Mas que nunca cabe eso de decir que "aún estoy aterrizando" luego de un viaje como el acabo de realizar gracias a la gentileza de Beatriz Rovegno, presidente fundadora del Consejo "Todas las Sangres", que tuvo la gentileza de invitarme al Primer Coloquio de Escritores y Muestra de Arte en Cuzco y Machu Picchu que se realizó del 9 en adelante de septiembre en la bellísima región peruana.
Y digo que cabe, porque la experiencia vivida ha sido de tal intensidad que seguramente sus efectos estan lejos de agotarse a corto plazo. Experiencia en lo cultural, lo literario, artístico y, por sobre todo, humano.
Porque si Perú es bellísimo, su gente una maravilla por el trato y respeto, y la poesía, la danza, el arte siempre son convocantes de sentimientos y creatividades, el modo en que fue organizado el Encuentro, la actitud de todo los que participamos, y las condiciones en que se fueron desarrollando los sucesos, convirtieron - y seguro que no sólo para mí - a este, en un viaje inolvidable.
Describir detalladamente los pormenores sería, sino agotador, tal vez indacuado, por cuanto aún nos queda por realizar ese trabajo de revivencia que implica toda experiencia que merezca el nombre de enriquecedora. De modo que compartiré, algunos de las circunstancias que atravesamos en esos días.
Fuimos recibidos en Lima con gran calidez, donde permanecimos un día para visitar la ciudad, catacumbas de San Francisco incluidas. Difícil explicar lo que se percibe al recorrer las mismas, con sus galerías y osarios, con ese olor tan particular, donde el tiempo, la muerte, o lo que se hace con ella para seguir viviendo, se nos presenta de esa manera. Claro que el colorido de la Plaza Mayor, de los puestos de artesanías, junto al bullicio increíble del tráfico limeño (donde el de Comodoro parecen Leiden), compensan el recogimiento inevitable que produce el subterraneo recorrido. Mucho más el paseo por la Alameda y el degustar luego, por primera vez, el cebiche, en un acogedor restaurant ("El Mirador de Chabuca") situado en un primer piso, con una vista magnífica hacia los acantilados. Después seguimos caminando por la ciudad y debido al entusiasmo y la curiosidad fue que me perdí por primera vez (costumbre que se reiteraría tanto de mi parte como de mis eventuales compañeros en futuros paseos), por lo que debi regresar solo en un taxi al hostal donde nos hospedámos. Pero gracias a esto, pude conocer a Luciano León "percusionista, ex integrante de Los Destellos", que fue como se presentó, quien me deleitó con varias canciones durante todo el tiempo que duró el recorrido.
Por la noche partimos hacia Arequipa, situada hacia el sur, trayecto que duró casi toda la noche. Allí comenzamos a presentarnos y conocernos un poco más, y tambien fue el inicio de lo que sería un encuentro e intercambio magníficos, por no decir conmovedor, de ideas, poesía y música. Dormimos bastante poco, porque en el trayecto tuvimos que pasar por Pisco. Sí, por Pisco, la del terremoto. Si bien lo hicimos por un camino tangencial, adyancente, pudimos observar – durante un lapso de tiempo que parecia no terminar nunca –, ver (sentir, tal vez seria el término mas apropiado), un cruel testimonio de lo que es, y en esto coincidieron muchos de los que íbamos, la miseria humana. O la miseria de los gobernantes humanos. A tal punto me impresionó lo que vimos, que cuando llegué a Comodoro y me preguntaron, lo primero que dije fue que solo tenía una foto y que no habia alcanzado a filmar nada. Grande fue mi sorpresa al comprobar después que tenía la filmación de todo el trayecto que, como mencioné, no fue menor. Es que ver casas derruidas, en una oscuridad abismal – acentuada por el polvo de la carretera que fantasmagoricamente velaba aun más las imágenes -, intercaladas con casas que estaban intactas, iluminadas, con el aspecto de que nada les habia ocurrido, con la presencia de carpas, gente con letreros pidiendo ayuda, zonas totalmente