lunes, 14 de mayo de 2007

Gustavo Tisocco: De "Paisaje de adentro"

Tristeza de la luna
sobre el Río de la Plata

Fui luna cuando el lago

era sombra
Destilé plateadas lágrimas
sobre tumbas oscuras.
Los huesos

hoy son néctar
del río correntoso.
Fui luz

sobre cadáveres
sin nombres.
Imploré memoria

y quedé sin cielo.
Hoy bebo

a mis muertos.
Avergüenza mi sed.



Dedicado a la mujer

Nocturna/diurna
destilas oasis en la sed.
Te desarmas en racimos

purificando brotes.
Un útero te ennoblece.
Emanas desdetus senos

el néctar del futuro.
Mujer del ancho cielo

despliega tus brazos
para que seamos tierra.

Gustavo Tisocco
poetaypoesia@hotmail.com
www.paisajedeadentro.com.ar
De "Paisaje de adentro"Ed. De los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2006.

Virginia Edit Perrone: Desamparo de los días

Desamparo de los días

La tierra no descansa
de sus giros.
Nosotros no descansamos
de los días.
Ni la brizna
ni el polvo
son la muestra del
origen,
no hay motor posible
para esta pausade la pausa,
para este tiempo
sin Dios
que inaugura todas
las preguntas.
Aunque extienda las manos
no hay espaldas en las que reposar
el espanto,
ni pechos para la incertidumbre,
es nuestra la tarea
de ponernos palabras
y que el horror sea un punto
tras un punto sin mirada,
y seguir caminando.
a Pedro Kusmin


Después


No voy a poder llorar miausencia,
ni mirarme en la última
despedida,
ni recordar la lozanía
que fui,
ni llorar sobre mi foto
o disfrutar mi recuerdo
y pensar que existo,
que todavía sostengo
un mundo curvado de
recuerdos que ya no tendré.
No sabré del tiempo,
ni miraré en el calendario
mi fecha final.
Quisiera dedicarme
el último poema
por haberme acompañado
mansamente.
Quisiera despedirme de mí
pero no antes,
después de mi partida.

Virginia Edit Perrone
perronev@infovia.com.ar
weblog: http://virginiaperrone.blogspot.com
De "Desamparo de los días" poemas
Ed. Corregidor, Buenos Aires, 1998.

María Griselda García Cuerva: El mar

La bruma cubre las olas
que llegan hasta la orilla
agitándose con locura
sobre la arena dorada.
El viento las abraza
con sus brazos gigantescos,
la noche feliz celebra,
el solitario cielo sonríe.
El susurro del agua
distrae a los pescadores,
no encuentran sus anzuelos,
buscan entre la espuma.
El misterio se cruza
con el mágico encanto,
el mar es un paraíso,
sueñan los amantes.
La música de los besos
hace bailar las rocas,
el paisaje tiene brillo,
el amor lo perfuma.

María Griselda García Cuerva
mg_cuerva@yahoo.com.ar

Laura Caccianini: Cuento y poesía

Cuento

Parte uno

Una noche cualquiera en buenos aires, cualquier terraza y las calles de siempre còmplices regalandole una vìctima mas.No lo ven y el se transforma de a poco en parte del cielo primero, solo el brillo de sus ojos tienen vida, en realidad tienen sed, despues todol es... marmol... como la gargola que yace a su lado. Apenas respira para no ser ni siquiera adivinado.Lleva noches tras una misma presa, tan solo por diversiòn por capricho, para agudizar los sentidos, para romper la rutina, para quebrar su alma antes de arrebatarle la vida.Mariano camina en la noche casi confundiendose con X, confiado como si la oscuridad le perteneciera, se siente seguro inbulnerable, tranquilo en el silencio, sintiendo sus pasos al caminar, no tiene medio,nunca tiene miedo, le teme al dia a la gente comun pero no a la oscuridad ni a las calles humedas y huecas, los pocos transeuntes lo respetan o al menos eso aparentan, èl saluda cuando lo saludan para luego por las espaldas fruncir el seño en un gesto de desprecio, DUEÑO asi se siente y esto es lo que mas fastidia a X que lo observa...lo huele y busca... en silencio el modo mas cruel de terminar con alguien tan insolente.Mariano camina tres cuadras rodea las manzanas y vuelve a empezar, busca con que distraerse,vigila hasta las hojas de los àrboles nada escapa a su mirada en el radio que circunda, pero como todo ser humano en estos tiempo no mira al cielo, las prostitutas sonrien al verlo,lo alagan juguetean con èl dicendole obscenidades, el las saluda gentilmente, un travesti lo desafia y lo insulta interminablemente, se siente violentado, sus manos transpiran su piel se eriza un poco, el travesti alto flaco de cabellera negra y larga se acerca hacia a èl continùa gritandole insultandolo,casi escupièndole la cara, Mariano lo mira tiene los brazos llenos de desprecio y de asco, los odia, la furia empieza a dibujarse en su rostro, sus ojos, se encienden y el travesti en su afan de descargarse no percibe nada.X sin embargo siente cada cambio en el cuerpo de Mariano,salta por los techos hasta quedar en frente de los dos hombres y asi poder observar bien, còmodo en cuclillas se deleita de placer ante la escena, siente el sabor de la adrenalina en sus labios y sonrìe sorprendido con malicia esperando mas...

Parte dos
La soltura del cuerpo de Mariano pasa a ser un recuerdo y poco a poco va convirtiendose en una pared un bloque en el cual ell travesti puede despedazarse en segundos, si el quisiera.
X se maravilla, a pesar de conocer mucha gente y haber matado a cientos, siente que su instinto se despierta fulguroso, caliente y sin control...todo cambia en segundos, mientras sus ojos son fuego contemplando la escena los de Mariano son hielo vacío y el travesti...ve como en un espejo su rostro desencajado por la furia y comienza a trasnpirar sin quererlo, sin calor,sin entender o tal vez entendiendolo todo. Entonces deja de insultar de gritar y empieza a ver la realidad, aunque no sabe bien cuando fue que quedó asi acorralado, y pasa del grito al silencio, a la risa compulsiva y al llanto desesperado como si con él pudiera sacarse a Mariano de encima.


Poesía
no quiero este fuego este trago amargo con el que me invitas a brindar, no quiero descongelar mi cuerpo para que sea asesinado luego con tu indiferencia, no quiero verme abandonada en un estante como un max steel que paso de moda, no quiero tu corazón abierto invitandome a que haga centro con mi arco,no quiero este juego cruel , este abrazo lleno de espinas, estas lágrimas secas, estas horas muertas en las que empiezas a despedazarme por curiosidad,no quiero mis alas encerradas en una jaula de hierro, acalambradas de esperar... Mi copa esta llena de aire, de noche y estrellas de vértigos y adrenalina, las paredes si quisieras podrian abrirse y cerrarse sin necesidad de puertas y no hay dolor, no hay esposas ni balas, estas invitado yo... no quiero este fuego.... TENGO EL MIO.


