Imagen: Valentina Rebasa
Por Leonor Silvestri
La mitad de la verdad
Obra poética reunida 1
1982/2007
Irene Gruss
Bajo la Luna
340 páginas
La poesía argentina de los últimos treinta años cuenta con una primera línea donde
hay una gran cantidad de mujeres. Irene Gruss es parte de ese “dream team” de poetas
contemporáneas que conforman lo más nutricio de su generación, por fuera de
cualquier cuestión de género, junto a Bellesi, Rosemberg, Colombo, Genovese o
Bignozzi, entre otras, a las cuales es bueno leerlas en relación directa.
En este libro, Gruss reúne casi 30 años de carrera, donde se observa una filiación
impostora con la “alta poesía”. La poeta parece escribir de manera clásica y seria,
pero tan sólo parece porque, jocosa y lúdica, tiene la capacidad de reírse incluso
de sí misma, con ese dejo de ironía que le es propio y se hace necesario para que
los tópicos de lo femenino y de lo lírico no sean inaguantables (“...Ah,/corazón
mío, no debilites ahora/ que viene lo mejor, no debilites/ y enfrascada/me puse/ a
leer ficción”). Gruss tiene la seguridad de quienes leen, y en el poder expresarlo
poéticamente se muestra su erudición, su originalidad, sin perder el don de la ternura en su implacable confianza en las lecturas que la sostienen. Así, desde una
línea política militante tan fina que hasta incluso es difícil de explicitar, Gruss
da cuenta de la escritura de tema femenino en la bisagra entre el fin del siglo
pasado y el comienzo de este (“Yo estuve lavando ropa/ mientras mucha gente/
desapareció/no porque sí/ se escondió/ sufrió/hubo golpes/y/ ahora no están”).
Aunque quizás los textos de su primera etapa sean los más claramente nostálgicos e
ideológico-utopistas (“todo se reduce a mi memoria y al asombro” dice uno de sus
versos), la cuestión de la mujer se presenta a modo de oposiciones a lo largo de
toda su obra (“Yo quisiera, como Gauguin, largar todo e irme,/ dejar mi familia, la
no tan sólida/posición/ e irme a escribir a alguna isla...”). Y esta ficción de
poesía realista y costumbrista, pero sin desatender el lenguaje, expresa las marcas
de lo femenino en ese mundo que la construye como mujer, en una poesía íntima y
familiar: hijo/a, madre, hermana, amantes varones se dan cita en sus poemas.
El clímax de la obra reunida se encuentra en las variaciones poéticas sobre el asma.
A partir del padecimiento puede no sólo hacer del poetizar el sufrimiento y
construir la propia identidad, sino también le sirve, en un mismo gesto, como
alegoría para permitir que se piense lo indecible: “No abras la puerta,/las
ventanas, la realidad, la/enfermedad es el alma, el asma, el aire/ que no sale...”. Poeta finísima e inteligente, su estilo queda manifiesto en su propios versos
“pájaros cantan en la mañana/soleada/ quién piensa en el cuervo”. Más allá del
erotismo, de la alegría de las historias que cuenta, de la supervivencia, y de esa
suerte de feminismo no confeso pero susceptible de ser leído para quien quiera
apreciarlo, es ella, la poeta, la que piensa en el cuervo, en lo negro y lo oscuro, ella misma que sabe dar cuenta de quién es: “Conozco mi retórica. /Es un aullido/
delicado”.
Fuente: "Radar Libros", 21.09.2008
http://www.pagina12.com.ar/
Por Leonor Silvestri
La mitad de la verdad
Obra poética reunida 1
1982/2007
Irene Gruss
Bajo la Luna
340 páginas
La poesía argentina de los últimos treinta años cuenta con una primera línea donde
hay una gran cantidad de mujeres. Irene Gruss es parte de ese “dream team” de poetas
contemporáneas que conforman lo más nutricio de su generación, por fuera de
cualquier cuestión de género, junto a Bellesi, Rosemberg, Colombo, Genovese o
Bignozzi, entre otras, a las cuales es bueno leerlas en relación directa.
En este libro, Gruss reúne casi 30 años de carrera, donde se observa una filiación
impostora con la “alta poesía”. La poeta parece escribir de manera clásica y seria,
pero tan sólo parece porque, jocosa y lúdica, tiene la capacidad de reírse incluso
de sí misma, con ese dejo de ironía que le es propio y se hace necesario para que
los tópicos de lo femenino y de lo lírico no sean inaguantables (“...Ah,/corazón
mío, no debilites ahora/ que viene lo mejor, no debilites/ y enfrascada/me puse/ a
leer ficción”). Gruss tiene la seguridad de quienes leen, y en el poder expresarlo
poéticamente se muestra su erudición, su originalidad, sin perder el don de la ternura en su implacable confianza en las lecturas que la sostienen. Así, desde una
línea política militante tan fina que hasta incluso es difícil de explicitar, Gruss
da cuenta de la escritura de tema femenino en la bisagra entre el fin del siglo
pasado y el comienzo de este (“Yo estuve lavando ropa/ mientras mucha gente/
desapareció/no porque sí/ se escondió/ sufrió/hubo golpes/y/ ahora no están”).
Aunque quizás los textos de su primera etapa sean los más claramente nostálgicos e
ideológico-utopistas (“todo se reduce a mi memoria y al asombro” dice uno de sus
versos), la cuestión de la mujer se presenta a modo de oposiciones a lo largo de
toda su obra (“Yo quisiera, como Gauguin, largar todo e irme,/ dejar mi familia, la
no tan sólida/posición/ e irme a escribir a alguna isla...”). Y esta ficción de
poesía realista y costumbrista, pero sin desatender el lenguaje, expresa las marcas
de lo femenino en ese mundo que la construye como mujer, en una poesía íntima y
familiar: hijo/a, madre, hermana, amantes varones se dan cita en sus poemas.
El clímax de la obra reunida se encuentra en las variaciones poéticas sobre el asma.
A partir del padecimiento puede no sólo hacer del poetizar el sufrimiento y
construir la propia identidad, sino también le sirve, en un mismo gesto, como
alegoría para permitir que se piense lo indecible: “No abras la puerta,/las
ventanas, la realidad, la/enfermedad es el alma, el asma, el aire/ que no sale...”. Poeta finísima e inteligente, su estilo queda manifiesto en su propios versos
“pájaros cantan en la mañana/soleada/ quién piensa en el cuervo”. Más allá del
erotismo, de la alegría de las historias que cuenta, de la supervivencia, y de esa
suerte de feminismo no confeso pero susceptible de ser leído para quien quiera
apreciarlo, es ella, la poeta, la que piensa en el cuervo, en lo negro y lo oscuro, ella misma que sabe dar cuenta de quién es: “Conozco mi retórica. /Es un aullido/
delicado”.
Fuente: "Radar Libros", 21.09.2008
http://www.pagina12.com.ar/
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