devastadas, vehículos, algunos negocios que quedaron en pie funcionando "normalmente", nuevamente casas destruídas, más polvo, más oscuridad, luces a los lejos, vida, muerte, la nada, y mas gente caminando, es decir, la irracional secuencia o la desargonización de la vida que produce un siniestro tan despiadado, pero por sobre todo, el abandono, producto de la indiferencia, de la hijaputez o como se la quiera llamar a la indolencia en su mas manifiesta crueldad. En fin, la desolación infinita que nos transmitían esas escenas casi oníricas, nos sumieron en un silencio que perduró un lapso bastante prolongado pese a nosotros mismos, dado el agobio, la tristeza y la vergüenza que todos sentimos al ver a nuestros semejantes padeciendo tales condiciones. Lo cierto es que nosotros también seguimos de largo hasta llegar a Arequipa. Claro que ya en la madrugada fuimos recomponiendonos con la ayuda de los videos y las canciones que con mucho entusiasmo cantaba la azafata del bus, de nombre Fanny, una bella peruana a quien no puedo dejar de mencionar (¡Gracias Fanny!)
Arequipa ( que realmente es "para quedarse"), recostada por el imponente volcán Misti, nos recibió con un día espléndido, pleno de sol y con un cielo diáfano y azul que resaltaba aún más el colorido de la ciudad. Su blancura característica con sus construcciones de sillar, la belleza de sus calles y plazas, sus increíbles artesanías, la imponente visión que se observa desde el mirador de Yanahuara (donde además su pueden ver la magnificencia del volcán Chacchani y el Pichu Pichu) y claro, su espléndida comida, que tuvimos el gusto de disfrutar en lo de doña Lucila Sara Valencia Vda de Valón, pionera de la cocina arequipeña y que aun con sus mas de 90 años, se encuentra plena de recuerdos y vida, aunque un poco triste por no poder seguir ocupándose personalmente de su ya histórico negocio. Alli también bailamos y cantamos con la alegría de los que danzan cuando se sienten felices.
Al atardecer seguimos recorriendo la ciudad y sus bellos monumentos, donde se destaca la hermosa Plaza Central, donde además vimos la primera de una larga serie de procesiones que presenciamos a lo largo de nuestro viaje, y que yo no podia dejar de asociar a las escenas de El Padrino.
Al anocher partimos hacia Cuzco en un viaje donde nos internamos, ahora sí, en el mas auténtico realismo mágico. Primero por que al cabo de unas horas empezaron los efectos de la altura, impactando de distintos modos en varios de los integrantes del grupo. Otro de los factores, coadyuvante del descalabro – junto al manejo arbitrariamente sádico de la calefacción por parte del conductor que bien la ponía al máximo o bien la apagaba -, fue que el omnibus no tenía baño. Y este no es un detalle menor. Si no, imaginemos la siguiente escena: a dos mil o tres mil metros de altura, con varios grados bajo cero de temperatura (o al menos de sensación térmica), el chofer anuncia que nos detenemos para ir al baño; bajamos y (yo no podía creer lo que estaba viendo) lo hacemos – todos juntos, mujeres y hombres - a la intemperie, en el medio de la oscuridad, con ráfagas de viento que nos calan los huesos (bueno, no solo los huesos) en el medio de una desolación donde Garayalde parece Paris, en tanto que otros aprovechan para vomitar o tomar aire, o tal vez a rezar. Mas aún. En un momento paramos en un poblado de, por lo que alcancé a ver, aproximadamente veinte viviendas, posiblemente menos, donde no había la menor señal de vida, salvo.....sí, salvo: una moto carrozada (tipo tricargo) que tenía un letrero que decía "Taxi", esperando para llevar a alguien ("a quién?", "adonde?" pensé, "si queda todo cerca"). Por supuesto nos fuimos sin que llevara a nadie y alcancé a ver desde la ventanilla como se diluía su imagen en el polvo y la oscuridad. Al cabo de todo el trayecto ocurrieron varias cosas similares y pude así corroborar algo que siempre sospeché: la limitada capacidad imaginativa de García Márquez.
