(Foto: Gentileza Gabriela Abeal)
Crónica de un viaje a la Argentina (VIII)
MAR DEL PLATA 1ª PARTE
En principio no estaba previsto en la idea inicial del viaje incluir un recital o una presentación en Mar del Plata, pero la buena disposición de la poeta María Gabriela Abeal, la cual ha representado para mí un enorme apoyo anímico desde antes de mi llegada a Argentina, hizo posible que el día 11 de mayo presentara mi obra en el Salón Pueyrredón de aquella ciudad.
Aprovechando que se había suspendido el evento incluido en el programa para el día 10 que organizaba en Olivos Graciela Pucci, tomé un ómnibus de la empresa Tony Tours a las nueva y media de la mañana.
En Argentina, las distancias son enormes, por lo que este viaje, de seis horas de duración, es un trayecto corto. El paisaje es pura pampa, un llano interminable por el que se desparraman miles de vacas. Para mí, acostumbrado a los ómnibus de España, resultó un viaje de lo más placentero. Aquí los autocares de larga distancia, llamados diferenciales, son de dos pisos y los asientos están lo suficientemente separados y son tan cómodos y utilitarios que casi se pueden convertir en camas, por lo que uno disfruta realmente con el viaje. Una máquina de café y de algo a lo que aquí llaman jugo y que no es ni zumo natural ni artificial sino una especie de agua manchada de naranja, en régimen gratuito y de autoservicio, ayudan bastante a ello.
Fue entonces cuando me arrepentí de no haber aceptado la oferta de Xenia Mora para organizar una presentación en Mendoza. Habrían sido 22 horas de viaje desde Mar del Plata y otras 18 0 20 de regreso a Buenos Aires, pero en unos autobuses de tanta calidad uno estaría dispuesto a ir incluso hasta el fin del mundo.
Mucho deberían aprender los empresarios de transporte españoles, y los viajeros no deberíamos tolerar los vehículos tercer mundistas que se utilizan en la península ibérica y donde uno va emparedado entre asientos a unos precios que triplican los argentinos.
Me gusta mucho también el sistema de facturación de equipajes. Uno le entrega la valija al mozo, tras la correspondiente propina de uno o dos pesos, quien la guarda en el compartimento de carga y, a cambio, te entrega un resguardo con un número. Así el viajero se despreocupa y no se ve obligado a andar pendiente cada vez que se detiene el autocar para que no le birlen el equipaje, aunque sea una cuestión que no es frecuente que suceda.
Una vez más, gracias a la poesía, me encontré a alguien esperando en la estación de ómnibus. La señora doña María Gabriela Abeal, y lo digo así porque tanto ella, como su hija Ágata que me regaló los tres libros prometidos escritos por ella, su marido y su familia al completo se portaron conmigo con letras mayúsculas.
Tras dejar el equipaje en el hotel, necesitaba comer algo y lo hice en el restaurante que queda en el espolón: un tostadito, que es como aquí le llaman a un sandwich de jamón y queso enorme, equivalente a tres piezas de los españoles y más exquisitamente preparado.
La ensenada en la que está ubicado el espolón me recordó mucho a la ciudad de A Coruña. Si tuviera la Torre de Hércules en un extremo y el Pirulí en el otro, no se apreciaría casi la diferencia.
Mar del Plata es una ciudad netamente turística. En verano dicen que apenas se puede andar por la calle sin darse codazos con la gente. Me gustó porque posee un comercio fácil como mi ciudad, Pontevedresa. Allí compré un par de recipientes para mate y las correspondientes bombillas, ya que en el taller del poeta sólo dispongo de una bombilla de mate centenaria, perteneciente a la tía Emérita, que es de alpaca y que, tal vez por esa circunstancia, me despelleja los labios cuando tomo el mate un poco caliente.
Pero... ¿Un gallego tomando mate en Galicia? Sí. Así es. Desde que lo probé en Sardegna, en casa del poeta argentino Gabriel Impaglione y comprobé que en los supermercados de Pontevedra se encuentras las marcas Nobleza Gaucha y la Cruz de Malta.
Al atardecer, participación en el programa "Momento amor" de la emisora marplatense FM 105.1 conducido por Marta Riat y Juan Carlos Roca.
Por la noche cené en el restaurante Baviera, junto al hotel, unos filetes de lenguado y me fui a dormir no sin antes escuchar la maravillosa voz de Dulce Pontes en el Mp4.
