domingo, 26 de octubre de 2008

Homenaje: Mario Rubén Chiérico

El pasado 3 de septiembre falleció, a los 88 años, el escultor Mario Rubén Chiérico. Fue un gran artista plástico argentino que, como tantos otros, fue ignorado por los grandes medios injustamente. Su hermana Selene nos ha hecho llegar un resúmen de textos pertenecientes a dos libros que escribiera Mario Rubén: Identiclaves, interesantes para descubrir sus puntos de vista ante diferentes temas y que a continuación reproducimos:

IDENTICLAVES
De la Prenoción y su cambiante devenir
La prenoción es un anticipo del conocimiento elemental, que desde su propia acción, determina aquello que se propone básico en los conceptos que aporta. En su cambiante devenir, mis prenociones produjeron algunas respuestas que pude asumir como claves de entendimiento. Desde allí en lo cotidiano de cada examen, comprobé que todo el conocimiento creídamente sabido requería más información, y que no sería poco lo que tendría que aprender.
Mi nombre es: Mario Rubén Chierico, nací en Haedo, Provincia de Buenos Aires, y doy a conocer estas líneas en diciembre de 2007, fecha que matemáticamente, no es ajena a mis cumplidos 87 años.
Hubo un día, indeterminado en mi memoria, en el que advertí poseer reunidos en una caja, numerosa cantidad de pequeños trozos de papel, sueltos, distintos en su tamaño e identificados con diferentes y apresuradas escrituras. No me sorprendió el familiar contenido, pero sí la cantidad en esa caja que abría y cerraba en cada oportunidad que una afirmación, nacida circunstancialmente, requería ser guardada. La suma de esas manifestaciones, tan desordenadamente reunidas, respondía- y así lo entendí en esa oportunidad- a la pretensión de hacer conocer mis respuestas frente a los interrogantes que surgían según inquietantes y exigentes dudas. Quise y pude resolver, con el innegable propósito de transmitir con honestidad y en forma escrita, aquello que por apreciación, buena o mala, por acierto o por error, definiera mi personal e indelegable manera de pensar.
Y no resultó fácil cumplir lo propuesto, porque ser leal con uno mismo necesitó la idea, la búsqueda del concepto, su relación clara en la expresión y rehacer totalmente una y otra vez, hasta obtener la verdad en todo aquello que mereciera ser incorporado como parte, en la totalidad de las respuestas ya obtenidas.
Me di cuenta entonces, que sin esperar el asomo de un interrogante, podía, de acuerdo a un plan de incógnitas, resolver como "Identiclaves" (Claves de identidad), aquellas respuestas que casi cotidianamente incorporaba a lo ya producido. Un primer volumen me fue posible editar en el año 1995, y otro con el título "Más Identiclaves" en el año 2000. A mucho más tendré que responder según el plan que me propuse. Mientras tanto, acompañando a otras realidades, guardo algunas respuestas inéditas, escritas en pequeños trozos de papel… y siempre conservadas en la misma caja receptora.
Acerca de lo propuesto, algunos interrogantes
Identidad del espíritu humano: Soledad cósmica; La vida; La muerte; El amor; Las relaciones con Dios; Los vínculos con los demás; La memoria; El olvido; La libertad; La sumisión; La conciencia; El instinto; Los ideales prospectivos; El bien; El mal; La ley; El desorden; El impulso y La norma…eternos interrogantes del hombre mientras transita su breve temporalidad.. Reflexionar hondamente sobre la vida, facilitar su comprensión y asumir la muerte como tal, sin dramatismo, armonía de razón y sentimiento; no signar cada propuesta en una idea negativa de lo cotidiano; no sentirse cautivo; eludir la amargura; con vitalidad de ejecución continuar el accionar que proponen las respuestas a los ineludibles interrogantes y percibir aquellas vivencias que nos comprenden. Darle crédito a nuestras fantasías y abrir su espacio. Admitir la trascendencia superior del espíritu, que se puede lograr en atención a nuestra naturaleza. Modificar el horizonte, invocar, iluminar, enriquecer; reconocer la esencia y con rechazo de lo superfluo tomar conocimiento del sí mismo existencial. Búsqueda de lo absoluto; relación de lo afectivo y no desestimar el aporte de la esperanza; atender el comportamiento ético –moral que revelará lo significante desde aquello que cada Ser se propone.