Pero aún asi, maltrechos y descompuestos algunos (Graciela Huinao, poeta mapuche chilena, todavía se debe estar recuperando), congelados y cansados todos, llegamos a la increible Cuzco, comenzando así otra etapa de nuestro inolvidable viaje.
Nos ubicamos en el Albergue Municipal, situado en la calle Kiskapata, como a seis mil metros sobre el nivel de mar - o eso parecía si uno hacia el trayecto a pie, ni que hablar en subida - y a unas tres o cuatro cuadras de la Plaza de Armas (que es el ombligo del Ombligo del Mundo), y desde cuyo balcón teníamos una vista magnífica de toda la ciudad. Y también desde donde ni bien llegamos hubimos de observar, en la plaza, un desfile, con motivo, según nos dijeron, del Izamiento de la bandera. Y a lo largo del día, varias procesiones. En esta plaza, cuyo nombre original es Wakaypata, fue donde asesinaron a Tupac Amaru II, descuartizandolo junto y a su familia, sucumbiendo asi el último de los herederos del imperio inca. En la antigüedad fue un lugar de encuentro de los pobladores, para danzar y honrar a sus deidades, y de celebraciones como el Inti Raymi. Posteriormente se transformó en un sitio de matanza y genocidio y aún hoy se puede presenciar el testimonio de la forzada aculturación en la presencia de sus catedrales o en la fuente española que se yergue en su centro, en lugar de un monumento o algun tipo de recordatorio en homenaje al heroico Tupac o la cultura originaria. Aún asi, es un lugar de donde uno no se iría nunca. Tal su misterioso y fascinante esplendor.
Por supuesto que ni bien nos acomodamos fuimos a recorrer la ciudad. Recorrer es una forma de decir, pues en realidad nos la devorabamos con todos nuestros sentidos. Claro, que con la precaución de caminar, al menos al principio, en cámara lenta. Cualquier movimiento brusco o una corrida espontánea, tenían por efecto generar algo así como una presión interna dentro de la cabeza, remedando la sensación de un inminente estallido, acompañado de náuseas o algún malestar parecido, puesto que hacerlo en Cuzco equivale a hacerlo a la misma altura que vuela cualquier Boeing de una línea aérea regular. Muchos pagaron caro la osadía o bien tuvieron la mala suerte de ligarse el apunamiento, pese a tomar algun antisoroche, ingerir mate de coca, no tomar alcohol y demás precauciones que usábamos para evitarlo. De lo cual puede dar testimonio, entre otros, mi compañero de habitación el escritor, poeta y amigo oriundo de Misiones, Miguel Ferreyra, que además de descomponerse, se vio restringido a usar un solo par de mocasines, dado que los pies se le habian hinchado de tal modo que era imposible que le entraran otros calzados que llevó, pese a todos los intentos que hicimos. Con esos mocasines recorrió medio Perú, pirámides incluidas.
