Hubo un tiempo
en que trabajé de ventanilla:
atendía a la gente
detrás de un mostrador.
Me quitaba mi vestidura
de hombre a la entrada
y la depositaba
doblada cuidadosamente
en un guardarropas.
El resto, el trabajo en sí,
era sencillo,
tenía que aplicar
los Reglamentos, Leyes, Normas,
Disposiciones, Estatutos, Reglas,
Mandamientos, sin desviaciones,
con firmeza,
total era una ventanilla,
transparente puerta vana,
precario desenlace
impermeable a lo distinto.
Cuando regresaba
por mi traje de hombre
sentía que cada vez
me quedaba más grande,
como una reliquia
o restos
motivo que precipitó
mi decisión de abandonar
tan ruinosos menesteres.
Santiago Bao
Del libro "Trabajos Forzados"
santinebao@gesell.com.ar
en que trabajé de ventanilla:
atendía a la gente
detrás de un mostrador.
Me quitaba mi vestidura
de hombre a la entrada
y la depositaba
doblada cuidadosamente
en un guardarropas.
El resto, el trabajo en sí,
era sencillo,
tenía que aplicar
los Reglamentos, Leyes, Normas,
Disposiciones, Estatutos, Reglas,
Mandamientos, sin desviaciones,
con firmeza,
total era una ventanilla,
transparente puerta vana,
precario desenlace
impermeable a lo distinto.
Cuando regresaba
por mi traje de hombre
sentía que cada vez
me quedaba más grande,
como una reliquia
o restos
motivo que precipitó
mi decisión de abandonar
tan ruinosos menesteres.
Santiago Bao
Del libro "Trabajos Forzados"
santinebao@gesell.com.ar
1 comentario:
Me gusta la urbanidad con la que escribe este hombre, con o sin saco._
Sensiblemente, Fanny
Publicar un comentario