Al día siguiente sería mi presentación en el Salón Puyrredón y era preciso descansar.
MAR DEL PLATA 2ª PARTE
Durante casi todo mi viaje a Argentina me he levantado temprano. Es como si el cuerpo no hubiera querido asumir las cinco horas de diferencia que hay con respecto al horario de España. Por ello he aprovechado bien la mañana para ir a primera hora a los ciber y mantener actualizado el correo electrónico o, por lo menos, para atender las urgencias.
Cuando planifiqué el calendario a seguir había pensado en traer la computadora portátil, así que el hotel de Mar del Plata lo elegí porque en el anuncio de características y servicios que aparecía en Internet ponía Wi-fi. Luego menos mal que no cargué con ella, pues aquí hay montones de establecimientos de Internet.
El segundo día no había quedado con María Gabriela Abeal hasta la tarde, por lo que me di un paseo por la ciudad y atendí todos los requerimientos informáticos desde la máquina de uno de esos establecimientos.
En uno de mis viajes a Italia, me comentaban que los napolitanos son muy exagerados además de muy dados al humor o, al menos, con un peculiar sentido del humor. Así es frecuente que en algunos restaurantes pongan un letrero enorme en el exterior indicando: "aire acondicionado" y, luego, se encuentra uno, cuando entra, con la cruda realidad que el único aparato que poseen que pudiera tener alguna remota relación con el asunto es un mini ventilador a pilas, de esos que venden en las tiendas de todo a un euro o a dos pesos y que, aún por encima, no funciona pues las pilas están gastadas.
Pues los dueños del hotel parecían napolitanos, ya que lo que llamaban wi-fi en la publicidad no era otra cosa que una vetusta computadora del cuaternario más prehistórico, instalada en el vestíbulo, y cuya línea de conexión con la red no me funcionó hasta el último día muy por la mañanita y con la lentitud del caballo del malo en una película de vaqueros.
De todas formas, he decir en su descargo que el precio de la habitación me resultó sumamente económico, estando en pleno centro y en zona comercial, a dos minutos del mar, así que de la relación calidad-precio no me puedo quejar. Había otros hoteles mucho mejores pero también costaban seis veces más.
Después de comer en el Baviera unas rabas que me supieron a gloria, pasó Gabriela a buscarme y nos fuimos al salón Puyrredón. El acto salió francamente bien, interviniendo Alicia Mesa Garbin como presentadora así como el poeta Roberto Moscoloni, bajo la coordinación absolutamente detallista de María Gabriela que preparó un montón de grullas de papel de regalo con la técnica del Origami, título de mi libro.
No conté el múmero de personas, pero habría entre unas 50 y 60 y al final actuó el coro "Alborada" del Centro Gallego de Mar del Plata que interpretó canciones del folclore de mi ciudad natal, Pontevedra.
De allí era una de las integrantes del coro, de 93 años, que me dio un abrazo en el que sentí concentrada toda la morriña o añoranza que latía en su corazón.
Tal vez podría haber asistido mucha más gente, aunque el salón no daba para mucha más capacidad, pero hubo una competencia muy dura, gastronómica para más señas, frente a la cual los eventos poéticos nada pueden hacer: A mediodía se celebraba la fiesta de la fabada asturiana en el Centro Asturiano y estaba invitada toda la colectividad española. Aún así hubo alguna gente que hizo doblete, como Don José Marcos, director del periódico Prensa Española, que asistió a los dos eventos, lo cual le agradezco enormemente, pues dejar colgada una buena fabada para venir a escucharme a mí tiene un mérito tremendo.
Al término, Gabriela, su marido, su hija y su suegra, nos fuimos a un lugar que se llama "La Cuadrada", una cafetería o bar situada en unas cuevas y decorada con mil detalles absolutamente originales. Un sitio así, en cualquier ciudad gallega, sería un negocio redondo y estaría lleno siempre.
Por la noche, el padre y la madre de Gabriela me llevaron a cenar las rabas y la célebre paella al puerto, no sin antes darme un pequeño giro automovilístico por la costa.
Al día siguiente, me reuní a desayunar con una poeta marplatense, Silvia Loustau, en una cafetería-librería denominada Fray Mocho, muy interesante. Fue una tertulia muy agradable, en la que pudimos intercambiar conceptos poéticos y incluso recitarnos algunos poemas con los que logramos ilustrar los pasajes de la conversación que se referían al ritmo poético.
