domingo, 27 de julio de 2008

Frei Betto: Del mundo virtual al espiritual


Al viajar por el Oriente mantuve contactos con monjes del Tibet, de Mongolia, de Japón y de China. Eran hombres tranquilos, comedidos, envueltos en paz en sus túnicas color de azafrán.

Un día observaba yo el movimiento del aeropuerto de Sao Paulo: la sala de espera llena de ejecutivos con teléfonos celulares, preocupados, ansiosos, generalmente comiendo más de lo debido. Seguro que ya habían tomado café por la mañana en casa, pero como la compañía aérea ofrecía otro café, todos comían vorazmente. Eso me hizo reflexionar: '¿Cuál de los dos modelos produce felicidad?'

Encontré a Daniela, de diez años, en el ascensor a las nueve de la mañana y le pregunté: '¿No has ido a clase?' Ella respondió: 'No, tengo clase por la tarde'. Añadí: 'Qué bien, entonces por la mañana puedes jugar y dormir hasta más tarde'. 'No --replicó ella--, tengo mucho que hacer por la mañana'. '¿Qué cosas?', le pregunté. 'Clases de inglés, de ballet, de pintura, piscina', y siguió enumerando su programa de muchacha robotizada. Me quedé pensando: '¡Qué pena que Daniela no dijo: Tengo clase de meditación!'

Estamos construyendo superhombres y supermujeres, totalmente equipados pero emocionalmente infantilizados. Por eso las empresas consideran ahora que más importante que el QI es la IE, la Inteligencia Emocional. No sirve de mucho ser un superejecutivo si no se consigue relacionarse con las personas. Entonces ¡qué importante sería incluir clases de meditación en los currículos escolares!

Una progresista ciudad del interior de Sao Paulo tenía en 1960 seis librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías. No tengo nada contra el cuidado del cuerpo, pero me preocupo por la desproporción en relación con el cuidado del espíritu. Está bien que todos muramos esbeltos: '¿Cómo estaba el difunto?', 'Hecho una maravilla, no tenía ni una arruga'. Pero ¿cómo queda la cuestión de la subjetividad? ¿de la espiritualidad? ¿de la ociosidad amorosa?

Antes se hablaba de la realidad: análisis de la realidad, insertarse en la realidad, conocer la realidad. Hoy la palabra es virtualidad. Todo es virtual. Se puede tener sexo virtual por Internet: no se contagia el sida, no hay involucramiento emocional, todo se controla con el ratón.

Encerrado en su cuarto en Brasilia un hombre puede tener una amiga íntima en Tokio, sin mayor preocupación por conocer a su vecino de apartamento o de cuadra. Todo es virtual. Entramos en la virtualidad de todos los valores, no hay compromiso con lo real. Es muy grave ese proceso de abstracción de lenguaje, de sentimientos: somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos virtuales. En cuanto a esto, la realidad va por otro lado, pues somos también éticamente virtuales.

La cultura comienza donde termina la naturaleza. Cultura es el refinamiento del espíritu. La televisión en Brasil --con raras y honrosas excepciones-- es un problema: a cada semana que pasa tenemos la sensación de que somos un poco menos cultos. La palabra hoy es 'entretenimiento'; así, el domingo es el día nacional de la imbecilización colectiva. Imbécil el presentador, imbécil el que va y se sienta en el sofá, imbécil quien pierde la tarde ante la pantalla. Como la publicidad no consigue vender felicidad, tenemos la ilusión de que la felicidad es el resultado de la suma de placeres: 'Si toma este refresco, calza estos tenis, usa esta camisa, compra este auto, ¡usted llega a ella!' El problema es que, en general, no se llega. Quien consiente desarrolla de tal manera el deseo, que acaba necesitando de un analista. O de fármacos. Quien resiste, aumenta la neurosis.

Los sicoanalistas tratan de descubrir cómo hacer con el deseo de sus pacientes. ¿Dónde ponerlos? Yo, que no soy de esa área, puedo darme el derecho de presentar una sugerencia. Creo que sólo hay una salida: cambiar el deseo hacia dentro, gustarse a sí mismo, comenzar a ver lo bueno que es ser libre de todo ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista. Así se podría vivir mejor. Además, para una buena salud mental son indispensables tres requisitos: amistades, autoestima, ausencia de estrés.

