Desde siempre los hombres hemos debido luchar para sobrevivir. Hemos
construido viviendas, realizado herramientas, trabajado en el sudor del día.
Ocupados y agobiados, urgidos por las necesidades cotidianas, sin embargo
hemos, siempre, desde siempre, hallado la forma para apartar los minutos o
las horas para lo accesorio y quizás fundamental. Para crear lo bello.
La belleza, esa necesidad humana, que aparece encarnada en una
figurilla de marfil enterrada bajo siglos de greda, en un bisonte rojo
confundido con la roca de las cavernas frías, esa belleza que mantiene al
artesano ornamentando, al pintor dubitativo frente a dos tonos con tal sutil
diferencia, que se dirían iguales. Esa belleza buscada, perseguida, tomada
de la falda para que no huya.
La belleza porque si, la belleza que no es utilitaria, la fina línea
grabada hace milenios en el arco para la caza, los colores que no añaden
calor al tejido, pero sí la hermosa sensación de portar algo único. Bello.
La belleza en el palacio dorado a la hoja, en la catedral esculpida en
mármol, en la inextricable mezquita. La belleza sobre un muro desgastado,
agrietado, sobre el pobre muro de una casita pequeña junto a la vía del
tren.
Sorprende al caminante la mariposa, la acaso sirena con alas, la
mujercita etérea hecha en relieve, bajo relieve, pintada y construida, esa
sirena mariposa, esa mujer de la Belle Epoque de líneas onduladas que
alguien hizo para si y porque le gustó en el porche de la casa. Art Nouveau
se llamó al estilo que compuso mujeres elegantes de brazos vegetales, esta
figura es un arte nuevo y viejo, armada con despojos, deseo y presencia,
voluntad y anhelo. Con la memoria de lo que hubo y la escasez de lo que hay.
Casa pobre, de paredes despintadas; la sirena marcada con un surco
hasta el ladrillo en el revoque, un brazo añadido, quizás de un maniquí, que
se desprende del plano, apliques de espejos rotos ornamentando el tocado, y
como sombrero una lámpara armada con viejos caireles de colores. Pintura
basta. Materiales desechados y vueltos a la vida.
Una figura única que descubrimos transitando uno de esos lugares por
donde no suelen darse los paseos.
Esta sirena mariposa alumbra el porche, alumbra la vida con su luz de
belleza caprichosa. Dice que la pobreza no renuncia a embellecer el mundo, y
que la luz se esparce en los lugares más remotos. Gratuita y maravillosa.
Dice la grácil figura que el corazón humano no renuncia a imaginar ni
a crear, y que tal esfuerzo se disfruta cuando se comparte con los
transeúntes. Y nos hermana.
Casi se ha ido la luz, pero un cazador fatiga sus ya fatigadas manos en
tallar delicadamente un ave en su lanza. Llega la noche. Mañana terminará su
tarea. Sueña con un trino y un aleteo. Esto ocurrió hace apenas un momento.
Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com
PD: Queda en Pedro Ferré cerca de la vía (no recuerdo el número, lo
descubrió el Coiro desde el colectivo, y fuimos a buscar el portento).
lunes, 17 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Bellísimo. "Esto ocurrió hace apenas un momento". Allí me quedo.
Gracias
Alicia Perrig
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