Ramilletes de campánulas anaranjadas miran al cielo,
al recortado cielo crepuscular blanqueado por el pálido
sol de la hora. Mis ojos colmados de belleza y el ánimo
predispuesto a la ensoñación han hecho que las tensiones
de mi cuerpo dejaran paso a una agradable sensación de
relajamiento.
Tomo conciencia del momento y me acomodo a él. Me siento
libre y dispuesta a trepar por la escalera caracol de hierro
pintada de negro, que forma parte del conjunto. Es muy alta, tanto, que me parece que desde el último peldaño podré tocar ese cielo cada vez mas evanescente.
Me quito los zapatos y mis pies desnudos sienten la rugosidad del hierro.
Miro hacia arriba, siempre hacia arriba; el temor al vacío desaparece.
Cada recodo de la escalera semeja para mí, en esa instancia, una puerta, una de las tantas puertas que debemos derribar para seguir adelante en esta vida.
Entonces surge la pregunta: cuántas puertas tendré que atravesar aún para llegar hasta ese cielo blanco donde te encuentras?
Fanny Garbini Téllez
fannygarbini@yahoo.com.ar
1 comentario:
Fanny: este poema tuya me pareció distinto, más serio, mas puntual.Y siempre dejás por ahi desparramadaas unas semillas de ternura. Me gustó mucho.Un abrazo Mercedes Sáenz
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