PALABRAS EXPRESADAS EN EL ACTO DE REPUDIO
AL ATENTADO A LA AMIA
Nuevamente los argentinos de buena voluntad vivimos con dolor e indignación la terrible tragedia que enluta a nuestros hermanos judíos.
Nuevamente el mundo todo es testigo de la violencia terrorista que no sabe de fronteras, puesto que su enemigo es el hombre mismo, la sociedad en su conjunto.
Nuevamente vivimos con consternación y estupor la presencia de la destrucción y la muerte, pretendiendo legitimarse por encima de la vida, de la libertad, del derecho a la existencia.
Porque ¿ No es acaso la existencia de cada uno de nosotros la que se ve amenazada? ¿Es que tanto nos sorprende que se agreda a la comunidad judía de nuestro país cuando nuestra historia está jalonada por episodios similares?
Comprende a la naturaleza del terrorismo el asedio y el ataque arteros, buscando sembrar el horror, la inseguridad, el desamparo, la desintegración. Mas no es un acto irracional y azaroso producto de mentes afiebradas. Y en esto debemos ganar en claridad y lucidez: cualquier justificación no obra sino en el sentido de la complicidad. No existe fundamento político, ideológico, racial, religioso o científico que justifique tan deleznable acción. Si creíamos que el ataque a la Embajada de Israel afectaba únicamente a la comunidad judía, si caemos en la trampa de pensar o sentir que ahora el salvajismo es mayor porque hay víctimas no judías, estamos errando el camino; y los artífices intelectuales y materiales de este crimen habrán logrado su objetivo.
Son a las esquirlas de la discriminación, de la intolerancia a las diferencias, del odio a lo distinto, a las que debemos hacer frente. Es en el respeto a nuestros semejantes cualquiera sea su origen, su color o sus creencias en donde se fundamenta la supervivencia de la humanidad, de la cultura, de la vida.
El terrorismo odia a la democracia. Porque la democracia se basa en la pluralidad, se fortalece en la no segregación, se nutre en la diversidad, se sustenta en una ética que contempla y ampara las singularidades, promoviéndolas. Y es a la destrucción, a la puesta en crisis de estos valores a los que apunta la agresión terrorista.
Estamos nuevamente de luto. El daño producido es irreparable.
Hay un único modo en que podemos impedir que esta perversa trasgresión a la condición humana intente reiterarse, esto es: QUE SE HAGA JUSTICIA; que se sancione y castigue a los culpables; que la IMPUNIDAD no sea el corolario de este cruel y triste episodio y se transforme en la fuente de inducción de nuevos hechos que nos lleven a tener que seguir revolviendo escombros en busca de desaparecidos.
A los hermanos de la comunidad judía, a todas las víctimas de este ignominioso ultraje les extiendo, en nombre de la Comisión de Comunidades Extranjeras, un abrazo fraterno y solidario, alentando las esperanzas de que juntos y pese a todo, podamos construir un mundo mejor.
Dr. Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, 21/7/94
Presidente Comisión Comunidades Extranjeras
INTIMIDACION (*)
Amenaza. Atemorización. Acción tendiente a generar miedo.
Si desde épocas remotas el acto de intimidar se instaló en las relaciones humanas como un método de control y sometimiento, si la historia de nuestro país se vió impregnada por etapas donde el miedo se naturalizó despiadadamente, no caben dudas que desde el triste episodio del atentado a la AMIA nuevamente los argentinos nos sentimos agobiados por la posibilidad de que un acto de ese tipo pueda llegar a reiterarse.
Precisamente esa es la consecuencia que promueve el terror cualquiera sea su origen: desencadenar ondas expansivas que se proyecten en el tiempo buscando vulnerar el sentimiento de protección y seguridad indispensables para que una sociedad pueda sentirse cohesionada como si misma. Lo contrario: el desamparo, la dispersión y el pánico, generan en el imaginario social la convicción de que todo es posible, de que todos somos blancos móviles expuestos a la azarosa posibilidad de ser destruidos.
