Como trabajadora de la comunicación y como feminista, quiero expresar que es imposible en este tiempo transformar el lugar de las mujeres y de los sectores más vulnerables de la sociedad, mientras los grandes medios de comunicación, privados y públicos, sigan siendo fuentes fundamentales de la reproducción de una cultura patriarcal. Sigan siendo voceros del gran capital, y formadores de un imaginario consumista, en el que todo se vuelve mercancía, desde el agua hasta la basura, desde la educación hasta el cuerpo y las vidas de las mujeres.
Medios de comunicación que construyen y defienden valores funcionales al poder, negando o banalizando derechos fundamentales como el derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la vivienda. Medios en los que se criminaliza a las trabajadoras o a los trabajadores en huelga, a las desocupadas o a los desocupados que demandan su lugar en la sociedad, a las maestras o a los maestros que defienden la educación pública, y hasta pueden reproducir impunemente la propaganda electoral de quien dio la orden de represión que terminó con la vida de Carlos Fuentealba. Medios de comunicación en los que Julio López vuelve a desaparecer. Medios que minimizan la violencia machista e invisibilizan los feticidios. Medios de comunicación en los que las mujeres que exigimos educación sexual, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir, somos estigmatizadas por el coro patriarcal de la Santa Inquisición.
La democracia en la comunicación es mucho más difícil aún, cuando se recorta o condiciona el lugar para la pluralidad de voces que intenta expresar la comunicación alternativa. Cuando se cierran espacios públicos como el canal de la ciudad, con el consiguiente despido de trabajadores y trabajadoras de la comunicación, y se siguen desvalorizando los espacios con perspectiva de género en la radio pública. Se trata de políticas que precarizan aún más el empleo, como parte de las políticas flexibilizadoras con que el gobierno de la ciudad y sus legisladores y legisladoras vienen castigando a las trabajadoras y trabajadores, para dibujar los éxitos de su presupuesto.
Son políticas que al mismo tiempo, recortan o niegan la posibilidad de promover las voces que visibilizan las demandas, las historias, el lenguaje y las prácticas de mujeres que han venido bregando históricamente por su emancipación, como parte de la emancipación general de la humanidad. Y es preciso aclarar: no me estoy refiriendo solamente a la inclusión de más mujeres en los medios.
El ser mujer no asegura una posición de lucha contra las opresiones. Lo que estoy planteando es el derecho a la pluralidad ideológica, en medios de comunicación que hegemónicamente reproducen la cultura androcéntrica. Es la posibilidad de que se exprese una mirada del mundo, no la propia, no la de una u otra periodista, sino la de una corriente histórica y la de un movimiento, que se va creando a sí mismo desde la identificación de la opresión de las mujeres que realiza el patriarcado, y desde las batallas por nuestra emancipación. Es la palabra de un feminismo que no pretende lograr un cupo para integrarse en la dominación, sino que aspira a deconstruir todas las dominaciones de una cultura opresora en la que se refuerzan mutuamente, el capitalismo, el patriarcado, el racismo, la violencia.
Es sabido que si unos pocos controlan la información, no es posible la democracia. En Argentina aún nos rige una Ley de Radiodifusión de la dictadura. Es algo vergonzoso. Es la ley hecha a medida de los Videla, de los Massera, de los Martínez de Hoz.
Es indispensable una nueva ley que garantice el pluralismo informativo y cultural. Si bien se trata de una ley nacional, demandamos que también en la Ciudad se vaya haciendo camino en esta dirección. Necesitamos que los medios públicos sean fuertes, y estén al servicio de todas y todos y no de los gobiernos de turno o de los sectores del poder.
El derecho a la comunicación es un derecho humano y no un negocio. La mercantilización de la cultura, agrava y profundiza la realización de una programación de los medios de comunicación que desbordan de lenguaje sexista, de humor misógino, de estereotipos machistas, de vulgaridad en el tratamiento de problemas constituyentes de la identidad de las personas como por ejemplo la sexualidad, de naturalización de los roles subalternos de las mujeres, de bastardeo a la libre opción sexual de lesbianas, gays y travestis.
Es imprescindible que se cumplan con los avances que ya fueron logrados por el movimiento de mujeres, y que en este momento están amenazados por la política proteña.
Quiero recordar que la Constitución de la Ciudad, establece en los artículos 36, 37 y 38 que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires debe garantizar la igualdad real de oportunidades y de trato entre varones y mujeres en el acceso y goce de todos los derechos y la incorporación de la perspectiva de género en el diseño y ejecución de las políticas públicas. Por lo tanto, se dispone que el Gobierno porteño debe respetar la perspectiva de género en todas sus políticas públicas, incluyendo las comunicacionales. Esto se afirma también en la ley 474, que crea el Plan de Igualdad de Oportunidades y de Trato entre varones y mujeres. No queremos que estas leyes sean letra muerta.
Los medios de comunicación suelen ser en su gran mayoría los fieles voceros de un orden que mata, reprime, discrimina y excluye. Los problemas sociales, las demandas de las mujeres, no pueden tener como respuesta la represión.
