Es lo que dijo Eliseo Subiela, director de la película «Hombre mirando al Sudeste», al referirse a la difusión de la misma -por primera vez en un canal abierto- en la televisión argentina.
A partir de un tema simple -harto repetido en la cinematografía- cual es la aparición de un personaje que dice ser un extraterrestre con la misión de investigar a los seres humanos, Subiela despliega la posibilidad de que el espectador se proyecte e identifique espontáneamente, sin acotaciones forzadas y genere, desde sus propias vivencias, todas las lecturas imaginables.
La historia.
En lo manifiesto, Rantés es un loco, un delirante que -como tal- debe ser tratado y curado. Nada se sabe de su pasado. Es un N.N. No tiene historia. El psiquiatra que lo atiende encuentra en ese «caso» una oportunidad de recuperar su propia identidad. Pues él sí -el psiquiatra tiene una historia: de fracasos, de tristeza, de soledad. Poco a poco Rantés le va planteando la cruel, despiadada, miserable, violenta realidad de la vida humana. Cuestionando la irracionalidad, la injusticia, la insensibilidad, la hipocresía, la deshumanización. Pero Rantés es un «loco» y hay que «sacarlo» de la locura. Pero le sacan la vida. Se muere. Sólo queda como único testimonio material de su existencia una foto recortada a la que le falta un pedazo. La historia sigue, aún cuando en la pantalla aparece la palabra FIN.
Psicosis.
La psicosis (o locura) es un estado mental que se caracteriza fundamentalmente por una pérdida del sentido de realidad por cuanto existe una percepción alterada de la misma. Los síntomas predominantes son los
trastornos en el curso del pensamiento, en la asociación de ideas, desorientación en el tiempo y el espacio; con fenómenos de despersonalización, conductas extravagantes, empobrecimiento afectivo y severas dificultades en la comunicación. Dos elementos suelen estar siempre presentes: las alucinaciones y los delirios.
Existen distintos tipos de psicosis y son variados los modos en que se puede manifestar. Asimismo, son múltiples las causas y motivos predisponentes y desencadenantes. Quien padece una psicosis vive una
verdadera pesadilla estando despierto. Su mente se halla fragmentada, disgregada, «estallada». Los límites se pierden y la identidad se despedaza. Es un «horror sin nombre», un infierno en vida. Los fantasmas se hacen reales y la realidad se torna fantástica. La esencia del ser se licua en un agujero que lo devora.
Rantés.
Nos plantea el enigma de siempre: en este mundo, en esta sociedad, ¿quienes son los locos?. La locura, la psicosis, existe. No es un invento. Pero -entiendo- están las víctimas y están los victimarios. Están los
«sanos» que enloquecen a sus semejantes y están los «locos» que padecen la «sanitud» de los «cuerdos».
Rantés no ha muerto. Su locura es una locura bella, tierna, esperanzada. No es dañina. Quienes pudimos conocerlo no lo olvidaremos jamás. Y ojalá nos animemos, en su memoria, a bailar con alegría la Novena Sinfonía de Beethoven, aunque más no sea por dentro, disimuladamente, para no exponernos al riesgo de que nos encierren.
Miguel Angel de Boer
(*) Escrito en 1986. Incluido en "Desarraigo y depresión en Comodoro Rivadavia (y otros textos) 1993.
A partir de un tema simple -harto repetido en la cinematografía- cual es la aparición de un personaje que dice ser un extraterrestre con la misión de investigar a los seres humanos, Subiela despliega la posibilidad de que el espectador se proyecte e identifique espontáneamente, sin acotaciones forzadas y genere, desde sus propias vivencias, todas las lecturas imaginables.
La historia.
En lo manifiesto, Rantés es un loco, un delirante que -como tal- debe ser tratado y curado. Nada se sabe de su pasado. Es un N.N. No tiene historia. El psiquiatra que lo atiende encuentra en ese «caso» una oportunidad de recuperar su propia identidad. Pues él sí -el psiquiatra tiene una historia: de fracasos, de tristeza, de soledad. Poco a poco Rantés le va planteando la cruel, despiadada, miserable, violenta realidad de la vida humana. Cuestionando la irracionalidad, la injusticia, la insensibilidad, la hipocresía, la deshumanización. Pero Rantés es un «loco» y hay que «sacarlo» de la locura. Pero le sacan la vida. Se muere. Sólo queda como único testimonio material de su existencia una foto recortada a la que le falta un pedazo. La historia sigue, aún cuando en la pantalla aparece la palabra FIN.
Psicosis.
La psicosis (o locura) es un estado mental que se caracteriza fundamentalmente por una pérdida del sentido de realidad por cuanto existe una percepción alterada de la misma. Los síntomas predominantes son los
trastornos en el curso del pensamiento, en la asociación de ideas, desorientación en el tiempo y el espacio; con fenómenos de despersonalización, conductas extravagantes, empobrecimiento afectivo y severas dificultades en la comunicación. Dos elementos suelen estar siempre presentes: las alucinaciones y los delirios.
Existen distintos tipos de psicosis y son variados los modos en que se puede manifestar. Asimismo, son múltiples las causas y motivos predisponentes y desencadenantes. Quien padece una psicosis vive una
verdadera pesadilla estando despierto. Su mente se halla fragmentada, disgregada, «estallada». Los límites se pierden y la identidad se despedaza. Es un «horror sin nombre», un infierno en vida. Los fantasmas se hacen reales y la realidad se torna fantástica. La esencia del ser se licua en un agujero que lo devora.
Rantés.
Nos plantea el enigma de siempre: en este mundo, en esta sociedad, ¿quienes son los locos?. La locura, la psicosis, existe. No es un invento. Pero -entiendo- están las víctimas y están los victimarios. Están los
«sanos» que enloquecen a sus semejantes y están los «locos» que padecen la «sanitud» de los «cuerdos».
Rantés no ha muerto. Su locura es una locura bella, tierna, esperanzada. No es dañina. Quienes pudimos conocerlo no lo olvidaremos jamás. Y ojalá nos animemos, en su memoria, a bailar con alegría la Novena Sinfonía de Beethoven, aunque más no sea por dentro, disimuladamente, para no exponernos al riesgo de que nos encierren.
Miguel Angel de Boer
(*) Escrito en 1986. Incluido en "Desarraigo y depresión en Comodoro Rivadavia (y otros textos) 1993.
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