viernes, 12 de diciembre de 2008

Diana Poblet: El acoso de los medios


Cuidate, dijo mi madre.
Siempre lo decía; que los peligros de la calle, que uno nunca sabe si regresa a casa, que la TV alertaba de todos los asaltos, violaciones, secuestros, que habían aumentado los homicidios y ojo con la cartera cuando cobres el sueldo.
También el Diario matraqueaba la cabeza con imágenes horribles pero, sin sonido.
Crucé la calle y me introduje en la escalera del subte.
Poca gente, subí y me senté.
Los pocos comenzaron a bajarse y quedamos solos, él y yo.
Era un joven negro, zapatillas negras, campera negra entreabierta por lo que podía verle una remera de calaveras con gotas rojas. Traté de no volver a mirarlo pero resultaba imposible y cuanto más lo miraba, más nerviosa me sentía.
Vacilante se paró y respiré aliviada; ya bajaría. Pero no, se dirigió hacia mí extendiendo un brazo y entré en pánico. Era enorme, la ropa andrajosa, el pelo largo y grasiento, pegado a su cara, tenía un tatuaje en el cuello. El miedo me paralizó, no podía moverme, él y yo solos, en el penúltimo vagón de un subte hacia Estación Los Incas.
Hacía señas para que fuera con él e inmediatamente me cayó encima. Pude sentir su saliva sobre mi frente.
Comencé a gritar y grité sin tiempo hasta que alguien lo retiró cayendo ruidosamente al piso.
Estaba muerto, con sus ojos claros aún azorados, como preguntando. Atragantado con su propia lengua.
Qué tragedia, tan joven que se veía, olía exquisito, a buena colonia inglesa.
Posiblemente estudiase medicina por los libros dejados en su asiento, ahora se veía distinto, aunque lo más extraño fue que hasta el tatuaje del cuello le había desaparecido.

Diana Poblet
soydian@yahoo.com.ar

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, es la actulidad con que se vive, sufrimos de paranoia.
Recuerdo un día que volvía del trabajo, una señora cerraba su puerta con llave y justo que termina y gira yo ya estaba detrás para seguir mi camino y se pegó tal susto, creyendo que yo quería entrar en su casa, que gritó tan fuerte que me asustó a mí y gritamos las dos, por supuesto luego nos reímos... Pero lamentablemente la inseguridad no es un cuento de hadas, por lo menos en estos lados existe y es todos los días.
Muy buen relato, otra cara de la moneda...Felicitaciones.

Gabriela Abeal.

Anónimo dijo...

Buen aprovechamiento narrativo del monólogo interior paranoide,que se va tensando progresivamente hasta el desenlace, funcional a esa idea de SEGURIDAD que postula y practica que el mejor "enemigo" es el enemigo muerto. Aunque siempre, el enemigo que matamos es uno mismo. Así hacemos patria al revés: cada uno en lo suyo destruyendo lo nuestro.La primera pregunta que nos podemos hacer es: ¿De qué tengo miedo, si voy a morir y no me llevaré nada y si antes de nacer nadie tenía nada? Aquí el mandato del temor viene de la madre pero a la madre se lo inculcó el sistema. Rub´n

silvia dijo...

Exclente trabajo del monólogo interuior. La utora logra trasmitir la paranoia que todos vivimos.Un saludo de

SilviaLoustau

diana poblet dijo...

Gracias Gabriela por tu comentario,lo que no alcanzamos a comprender es la gravedad de que el mundo entero es un lugar inseguro gracias a las ambiciones desmedidas de 4 multinacionales que dejaron todos los platos sin pan y todas la cabezas llenas de paco y vacias de futuro.
abrazo,
d.

diana poblet dijo...

Lo único cierto hoy es la desproporción de la pobreza.No podemos edificar un palacio en medio de una villa miseria; hoy,debemos ser solidarios, ó, edificar el palacio y encerrarnos en él a espiar desde sus cerraduras, llenos de camaritas, alarmas y perros atroces que tarde o temprano terminarán matándonos.
Un abrazo y gracias Vedovaldi por tus palabras.
d.

diana poblet dijo...

Gracias Silvia por tu lectura. No dejemos que nos invada la locura ajena, alambremos nuestro humanismo que es lo que debe preservarse.
abrazo,
d.