En un mundo donde pareciera imponerse el paradigma de que el fin justifica los medios - trátase de la economía, los beneficios o el éxito -, los individuos (el ciudadano común) se ven intersectados por dos modelos de identificación contradictorios: la identificación con la víctima o la identificación con el agresor. Contradicción falaz o equívoca en razón de que cuando se instala el terror como factor psicológico en la vida cotidiana la sociedad en su conjunto está victimizada, pues aún aquellos que usufructúan el miedo a través de las amenazas, también están atrapados en el patológico modo de funcionamiento que propone el terror.
A la intimidación privada (mujeres golpeadas, coerción afectiva y sexual en las parejas, maltrato infantil) y a la intimidación pública (en las relaciones laborales, en el campo de la salud y la educación) se suma y emerge - como síntoma indesmentible del estado de crisis que atravesamos-: la intimidación social.
Si bien no como hecho inédito, sí con características distintas en el momento actual, en la medida que se va legitimado cada vez más como respuesta a un proceso de transformación que induce a suponer que existen dos únicas alternativas posibles en nuestras vidas: o bien estar entre los que se "salvan", o bien pasar a formar parte de los "excluídos". Y es esta premisa, la que una vez concebida como irrefutable (donde la falta de posibilidades laborales, la ausencia de condiciones que favorezcan el desarrollo de las capacidades subjetivas, la depreciación de los valores éticos y morales, no hacen sino favorecerla) la que propicia conductas mágicas y mesiánicas - desocializadas- generando así una paulatina deshumanización, en tanto la historicidad y la pertenencia a la cultura son denegadas por un individualismo perverso que atenta contra una mayor conciencia de las posibilidades colectivas.
Dr. Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Septiembre l994.
(*) Publicado en TOPIA REVISTA. Año IV- Nº 12. Buenos Aires.
sigmundm@uolsinectis.com.ar
AL ATENTADO A LA AMIA
Nuevamente los argentinos de buena voluntad vivimos con dolor e indignación la terrible tragedia que enluta a nuestros hermanos judíos.
Nuevamente el mundo todo es testigo de la violencia terrorista que no sabe de fronteras, puesto que su enemigo es el hombre mismo, la sociedad en su conjunto.
Nuevamente vivimos con consternación y estupor la presencia de la destrucción y la muerte, pretendiendo legitimarse por encima de la vida, de la libertad, del derecho a la existencia.
Porque ¿ No es acaso la existencia de cada uno de nosotros la que se ve amenazada? ¿Es que tanto nos sorprende que se agreda a la comunidad judía de nuestro país cuando nuestra historia está jalonada por episodios similares?
Comprende a la naturaleza del terrorismo el asedio y el ataque arteros, buscando sembrar el horror, la inseguridad, el desamparo, la desintegración. Mas no es un acto irracional y azaroso producto de mentes afiebradas. Y en esto debemos ganar en claridad y lucidez: cualquier justificación no obra sino en el sentido de la complicidad. No existe fundamento político, ideológico, racial, religioso o científico que justifique tan deleznable acción. Si creíamos que el ataque a la Embajada de Israel afectaba únicamente a la comunidad judía, si caemos en la trampa de pensar o sentir que ahora el salvajismo es mayor porque hay víctimas no judías, estamos errando el camino; y los artífices intelectuales y materiales de este crimen habrán logrado su objetivo.
Son a las esquirlas de la discriminación, de la intolerancia a las diferencias, del odio a lo distinto, a las que debemos hacer frente. Es en el respeto a nuestros semejantes cualquiera sea su origen, su color o sus creencias en donde se fundamenta la supervivencia de la humanidad, de la cultura, de la vida.
