COSMOS
El está allí, de pie sobre el pedazo de mundo que nos hace coincidir. Puntual en los minutos que el tiempo nos concede. Simplemente está allí, y su sola presencia construye mi universo.
BENDICIONES
Es bueno que haya un hombre capaz de despertar a una mujer, aunque sus vecinas tiemblen por comparación.
FE
Yo creo en él cuando muerde de amor las fibrosas marañas de la aurora y cuando besa dulcemente los tobillos del anochecer.
Su labio modula palabras para nosotros, palabras que nunca le daremos a ninguna canción.
Yo creo en él cuando me besa aquellos labios y sube eternamente desde ellos hasta mi boca, porque la noche, con sus senos divinos, derrama el chorro del instante infinito.
SED
Las vecinas sedientas de ternura sexual primero nos odian y luego preguntan ¿quiénes escriben estos textos sin compasión?
MAÑAS DE CARACOL
Cuando él exhala el aullido del amor descarado, la flor de mi carne se abre ante sus ojos y las vecinas cierran las ventanas para no escuchar el gemido del caracol que se pincha los labios con los vellos de la aurora.
Con la cabeza en las nubes y el corazón en el mundo, él agita mi cuerpo y me causa animosas tempestades en el oleaje interno de la sangre.
Mis vecinas despavoridas por nuestro gimiente impudor, clavan alfileres en la luna, como conjuro ante tan endemoniadas mañas.
ACRóBATA
Subirme a tu vientre en punta no es siquiera una irreflexión, un impulso sino una facultad paralela a mí, un movimiento dotado de pensamiento, de furia y de dolor, que en su propio quehacer corre el riesgo de perder la vida.
HECHIZOS
¿Qué sería de mis culonas si todo fuera la llanura de lo permitido, el corsé de los votos matrimoniales, la abulia de la resignación? Si el mundo fuera regido sólo por las fuerzas de la obediencia ¿qué atractivo les ofrecería el mundo?
RIESGOS
A mis vecinas les resulta imperioso el ímpetu adorador de las culonas como talismán contra el aburrimiento, aun a riesgo de perder a sus esposos en manos del amor.
INSUPERABLE
Como si no fuera suficiente el sobresalto, al enigma de ser humano se le suma el misterio de ser mujer.
POSESIONES I
El tiene un nombre pero ¿quién puede pronunciarlo? Tiene un sombrero pero no lo usa. Tiene una condena pero ¿podrá salvarse? El tiene los pies disueltos en un lugar del que ya no forma parte. El tiene la libertad pero no la usa. Tiene un anillo por donde pasa un soplo vacío. El tiene un sexo pero está dormido. Tiene un corazón pero está embalsamado. Tiene un brillo que llega hasta otro cuerpo. Tiene un gran caudal de pensamientos pero ¿podrá orientarlos? Tiene anhelos pero se queda inmóvil como estatua de sal insomne. El tiene posibilidades pero ¿se atreverá?
POSESIONES II
Cuando los fantasmas vienen a hablarme al oído, a decirme que hemos bebido y hemos comido, yo los escucho y no sé si se refieren también a vos. No sé si has comido y bebido con ellos y conmigo porque yo no tuve más que tu ausencia.
PLAGA
Un escritor pierde demasiado tiempo en escribir y en orinar. No se compromete lo suficiente con el progreso del país por atender sus dos necesidades básicas. ¿Cuántas horas de su vida pasa con la cabeza puesta en orinales y lucubraciones? ¿Cuántas palabras que bien podrían estar dormidas, por su culpa pululan en los libros y en los diarios? Poco puede hacer el diccionario para preservar el orden de los conceptos. Ya basta de fingir. El escritor hace de las palabras sus mulas y las muy criminales, con sus aires de corrección léxica y su portación de legítimos significados, trafican los más insospechados sentidos. Hay un vacío legal que nos perjudica a los lectores moderados. Y como siempre, el estado hace la gran Pilatos. Un escritor no nos hace ganar más que disgustos. Todo era más o menos soportable mientras ellos encerraban sus libaciones en los libros, pero no conforme con ello, ahora aparecen en los diarios. Uno simplemente pretende desayunar con las peores noticias y de repente aparecen en la contratapa sus títulos insidiosos, sus textos corrosivos que meten el dedo en la llaga de la inercia emocional o nos mueven a resucitar nuestra falleciente vida erótica. Por todo ello, un escritor no merece un salario ni un baño dignos. ¿A quién se le ocurría facilitarle la vida?
Por el sólo hecho de tener la irreverencia de dedicarse a orinar cuando le vienen ganas de orinar y por escribir ante la necesidad de escribir, el diez por ciento de derecho de autor y los pudendos baños del bar, se los tienen bien merecidos.
Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com
http://www.pagina12.com.ar
sábado, 13 de octubre de 2007
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