Me pregunto cuánto durará tu amor, qué parte de mí es la amada. Si es a mí a quien deseas o es a esta mujer que está a tu lado, que parece lo mismo pero no es igual.
Alejada ya de un hombre, me ocurre seguir preguntándome por su salud, por sus achaques, por sus afectos y su transitar por las aceras. Alejada ya definitiva, irrevocablemente, me ha ocurrido recordarlo con ternura, sonreírme en el colectivo, desearle en silencio y desde lejos un feliz cumpleaños, si necesitamos un ejemplo.
No soy afecta a recontar defectos, a caer en críticas de acero y piel desgarrada.
Me ocurre rememorar sin ira y con aprecio, me ocurre sentirme unida por un pasado común a ese ser que ya es un extraño, y que ya hizo que los días y las noches me fueran borrando de sus sábanas y del olor en los cabellos.
Y me ha ocurrido golpe tras golpe escuchar que la otra mujer, la mujer de antes de mi pareja ya no existe, no significa nada, es un fantasma, un cadáver amortajado en el extranjero. Es la madre de mis hijos dirá, es aquella con la que cometí el error de casarme, lo que sea, pero nada, nada de nada, ni un aleteo sutil de sentimiento, ni una rosa en el libro, ni una cajita de fósforos escondida en un cajón. Ni una sonrisa, por dios, para quien debe de haber reído, charlado, hecho el amor en un lejano tiempo de felicidad.
Yo no nací hoy ni me han parido ayer y sin historia. Los hombres que fueron parte de mi vida fueron queridos, y no reniego tan pronto ni tan levemente de los afectos. Quizás porque tomo tan en peso y profundidad la palabra amor es que me sea tan difícil pronunciarla. Pero yo los he amado a todos, y a todos los sigo queriendo.
No me mueve el que este hombre sea mío, que sea hoy mi pareja, novio, esposo, lo que sea pero mío. Lo quiero porque lo quiero, porque lo encuentro bueno, noble, propicio para la querencia. Puedo quererlo sin posesión e inclusive desde el abismo de las décadas o los kilómetros. Que no haya ni pueda haber un futuro compartido no quita la ternura ni la calidez de una caricia lejana.
Cuando me dicen que me aman, y cuando me lo dicen ahora mientras cocino, o escribo, o recorto una cartulina azul. Cuando me dicen que me aman, me pregunto cuánto durará este amor, cuán larga es su sombra, hasta adónde abarca. Me pregunto, mi amor, si tu cariño tiene una correa como esos perrillos volubles, que tan pronto saltan al amigo que llega, como le dan la espalda y son todo fiestas para el nuevo visitante.
Sin necesidad de que la estatua de alabastro sea de mi propiedad puedo disfrutar su belleza, sin que la magnolia presida mi jardín puedo admirar sus flores de gigante, sin que estés a mi lado puedo valorarte. Y no te negaré cuando la noche caiga, ni cuando el gallo cante hasta la tercera vez.
Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com
Alejada ya de un hombre, me ocurre seguir preguntándome por su salud, por sus achaques, por sus afectos y su transitar por las aceras. Alejada ya definitiva, irrevocablemente, me ha ocurrido recordarlo con ternura, sonreírme en el colectivo, desearle en silencio y desde lejos un feliz cumpleaños, si necesitamos un ejemplo.
No soy afecta a recontar defectos, a caer en críticas de acero y piel desgarrada.
Me ocurre rememorar sin ira y con aprecio, me ocurre sentirme unida por un pasado común a ese ser que ya es un extraño, y que ya hizo que los días y las noches me fueran borrando de sus sábanas y del olor en los cabellos.
Y me ha ocurrido golpe tras golpe escuchar que la otra mujer, la mujer de antes de mi pareja ya no existe, no significa nada, es un fantasma, un cadáver amortajado en el extranjero. Es la madre de mis hijos dirá, es aquella con la que cometí el error de casarme, lo que sea, pero nada, nada de nada, ni un aleteo sutil de sentimiento, ni una rosa en el libro, ni una cajita de fósforos escondida en un cajón. Ni una sonrisa, por dios, para quien debe de haber reído, charlado, hecho el amor en un lejano tiempo de felicidad.
Yo no nací hoy ni me han parido ayer y sin historia. Los hombres que fueron parte de mi vida fueron queridos, y no reniego tan pronto ni tan levemente de los afectos. Quizás porque tomo tan en peso y profundidad la palabra amor es que me sea tan difícil pronunciarla. Pero yo los he amado a todos, y a todos los sigo queriendo.
No me mueve el que este hombre sea mío, que sea hoy mi pareja, novio, esposo, lo que sea pero mío. Lo quiero porque lo quiero, porque lo encuentro bueno, noble, propicio para la querencia. Puedo quererlo sin posesión e inclusive desde el abismo de las décadas o los kilómetros. Que no haya ni pueda haber un futuro compartido no quita la ternura ni la calidez de una caricia lejana.
Cuando me dicen que me aman, y cuando me lo dicen ahora mientras cocino, o escribo, o recorto una cartulina azul. Cuando me dicen que me aman, me pregunto cuánto durará este amor, cuán larga es su sombra, hasta adónde abarca. Me pregunto, mi amor, si tu cariño tiene una correa como esos perrillos volubles, que tan pronto saltan al amigo que llega, como le dan la espalda y son todo fiestas para el nuevo visitante.
Sin necesidad de que la estatua de alabastro sea de mi propiedad puedo disfrutar su belleza, sin que la magnolia presida mi jardín puedo admirar sus flores de gigante, sin que estés a mi lado puedo valorarte. Y no te negaré cuando la noche caiga, ni cuando el gallo cante hasta la tercera vez.
Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com
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