Otro tema era el frío, que se siente por la mañana y por la noche Y cuando digo frio no estoy enumerando un mero factor climático, pues me he despertado a medianoche temblando por efecto de alguna helada artera. Ni que hablar de la aventura que implicaba bañarse con la lluvia con calefón eléctrico, de esas en que hay que elegir – como en mis años de estudiante en las pensiones de Córdoba – entre horadarse el cuerpo con gotas de lava hirvientes o bien optar por el uso de agua abundante y bien helada. Como muy acertadamente me contestó una amiga peruana cuando le pedí asesoramiento respecto de que ropa me sugería llevar para el viaje: "Conviene ir como esquimal".(¡Gracias amiga!). Claro que los cusqueños ni se enteran. Lo mismo que los alemanes, acostumbrados a sus inviernos polares A mi me daba aún mas frio ver a las jóvenes alemanas o escandinavas yendo de noche a bailar, recién bañadas, en remeras y sandalias. De paso aprovecho para mencionar el increible poder de síntesis que tienen los cuzqueños para hablar y/o responder cuando se les pregunta algo. Aún recuerdo la respuesta que me dio uno de los encargados del albergue cuando le pregunté como hacían para combatir el frío dado que no tenían calefacción. "Nos ponemos mas ropa", me dijo, a lo cual no agregué mas nada y me fue a ver si no me había olvidado el piyama. Hay que agregar que, en este caso se trataba, además, de un empleado municipal. En otra oportunidad le pregunté a una señora que estaba en la plaza con sus hijitas:" ¿A ustedes como les dicen, cuzqueños?". Y ella me contestó: "No, nos dicen cuzqueñas". "Ah, claro", le respondí simulando la misma naturalidad.
Pero si bien parcos, también son extraodinariamente atentos, simpáticos (¡mas que nada simpáticas, muy simpáticas!) y de un trato tan respetuoso y hospitalario, que creo lo voy a añorar toda mi vida. Casi diría que son antiagresivos.Tal su bonhomía, su sencillez y simpleza. Yo no sé si es su cultura, los siglos de dominación, su sabiduría, su habilidad para con el turimo receptivo o la presión de la altitud, pero ciertamente es una maravilla el trato de los "amigos". Eso sí, si se le pone que a uno le quieren algo, agarrarse. Pueden seguir a su eventual comprador durante cuadras y cuadras hasta lograr el objetivo. Doy fé de ello. Claro que en ese caso, el regateo – que es una institución naturalizada – está francamente a favor del comprador. Porque otra cosa que es inevitable en Cuzco, por mas ideología o concepción anticapitalista o anticonsumista que se tenga, es: comprar. Y al cabo de horas o de los primeros dias, uno se transforma en un experto comprador, esto es, se convierte en un experto regateador, cosa que a los cuzqueños los divierte sobremanera.
Lo cierto es que pasamos un dia hermoso, bajo un sol radiante en medio del colorido cuzqueño. Y de los aromas, que son fascinantes. Y los cientos de procesiones, porque perdí la cuenta de cuantas vimos ese dia. Tambien comenzamos a conocer la comida, debutando con unas sopas increibles, en un balcón – cuando no – con vista a la plaza. Y mas cebiche, rococo relleno, trucha y....cui! Eso si, sin pan, porque no lo sirven en las comidas, cosa que resolvíamos llevandolo por nuestra cuenta o pidiendo lo que quedaba del desayuno (que además es muy variado y exquisito; el pan y el desayuno)
Recuerdo que regresé al albergue, feliz, embelesado. Para colmo ni bien entré me encuentro con la sorpresa de que estan pasando el partido de River – Vélez en directo e ibamos ganando 4 a 0, ya pronto a finalizar, cuando de improviso, ya en el descuento, Beluschi hace el quinto. No lo podía creer. Mas aún, unas horas después perdió Boca. Un Domingo, lo que se dice, completo. Mucho mas luego del acto de inauguración del Encuentro que se realizó en el bellisimo Teatro Municipal y de la cena que tuvimos posteriormente.
Dormí esa noche agotado, pero con una sonrisa inmensa en mi rostro y un cosquilleo en mi corazón.
Cuzco y los Apus me habían recibido con los brazos abiertos.
Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Setiembre 2007.
Chubut - Argentina
sigmundm@uolsinectis.com.ar
domingo, 7 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Miguel Angel de Boer: Sobre "La Maquina de escribir", es estupendo la traduccion de tus palabras con los hechos vividos en la localidad del Cusco. Hoy solamente son recuerdos altos que brillan en mis ojos negros.Y más alla el corazon de los Apus les a dado un lugar(en su universo magico). Claro exacto y hermoso evento(en complicidad con "Machu Picchu").
Saludos
LENAR
POETA - PERU
Publicar un comentario