Hay una lógica religiosa en el consumismo moderno. Si alguien va a Europa y visita una pequeña ciudad donde hay una catedral debe procurar saber la historia de esa ciudad -la catedral es la señal de que ella tiene historia... En la Edad Media las ciudades adquirían status construyendo una catedral; hoy en Brasil se construye un centro comercial. Es curioso: la mayoría de los centros comerciales tienen las líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas; a ellos no se puede ir de cualquier manera, hay que vestir ropa de misa dominical. Y allí dentro se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos, niños de la calle, suciedad.

Se entra en esos claustros al son del gregoriano posmoderno, esa musiquita de sala de espera de dentista. Se ven varios nichos, todas esas capillas con los venerables objetos de consumo, acolitados por bellas sacerdotisas. Quien puede comprar se siente en el reino de los cielos. Si tiene que dar un cheque prefechado, pagar a crédito o mediante un cheque especial, se va a sentir en el purgatorio. Pero si no puede comprar, ciertamente se va a sentir en el infierno. Por suerte, todos terminan en la eucaristía posmoderna, atraídos por la misma mesa, con el mismo jugo y la misma hamburguesa de McDonald's.

Suelo decirles a los empleados que me invitan a entrar en las tiendas: 'Sólo estoy dando un paseo socrático'. Y ante sus ojos espantados explico: 'A Sócrates, filósofo griego, también le gustaba despejar la cabeza recorriendo el centro comercial de Atenas. Cuando los vendedores como ustedes lo asediaban les respondía: 'Sólo estoy mirando cuántas cosas no necesito para ser feliz'.

(Traducción de J.L.Burguet)

Frei Betto es escritor, autor de 'El desafío ético', junto con Luis Fernando Veríssimo y otros, entre otros libros.

Fuente: Alai-Amlatina
(Enviado para compartir por Gabriela Abeal)

2 comentarios:

Senén dijo...

Excelente! Cada vez que leo cosas de F. Betto como que crezco más - y mira que mido 190cms. -
Dice lo que ya sabemos pero nosotros no sabemos decirlo con pocas palabras. Cortita y al pie.
A fin de cuentas es "cuanto tenés cuanto valés" la frase de la religion del consumismo.
Van a cambiar los tiempos, no se si lo podré ver, pero van a cambiar, esta porqueria no puede durar para siempre.
Excelente el pasaje ese que dice imbecil el que dirige, imbecil el que va al programa,... etc. Imbeciles nosotros que damos rating. Nada imbecil el productor que lucra con toda esa imbecilidad.
Un abrazo
Senén

Pèsol dijo...

En el mundo globalizado la realidad en Europa no es distinta de la que se describe en Brasil. Invito a comparar la situación actual no con oriente sino con nosotros mismos hace 50 años (los mismos que yo tengo). Efectivamente se ha diluido la estructrua social y no conocemos al que vive en el piso de al lado. Pero individualmente hemos progresado y tenemos una mayor autonomía y capacidad de actuación. El individualismo no es malo ni bueno. Simplemente reafirma a la persona.
Ahora, como en toda la historia, la tecnología evoluciona infinitamente más rápido que el pensamiento. La novedad, quizás, es que la evolución tecnológica actual progresa a velocidades cercanas a la luz y el abismo con la evolución social y del pensar se hace más evidente.
El consumismo y materialismo es en la actualidad bestial y ahoga a la persona desde su más tierna infancia. No obstante si reflexionamos sobre nuestras estrucuturas sociales no podemos negar que también han progresado respecto a las de hace 50 años.
Asignaturas pendientes muchas: las desigualdades norte/sur y la catástrofe ecológica. Desde mi pueblo creo que también tenemos pendiente la de la participación ciudadana para una mayor democracia de nuestras comunidades y una convivencia más tolerante.

Felicidades por el artículo.
Frei Betto: ¡un maestro!