jueves, 17 de diciembre de 2009

Cristina Villanueva: Cuba



En un mundo desalmado una pequeña certeza.

Deseo de internarme a través de las callejuelas en el alma de Cuba.
Desenvolver los papeles de regalo con que se envuelven las ciudades,
los países, para ser mostrados en trazos simples a la comprensión de
turistas ávidos y apurados. Quiero entrar. Sé que ella al menos tiene alma
todavía.



Pequeñas crónicas.

Cuando volví de Cuba.

La Habana está tan linda, el mar penetra en los ojos como una caricia.
La música y las palabras lo invaden todo.
En este marco se hizo el Primer Encuentro Internacional de Cultura,Arte y Turismo Cultur Ar que unió a plásticos, músicos, cuentacuentos y mujeres viajeras.


Intenso, pleno de experiencias.

A mi me pasó que siempre en mis anteriores viajes a Cuba hubo un momento de un llanto aborbotonado, colorido de emociones, sin tristezas. Como si llorando se pudiera celebrar la alegría de estar vivo, la vitalidad. Un llanto que no se puede llorar a solas que busca el abrazo del otro, juntarse, expresar.

Esta vez, me dije, habitante de un mundo violento, no te va a pasar Cristina. Todo cambió, el mundo, Cuba y vos cambiaste nena. Ya no te pescará esa explosión de sentimientos.
Me equivoqué. Cuando conté en el hogar donde viven adultos mayores, cuando vi como reaccionaron a mis historias, esa emoción me ganó. Como me gusta explicarlo todo, quería ponerle palabras a eso casi intrasmisible. A lo mejor lo que me parecía maravilloso era que estaban vivos y abiertos a todo, al juego, a la picardía, a la reflexión. Tan distintos a los que tantas veces me escucharon en mi país en lugares que parecían una antesala para esperar la muerte... Tan diferentes a los que el año pasado visité en Barcelona. Algunos esbozaban la palabra amor como explicación. Pienso que es algo distinto que incluye el amor pero abarca más. Me pasó también en mi primera visita al neuropsiquiátrico de La Habana en el año 1983, donde tratan a los internados como personas. A las personas que más lo necesitan les dan más. Es tan sencillo.
En una sociedad donde lo único que importa es el dinero y el consumo, cuando la gente deja de estar por algún motivo en la cadena productiva se desmerece, se cae.

Cuando me fui, vi en el piso los pedazos de plástico. Por el momento mi alma no iba a necesitar la cobertura con la que uno se recubre (sin darse cuenta) para soportar tanto maltrato en las grandes, violentas ciudades.

Caminé pateando los restos de mi envoltura como una niña jugadora. Ah, me olvidaba: cuando uno se recubre para no sentir el dolor también se le desluce la alegría.

Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar

1 comentario:

letra de tango dijo...

Cristina, qué lindo que lo decís. Esa emoción que nos embargó en la contada para adultos mayores es, como marcás, algo más que amor, que posiblemente lo incluya, pero que es definitivamente otra cosa.
Cuba y la infinita, urgente, necesidad de volver

Haydée