domingo, 16 de noviembre de 2008

Julio Carabelli: Conocer a Claudio Piermarini (En Homenaje a J.L. Mangieri)

Claudio Piermarini

En homenaje a J. L. Mangieri



La necesidad de lo contingente

Un jueves
encontré a Dios en un cineclub.
Era morocha.
De Aries.



Alienación

Se puede morir de disyunción.
Se puede llorar al pie de las iglesias,
hasta agotar el agua de las fuentes
y convertir el Edén en un desierto calcinado.
Uno puede darse al sacrificio
en un altar para dioses que no existen,
o entregar el alma a feroz idolatría
y adorar todos los fetiches del Capitalismo
hasta volverse de plástico,
ser un simulacro de la vida,
un muñeco de cera organizado,
andar y desandar los vastos hipermercados,
confundiendo felicidad con mercancía.
Se puede consumir
todo tipo de drogas ilegales
y, con la cara de Guevara
tatuada en el antebrazo,
jugar a la ruleta rusa con narcopolicías.
Se puede morir de pie
defendiendo una mentira,
por no turbar el sueño
de los sepultos antepasados,
yacer con prostitutas un alba de cenizas,
por el bien del Patriarcado
y con un guiño del Papa,
o escribir un libro de poesías
como un gran cementerio
de amores enterrados.
Se puede traicionar al propio corazón
una y mil veces,
sólo para volverlo a traicionar.

Pero lo que no se puede,
bajo ningún concepto,
es tratar de vivir en la verdad,
soñar tu propio sueño,
decir: yo quiero, yo deseo
y no tener, al instante,
que negarlo.


Andrea

Ya sé, amor,
que en un momento cualquiera
moriremos,
porque el misterio,
que hoy nos da el latido,
es apenas un hilo delgado.
Y sé,
que por más
que hondamente lo indaguemos,
nunca sabremos
a dónde dan las puertas de la muerte.

Pero, ¿acaso no es bello estar aquí,
acariciando entre tus piernas
tu boca secreta,
mientras alzo tu pollera
y tus párpados se caen ?


Tribunales populares

¿El día del juicio,
podrá Dios redimirse
con haber sacrificado un Hijo?


"Un cuento contado por un idiota"

Todas las monedas de nuestro amor
cayeron cruz.
Si vos amanecías,
sobre mí llovia
el cántaro de la noche.
Causa y efecto fueron un velo,
que escondía un designio monstruoso,
un dios sin ojos y sin luz
que, con mala fortuna,
gobierna el mundo.

Todos los pétalos de la rosa
desparramados en el viento,
todo lo que busques
para perderlo.
Siempre Julieta se equivoca
y en su tragedia de enredos,
sin comprender la trama,
se suicida a destiempo.


Pecado original

Un dios al que nacemos debiendo
no es un buen dios.
Es un Banco Universal de la Desgracia.


Caminos de mierda

Con fusil y con flor,
partimos buscando
en mañanas desnudas
como hornos,
detener las ruedas aceitadas
del karma implacable;
dormir las perras de la Historia
una larga siesta en Acuario,
sin calvario y sin coroneles.
Sin fusil y sin flor,
de uno en uno
caimos sangrando
en la panza del Diablo,
envenenando la simiente
y pudriendo la siega,
como niños desconcertados,
que despiertan, para siempre,
a un alba de bayonetas
o túneles y pesadillas.
El ángel del Mal
echó suertes en su oficina.
Para algunos, entonces,
fueron tumbas
las arenas voraces del Orden,
el gusano sistemático, perfecto
del martirio,
y a los otros, cadenas perpetuas
en cuchitriles del espíritu,
totem-televisores,
cenizas de la libido,
largas, muchas, rutinarias
rayas de cocaína,
piedras frìas desmenuzando
esos jóvenes corazones viejos.

Como estrellas finales,
todos ardimos invocando
manos, huesos, cabelleras,
no significantes nombres
de profetas muertos
amados en vano.
Llorando, inútilmente, debajo
de un sordo,
mudo
y ciego
póster en llamas.



Rosas en el viento

Cosita,
que me dejaste
atormentado en el Eclipse
y un hueco en el alma,
como la bomba en Hiroshima,
rosa perdida en el laberinto,
no voy a cantarte,
borracho de tango en el abismo,
las metáforas negras
del rencor y del olvido.
Ni quiero hablarte aquí
del viento de la pena en torbellino,
que me muerde
por las calles de tu barrio.
Fresca, como una mañana entre los álamos,
voy a cantarte una canción sencilla,
que sólo diga cosas así:
me hiciste feliz,
lloramos y reímos
al amparo de los bares
y, temblando en tu balcón
la luna roja,
me diste en la penumbra
lo mejor que tenías.
¿Qué más puedo pedir?

Que tengas buenos vientos
en los mares de la vida
y en la curva impredecible de las olas,
de nuevo te traigan hasta mí,
giradas las ruedas de la Rosa.



A Hegel

También anda Dios,
enamorado en tu red,
Divina Maya.
Nadando con nosotros
en el río de los vivos.


Claudio Piermarini Nació el 16 de enero de 1956 en Buenos Aires y vive hace muchos años en Tucumán. Es artesano. Estudió filosofía en la U.N.T. y fue invitado a leer en el Centro Cultural Virla (dependiente de Secretaría de Extensión Universitaria), en el ciclo Poetas por Poetas y en librerìa Altamar. Tiene un libro publicado y, como dijo el filósofo chino Ju-Lio-Cara-Bel-Li, después de ver el CV de Borges (apenas una carilla): A Curriculum corto talento largo.

CLAUDIO PIERMARINI
accediendoalabsolutodeunpistoletazo@live.com


Julio Carabelli
poetasdelnoa@gmail.com
juliocarabelli@gmail.com


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1 comentario:

silvia dijo...

Una poética profunda y humana.Lo poemas que he leido conmueven , preguntan y se preguntan. Mis felicitaciones


Silvia Loustau