El castigo no tardó en llegar: fueron los incinerados en la hoguera de aquella plaza pública, espalda contra espalda, manos contra manos, amor con amor...
Inquisidores pestilentes sonreían obscenamente, la tarea había sido cumplida -o al menos así lo creían-, "ilusos", solo con el fuego abrieron los candados de sus almas que juntas desplegaron vuelo.
Una cama mojada del sudor que exhalan sólo los cuerpos apasionados.
Una noche con dos estrellas y todo un cielo.
Un amor prohibido.
¿Por quién?
¿Acaso se puede prohibir el beso que da el amr a su costa?
Dos cuerpos, dos seres, cuatro manos y el hechizo.
Y aves despiadadas que con rasante vuelo descubrieron lo que llamaban pecado.
Y la peste, lo terrenal, lo herbolario.
Y seres asesinos, sadismos disfrazados en la careta de la moralidad, que da risa...
Oliverio y José fueron descubiertos en el acto sublime del amor y ese momento bastó para toda su eternidad.
Fue un 25 de octubre de 1800.
Nací un 25 de octubre de 1969, Oliverio desde entonces habita en mí...
Busco desde siempre a José, sé que el también lo hace, y en las plazas aún espera, como entonces, la hoguera.
Gustavo Tisocco
(De "Paisaje de adentro", Ed. De los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2006)
gtisocco@intramed.net.ar
http://poemasdegusutavotisocco.blogspot.com
domingo, 7 de octubre de 2007
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2 comentarios:
Gracias Anibal, este texto es especial para mí.
Un abrazo Gus.
El texto me llegó al alma con su verdad y su injusticia. Bravo, Gus, porque tus letras abren conciencias, con dolor y belleza.
MARITA RAGOZZA
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