LAURA CACCIANINI (un vampiro más en la ciudad)
lunadefuego9@hotmail.com
alphacentauris33@hotmail.com

Rubén vedovaldi: Fuimos y Sigo los pasos

FUIMOS


a la quinta más honda
a sonar las castañuelas de hueso
a la del Ñato ajoba todos fuimos
a se acabar derechos sin sumirnos
a consumirnos zurdos sordos cerdos
a bailar la milonga entre magnates
el corte y la quebrada de haber sido
al viento negro fuimos a dormir

porque sí ¿por qué no? por si las moscas
porque es ley porque no hay coima que valga
porque el mosaico la trajo en bandeja
porque el chofer nos dejó justiniano
porque sonó el teléfono y no hay otra

porque salió sorteada la bolilla
bingo banca escalera cartón lleno

de querusa nos fuimos y chau picho
un martes trece nos calzó la Tipa
con un cross de guadaña hasta el ojete
y fuiste alpiste
andá a cantarle al mudo

haciendo zaping, raspando tarjetas,
despuntando aquel vicio de haber sido
bailando con Plisetzkaia o la renga
cagamos fuego amor hasta el carozo
arrivederchi tutti cuantti addio

nos fuimos de profundis a la fosa
con detalles de estilo o sin estilo
la contraparte del soplo divinola contraparte del soplo divino
nos aspiró y andá a agarrarte de algo
calentitos los panchos y la cuerva

pasamos agachados arrastrados
de costeleta a la que te criaste
haciendo guiños cual penao catorce
tocándonos el fiambre unos a otros

mezclados nuestros nombres y las sombras
ya nos rompió la pala igualadora

no vamos a volver ni en estampita




SIGO LOS PASOS

sigo los pasos de mi hermano
soy mujer de la historia sin historia
hija /menor
la par sin apellido
hijastra no deseada
violada madre
la no deseante y sigo

mi hermano va al alcohól
y cae y lo levanto
se incendia en el alcohól en amarga locura
golpea rompe grita y sigo
caigo y sigo

mi hermano va al tabaco y lo acompaño
quema su mala sangre
enferma el aire pobre y lo acompaño

mi hermano vende droga a los más pobres
para los ricos vende
y lo acompaño y cae
baleado apuñalado ahorcado en celda
y lo acompaño al cementerio y cae
la policía pobre contra pobres
tumba y tumba

mi hermano agente
mi hermano indigente
mi gente muerta de no llegar nunca

mi hermano mi hermanastro mi desgracia
entre basura y cacería humana

a malvenderse mula
camello burro va
y lo acompaño paño puño punta
al cartel de la guerra sin cuartel
y lo acompaño
a la escuela no al hospital no a la iglesia no
al trueque sexual vamos
acompaño a sin paño

la nenita en su cama su señoría ría
todo por dos pesos y va

y cuando nada queda por transar
y todo cae y cae
la tierra de la fosa común tapa el cielo
pero tapa el infierno también
y mi hermano que nunca existió
deja de tumbar deja de sufrir
y yo lo sigo


Rubén Vedovaldi
vedonet@netcoop.com.ar

Sergio Borao Llop: Grieta (Celda XI)

Jue, 10 de Mayo, 2007 1:37 am
GRIETA

Esta mañana, mientras examinaba con detenimiento el muro occidental, he descubierto una rendija muy pequeña, casi imperceptible. Al principio pensé que acaso había estado siempre ahí, y de no ser por la minuciosa inspección que, quizá por puro aburrimiento, se me había ocurrido llevar a cabo, jamás la hubiese descubierto.

Sin embargo, a medida que avanzaba la mañana, la grieta fue creciendo poco a poco, hasta que un mínimo rayo de luz se abrió paso tímidamente entre las tinieblas de la celda, dejándome confuso y también, por qué no confesarlo, algo maravillado. La abertura siguió creciendo; así, no tardó mucho en tener el tamaño suficiente para permitirme vislumbrar lo que existía allende los impenetrables muros: Primero fue el pasillo, en el que se alineaban, una tras otra, las innumerables celdas. Después, pude asomarme al patio, y también se veían con claridad, a pesar de la lejanía, las murallas, toscas y grisáceas, que delimitan la prisión, y a los funcionarios que custodian la entrada (Aunque lo lógico sería suponer que lo que tan celosamente guardan es la posible salida, puesto que nunca se oyó que impidiesen la entrada a nadie en este lugar).

Pero la grieta no cesaba de crecer, y ya podían verse a través de ella las calles cercanas, y los coches patrulla que constantemente rondan por los alrededores. Más allá, hacia el norte, levemente alejadas del gigantesco edificio, se veían las modernas casas de dos plantas que delatan la presencia de la Ciudad. En algunas ventanas, la ropa pendía de los tendedores secándose al sol. En otras, había rostros asomados, mujeres aún jóvenes conversando despreocupadamente, niños entregados a juegos inconcebibles desde este lado del muro, hombres silenciosos contemplando el horizonte, formando el centro de un decorado multicolor que se extendía hacia el centro... Todavía más lejos, nacían otros barrios, igualmente animados y bulliciosos; la Ciudad entera se estaba abriendo a mis ojos mientras la grieta seguía creciendo y creciendo. Ya no era sólo la Ciudad, sino toda la comarca, lo que se extendía allá afuera; todo el valle con sus numerosos pueblecitos, y también las sierras, y más allá de todo la gran cordillera, siempre flanqueada por vaporosas nubes y coronada por un destello blanco. No tardé mucho en abarcar, por la creciente rendija, todas las provincias, los ríos, los innumerables prados, los campos repletos de espigas; un poco más y otros países cercanos fueron mostrándome sin pausa sus vastas maravillas. Muy pronto, hasta las más remotas regiones del planeta habían desfilado ante mis ojos.

Creí entonces que la rendija ya se había ensanchado lo bastante como para poder deslizarme por ella hacia la tan ansiada libertad y corrí hacia la luz que lo inundaba todo. En ese preciso instante se cerró por completo, de forma tan brusca como silenciosa, y mi cuerpo lanzado chocó contra la frialdad del muro. No sé si fue por la impresión del violento impacto, pero en medio de la recién restaurada oscuridad me pareció escuchar una voz que decía:

- Esta rendija era sólo para tus ojos. Ahora conoces el mundo exterior. Acceder a él no ha de ser, sin embargo, tan simple.

- Pero ¿qué debo hacer? - pregunté en un gemido - ¿Cuál es mi delito?¿Cuál la pena que debo cumplir?¿Cuándo podré ser libre si es que la libertad no es sólo un sueño...? - preguntas infinita e inútilmente formuladas, que ahora tampoco iban a tener respuesta. La pared volvía a ser un enemigo pétreo e insondable. Tan sólo podía escucharse el eco de mi voz angustiada multiplicándose por todas las esquinas como una burla cruel, como un mal estribillo.