DEL PRÓLOGO PUBLICADO EN AMBOS LIBROS
Aceptado el riesgo cierto de que no alcancen valores de significación, estas claves de mi identidad devienen de cada voz entendida como propia, un ejercicio genuinamente interesado que se razona y siente en la conciencia. Resultan de una frecuente formulación de incógnitas referidas a nuestra naturaleza, y las respuestas -que en su mayoría por cultura ya nos fueron dadas- sin garantía de razón y mucho de sentimiento, abren caminos de convicción personal en cada convocatoria. Son reflexiones, responden a una búsqueda indelegable, y queda confiado a un leal sinceramiento el modo de rescatar y definir cada vibración, que se advierte en esa vida interior que nos concierne.
Me reitero, las "identiclaves" son claves de identidad, afirmaciones asumidas entre acuerdos y desacuerdos según la evaluación de cada circunstancia, una manera de provocar el análisis y el comentario desde el ejercicio de pensar, en sí y para sí, toda la aseveración que sirva acertadamente al modo de actuar que cada quien se impone de acuerdo a su concepto. Pretenden conocimiento y no intentan imponer un orden a la
vida, se brindan a ella y la ayudan para resolver, sin contradicciones, a su ineludible y personal aprendizaje.
Así entendidas, interpreto que estas claves, por lo que afirmo, por lo que niego, traducen las expresiones de la vida espiritual que me acompaña y registran una reacción una forma de conducta sensible en mi identidad. Cuando las señalo y doy a conocer, solamente trato de informar sobre aquello que a mi me forma, y en el propósito desestimo atribuirme la intención de formar con lo que informo. Porque todo proyecto de vida es individual, podemos comunicar lo más significativo de nuestra experiencia, pero muy difícilmente transferirla.

IDENTICLAVES (CLAVES DE IDENTIDAD)

Sirve muy bien a la vida un vibrar alentador, auténticamente conmovido por algunos sueños y muchas realidades.

Pretender ser, es fácil, lo difícil de aceptar, es no ser.

Esa paz que tanto ansiamos, cósmica, absoluta y profundamente deseable, seguramente existe, pero siempre lejana, mucho más allá de esta inquieta y luchada permanencia en vida.

Pretender comprobar cómo es el objeto de nuestro amor, supone preguntarse el porqué de su atracción, una propuesta racional que arriesga perder la emoción en los sentimientos que a ese amor nos impulsan.

Lo que inquieta de un futuro que pretendemos óptimo, es su horizonte cambiante, dudosamente repetible, ese desafío que permanece en el tiempo esperanzado que lo identifica alentador, y creíblemente alcanzable.

Razonablemente, la fuerza de los débiles está en su debilidad, y la debilidad de los fuertes en su fuerza.

Dios humano y divino, existe en los hombres, presumiblemente, tal como los hombres, a su semejanza existen en Dios.

Racionalmente, mucho más pretendo del ahora, porque ayer es irrepetible y todo el después, una promesa o nada.

Sin precisiones, sin definición del ideal propuesto, sin el aporte de un esfuerzo productivo, la esperanza quedará incumplida y será ilusión.

Una forma es a su función aquello que la función resuelve como necesidad.

Nos estimula la perspectiva que persigue a su horizonte.

El ser creativo es una realidad que transitó memorias hasta olvidarlas.

Necesitar no me preocupa, pero sí me contraría padecer una necesidad de lo innecesario.

Sin obligación de un quehacer perfecto lo que sí nos corresponde es intentarlo.

Bien entendido, el ejercicio moral de una conducta responde a una memoria inteligente y selectiva que propone aceptación o rechazo en las decisiones.

La nada no es ausencia de todo, porque el todo es una dimensión que se configura y establece según la exigencia estimulante y creadora que nos aporta esa nada.

Nuestro desorden puede ser la respuesta correcta a una deliberada forma de ordenar.

Bien diferenciada de toda ilusión, la esperanza es la fe puesta en un acontecer deseablemente posible.


Se conquistan en libertad y por elección responsable, los niveles éticos y morales que nos comprenden.

En la circunstancia ineludible de existir pretendemos el humano goce de una secuencia digna, porque hay formas de vida tan cruentas como la más cruenta de la muerte, y ambas en nuestra sensibilidad, se padecen intolerablemente injustas.