Después, un gran periodista, Pérez Bastida, en LU6 Atlántica, la emisora más escuchada en la costa Atlántica argentina me concedió tres tramos de su programa cuando lo habitual es uno por invitado. Pude recitar un par de poemas y hubo un montón de llamadas de gente diciendo que se había emocionado, lo cual me llenó de satisfacción, no por el cultivo del ego personal que todos los poetas a veces llevamos a extremos desmedidos y fuera de la realidad, sino porque se pudo comprobar que la poesía llega a la gente, que tiene tirón radiofónico, y que debemos luchar y trabajar para que cada vez se le dé más atención como un sistema de defensa frente a la creciente deshumanización del mundo.
Por la tarde, un minitour que me dejó agotado y cena con Gabriela. El viaje a Mar del Plata había concluido y ya sólo quedaba dormir y tomar el omnibus a la mañana siguiente para regresar a Buenos Aires.
Ese día, durante la comida, tuve oportunidad de volver a saludar al padre de Gabriela, una pesona de una calidad humana y emotiva excepcional que me decía que con mi acento le recordaba a su madre, nacida en Pontevedra; también anduve enredando un poco con el piano y la guitarra en el establecimiento de artículos musicales que regenta el marido de Gabriela.
Cuando el ómnibus partió de la estación yo llevaba una nueva familia instalada en el corazón, pues también la madre y la hija de mi amiga poeta me habían calado bien dentro.
Mayo 2008©Fernando Luis Pérez Poza
Buenos Aires. Argentina
fpoza@yahoo.es
MAR DEL PLATA 1ª PARTE
En principio no estaba previsto en la idea inicial del viaje incluir un recital o una presentación en Mar del Plata, pero la buena disposición de la poeta María Gabriela Abeal, la cual ha representado para mí un enorme apoyo anímico desde antes de mi llegada a Argentina, hizo posible que el día 11 de mayo presentara mi obra en el Salón Pueyrredón de aquella ciudad.
Aprovechando que se había suspendido el evento incluido en el programa para el día 10 que organizaba en Olivos Graciela Pucci, tomé un ómnibus de la empresa Tony Tours a las nueva y media de la mañana.
En Argentina, las distancias son enormes, por lo que este viaje, de seis horas de duración, es un trayecto corto. El paisaje es pura pampa, un llano interminable por el que se desparraman miles de vacas. Para mí, acostumbrado a los ómnibus de España, resultó un viaje de lo más placentero. Aquí los autocares de larga distancia, llamados diferenciales, son de dos pisos y los asientos están lo suficientemente separados y son tan cómodos y utilitarios que casi se pueden convertir en camas, por lo que uno disfruta realmente con el viaje. Una máquina de café y de algo a lo que aquí llaman jugo y que no es ni zumo natural ni artificial sino una especie de agua manchada de naranja, en régimen gratuito y de autoservicio, ayudan bastante a ello.
Fue entonces cuando me arrepentí de no haber aceptado la oferta de Xenia Mora para organizar una presentación en Mendoza. Habrían sido 22 horas de viaje desde Mar del Plata y otras 18 0 20 de regreso a Buenos Aires, pero en unos autobuses de tanta calidad uno estaría dispuesto a ir incluso hasta el fin del mundo.
Mucho deberían aprender los empresarios de transporte españoles, y los viajeros no deberíamos tolerar los vehículos tercer mundistas que se utilizan en la península ibérica y donde uno va emparedado entre asientos a unos precios que triplican los argentinos.
Me gusta mucho también el sistema de facturación de equipajes. Uno le entrega la valija al mozo, tras la correspondiente propina de uno o dos pesos, quien la guarda en el compartimento de carga y, a cambio, te entrega un resguardo con un número. Así el viajero se despreocupa y no se ve obligado a andar pendiente cada vez que se detiene el autocar para que no le birlen el equipaje, aunque sea una cuestión que no es frecuente que suceda.
Una vez más, gracias a la poesía, me encontré a alguien esperando en la estación de ómnibus. La señora doña María Gabriela Abeal, y lo digo así porque tanto ella, como su hija Ágata que me regaló los tres libros prometidos escritos por ella, su marido y su familia al completo se portaron conmigo con letras mayúsculas.
Tras dejar el equipaje en el hotel, necesitaba comer algo y lo hice en el restaurante que queda en el espolón: un tostadito, que es como aquí le llaman a un sandwich de jamón y queso enorme, equivalente a tres piezas de los españoles y más exquisitamente preparado.