Capítulos anteriores en:
http://www.aragonesasi.com/sergio/celda.htm

Sergio Borao Llop
sergiobllop@yahoo.es
http://al-andar.blogspot.com
http://www.aragonesasi.com/sergio

Cristina Villanueva: Cuento sin hadas

BarbaAzul y su cuartito secreto.
El polvo sin regreso
entre los dedos de Hansel y Gretel
Y todo tan al sur.
La Bella enamorada de la Bestia

Con su uniforme de gala.
Tan, tan tan, cómo decir tanto.
Cuartito ya no azul.
Cenicienta sin siquiera cenizas de los huesos.
Blancanieves a los pies de los soldados en el hielo.

Ogros y Brujas del Reino del
"no te metás" y "algo habrán hecho".
Volver al sur al antes del cuartito,
a las posibles maravillas de lo humano.

Después es como si un bosque.
Dolor de todo.
Y siempre tan al sur.
Frontera, tango.

Cristina Villanueva
pluma@velocom.com.ar

2 Breves de Rolando Revagliatti

En la mira

Linda mina, lindo tipo de hombre, se sienten cómodos en sus cuerpos flacos, debajo de sus abundantes cabelleras, encima de sus principescos pies.Señor gordo, calvo, con juanetes, desencantado y empuñando una Magnum 44. Apunta (no sin fastidio).

Corpulencia


Con semejante físico, es lógico, se da el gustazo de trompear de vez en cuando, a escogidos cretinos en tren de patoteros. Ha noqueado, por ejemplo, a energúmenos choferes de colectivos. ¿Por qué limitarse a una discusión estéril, pudiendo escarmentarlos? ¡Ha corregido a tantos, elevándolos con naturalidad por sobre su cabeza, agitándolos, hasta hacerles deponer actitudes necias, presuntamente arraigadas! Impuso siempre su corpulencia, y permítaseme enunciarlo así: su preclaro vigor, como factor desmoralizante frente a comportamientos repetitivos de groseros y malintencionados. Ya desde la niñez el admirable Hércules implementó los mentados recursos. Con las mujeres se contiene: se limita a la —también mentada— estéril discusión.

Rolando Revagliatti
revadans@yahoo.com.ar
http://www.revagliatti.com.ar
Ambos textos fueron publicados en "Inventiva Social" Edición Mensual, Mayo de 2007.
inventivasocial@yahoo.com.ar

Miriam Cairo: La flecha disparada

Esto no es un cuento. La acción no está situada en un momento crítico. La acción no se ubica. Tampoco es un retrato ni una descripción. Esto es apenas un pasaje hacia el territorio de lo que permanece adentro. De lo que no ocurre sino como un derrame de leche de estrellas. Se contenta con ser testimonio de una irradiación, de un susurro, de un gesto. He aquí la encrucijada donde lo acontecido y lo narrado confluyen en un texto que no tiene más trascendencia que un suspiro.

Eran las dos de la tarde y teníamos hambre. Hambre de comida. Al otro, al hambre de muslos, dedos, baba y boca, ya lo habíamos saciado en el único hotel que desempolvó su libro de pasajeros para nosotros. Una vez más, el pequeño costado del mundo nos abría sus compuertas.
Esto no es una flecha disparada hacia un blanco pero sí es una flecha disparada. Aquel día, los 36 grados de calor y los 3600 besos que nos dejaron doliendo la boca no nos impidieron reconocer que esa estación de servicio, sin más movimiento que el jadeo de un perro, era una pintura de Hopper en estado vivo. Y nosotros, la flecha lanzada hacia la continuidad del deseo.


Tomados de la mano atravesamos la tupida trama de aire y verano. Con cada paso rasgábamos la tela de la realidad y la realidad se ocupaba de copiar fielmente las escenas lentas y silenciosas de la obra de Hopper. Así como en sus cuadros la luz clara, cruda a veces, está más presente que los propios personajes, ese sol enrarecido reforzaba nuestro resplandor más que nuestra existencia.

Esto no es el relato de un acontecimiento aunque rememore un instante vivo y hondo de nuestras vidas. No puede ser un cuento porque no responde a un chispazo rápido y breve. Al comienzo pensábamos que aquello que nos unía sería así, un cuaje súbito de ansiedades, un rayo lanzado sobre el centro efímero del tiempo, pero la vida se encargó de desmentirlo.
Esto tampoco es una novela aunque se permita todo tipo de digresiones. La novela sufre con su patología de la verdad. La novela quiere demasiado parecerse a lo real, y esto simplemente es un recorte de lo extenso. Una narración de la poesía. Un retazo de suavidad y transparencia. Un día entre los días. Un trozo de inmensidad.


Era tan grande la quietud de las calles que nos veíamos obligados a hablar con susurros para no romper la delicada tela del silencio. La avenida ancha y mansa como un río seco, recibía la bravura del sol que se lanzaba violentamente sobre su lecho de cemento. Cruzamos la soledad de la calle y el estancamiento del mundo como los únicos seres vivos de un mediodía asfixiante, aunque el empleado que despachaba combustible tampoco parecía muerto. Hasta la quietud de las veredas era lenta. El aleteo de los pájaros era lento. Las agujas del reloj se movían vacías de tiempo.

Esto tampoco es una novedad. No se puede colocar en la sección de noticias. No es algo que se necesite saber. Aquel que no lo lea no podría decirse que estará desinformado. El mundo seguirá girando sobre su eje y el cuento sobre su acción, porque esto no se refiere a algo trascendente y su conocimiento no es imprescindible.

El pueblo no esperaba forasteros. No era un día ni una hora para los negocios inmobiliarios ni para cobro de publicidades. Luego de andar unas cuadras sin encontrar ningún comedor abierto, nos vimos obligados a tantear las puertas, apoyar la cara sobre el vidrio en busca de alguien que nos orientara dónde podríamos hallar un sitio para almorzar. Luego de andar varias calles, una de las puertas que forzábamos se abrió y una mujer joven salió a recibirnos. Era un comedor amplio y absolutamente solitario. Los muebles tenían olor a nuevo y sus dueños recibían por fin los clientes que justificaran tener el local abierto a las dos de la tarde, de un irrepetible miércoles desértico.

Esperamos el menú con pausados y necesarios sorbos de vino, acompañados de una pasta de calabaza fresca que nos daba más motivos para suspirar. Al otro lado, el río con su espuma bañaba nuestros pies no presentes.

Hasta entonces, habíamos creído que los temblores de nuestra dicha no llegaban siquiera a eran pintados por Magritte, siempre atento al azar objetivo, explorando el territorio onírico sin renunciar a la secreta pincelada de la razón. Pero a partir de ese día nosotros ya no ocupábamos el altar de los sueños. Con el trazo de Hopper entramos de la mano en el enorme mural del sentimiento. Y este no es ni siquiera el final de un cuento. Su desenlace no queda resuelto. Su término no es dilemático ni promisorio. Ni siquiera es circular aunque después del almuerzo hayamos regresado al cuarto de hotel a prodigarnos otros 3600 besos.

Esto es apenas un hilo enredado en los dedos del misterio. Una rasgadura en el viejo manto del mundo. Una manera de decir que la escritura también ocurre sin necesidad de cataclismos.

Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com
Publicado en "Rosario/12", Contratapa del 9 de Mayo de 2007.