Cabe al espíritu que desde la propia naturaleza nos anima, definir cómo actuar en la búsqueda reflexiva de un existir trascendente. Sin la proyección de su presencia en nuestra vida interior, el ser, comprometido con su individualidad, carecerá de lo esencial a ese propósito.

Mientras se cumple el orgánico y destructor proceso -principio y fin de nuestra existencia- sin llegar al dominio de la vida que reconocemos árida hasta sus límites, y siempre inacabada, nadie ignora que se nos ofrece a cada quien en su nivel, la oportunidad de proyectar y organizar, afirmar, negar y rectificar el superior emprendimiento, de una personal trayectoria.

Vivir es creer en la vida; es proponer naturalidad a los condicionamientos éticos y morales que la conforman y equilibran. Vivir es aceptar el accionar dinámico que avanza sobre lo eventualmente pasivo de la existencia, un quehacer que estimula sin renunciación, las ansiedades propias de nuestro ser humano.

De ida o de vuelta, el amor que se da, es una respuesta al amor que se recibe. Fuera de un acuerdo leal de los sentimientos, toda expresión parecida es un juego egoísta estimulado por los sentidos.

Vivir resultaría ser un oficio mal aprendido si nos faltara humildad, vocación e inteligencia.

La herramienta en acción sobre la materia es una continuidad de la mano hábil y exigente que ya conoce la respuesta a mandatos tan sensibles como premeditadamente inteligentes.

Si no se nos considera ausentes de toda presencia, es porque siempre se percibe una presencia de lo que está ausente.

Toda obra de creación es producto de una carencia y responde a la necesidad imperiosa de construir donde nos molesta la existencia de un vacío.

De la maquillada imagen supuestamente propia que cada quien se propone, lo dominará su máscara, una falsa fisonomía del bien o del mal, que desde su intención cumple y oculta, pero no niega el propósito de cuanto esconde.

Cada expresión de nuestra vida espiritual acredita para sí toda la dimensión de su experiencia sensible, una suma que se constituye en la medida de su interioridad. Así en el acto creador, la obra emerge de una temporalidad que supo aunar las inquietudes del último, con todos los instantes que desde su pasado, racional o emotivo, lo agitan y comprometen.

De aquello que no tengo y para que no falte lo indispensable, sólo me exijo necesitar.

La intuición es una memoria activa de todo el conocimiento que nos acompaña.

El mismo tiempo cósmico que por enervación nos agota, vigoriza y no destruye a lo sublime en nuestra fuerza espiritual.

Resulta necesario olvidarse del tiempo si cada día que transcurre nos recuerda los prefijados límites. Utilitariamente, con optimismo y superando mediciones, principio y fin no nos pertenecen, pero el resto sí.

En el juego de la seducción, el éxito depende muy poco de los recursos del seductor y mucho de la credulidad engañada y complaciente de quien lo estimula.

Toda prudencia en exceso, nos paraliza en la acción.

Dueños de toda decisión por el libre albedrío, cada quien es responsable de su manera en el obrar, y siempre resultará poco serio y nada creíble, asignar culpas a los demás por todo aquello que tanto depende de nuestra voluntad.

Si de la vida algo nos falta, es lo que no supimos soñar, porque soñar es la respuesta que despierta en nuestros anhelos dormidos.

El amor verdadero es desinteresado. Si la totalidad del amor que recibimos alcanza a nada, es desde esa nada que nos será posible comprobar la inmadurez del propio amor.

Como seres pensantes frente al gran misterio, inquietos, desafiantes o resignados ante el Todo o la Nada, se nos hace cierto y necesario asumir en religiosa paz, la exigente y responsable realidad de nuestros mensurables días.

Un diálogo inteligente se produce cuando hay concesión de lugar para las respuestas que nos dan y aquellas que nos reciben, un mecanismo que propone entender la razón de los otros, para definir en su mejor expresión a los argumentos propios.

Cuando mi fuerza mayor afectó al más débil, intenté ser tan débil como su fuerza mayor.

Podemos relacionarlo con todo…Creer o no creer no es parte del problema, es todo el problema

Soñar es la presencia de un tiempo que se niega a ser lo ausente.


Sin las urgencias del espíritu que la mueve se paraliza todo el accionar de la materia.