La ensenada en la que está ubicado el espolón me recordó mucho a la ciudad de A Coruña. Si tuviera la Torre de Hércules en un extremo y el Pirulí en el otro, no se apreciaría casi la diferencia.
Mar del Plata es una ciudad netamente turística. En verano dicen que apenas se puede andar por la calle sin darse codazos con la gente. Me gustó porque posee un comercio fácil como mi ciudad, Pontevedresa. Allí compré un par de recipientes para mate y las correspondientes bombillas, ya que en el taller del poeta sólo dispongo de una bombilla de mate centenaria, perteneciente a la tía Emérita, que es de alpaca y que, tal vez por esa circunstancia, me despelleja los labios cuando tomo el mate un poco caliente.
Pero... ¿Un gallego tomando mate en Galicia? Sí. Así es. Desde que lo probé en Sardegna, en casa del poeta argentino Gabriel Impaglione y comprobé que en los supermercados de Pontevedra se encuentras las marcas Nobleza Gaucha y la Cruz de Malta.
Al atardecer, participación en el programa "Momento amor" de la emisora marplatense FM 105.1 conducido por Marta Riat y Juan Carlos Roca.
Por la noche cené en el restaurante Baviera, junto al hotel, unos filetes de lenguado y me fui a dormir no sin antes escuchar la maravillosa voz de Dulce Pontes en el Mp4.
Al día siguiente sería mi presentación en el Salón Puyrredón y era preciso descansar.
MAR DEL PLATA 2ª PARTE
Durante casi todo mi viaje a Argentina me he levantado temprano. Es como si el cuerpo no hubiera querido asumir las cinco horas de diferencia que hay con respecto al horario de España. Por ello he aprovechado bien la mañana para ir a primera hora a los ciber y mantener actualizado el correo electrónico o, por lo menos, para atender las urgencias.
Cuando planifiqué el calendario a seguir había pensado en traer la computadora portátil, así que el hotel de Mar del Plata lo elegí porque en el anuncio de características y servicios que aparecía en Internet ponía Wi-fi. Luego menos mal que no cargué con ella, pues aquí hay montones de establecimientos de Internet.
El segundo día no había quedado con María Gabriela Abeal hasta la tarde, por lo que me di un paseo por la ciudad y atendí todos los requerimientos informáticos desde la máquina de uno de esos establecimientos.
En uno de mis viajes a Italia, me comentaban que los napolitanos son muy exagerados además de muy dados al humor o, al menos, con un peculiar sentido del humor. Así es frecuente que en algunos restaurantes pongan un letrero enorme en el exterior indicando: "aire acondicionado" y, luego, se encuentra uno, cuando entra, con la cruda realidad que el único aparato que poseen que pudiera tener alguna remota relación con el asunto es un mini ventilador a pilas, de esos que venden en las tiendas de todo a un euro o a dos pesos y que, aún por encima, no funciona pues las pilas están gastadas.
Pues los dueños del hotel parecían napolitanos, ya que lo que llamaban wi-fi en la publicidad no era otra cosa que una vetusta computadora del cuaternario más prehistórico, instalada en el vestíbulo, y cuya línea de conexión con la red no me funcionó hasta el último día muy por la mañanita y con la lentitud del caballo del malo en una película de vaqueros.
De todas formas, he decir en su descargo que el precio de la habitación me resultó sumamente económico, estando en pleno centro y en zona comercial, a dos minutos del mar, así que de la relación calidad-precio no me puedo quejar. Había otros hoteles mucho mejores pero también costaban seis veces más.
Después de comer en el Baviera unas rabas que me supieron a gloria, pasó Gabriela a buscarme y nos fuimos al salón Puyrredón. El acto salió francamente bien, interviniendo Alicia Mesa Garbin como presentadora así como el poeta Roberto Moscoloni, bajo la coordinación absolutamente detallista de María Gabriela que preparó un montón de grullas de papel de regalo con la técnica del Origami, título de mi libro.
No conté el múmero de personas, pero habría entre unas 50 y 60 y al final actuó el coro "Alborada" del Centro Gallego de Mar del Plata que interpretó canciones del folclore de mi ciudad natal, Pontevedra.
De allí era una de las integrantes del coro, de 93 años, que me dio un abrazo en el que sentí concentrada toda la morriña o añoranza que latía en su corazón.