Mirta Liliana Urdiroz: 2 Poemas breves

Cauteloso
saboreabas mi cuerpo
parte por parte
Escalofríos de punta a punta
me recorrían
sin refugio
entregada caía
temblando húmeda
a tu exquisito tormento
Te dejaba amarme
a tu manera
y renacía

Noviembre
lloraba furioso de celos
allá afuera


********************************


Por encima de tu abrazo

espío nuestros días
Qué hermoso, amor
haberme sentido tan amada
qué hermoso, amor
haber sido red de tu descanso
haber sido ahora después y siempre


Mirta L. Urdiroz
Todos los derechos reservados
mirtaurdiroz@yahoo.com.ar

Viviana Pelle: Poemas del incierto tiempo



Incierto tiempo

Las voces dejadas
en los costados del abismo
se acercan
No lloras, proclamas
aires de verano
Se extrañan los abriles
Incierto tiempo
Soledad crece hacia arriba,
se expande en su centro
¿Qué es el amor si no está
a tu lado?
Palabras se arrojan
clavando puñales.
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Mariposa de sueños


Perdida la hoja suave
se desliza en dolor
que vaga por su cuerpo
Vuela mariposa de sueños
de estar a su lado
Un aguijón clava la palabra
al costado del corazón
y muere.
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Desnuda de soles


Un paso más aquí
en esta baldosa blanca
pisa mi pie desnudo ya de soles
Una voz solitaria
grita hacia el cielo, lo interroga
y ruega el regreso de la paz
que vaga por el alma.
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El ser del abismo


Un alma de cristal
abandona el espejo
Su corazón olvida
a otro corazón,
pero su alma ama
la esencia de un ser perdido
en el medio del abismo.
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Alas en el cuerpo


Palabras al viento
Mundo de soles
Escribir poesía
Tiempo de soles
Corren
Dejando
Alas en el cuerpo.
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Espera

El ruido de la lluvia
en la ventana blanca
Mi mente espera nada
o despertar.
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Yace mi corazón


No puedo volver al verano
en este lugar del mundo
El otoño se aproxima
a través de mi ventana
El aire ya no es cálido
Las caricias se esfuman
Y mi corazón yace
debajo de mi cama.
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Anhelo

En esta oscuridad
enciendo una luz
o lo intento apenas
a través de soles
que llevo en mis manos
y la pluma me lleva
hacia los jardines de la poesía
Palabra Paz
es todo lo que anhelo.
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Pertenecerme

El viento se ha roto
detrás de los cristales
Cobijada en mi misma
he puesto una muralla
alrededor de mi corazón
De a poco así me iré hacia la nada
o tal vez el secreto consista
en volver desde la nada
hacia todas las cosas,
y pertenecerme.
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Heridas

La lluvia y la brisa
pueden borrar soles
de asfaltos de arenas
Ojos serenos mirando el mar
¿Puede un huracán borrar
las heridas que llevan hacia un final?
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El juego del rey y la reina


El rey clava la espada
en el corazón de la reina
La reina herida no puede hablar
El rey no lo sabe
hasta que ella se desvanece
y allí, desvanecida, el rey
continúa arrojándole espadas,
clavando agujas en el corazón
de la reina,
que ya va yaciendo muerta
El rey sobrevive y ella renace
pero ya no es una reina,
en su corazón lleva
la corona como herida
Ella se aleja y el rey sorprendido
le arroja sus últimas espadas
La reina busca aliados,
se salva y se libera
La corona llora en su corazón.

Viviana Pelle

rossopelle@ciudad.com.ar

Mónica Russomanno: Algo parecido a un corazón

Escucho A Víctor Manuel y a Pablo Milanés cantando “Sólo pienso en ti”, uno con esa voz tan varonil, con estilo camionero, duro y contundente; el otro con la dulzura y la pureza perfectas. Lloro, y sonrío, y canto yo también a los gritos. No lo puedo evitar.
“Sólo pienso en ti, juntos de la mano se les ve por el jardín, no puede haber nadie en este mundo tan feliz. Hey, sólo pienso en ti”.
Nos van contando la historia, veintiséis años ella, treinta y tres él, internados desde niños en una institución mental, enamorados completamente. Ella le regala una flor, él le dibuja en un papel algo parecido a un corazón. Algo parecido a un corazón. Lo que puede, lo que tiene, lo que le alcanza para ofrecer. Algo parecido a un corazón, quizás el dibujo más perfecto, más nítidamente preciso del amor. Un corazón mal dibujado en un trozo de papel.
No es envidiable la falta de raciocinio, no se añora en la canción un dudosamente idílico estado de inconsciencia. Lo que aparece delineado es el amor completo y la felicidad de pasear de la mano, de regalar una tontería por el placer de dar, de que la amada mano tome la flor o reciba el papel garabateado.
Sólo pienso en ti; decir esto, cantar esto, soñarlo, es decir que pensar en ti es mi salvaguarda, mi bastión contra los ataques de los mares, del cielo, del mundo crudo y de la hostilidad de los contemporáneos. Pensar en ti, pensar sólo en ti, implica que tu presencia me complete la jornada y la jornada merezca habitar en ella.
No puede haber nadie en este mundo tan feliz. Es cierto, no dudo de la felicidad entrañable de amar y de ser amado. La felicidad de la compañía necesaria y milagrosa; “si se miran bien, les corren mil hormigas por los pies”.
Claro que no puede haber nadie en este mundo tan feliz. Cómo dudarlo. Y esa felicidad florece pese a todo, porque el amor no es pertenencia exclusiva de los bellos ni de los jóvenes ni de los que todo lo tienen. El amor es un don que nace hasta en los profundos huecos de la exclusión. Y redime, y crea belleza. Y nos proporciona un poco de luz para iluminar este mundo de tinieblas. No me atemoriza la sensiblería. Me atemorizan los que tienen miedo del vértigo de darse a la necesidad del amor, y perder la fortuna de reconocer la maravilla en un corazón mal dibujado. Sigo cantando mientras la noche va dibujando sombras de luna en la terraza.

Mónica Russomanno
monicarussomanno@yahoo.com.ar

Marita Ragozza: Fragmentos de voz

FRAGMENTOS DE VOZ
I
Cuando todo parece luminoso digo no sé / hago una pausa y un sol negro borronea el perímetro de mi ser.
II
Soy un dado que cae sobre todas las caras. Se detiene. Estalla quieto.
III
La palabra se desnuda en azul / cuando nadie la mira se hace mar.
IV
En el vientre indefenso / nacimiento y muerte/ cicatrices sin timón.
V
Soy una esponja de música que emite sonidos cuando furtivamentela moja un pensamiento.
VI
La ola llega a la orilla boquiabierta / en grito inútil crea su propia derrota.
VII
El lunes choca con el domingo / la mirada con su sombra, / el domingo con su gesto de vacío.
Marita Ragozza de Mandrini
maritaragozza@gmail.com

María Eugenia Caseiro: Destierro de un sombrero

Destierro de un sombrero.

