“Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero”
Yo, Sandra Siemens, desde tu corazón digo a todos que
ya he pasado y que sigo aquí.
¿Yo Sandra Siemens?
Tu nombre suena como un guijarro que rebota y rebota
desde siempre, ajeno y extraviado.
¿Te hablo también a mí?
¿A mí, sin contornos, sin limites?
¿Te digo a mí
ahora que con los pies en el barro
miro las ramas góticas de la catedral de los señores,
y me ciño un kimono
con mangas de seda negra y flores rojas, como estocadas,
como derrames?
Te vuelvo a preguntarme ¿Yo Sandra Siemens?
¿Yo, la que navegó en felucca
temprano, cuando todavía está fresco,
y salud león a la reina que pasea y apuro el viento sobre el Nilo
porque en el Gran Canal de Venecia
se aprestan las máscaras para el desfile?
¿Yo, la difusa,
la obesa y la delgada,
la blanca y la morena,
la eterna engañadora?
¿Yo?
¿La misma que tembló ante el ejercito de Augusto
y vomitó engrillada en la bodega de un barco negrero?
¿La misma que amó a Jesús
y delató ante la Santa Inquisición?
¿La misma que quemaron en la hoguera?
¿La que murió en la cámara de gas?
¿La misma que hizo el amor a Moctezuma
y escupió enfervorizada la cabeza de Antonieta,
y conspiro entre las rejas coloniales
y siguió al general hasta el ultimo rincón?
¿La misma que entro y salió
De todas las tiendas de todos los soldados de todos los ejércitos?
¿La que se vendió o se entrego
en las noches frías
las mas frías de la historia?
En las noches sin luna, sin reparo, sin contornos,
En las noches morenas y obesas
en las noches difusas
en la única noche de la Historia?
¿A esa mujer te refiero a mí?
¿Qué mas puedo decirte?
¿Tus gestos, tus deseos, tus ojos, tu pelo, tus angustias?
No vale la pena
Desde tu corazón te digo a mí
que no sé cuantos siglos tardaras todavía en darte un nombre.
No vale la pena definirme a vos.
De verdad no vale la pena.
Sandra Siemens
(Enviado por Rubén Vedovaldi)
Yo, Sandra Siemens, desde tu corazón digo a todos que
ya he pasado y que sigo aquí.
¿Yo Sandra Siemens?
Tu nombre suena como un guijarro que rebota y rebota
desde siempre, ajeno y extraviado.
¿Te hablo también a mí?
¿A mí, sin contornos, sin limites?
¿Te digo a mí
ahora que con los pies en el barro
miro las ramas góticas de la catedral de los señores,
y me ciño un kimono
con mangas de seda negra y flores rojas, como estocadas,
como derrames?
Te vuelvo a preguntarme ¿Yo Sandra Siemens?
¿Yo, la que navegó en felucca
temprano, cuando todavía está fresco,
y salud león a la reina que pasea y apuro el viento sobre el Nilo
porque en el Gran Canal de Venecia
se aprestan las máscaras para el desfile?
¿Yo, la difusa,
la obesa y la delgada,
la blanca y la morena,
la eterna engañadora?
¿Yo?
¿La misma que tembló ante el ejercito de Augusto
y vomitó engrillada en la bodega de un barco negrero?
¿La misma que amó a Jesús
y delató ante la Santa Inquisición?
¿La misma que quemaron en la hoguera?
¿La que murió en la cámara de gas?
¿La misma que hizo el amor a Moctezuma
y escupió enfervorizada la cabeza de Antonieta,
y conspiro entre las rejas coloniales
y siguió al general hasta el ultimo rincón?
¿La misma que entro y salió
De todas las tiendas de todos los soldados de todos los ejércitos?
¿La que se vendió o se entrego
en las noches frías
las mas frías de la historia?
En las noches sin luna, sin reparo, sin contornos,
En las noches morenas y obesas
en las noches difusas
en la única noche de la Historia?
¿A esa mujer te refiero a mí?
¿Qué mas puedo decirte?
¿Tus gestos, tus deseos, tus ojos, tu pelo, tus angustias?
No vale la pena
Desde tu corazón te digo a mí
que no sé cuantos siglos tardaras todavía en darte un nombre.
No vale la pena definirme a vos.
De verdad no vale la pena.
Sandra Siemens
(Enviado por Rubén Vedovaldi)
1 comentario:
Muy bueno, pero muy...Felicitaciones...
Gabriela Abeal
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