NIÑA
Cuando siento tus mimos amorosos
y me alienta el calor de tu sonrisa,
vuelo en cálidos brazos de la brisa
a estrellas de jardines deliciosos.
No retires tus ojos luminosos
que muero si les pones cortapisa;
incrústalos en mí, no seas remisa,
que desfallezco en claustros tenebrosos.
Tu generoso aliento me enardece.
Tu atención cuidadosa me captura.
Tu firme certidumbre me guarnece.
Eres la solidez que me satura,
el optimismo diario que establece
mí alegría constante en tu dulzura.
SUEÑO
Yo sueño que el frío mundo
de prisiones me atenaza;
y sueño que me amenaza
la garra del mal profundo.
Siento su hálito rotundo.
Vivo el miedo y el terror
y grito continuo temor
de su desgarro inmundo.
El corazón se desplaza
la mente se deslavaza,
y se retuerce el temblor.
Yo sueño que la maldad
y el odio ya no existen;
sueño que el vivir consiste
en el amor y la bondad.
Que reina la felicidad,
que el hombre es corazón,
y siempre impone la razón,
practica la tolerancia,
y procura la abundancia.
Sueño un mundo de unión.
Sueño una vida sin hambre,
sin tortura y sin muerte
y el niño sin mala suerte.
Sueño un mundo sin sangre,
en que existe el desarme,
desconoce la violencia,
e ignora la indiferencia.
No emprende la agresión
ni entiende la opresión.
Sólo sabe de indulgencia.
“SE EQUIVOCÓ LA PALOMA”
El eminente poeta y filólogo, Dámaso Alonso, situándose en el idealismo, al hacer referencia a la forma estilística y a la jactancia filológica, en su obra “Poesía Española”, clama: “¡No os sirven para nada! Estamos exactamente en la orilla del misterio. El misterio se llama amor, y se llama poesía”.
La manifestación literaria es plurisignificativa, los signos lingüísticos, además de su significado intelectivo propiamente dado, el denotativo, aportan también otros diversos significados subjetivos, llamados connotativos, los afectivos y volitivos. De aquí, no se desprende que todo sintagma literario sea multisignificativo. En una forma poética, una palabra o una oración cualquiera puede mostrar sólo un significado literal, pero, en el poema, ese término u oración está inserto en el conjunto y viene a conformar y colaborar en el significado total; y esa significación global, sin duda, es necesariamente polivalente. Ahí, radica la multiplicidad de observaciones y explicaciones que se llegan a ofrecer sobre una misma producción literaria y artística.
A ello, se deben las distintas interpretaciones que se han dado respecto al célebre poema de Rafael Alberti, el longevo poeta gaditano de memorable recuerdo:
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)
El término “paloma” tiene su significado conceptual de 'ave doméstica', pero como tal signo lingüístico se ha cargado de las connotaciones de pureza, de candidez, de paz, etc.; ello ha ocasionado que se den muchas y variadas explicaciones del poema. Se ha dicho que la paloma fatídicamente equivocada tal vez sea España, dormida tras la tragedia, o la Patria considerada desde el exilio. Otros ven en la paloma al poeta o a una mujer, símbolo de la Patria. Y hay quien, voluntariosamente, piensa que la paloma representa la ofuscación del autor que, en su desconcierto, creía que su casa estaba en el Corazón de su amada.
El que se dedica a escribir persigue crear piezas literarias; pero el concepto de creación se aplica también a la labor científica y técnica, aunque estos dos cometidos se diferencian esencialmente en su origen y finalidad. El acto de creación artística y, en particular, la literaria procede de un impulso interior que intenta conseguir la belleza y en principio, con unos fines desinteresados.
Al entablar el proceso para generar una pieza literaria se manifiestan dos elementos fundamentales: la inspiración y el esfuerzo, que, con frecuencia, aparecen como irreductibles. Se sabe que existe el autor que escribe su obra en un instante de visión y lucidez, como si fuese inducido por unas misteriosas energías que lo atrapan y lo impelen; por contraposición, a esta se halla la situación de aquel otro escritor que ha de realizar su labor sólo con su propio esfuerzo y trabajo, en que revisa, retoca y corrige el texto. Hay que pensar que la inspiración y el trabajo son complementarios y los dos factores son necesarios; no prima uno sobre otros. La inspiración poco sirve, si se desconocen las reglas, las técnicas de la expresión artística, y, por el contrario, un perfecto conocimiento del método y ciencia literaria no basta para generar una verdadera labor encumbrada en el arte si no mana de las fuentes de la inspiración.
Camilo Valverde-Mudarra y Carrillo Catedrático de Lengua y Literatura Españolas, Lic.en Ciencias Bíblicas y poeta.
camilovalverde@terra.es
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