Desagiolados
Llovía casi gris
casi sin agua
sobre los bultos y los hombres
Una lluvia de nada
mientras se iban
detrás de la frontera.
Los chicos lloraban casi seco,
casi argentinos, pero no tanto.
Cuando se iban sin un chau
casi como si fueran
antes de correrse
al interior del borde.
Alimento necesario
La torta de queso centroeuropea que vendían en un almacén en la calle Uriburu. Dos finísimas capas de masa y un relleno suave, alto,orgulloso, erguido. Leche que se volvía sólida. Era como morder la vida, reternerla en la boca. Cuando acababa el trabajo tumultuoso del parto, Norberto iba a buscarla. Antojo apenas perfumado. En la ceremonia de ofrecerme como alimento, ella me construía. Necesitaba su consistente resguardo. Ni recargado ni empalagoso, ni la mezcla de muchos sabores, ni sobreactuado, ni lujo.Soberbia simplicidad. Si se tratara de literatura, una sintesis que resalta lo verdadero. En mi boca, con la pequeña boca prendida a mi. Bien metidas las dos y él que la proveía, en la boca de la vida. Con el dolor y la alegría de un pueblo exliado atravesando tierras con sus recetas, hasta llegarme. La estaba esperando,la elegí. La torta de ricotta italiana de mi familia era la que quizas me estuviera destinada, más dulce, más conversadora, con la luz opulenta, sin ambiguedades, del paisaje de Sicilia. La otra, de dulzura parca, parecía contener la palabra y el silencio. Un batido de materia vital que abrillantaba la lengua y, por lo que guardaba sin decir, al lenguaje.
Espero
En una ronda de cuentos
tu palabra de lobo
mordiéndome las comas
partenaire del bosque alucinado
red de los nombres
me acuesto en tu pasto de lenguaje
Espero.
Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
Llovía casi gris
casi sin agua
sobre los bultos y los hombres
Una lluvia de nada
mientras se iban
detrás de la frontera.
Los chicos lloraban casi seco,
casi argentinos, pero no tanto.
Cuando se iban sin un chau
casi como si fueran
antes de correrse
al interior del borde.
Alimento necesario
La torta de queso centroeuropea que vendían en un almacén en la calle Uriburu. Dos finísimas capas de masa y un relleno suave, alto,orgulloso, erguido. Leche que se volvía sólida. Era como morder la vida, reternerla en la boca. Cuando acababa el trabajo tumultuoso del parto, Norberto iba a buscarla. Antojo apenas perfumado. En la ceremonia de ofrecerme como alimento, ella me construía. Necesitaba su consistente resguardo. Ni recargado ni empalagoso, ni la mezcla de muchos sabores, ni sobreactuado, ni lujo.Soberbia simplicidad. Si se tratara de literatura, una sintesis que resalta lo verdadero. En mi boca, con la pequeña boca prendida a mi. Bien metidas las dos y él que la proveía, en la boca de la vida. Con el dolor y la alegría de un pueblo exliado atravesando tierras con sus recetas, hasta llegarme. La estaba esperando,la elegí. La torta de ricotta italiana de mi familia era la que quizas me estuviera destinada, más dulce, más conversadora, con la luz opulenta, sin ambiguedades, del paisaje de Sicilia. La otra, de dulzura parca, parecía contener la palabra y el silencio. Un batido de materia vital que abrillantaba la lengua y, por lo que guardaba sin decir, al lenguaje.
Espero
En una ronda de cuentos
tu palabra de lobo
mordiéndome las comas
partenaire del bosque alucinado
red de los nombres
me acuesto en tu pasto de lenguaje
Espero.
Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
1 comentario:
Cristina tiene una forma de escribir profunda y bella. Puede hacerlo con varios temas. Estos precisamente son muy buenos. Y hermosos los poemas. Hay sin duda talento. Un abrazo. Merci
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