Andar por este mundo al que a veces le apestan las calles, fatigándose una los juanetes de los sesos, despidiendo el humo de la cachimba de los cuestionamientos.
Camina y camina; piensa y piensa, sin saber cómo colocarse una esta prenda que hicieron seguramente con algún objeto. De pronto se da una cuenta que no se ha sentado en ninguna parte y que los bancos, los muros, las iglesias y las plazas, tienen ese look de los adornos intocables. Pero hay que decidirse; tomar en cuenta que el aire fresco es gratis por ahora. Entonces al mirar este dichoso artilugio ya sin plumas en las manos, se pregunta una para qué rayos inventaron el sombrero y comienza una a buscar fronda o zaguán donde encontrar razón, tal vez un tinte rosa o un poema de aquellos en los libros de mi padre, capaz de resurtir de sístoles y diástoles las cárcavas del corazón. Quién sabe si algunos pájaros cantores que armonicen con el ritmo circadiano tengan la respuesta a esta torpeza que me cuelga de las manos y no sabe luego posarse en la cabeza.
Supongo que no valdrá de nada distraerse con la gente que pasa vestida apenas de tatuajes cubriendo las inmensas carreteras de sus cuerpos con esa tinta que ya no es indeleble. Sería bueno destapar esos cajones que pululan por años en los closets para encontrar allí algún recorte de revista de la abuela que indicara el cómo, el cuando y la razón de usarlo. Ahora sólo se me ocurre revolver la época en que se inventó el primer escote y la nostalgia, maldecir la hora en que todos nos quedamos sin recuerdo. Los que nunca se olvidaron, los que optaron por sembrar plumas y mariposas, tienen la ventaja de poderse equivocar; los que no duermen, tienen además la noche. Sin embargo algo se enfría entre mis dedos merodeando el “yo no tengo donde rayos...” Las imágenes gastadas de los libros se me cierran en los ojos sin que se haga la luz y en la azotea en que a veces anidan las evocaciones, hay ahora un silencio como de peligro.
Una anda por el mundo sin bancas para subirse al descanso, sin entradas para colgar el paraguas, sin cabeza para ponerse el sombrero. No ve a nadie que lleve la prenda para la que alguna vez se hizo un poema, una canción, un colgador, un estante y hasta un museo, pero una adivina que detrás del frontispicio de toda fortificación, detrás de los tatuajes y hasta de las máscaras, hay seres que viven precisamente para preguntárselo.

Tal vez este dar vueltas sin encontrar el parque, la señal, el paradero, me lleve al mismo puerto. Gira y gira; lucha y anda y sueña y piensa y tiembla una, y no encuentra la fórmula, la posición, la idea, el motivo, para calzarse el dichoso sombrero que ya pesa como una vida entera, o como un perro muerto que no sabe una dónde podrá enterrarlo, o como una isla desierta.
Tal vez no haga falta saber, entender, encontrar, y sea solamente sueño este vagar con algo que estorba entre las manos y pesa como el mundo, como el hedor de sus calles, como el mástil de un barco que se hunde...
Ahora, en medio de esta isla que me ha dado forma, soy un animal casi perfecto rodeado de mar por todas partes en medio de la brisa, del oleaje repentino que ya no puede detenerse y arrastra una banca vacía hasta mis pies… Le pregunto, pero ella tampoco sabe.


María Eugenia Caseiro

buhowriter@hotmail.com
®Todos los derechos reservados

Amado Storni: Algunos Poetas

ALGUNOS poetas escriben
creyendo que su soledad es compartida.
Otros porque piensan que su voz
es la voz de los que sufren,
de los que no saben hablar o no pueden hacerlo.


Los más se atreven a escribir sobre el Amor
sin haber amado nunca.
Y empachan de pasión
esos amores que siempre soñaron
y que no tuvieron nunca.


Incluso los hay que se pierden en vocablos,
ridículos pleonasmos,
epítetos absurdos,
redundancias mil veces redundantes.
Y ensucian las palabras
derramando sin sentido sobre lo que ya tiene sentido.
¡Y nadie les entiende!.


Algunos son poetas de salón,
poetas sumergidos
en las aguas siempre gélidas del éxito,
del éxito que efímero les da
el haber ganado un premio.
Poetas que se bañan
en las vanidosas aguas
de ver sus escritos viajando en Internet:
versos olvidados descansando
en foros literarios que ya nadie visita.


Hay poetas que cuando el compromiso y la verdad
incansables llaman a sus puertas
acaban por mirar hacia otro lado.


Poetas que enmarcan la poesía
con títulos que decoran
las paredes blanquecinas de un despacho.


Poetas que se pierden
en noches siempre oscuras
esperando que una musa
con forma de bombilla
por fin les ilumine.
Y a oscuras... siguen esperando.


He leído versos aburridos,
poemas que despliegan horizontes,
que tropiezan
y acaban desplomándose en el suelo.


Y mientras mis poemas,
perfumados muchas veces de espejismos
y otras tantas de ilusiones,
esperan en silencio
que el tiempo los rescate
de ese olvido tantas veces olvidado,
que huérfanos de sueños
alguien los adopte como suyos.


Versos incompletos,
dislocados,
repartidos,
versos infectados de esperanza,
preñados de futuros,
insomnes de pasiones,
compartidos,
inmortales,
para siempre.


Pero Bécquer solo hay uno.


Amado Storni
jaime7@andaluciajunta.es
http://es.geocities.com/poesia682004/

Desde Graciela Wencelblat

Tacos altos
un ramo de nomeolvides
caminar hacia el rumor
que queda del verano

negar renegar
romper límites
buscar paralelas
evitar zollozos

entre la piel y el hueso
brotar la transparencia
el espacio del miedo.

Pero la luz no alcanza.

---------------------------


Soy palabra que tiembla
miedo por la voz desaparecida.

Dicen que es mío el alarido en la noche
de un animal que agoniza.

Yo
navego sin noches sin días
vestida de fuego.

Camino con pasos de cazador
buscando la poesía
que es tormento en mi carne.

----------------------------------------


Hurgar roperos
bajar lo invisible

lo que hace palpitar

planchar asperezas
que el rocío dé tono

girar entre sueños
deshacer agobios de las mañanas.


desde graciela
Graciela Wencelblat
grawen@fibertel.com.ar

2 Poemas de Carlos Alberto Roldán

si bien por causa alguna
la nube se empecina
la humareda rebasa el horizonte
o por un estallido –se lo puede creer:
¡tanto hemos visto!-
allá afuera y arriba /allí donde solía
ni una ni una sola y solita estrella
se quedara con nos
probablemente entonces
mientras otros maldicen y se hieren
quede cielo por trepar pincel en mano
y de a una –escuchen bien- de a una
habráse de pintar las mil estrellas

.................................................

¿borra o lastima
la palma avara del mar?

¿pone bajo una superficie sin marcas
un azar de inscripciones antiguas?