El terrorismo odia a la democracia. Porque la democracia se basa en la pluralidad, se fortalece en la no segregación, se nutre en la diversidad, se sustenta en una ética que contempla y ampara las singularidades, promoviéndolas. Y es a la destrucción, a la puesta en crisis de estos valores a los que apunta la agresión terrorista.
Estamos nuevamente de luto. El daño producido es irreparable.
Hay un único modo en que podemos impedir que esta perversa trasgresión a la condición humana intente reiterarse, esto es: QUE SE HAGA JUSTICIA; que se sancione y castigue a los culpables; que la IMPUNIDAD no sea el corolario de este cruel y triste episodio y se transforme en la fuente de inducción de nuevos hechos que nos lleven a tener que seguir revolviendo escombros en busca de desaparecidos.
A los hermanos de la comunidad judía, a todas las víctimas de este ignominioso ultraje les extiendo, en nombre de la Comisión de Comunidades Extranjeras, un abrazo fraterno y solidario, alentando las esperanzas de que juntos y pese a todo, podamos construir un mundo mejor.
Dr. Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, 21/7/94
Presidente Comisión Comunidades Extranjeras
INTIMIDACION (*)
Amenaza. Atemorización. Acción tendiente a generar miedo.
Si desde épocas remotas el acto de intimidar se instaló en las relaciones humanas como un método de control y sometimiento, si la historia de nuestro país se vió impregnada por etapas donde el miedo se naturalizó despiadadamente, no caben dudas que desde el triste episodio del atentado a la AMIA nuevamente los argentinos nos sentimos agobiados por la posibilidad de que un acto de ese tipo pueda llegar a reiterarse.
Precisamente esa es la consecuencia que promueve el terror cualquiera sea su origen: desencadenar ondas expansivas que se proyecten en el tiempo buscando vulnerar el sentimiento de protección y seguridad indispensables para que una sociedad pueda sentirse cohesionada como si misma. Lo contrario: el desamparo, la dispersión y el pánico, generan en el imaginario social la convicción de que todo es posible, de que todos somos blancos móviles expuestos a la azarosa posibilidad de ser destruidos.
En un mundo donde pareciera imponerse el paradigma de que el fin justifica los medios - trátase de la economía, los beneficios o el éxito -, los individuos (el ciudadano común) se ven intersectados por dos modelos de identificación contradictorios: la identificación con la víctima o la identificación con el agresor. Contradicción falaz o equívoca en razón de que cuando se instala el terror como factor psicológico en la vida cotidiana la sociedad en su conjunto está victimizada, pues aún aquellos que usufructúan el miedo a través de las amenazas, también están atrapados en el patológico modo de funcionamiento que propone el terror.
A la intimidación privada (mujeres golpeadas, coerción afectiva y sexual en las parejas, maltrato infantil) y a la intimidación pública (en las relaciones laborales, en el campo de la salud y la educación) se suma y emerge - como síntoma indesmentible del estado de crisis que atravesamos-: la intimidación social.
Si bien no como hecho inédito, sí con características distintas en el momento actual, en la medida que se va legitimado cada vez más como respuesta a un proceso de transformación que induce a suponer que existen dos únicas alternativas posibles en nuestras vidas: o bien estar entre los que se "salvan", o bien pasar a formar parte de los "excluídos". Y es esta premisa, la que una vez concebida como irrefutable (donde la falta de posibilidades laborales, la ausencia de condiciones que favorezcan el desarrollo de las capacidades subjetivas, la depreciación de los valores éticos y morales, no hacen sino favorecerla) la que propicia conductas mágicas y mesiánicas - desocializadas- generando así una paulatina deshumanización, en tanto la historicidad y la pertenencia a la cultura son denegadas por un individualismo perverso que atenta contra una mayor conciencia de las posibilidades colectivas.
Dr. Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Septiembre l994.
(*) Publicado en TOPIA REVISTA. Año IV- Nº 12. Buenos Aires.
sigmundm@uolsinectis.com.ar
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