martes, 26 de agosto de 2008

Ana Silvia Mazía: ¿... o qué?

No vayas a ofenderte, Elcira. Pero, ¿nosotros éramos amigos, parientes, esposos o qué?





Maestro Quino
Salud y gracias






"... otro de los fuegos que aviva la conducta humana: el impulso de formar una familia".

"Alguien que lo abrace. Alguien que lo escuche. Alguien con quien jugar."

Marcelo Figueras, "La batalla del calentamiento", Ed. Alfaguara, 2006




¿... o qué?



¿Qué éramos?

A ver, a ver... Yo soy Ramón Echagüe, sí, sí, sí. Don Ramón Echagüe. Y ella... Elcira. Sí, sí, sí: Elcirita.

¡Elcirita!



Yo la veo desde la esquina, cuando var a comprar el pan, tan modosita, y se me hace agua la boca. ¿Qué hago, espero a que vuelva y le digo algo lindo, romántico? ¿O la dejo pasar y suspiro, nada más? Los muchachos no se ponen de acuerdo. Algunos guachos dicen que se hace la mosquita muerta. Otros, que es una frígida. Yo, lo único que sé es que la veo y se me hace... Ya lo dije, ¿no? Agua la boca.

Porque me imagino que es un caramelo, un pirulín. Si me pongo guaso, digo que el del pirulín soy yo.

"¡Mirá qué pirulín, nena!". Je, je, je. Si me oye el viejo... Bah, el viejo se aguanta la risa, frunce las cejas, y me rezonga. Es muy severo, el viejo, demasiad. Seguro que deja de hablarme durante varios días. La vieja, en cambio, se santiguaría y me daría un coscorrón.

Coscorrón. Coscorrón...

Ya estoy grande para que me den un coscorrón... Pero: si no me oye nadie. Esto lo pienso, no lo digo. ¡Mirá si lo voy a decir! Sólo a los muchachos, porque competimos a ver quién es más lanzado, más orrrdinario, como dice la Zule! Y lo que ganamos es lo que más nos importa: la admiración y el respeto de los otros.


Cuando me di cuenta de que no me gustaba que Elcira estuviera en boca de los otros, ya era tarde: ya estaba enganchado hasta acá. Ella es mía, y de nadie más. Y si le llego a decirle lo del pirulín, estoy frito.



Yo quiero conquistarla. Quiero... quiero... Ese tarado de Pancho no me la va a ganar. No, señor. No sabe quién es el Moncho Echagüe. Conmigo no va a poder, ¿qué se cree?

Me dijo mi prima que le gustan los alhelíes. Le voy a llevar... ¿qué le llevo? Por ahí, me dicen maricón. ¿Y qué? Yo sé que soy bien macho, como mi viejo, y eso basta.

Así les enseñaré a mis hijos.




Lástima que fueron todas chancletas, Elci. Qué cagada... Bueno, está bien, qué lástima. Me habría gustado tener un machito para ir a alentar a... a... Defensores del Sud, vieja. Sí, sí, las quiero mucho, son un amor, pero un machito... Claro, cómo vas a entenderme, vos, si estás chocha con tus hijas. Te salieron mandonas como vos. ¿Mimarme, a mí? Más bien me torturan.

Menos mal que me dieron un par de nietos varones, que si no...


Qué lindo cuando vamos todos juntos de pic-nic, en la picá... Ahí, a La Salada... Con sánguches de milanesa, o matambre, que te sale tan rico.

El olor no importa: es un gusto, un gusto. Las nenas corren por toda la playa... Y se ligan gritos, porque levantan arena. Y qué. Más de una vez tengo que discutir con alguna gorda o con algún bigotudo mantecoso que se las da de machote. Ah, pero a mis nenas no las toca nadie. Nadie.



La verdad, yo me derretía cada vez que ella me abrazaba. Al principio, yo pensaba, asombrado, orgulloso: "¡Puedo hacerle lo que se me dé la gana!" ¡Qué boludo! Lo que yo necesitaba como el aire eran sus caricias, sus abrazos. Ya dije que el viejo era demasiado severo: no sabía abrazar, nadie le enseñó. Y yo, yo no aprendí mucho, tampoco. Qué pena, Elcirita...

Vos sí que sabés. ¿No es cierto, Elcirita? Qué sabia sos en eso de la ternura. Alguna vez, le escuché decir a tu viejo que había que hacerse fuerte para que no te cagaran. Y tu vieja, a su manera, decía algo así como que la severidad era fundamental. "¡El rigor!", decía el gallego, "el rigor hace fuertes a los hombres y castas a las mujeres."

Sin embargo, ahora siento que la ternura, más bien, nos fortalece. Porque cada vez que nos abrazamos yo me creo un titán, capaz de cualquier cosa. La supuesta fuerza nos hace rígidos... ¡Nos rompemos al menor golpe! El abrazo es como una energía que te llena de una luz dorada, ¿no?


Eh, Elci... Vieja, te dormiste otra vez. Pero, cheee... así no se puede conversar. Elci, mi amor, contestame, dale.

Vieja, mirá que van a venir los chicos, che. Elcira...

Elciraaa...


Ana Silvia Mazía
maziana6@yahoo.com.ar

1 comentario:

Gabriela dijo...

Queeeee belleza, me encantóoooooo.


Gabriela Abeal