ERKS. Mi cansancio era debido a las diferentes órdenes que debía obedecer y al estricto silencio exigido por esa comunidad de UKSIM.

Ese mediodía, después de cumplir con las tareas encomendadas, como asear mi habitación y lavar todos los baños perfectamente, fui a almorzar. Lamentablemente mi sistema nervioso se alteraba minuto a minuto, al punto que mis ahogos me requerían buscar la naturaleza pura que existía en ese lugar. Cuando finalicé mi comida, la siguiente actividad que me esperaba, era romper nueces. Busqué un sitio con aire, demasiado aire y una vista del paisaje, el mejor.

Así fue que me senté debajo de un árbol exageradamente frondoso, cuyo ramaje cubría una mesa y silla de cemento, todo me ayudó a realizar la tarea encomendada.

Me coloqué orientando mi vista hacia la montaña más hermosa que jamás había visto, los terrones del Uritorco, pero aún así no lograba salir de la cárcel interna que esa comunidad implantó entre tan bella naturaleza. Después de algunos minutos, me sucedió algo fantástico y ocurrente, como si hubiese vivido un relato dentro de los cuentos mágicos.

Mientras rompía esas duras cáscaras, se me acercó uno de los perros más humanos que nunca imaginé podría existir, ARJUNA. Pertenecía a una raza similar llamada Boxer, sus pasos lentos, de mirada profunda y brillosa, enaltecían a ese perro convertido en un gran compañero para mí.

Al acercarse me dio la sensación que necesitaba comunicarse conmigo, quizás por la forma de mirarme o tal vez por su callado sentimiento que llegué a sentir.

Me surgió ganas de convidarlo con nueces, tratando de esconder mis movimientos, por temor a ser vista, y comencé a hablarele, le conté de mis tristezas y le conté mis ganas de irme, le conté y conté hasta callarme.

Puedo asegurar que ARJUNA, me entendía y también que fue él, quien me dio la idea de huir. Fue tal mi alegría que comencé a darle nueces sin parar, Arjuna comía y yo sentía su agradecimiento, olvidándome de los ojos de alrededor. Fue ese el motivo de no pasar desapercibida por una hermana, llamada Angela Luz, que corrió hasta mí, diciéndome:

-¡No le des de comer a Arjuna porque está en estado de evolución!-y agregó más calmada- en su próxima vida tiene que resucitar como ser humano.



Graciela Chajud
gracielachajud@hotmail.com

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