¿proclama una inexistencia de los tiempos
y su era implacable
lo que es herida adentro?

hace su siglo
de exterminio y gloria

cuando se vaya
solo restos salinos
de ofrendas bastardas

Carlos Alberto Roldán
croldan46@arnet.com.ar

Un texto de Sonia Catela

NI EL OLOR DEL RECUERDO

Al lado del alambrado tomó la pala, él, por dios, que nunca empuñó nada que concerniera al trabajo manual, abrumando sus manos de escritorio con el cabo de madera y metal que acabó hiriéndolo en las palmas, tajos, pero estaba como para pensar en lastimaduras él, haciendo un pozo que ni los peones, ni los hijos debían advertir, pero no con un "se me mandan a mudar y no aparezcan hasta la noche" que sembraría suspicacias, sino escondiéndose, él el dueño, en lo hondo del sueño ajeno, para meter en la tierra lo que había que meter, para que la tierra se lo comiese con sus dientes húmedos de tiempo y corrosión; traga unos sorbos, de whisky, sí, y que alguien venga a reprocharle falta de nacionalismo, se mide el sudor que avanza sobre los sobacos, tal como un peón, con el asco que le provocan esas manchas olorosas marca de fábrica de los braceros, ahogar en tierra lo que no debe vivir, ni respirar, esa materia vegetativa que enterrará, sofocará cuanto más rápido mejor. Un cono de luz corta la noche, los faros de un auto, algún compadre de farras que lo busca, pero él tomó la precaución de cerrar la casona con llave y dejarla a oscuras para que el auto dé la vuelta sin entrometerse. "No hay nadie", se estará diciendo el conductor, "dónde se habrá acovachado Ricardo"; la sangre le corre por las manos, los terrones oponen una resistencia desconocida y él no quiere quemar ese ser vivo y reptante sino pisotearlo, mandarlo a subsuelos profundos para que no emane siquiera olor o recuerdo, pero el auto se empecina, pega la vuelta y detona bocinazos hasta que el encargado del campo enciende el foco de su porche, sale y se coloca fuera de la profundidad oscura donde él, Ricardo, se ha sumergido para hacer lo que se propone hacer, su asunto y de ningún otro, en ese campo donde es dueño; bajo la lámpara, el empleado habla con el visitante, "sí, el señor estaba, cenó aquí; ya se retiró a dormir", explica, somnoliento, pero a él no pueden darle caza porque cava en la negrura y que digan lo que quieran, ahora que sepulta su crimen secreto, la criatura, una especie de bastardo o de monstruo que nadie debe conocer, ni anoticiarse, y que se mueve (podría decirse) dentro de las bolsas de arpilleras mientras él, Ricardo, lo putea, se putea, y riega con la sangre que le raspa la pala, algunas gotas, sin pensar siquiera en un ritual o un símbolo, whisky, se echa whisky en las heridas, en la boca, y se echa whisky en los ojos, castigándose por la fosa, el sepelio, y echa whisky sobre las bolsas, pero desiste de incendiarlas y guarda el encendedor que acababa de sacar de su camisa que se halla ya en el pasto, empapada y hecha una pieza de alfarería con la tierra a la que él quizá, ha querido, o tal vez odiado, y a la que le exige ahora función de ajusticiamiento, que ajusticie por desintegración y ocultamiento los huesos de lo que le meterá, puñal y resuello. "Ricardo, Ricardo" grita el compadre de correrías y putaneadas, aporreando la puerta de su casa, "hijo de buena madre, abrime, estás ahí", una voz turbia, borracha, que, escupiendo, se desploma. El auto queda inmóvil con sus faros encendidos, los que taladran y sacan de la nada un triángulo de árboles y yuyos, un recorte de paisaje hostil; él no cesa de meter la pala y sacarla pesada, dificultosa. Amanece y el pozo abierto, deforme, que se derrumba por la chapucería con que lo ha cavado, puede contener ya lo que él, Ricardo, arroja con y sin escrúpulos, vísceras y palpitaciones. No pronuncia palabra. Quiere olvidar como si le pusiera hora a un despertador, para que éste sonara y sobreviniera un borrón de lo hecho. Listo. Desaparecido. No mira lo que será cadáver en momentos. Patea cascotes encima, empuja tierra con las manos, con un balde, con los pies desnudos. Sucumbe al cansancio. Empina la botella, enfila hacia el amigo que habrá de atontarlo con comentarios, chismes, algún chiste subido de tono.

Él, Ricardo Güiraldes acaba de ultimar la edición prácticamente completa de su libro "El cencerro de cristal". Mientras camina, no se da vuelta ni una sola vez hacia la tierra removida que tapa el foso, tampoco cuando se detiene en el auto para desconectarle las luces, ni al llegar donde dormita su compadre. De tanto en tanto, chupa largos sorbos de alcohol. Cuando el whisky se termina, mete la botella en el bolsillo de la campera. No le gusta ver basura sobre el pasto. Ni sobre los pisos. Ni en los escritorios o en los estantes de una biblioteca. La detesta. Detesta la basura.

* Ricardo Güiraldes destruyó, enterrándola en su estancia, la edición casi completa de su libro "El cencerro de cristal", impreso por Tragant.

Sonia Catela
soniacatela@yahoo.com.ar
FUENTE:Contratapa de Rosario/12 del 30 de abril de 2007

martes, 1 de mayo de 2007

Mónica Russomanno: Resultado al final

Yo conocí a Cachito y a Dorita. Son pobres, son ancianos, viven en una casa cerca del río, lejos del pueblo más cercano, y se ayudan a sobrevivir con una quinta y un gallinero. Ella cose ropa para afuera aunque la vista ya le falle, y los ojos enrojecidos se quejen de este esfuerzo suplementario, este esfuerzo de seguir trabajando cuando deberían descansar.Cachito era ferroviario. No tiene estudios, pero tiene la educación del sindicato, cuando los italianos trajeron junto a las propuestas comunistas y anarquistas, la curiosa idea de que un operario tenía que leer, informarse, comprender no sólo su país sino el mundo. Los sindicatos tenían bibliotecas, eran fraternidades, tenían el ansia de formar hombres libres trabajando con dignidad.
La meta no era enriquecerse, no era lograr un puestito cómodo, no era acomodar a los hijos, nietos y sobrinos. Su ideal era que los compañeros o camaradas tuviesen una vida digna y estuviesen orgullosos de construir una sociedad igualitaria.
Cachito dobla la espalda sobre la tierra arenosa, tan poco proclive a la dádiva, para recoger las verduras y llevarlas a la mesa. Dorita riega las plantas con flores que adornan el jardín delantero. Los perros arman barullo alrededor. No son ricos pero encarnan la mayor riqueza que puede haber, la riqueza onerosa de quien tiene la conciencia limpia. Y es hacia el final cuando se hacen las sumas y las restas para conocer el resultado.
De qué riqueza gozarán los gremialistas que envejecen en mansiones, qué conciencia dormirá sus noches cuando usan la mentira para perpetuarse en el poder, cuando celebran el embrutecimiento de sus afiliados, lo potencian, y utilizan discursos anodinos que llenan el vacío con palabras efímeras. Quién recordará sus nombres con emoción, si sus nombres están unidos a negociados innombrables, dobles sueldos, diezmos. Si cada acto, cada discurso, aún los correctos, esconden intenciones confundidas con réditos personales.
Y qué aporte habrán hecho a nuestra patria. Enseñar a la gente a tener miedo, a callar, a tomarse del pasamanos del colectivo sin saber que el colectivo les pertenece. Los gremialistas de la política del vasallaje enseñan constantemente que el sindicato es del sindicalista, que hay un padre que premia o castiga, y que los afiliados reciben dádivas. Enseñan a no hacer preguntas molestas, enseñan que no hay que cuestionar al cuerpo directivo, porque pueden enojarse y retirar los regalos que ofrecen. Y no proponen debates, los clausuran con un portazo ofendido.
Dicen, cuando están apurados, que todos somos iguales; para que lo canallesco, al difundirse, se torne borroso y nos abarque.
Reafirman nuestra cultura colonialista con patrones y siervos dóciles. Desde los pequeños ámbitos crean las células que forman el organismo político de nuestra nación.
Morirán en sus mansiones bajo sábanas limpias. No hay dudas. Pero la cama simple de Cachito y Dorita es más fuerte que sus cuentas de banco. Y si alguna vez el automóvil de un secretario general se cruza con la bicicleta de Cacho, deberá detenerse y hacer una reverencia, avergonzado de su brillo superficial a fuerza de cera y paño.

Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com



Fanny Garbini Téllez: IMÁGENES CON TANGO

Domingo de junio.
Mañana de sol y sombra.
En la vereda angosta, una pequeña
mesa cuadrada, una mujer y un café.
Tres perezosos gorriones
sobre un cable colgante
esperan las migajas de alguna galletita.
El día despierta ya cerca de su mitad.
Palermo viejo. Vetusto.
Resto y contrarresto.
Un edificio en torre _incómoda actualidad_
rompe el encanto.

"Yo soy reo sin ambiente"...

Paseo y reunión de bohemios: faldas cortas
y botas adheridas a piernas finas.
Pelo colorado y ojos sin dormir.

"Pasajera rubia de un viaje lejano"

Boinas y fungis arrugados
que sin duda durmieron con sus dueños.
Bufandas largas, enroscadas,
balancean sus flecos cosquilleando
las rodillas de minas flacas y ojeras negras.

"Palermo / Me tenés seco y enfermo"...

Muchachos y no tanto,
desprolijas barbas de todos los colores,
cabello al hombro y por las dudas,
un paraguas.
A un costado, Cortázar se hamaca
en su plazoleta al son de las cucharitas
en los pocillos y en el aroma del humo.
Cigarrillos...
Algunos piden fuego
(después de rebuscar un fósforo en los bolsillos descosidos)
exponiendo sus dedos ictéricos
de pucho.

"No tengo quien me venda/cariño ni ilusión"...

Taxis lentos vueltean la plaza.
Despaciosos como el domingo,
desperezan las palmeras.
(Parece que Cortázar sonriera)...
Rejas negras y tapias amarillas,
blancas y azules, descascaradas.
Por sobre el muro, un naranjero asoma llamando al sol.

"Entonces en mis ojos/sentí dos lagrimones"...

Señoras elegantes, con pieles y sombreros.
Intelectuales...o intelectualoides,
según se desprenda.
Bohemia.

"Mezcla rara de susheta y de Mimí"...

Los paraísos de troncos retorcidos
conservan aquí y allá,
partes de sus frutos pequeños, redondos;
ornamento cruel de diminutos farolillos
en el árbol seco.

"Ventanita del cotorro/donde sólo hay flores secas"...

Y como broche y contraste,
el garage Serrano
mostrando sin pudor
su modernidad pasada de moda.

"Enfundá la mandolina/ya no estás pa'serenatas"

Fanny Garbini Téllez
Julio 2006
fannyte@ciudad.com.ar

Yamila Hanashiro: Este poema que inventé

Sólo tú

Sólo tú sabes lo que me pasa,
pero no sólo tú, piensas que hago mal.
Pero yo te amo,
sin barreras, aunque con miedos.

Sólo tú sabes lo que me pasa,
pero no sólo tú, piensas que hago mal.
Pero yo te amo,
sin distancia, sin tiempo, sin edad.

Sólo tú sabes lo que me pasa,
pero no sólo tú, piensas que hago mal.
Pero yo te amo,
porque,
sólo tú sabes lo que me pasa,
pero no sólo tú, piensas que hago mal;
en...
amar...
te...

Yamila Hanashiro
yamila.alimay@gmail.com

Youssef Rzouga: Un rehén del almizcle mexicano

te quiero bis pero aquí
hay demasiado ruido
y, además
todo está totalmente destruido
me recuerda a Eliot
en su "Tierra baldía".

adivina
lo que tengo en la cabeza
arrancar todas las hojas del calendrio
y empezar de cero
te quiero de cero
adivina
lo que tengo
para ti:
una pequeña ciudad de buen talle
que conozco desde que te conozco
con todo lujo de detalle
una pequeña ciudad de cinco
y/o de cinco mil habitantes
libres, rebeldes y acogedores
tú, yo, los demás
y los perros que mueven la cola
cada ser o cada pájaro tiene su propia canción
en esta pequeña ciudad
que parece tan grande
como el llavero

te quiero

uno y uno
son uno
el almizcle "mariano"
me atrae hasta el bosque mexicano
pero tengo dudas sobre la honradez del viento
o sobre la redondez de las cosas

para ti

se adornan las calles
eres la dulce "dueña del mar"
el forro
sobresale de la falda te quiero así
una mujer como un templo
pero tienes que descolgar
este cuadro todo negro

Youssef Rzouga - Túnez
youssef.rzouga@gmail.com

Miguel Ángel de Boer: Catorce destellos

CATORCE DESTELLOS (*)
(y uno mas)

Cuando las fauces del abominable horror
hincó su fetidez maligna
rasgando a la patria gimiéndola
enmudecida
espantada
indiferente
los pétalos comenzaron a olvidar su belleza
la ternura se derrumbó entristecida
y con ella
la alegría
las palabras
los pensamientos
los sueños

Y nos fuimos quedando solos
con feroces pesadillas incansables
indecibles
pavorosas
sin estrellas
ni amaneceres
embotados de dolores indolentes
castañeando nuestras almas
disimulándonos
desmemoriándonos
insiéndonos

La vida parecía morir eternamente
y los besos extenuados
se caían
junto a las miradas aquellas
a pedazos
Fue entonces
Que
catorce destellos
(y uno mas)
catorce corazones
(y uno mas)
iniciaron
con frágiles
pequeños
tenaces
miedovalientes
pasos
en ronda
el retumbo
prodigioso
invencible
de corajes
de dignidades
de justicias
de verdades
y de amor
DE ESE AMOR
que nos acunó
que nos acuna
que nos acunará
por siempre.