Tal vez podría haber asistido mucha más gente, aunque el salón no daba para mucha más capacidad, pero hubo una competencia muy dura, gastronómica para más señas, frente a la cual los eventos poéticos nada pueden hacer: A mediodía se celebraba la fiesta de la fabada asturiana en el Centro Asturiano y estaba invitada toda la colectividad española. Aún así hubo alguna gente que hizo doblete, como Don José Marcos, director del periódico Prensa Española, que asistió a los dos eventos, lo cual le agradezco enormemente, pues dejar colgada una buena fabada para venir a escucharme a mí tiene un mérito tremendo.
Al término, Gabriela, su marido, su hija y su suegra, nos fuimos a un lugar que se llama "La Cuadrada", una cafetería o bar situada en unas cuevas y decorada con mil detalles absolutamente originales. Un sitio así, en cualquier ciudad gallega, sería un negocio redondo y estaría lleno siempre.
Por la noche, el padre y la madre de Gabriela me llevaron a cenar las rabas y la célebre paella al puerto, no sin antes darme un pequeño giro automovilístico por la costa.
Al día siguiente, me reuní a desayunar con una poeta marplatense, Silvia Loustau, en una cafetería-librería denominada Fray Mocho, muy interesante. Fue una tertulia muy agradable, en la que pudimos intercambiar conceptos poéticos y incluso recitarnos algunos poemas con los que logramos ilustrar los pasajes de la conversación que se referían al ritmo poético.
Después, un gran periodista, Pérez Bastida, en LU6 Atlántica, la emisora más escuchada en la costa Atlántica argentina me concedió tres tramos de su programa cuando lo habitual es uno por invitado. Pude recitar un par de poemas y hubo un montón de llamadas de gente diciendo que se había emocionado, lo cual me llenó de satisfacción, no por el cultivo del ego personal que todos los poetas a veces llevamos a extremos desmedidos y fuera de la realidad, sino porque se pudo comprobar que la poesía llega a la gente, que tiene tirón radiofónico, y que debemos luchar y trabajar para que cada vez se le dé más atención como un sistema de defensa frente a la creciente deshumanización del mundo.
Por la tarde, un minitour que me dejó agotado y cena con Gabriela. El viaje a Mar del Plata había concluido y ya sólo quedaba dormir y tomar el omnibus a la mañana siguiente para regresar a Buenos Aires.
Ese día, durante la comida, tuve oportunidad de volver a saludar al padre de Gabriela, una pesona de una calidad humana y emotiva excepcional que me decía que con mi acento le recordaba a su madre, nacida en Pontevedra; también anduve enredando un poco con el piano y la guitarra en el establecimiento de artículos musicales que regenta el marido de Gabriela.
Cuando el ómnibus partió de la estación yo llevaba una nueva familia instalada en el corazón, pues también la madre y la hija de mi amiga poeta me habían calado bien dentro.
Mayo 2008©Fernando Luis Pérez Poza
Buenos Aires. Argentina
fpoza@yahoo.es
5 comentarios:
Ániballlllllllllllll!!!!!!!!, no me esperaba ver al ángel aquí, que comentario puede hacer una madre babosa, más tarde, se lo mostraré a Ágata y que deje un comentario de su puño y letra, así seguimos compartiendo con ella las mismas pasiones, gracias, Ánibal.
Y te arreglo algo, esa foto no es en la Radio, sino en el Club Pueyrredón.
Besos.
Gabriela Abeal.
hola soy agata gracias por ponerme en tu pagina, a mi megusto conocer al español.
AGATA MEDIGOVICH
Agata, ese tipo es más feo que yo, te aseguro que si me miras sales en carrera llamando a Fernando.
FERNANDO, EL ENCUENTRO POESIA Y DESAYUNO FUE UN REGALO DE LA VIDA, FUE UN GUSTO CONOCERTE,ESCUCHARTE LEER RESISTE PRESIDENTE Y OTRAS. YA TE ESCRIBIRÉ. UN ENORME ABRAZO DESDE ESTA CIUDAD HOY HELADA Y LLUVIOSA,
SILVIA LOUSTAU
Hola soy Carlos el orgulloso padre de la criatura (no,no la de bigote no ),a la nena me refiero;bueno ahora en serio,tuve la oportun. de conocer a,Fernando
y acceder a sus trabajos y puedo
decir que es un gran tipo,en cuanto a lo que escribe,tiene la virtud de tener una gran persona-
lidad y no ser "uno mas",como tan-
to bodrio que circula por ahi.
Felicitaciones y un abrazo !!!!!
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