Las personas que vivimos y transitamos en la ciudad de buenos Aires somos ciudadanas y ciudadanos. Somos sujetos y sujetas de derecho y no objetos de represión.
Liliana Daunes
18 de marzo de 2008
Extraído del blog "La Rosa Brindada"
http://larosabrindada.blogspot.com/
Medios de comunicación que construyen y defienden valores funcionales al poder, negando o banalizando derechos fundamentales como el derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la vivienda. Medios en los que se criminaliza a las trabajadoras o a los trabajadores en huelga, a las desocupadas o a los desocupados que demandan su lugar en la sociedad, a las maestras o a los maestros que defienden la educación pública, y hasta pueden reproducir impunemente la propaganda electoral de quien dio la orden de represión que terminó con la vida de Carlos Fuentealba. Medios de comunicación en los que Julio López vuelve a desaparecer. Medios que minimizan la violencia machista e invisibilizan los feticidios. Medios de comunicación en los que las mujeres que exigimos educación sexual, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir, somos estigmatizadas por el coro patriarcal de la Santa Inquisición.
La democracia en la comunicación es mucho más difícil aún, cuando se recorta o condiciona el lugar para la pluralidad de voces que intenta expresar la comunicación alternativa. Cuando se cierran espacios públicos como el canal de la ciudad, con el consiguiente despido de trabajadores y trabajadoras de la comunicación, y se siguen desvalorizando los espacios con perspectiva de género en la radio pública. Se trata de políticas que precarizan aún más el empleo, como parte de las políticas flexibilizadoras con que el gobierno de la ciudad y sus legisladores y legisladoras vienen castigando a las trabajadoras y trabajadores, para dibujar los éxitos de su presupuesto.
Son políticas que al mismo tiempo, recortan o niegan la posibilidad de promover las voces que visibilizan las demandas, las historias, el lenguaje y las prácticas de mujeres que han venido bregando históricamente por su emancipación, como parte de la emancipación general de la humanidad. Y es preciso aclarar: no me estoy refiriendo solamente a la inclusión de más mujeres en los medios.
El ser mujer no asegura una posición de lucha contra las opresiones. Lo que estoy planteando es el derecho a la pluralidad ideológica, en medios de comunicación que hegemónicamente reproducen la cultura androcéntrica. Es la posibilidad de que se exprese una mirada del mundo, no la propia, no la de una u otra periodista, sino la de una corriente histórica y la de un movimiento, que se va creando a sí mismo desde la identificación de la opresión de las mujeres que realiza el patriarcado, y desde las batallas por nuestra emancipación. Es la palabra de un feminismo que no pretende lograr un cupo para integrarse en la dominación, sino que aspira a deconstruir todas las dominaciones de una cultura opresora en la que se refuerzan mutuamente, el capitalismo, el patriarcado, el racismo, la violencia.
Es sabido que si unos pocos controlan la información, no es posible la democracia. En Argentina aún nos rige una Ley de Radiodifusión de la dictadura. Es algo vergonzoso. Es la ley hecha a medida de los Videla, de los Massera, de los Martínez de Hoz.
Es indispensable una nueva ley que garantice el pluralismo informativo y cultural. Si bien se trata de una ley nacional, demandamos que también en la Ciudad se vaya haciendo camino en esta dirección. Necesitamos que los medios públicos sean fuertes, y estén al servicio de todas y todos y no de los gobiernos de turno o de los sectores del poder.
El derecho a la comunicación es un derecho humano y no un negocio. La mercantilización de la cultura, agrava y profundiza la realización de una programación de los medios de comunicación que desbordan de lenguaje sexista, de humor misógino, de estereotipos machistas, de vulgaridad en el tratamiento de problemas constituyentes de la identidad de las personas como por ejemplo la sexualidad, de naturalización de los roles subalternos de las mujeres, de bastardeo a la libre opción sexual de lesbianas, gays y travestis.
Es imprescindible que se cumplan con los avances que ya fueron logrados por el movimiento de mujeres, y que en este momento están amenazados por la política proteña.
Quiero recordar que la Constitución de la Ciudad, establece en los artículos 36, 37 y 38 que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires debe garantizar la igualdad real de oportunidades y de trato entre varones y mujeres en el acceso y goce de todos los derechos y la incorporación de la perspectiva de género en el diseño y ejecución de las políticas públicas. Por lo tanto, se dispone que el Gobierno porteño debe respetar la perspectiva de género en todas sus políticas públicas, incluyendo las comunicacionales. Esto se afirma también en la ley 474, que crea el Plan de Igualdad de Oportunidades y de Trato entre varones y mujeres. No queremos que estas leyes sean letra muerta.
Los medios de comunicación suelen ser en su gran mayoría los fieles voceros de un orden que mata, reprime, discrimina y excluye. Los problemas sociales, las demandas de las mujeres, no pueden tener como respuesta la represión.
Las personas que vivimos y transitamos en la ciudad de buenos Aires somos ciudadanas y ciudadanos. Somos sujetos y sujetas de derecho y no objetos de represión.
Liliana Daunes
18 de marzo de 2008
Extraído del blog "La Rosa Brindada"
http://larosabrindada.blogspot.com/
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