Desde una percepción natural de los sentidos, vivir es una forma consciente y agradecida por el transitar de cada uno de nuestros días.

Siempre significante desde lo posible, una esperanza no aportará las frustraciones que son tan propias a la ilusión.

Es desde un accionar inteligente que llegamos al beneficio de la duda.

Afectivamente, para renovar la satisfacción de un encuentro cotidiano, de lo que me rodea y acompaña, me despido todos los días.

Si es débil la esperanza, aún queda sitio para la ilusión, pero rechazo toda ilusión si aún puedo creer con esperanza.

Muy raramente se comparte la emoción, la expresividad o el hondo significado de un silencio.

Cuando más carecemos de una energía interior necesariamente propia, mucho más confiamos en la indudable fuerza que nos aporta la fe.

Hay que renunciar a lo prescindible para no carecer de lo necesario.-

Ser nada, no ser para alguien, tanto depende de la realidad de nuestros valores como de las carencias en ese alguien que nos juzga.

Lo inexplicable de una realidad se padece en proporción a nuestras carencias para interpretarla.

La memoria que custodia aquello que nos importa de nuestro pasado, pertenece a un presente nostálgico que no permite su olvido.

La muerte de lo que vive es natural, y no nos afecta tanto como presenciar la vida natural de lo que muere.

La paciencia es un ejercicio de la tolerancia que nos concede la sensatez.

Totalmente ajenos a nuestra percepción sensible, nos acompañan por su definición estética, funcional o afectiva, todas las cosas, esos objetos inanimados que por sí mismos tanto significan en su revelación como presencias necesarias a nuestro espíritu. Y aunque ellas, esas cosas no lo sepan, las necesitamos para poder coexistir asociados `por la afinidad en el mismo ámbito que nos reconoce partícipes entrañablemente identificados.

Sin aportes que lo desmientan, ser evocado por el último memorioso posible preanuncia el verdadero fin de nuestra existencia.

Fundamental es resolver ahora durante la vida conciente sin demasiadas inquietudes acerca de un después de ella. Lo que el pasado no nos dio y todo aquello que el futuro por incierto se niega a prometernos, únicamente puede lograrse desde la realidad conocida que nos aporta el innegable presente.

Se impone interpretar como un regalo de la Naturaleza, esta oportunidad de vida sensible y conciente en el ya y ahora de nuestra existencia, una circunstancia que se nos dará compensadora y merecida, si se cumple en los esfuerzos y los riesgos aceptables como respuesta de la mejor condición humana. No aceptar el desafío, eludir exponernos, es como negarse a vivir, es renunciar a esta rica experiencia de sentir un alma, en el cuerpo que trasladamos y nos traslada; frágil estructura que nos pertenece y que desde su ineludible y oportuna muerte permitiría satisfacer en continuidad, a esa innegable esperanza de un renacer con permanencia espiritual. Así, como seres frente a tanto como se ignora y presintiendo la inasible eternidad en lo infinito, solamente nos queda resolver aquello que más importa en nuestro
condicionado tiempo, un lapso que apenas alcanza si lo dejamos transcurrir estéril, sin vocación de trascendencia, penosamente ajeno a lo ideal en sus posibilidades.

Según su naturaleza orgánica, tal como se la conoce, la vida es una vibrante fulguración, un lapso activo que desde su principio hasta el fin permite intuir la existencia de una infinitud cósmica que nos comprende. Surgimos concebibles desde un indefinible Todo, y a ese Todo volvemos ineludiblemente inmersos.


Impredecible, aunque irremediablemente cercano, percibo abstracto e ineluctable el día de las cenizas propias a mi continente, ya liviano y por el agua o el viento disperso, de presencia ausente, y ya sin memoria de contenido.

Mario Rubén Chierico

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hablando de "Claves de Identidad", mi nombre es Osvaldo Hugo Chiérico (asi con acento en la e tal como aparece en el título de la nota y que después se pierde)y en la búsqueda de raices es que me encuentro con este Chiérico que desconocía. Soy tercera generación de argrntino, mi abuelo Ángel Chiérico tenía 9 hermanos y nació en los alrededores de La Plata Pcia de Bs As.
Mi dirección de correo es ochierico@way.com.ar si me pueden contactar con Selene o algún otro familiar, agradeceré.