Miguel Ángel de Boer
Comodoro Rivadavia, Abril 30, 2002

(*) A las Madres de Plaza de Mayo, a 25 años del comienzo.
Poema premiado en el XIX Congreso Argentino de Psiquiatría, organizado por la Asociación de Psiquiatras Argentinos en el 2003 y publicado en "Poemas y Canciones" Ed. Ultimo Reino - 2003 - Ciudad de Buenos Aires - Argentina
sigmundm@uolsinectis.com.ar
http://al-andar.blogspot.comhttp://www.aragonesasi.com/sergio

Un poema de Oswaldo Roses

S P L E E N

Hoy no son mis ojos sino de los sueños;
de eso que el aire vuela,
de eso que el mar bebe,
de eso que el fuego incendia:
de los sueños.


Hoy no son mis ojos sino de dejar al tiempo
y al ansia,
abandonar como lo primero el nombre.


Donde el silencio -oh- no espera más,
sólo, solamente
el hecho de la dirección de lo imposible.


Donde la verdad no cuela
estúpida
por un vilano.


Ya por allí en que la rosa ha movido lo establecido
y lo ha olvidado en la historia en desvanecimientos
y lo ha desatado en la piel de los invadeables designios.


Hoy no son mis ojos sino de ciega e impredecible nada
o de los sueños.


Oswaldo ROSES
oswaldoroses@yahoo.com.ar
http://caminodepalabras-oroses.blogspot.com/

Marta Zabaleta: A la luz del caminar, cantando

A la luz del caminar, cantando

Dedicado al lobo del Paraná

¿Qué puedo decirte yo, que no lo sepas?
Qué contarte, que no lo hayas oído,
qué cantartesi mi voz no me alcanza
y la noche
me quema entre las sienes la distancia?

Sólo me queda la nostalgia, impía

que vuela con la estrella que se incrusta en la mente
buscando el horizonte, repitiendo los ritos, cruzando el río, la piedra filosofal,
o simplemente, aquel caballo blanco
Mercedes Sosa, Piazzola, los Chalchaleros,
vos, y el estero.

Con las alas que rumbean junto al agua

como cruzando el río de las ansias
sin decirteno te vayas
porque no estás
ni me sirven ya tantas palabras tantas,
ni siquiera las tuyas, para tocar la tierra de mi patria,
aquel pajonal de tierra y cielo
que me educócomo el quebracho
a morirme de pie,y aun cuando ya herida
a galopar en los siglos y en las aguas.

Siempre buscando

buscando en la tormenta de la sangre
o en mi osamenta prendida de escarlata
el trino enternecedor de la calandria adornada con el collar de huevos de la urraca, subida en el árbol paraíso, yo florecida y perfumado
el terraplén,
los ojos bajos
el tren de ida en la mañana,
de madrugadala luz mala,
en las crecidas las mojarras, y en la tarde el sol que iluminaba
otra nueva jornada, el trigo, mares de lino, las vacas, el molino, el girasol, las chatas, tu aguada,
morcilla y pan con mi esperanza
mateando para que juntos
por fin, digamos BASTA.

De una vez y para siempre

BASTA, BASTA

Como afectuosa sombra, sola, bailo
con pasos de ranchera
al pie del muro
adonde quemaremos todas, todos,
las trazas de ese pasado

irreverente y trágico, al ritmo de tu zamba.

Marta Zabaleta
©
Londres, 26 de abril 2007
martitacriolla@yahoo.com.arhttp://boards3.melodysoft.com/app?ID=Shaharazad&msg=2256

En la Placita Serrano con Mirta Molins

Volver

Una plaza tomada
por los artesanos reclamando
sus puestos de venta.
La gente de la noche
amontonada.
Las guitarras sonando en el cordón de la vereda.
Las botellas de cervezas
vacías abandonadas para ser recogidas,
por los cartoneros en la madrugada.
Los taxis a la espera,
de algún pasajero,
la imagen se desvanece
en mi mirada.
Nada se parece a aquellos días
de acrósticos y poesía.
Un policía llevándose a la rastra a un muchachote drogado.
Volvercon un cuerpo mutilado,
una placita tomada por los artesanos,
reclamando el puesto perdido.
La impermanencia marcando la diferencia,
el ayer, el hoy.
Una mañana incierta,
insospechada.
Volver a una Placita Serrano,
no encontrarla,
Buscarla, buscarme,
no hallarla, no encontrarme.

Mirta Molins
lamaquinaliteraria@gmail.com

Fe de erratas

Hemos publicado nuevamente los poemas de María Eugenia Caseiro, ya que en la actualización del mes de abril, por un error en la edición, salieron con fallas omitiéndose algunos epígrafes y versos y sin el encabezamiento que corresponde a cada autor. Igualmente en la que aparece este mes, en algunos de sus poemas, por un problema de configuración del blog, vuelven a darse errores en los espacios que originalmente les dio su autora al escribir los mismos. Pedimos disculpas a la autora por las molestias causadas y asimismo invitamos a aquellos lectores que quieran leer dichos poemas en su formato original a solicitarlos a nuestra casilla de correo electrónico: lamaquinaliteraria@gmail.com y con mucho gusto se los enviaremos en archivo adjunto.
Cordialmente,

Aníbal Jorge Sciorra
lamaquinaliteraria@gmail.com
anisci2003@yahoo.com.ar

Poemas de María Eugenia Caseiro

escapate.

ciento un versos
cuelgan de las perchas/

en vano usar palabras
innovia/ diximia/ yocántaro/

no tengo qué ponerme
sobre este almohadón de huesos/


Piltrafa.

El glande seco de la muerte
ensarta
el hambre
de una sola cornada.


Minúsculo.

Muero en la sal de sus pestañas
mientras llueve en el cartel
que ya no llevo.

Disparo.

Cuando pongo el dedo en el gatillo
el agua se detiene
olvido responder tantas preguntas
el gallo se desprende del reloj
se saltan todos los muelles del piano
y la voz
se dispara de gargantas.

A la hora en que no duermo.

"Que nadie me mire a las tres de la mañana"
Jaime Sabines

A la hora descocida, cruda difícil
en que el ojo descubre otras regiones
no quiero me vislumbre
(traviesa providencia una mujer
de grito atornillado)
desenredar pergaminos.

Paramecio, crisálida,
polilla animal
(plata columpiándose
de su barbilla)
latiendo

Que nadie avizore
mi contar la brevedad
engendrar figuras
lanzarlas al jardín
como reyes de estopa.

A la hora en que no duermo
creo centauros, grifos
guillotinas, abridores...
y hay miedo
en el menguante cercenado
por la mancha de lumbre
detrás de mis pestañas.

Déjenme semántica inconversa

A Alejandro Drewes (Jens)

"Encima de tus heridas las ramas de los nervios se han dormido
y ahora son alas, páginas, oleaje, seres verdes."
Blanca Andreu (Cinco poemas para abdicar)

A pesar
de los páramos rodantes de las horas,
de la mariposa voraz
que afila el precipicio en que temblamos

A pesar
del sudario ceniciento de cartón
sobre el zapato muerto del oro decadente

A pesar
del insomnio y su fertilidad
donde despunta el tiempo y el reloj se apaga

A pesar
del crujir de la peste en la moneda de lo humano

Aún nos queda el verde
en su juego interminable.

María Eugenia Caseiro
buhowriter@hotmail.com