Imagen: Beatriz Sarlo
Por nuevas ganas culturales – Roberto Páez González – 1° de mayo de 2010
Beatriz Sarlo escribió “La batalla cultural” en La Nación del 29.04.10. El mismo diario había publicado una entrevista con la escritora el 10 del mismo mes, encabezada así: "Con Kirchner no se puede acordar ni un picnic". En “La batalla cultural” comienza con esta expresión: “El kirchnerismo se ha caracterizado por la riña con el periodismo no oficialista”.
A buen entendedor, Beatriz Sarlo está en la vereda de enfrente del gobierno, de “los Kirchner” y el kirchnerismo, y también enfrente de los que defienden al gobierno aunque sólo simpaticen con el gobierno sin ser kirchneristas.
La piedra de toque es la libertad de prensa. Arguye que en las dictaduras que padecimos “liquidaron a periodistas” pero el contraste con ese horror no debe disminuir “cualquier hecho presente”. Entonces, menciona “un ataque a obras y autores, con incursiones en la Feria del Libro que terminan a los sillazos como si fuera una fiesta de fin de curso que se fue de madre, aunque son, en verdad, un intento de cortar la palabra a los gritos y por la fuerza”.
No parece interesarle en lo más mínimo reconocer que amplios sectores de la población argentina están privados de prensa y por ello mismo de la libertad de prensa. Ya sabiendo que ella publica sus ideas en La Nación, sabe que defiende una libertad de prensa políticamente definida en la oposición, porque La Nación -como Clarín y otros medios- se afana en crear la imagen negativa del gobierno y el kirchnerismo, en desinformar a la población en general y a sus lectores en particular, en coparticipar en la ambientación mediática de un clima destituyente.
Pero lo que a muchos nos parece, es que cada vez más surge cuestionada esa versión mediática de la realidad.
Sin duda, a Sarlo, también se le ocurre. Por eso reseña que “está en curso un proceso más novedoso”. La escritora lo llama “dispositivo cultural kirchnerista”. Pero muchos sabemos que hay kirchneristas y no kirchneristas despiertos e interesados en poner de manifiesto sus opiniones sobre la actualidad, a las que no ven reflejadas en la prensa de los medios concentrados de la que Sarlo es una intelectual representante.
Procura describir tendenciosamente la realidad, con un sesgo conspirativo en el que atribuye a algún director de orquesta la aparición y armonización de diferentes organizaciones, grupos, etc. que –es verdad- se han propuesto dar la cara y oponerse al coro de los grandes medios.
Entonces, ¡caramba! Ve en acción no sólo a “instituciones del Estado”, sino también a “formaciones de la sociedad civil” (por lo que) “sería conveniente pensarlo más allá de la batahola”.
Bravo. Esto es dar en el clavo, aunque sólo sea para alertar a los clientes del pensamiento de La Nación y semejantes. Acierta, asimismo, cuando alude a que el conflicto mal llamado ”del campo” fue un disparador de ejercicios de conciencia social y política que en su momento se expresaron en numerosas soledades deshilvanadas, pero también en la palabra pública tomada por “intelectuales, académicos y profesionales” que apoyaron al gobierno con su primera Carta Abierta.
Fue la denuncia del clima destituyente. De la acción destituyente. Sólo que el esfuerzo destituyente, que prosiguió, tuvo –y tiene cada vez más- un efecto bumerán. Sin duda, también, por correcciones de rumbo operadas por el gobierno desde entonces y sobre todo después de las elecciones del 28 de junio.
Para Sarlo, en el intervalo vivido desde la 125, los discursos kirchneristas trataron y lograron transformar “un conflicto de intereses esconómicos y una movilización que incluía a pequeños y grandes, pobres y ricos, en una operación golpista de nuevo tipo”. Ni una palabra de Sarlo nos aclara por qué incluía a pequeños y grandes o a pobres y ricos. Ninguna sospecha de que algunos fueran manejados por otros en la extraña mezcla o aun por recursos de la realidad que tienen el rol de relatarla (y lo ejercen a su manera, desde luego).
Sarlo se queja de que la palabra "destituyente" produjo un efecto inmediato y duradero, tanto que todavía se la utilizó para caracterizar a quienes se oponían a la ley de medios audiovisuales, más de un año y medio después”. Ciertamente, la expresión revelaba la actuación oscura de la realidad relatada. También sintetizaba la luminosa convergencia de todos los que entendieron, y vienen entendiendo después, la urgencia de defender la expresión de la soberanía popular, volcada en las urnas en la elección presidencial, como condición sine qua non de un futuro posible al alcance de los ciudadanos argentinos, y de ponerlo al abrigo de las asenchanzas de nuevos retrocesos.
La Biblioteca Nacional, la Presidenta (se arregle o no sola en materia de ideas, según B.S.) el influyente intelectual de tradición peronista Horacio González y el mismísimo Néstor Kirchner –hombre dado por muerto por Morales Solá, después del 28 de junio, son barajas instigadoras -según Beatriz Sarlo- de la devaluación de la libertad de prensa, que ese es el tema que inspira la reflexión de su nota. En rigor, este menoscabo es un elemento de “la batalla cultural” .
Al respecto, recordemos que la primera oración de la nota era: “El kirchnerismo se ha caracterizado por la riña con el periodismo no oficialista”. Y que Sarlo nombra a adláteres dispares, como la Red de Mujeres con Cristina, que se permiten citar a Zizek o a Laclau (en “amable armonía epistemológica”), blogs y grupos diversos, con los que “se intenta una expansión hacia afuera de la elite”. Por lo que más que de una “riña” se trata de una expansión bastante lograda en la batalla cultural, a juzgar por las marchas multitudinarias que acompañaron reivindicaciones como la de la aplicación de la ley de medios.
Cabe destacar el uso de Beatriz Sarlo de giros que denotan cierta despectividad como cuando afirma: “Pero las iniciativas de Carta Abierta y sus subsidiarias, como puede comprobarlo quien haya asistido a algunos de los actos recientes o a las actividades en la ESMA, quedan dentro de un espacio académico y profesional relativamente restringido. No hacen opinión pública, salvo entre los lectores de Página 12, que están habituados a las intervenciones periodísticas de esos mismos intelectuales”
Sus subsidiarias, afirma. Que no hacen opinión pública, subraya, además, salvo entre los lectores de Página 12, que (no lo dice, pero seguramente lo sabe bien) no tiene la gran difusión que se merece por la calidad del cotidiano, sino que se la retacea incluso en los quioscos, donde no se lo ve sino que es necesario pedirlo y las más de las veces, se obtiene después de que el quiosquero vaya a buscarlo detrás o debajo de algo que lo tapa.
Esas dificultades de difusión, sin ir más lejos, no son consideradas por Beatriz Sarlo como limitaciones a la libertad de prensa. Ella habla por las que afectan a Clarín, La Nación, etc. que cada vez más ciudadanos ven como causantes de la desinformación y la manipulación de la opinión pública.
¿Qué más? Que a B.S. no le convienen o no le gustan los lectores progresistas de Página 12, ni Página 12, ni Sandra Russo, ni el programa 6,7, 8, ni Milagro Sala, ni Orlando Barone. En materia de gustos, no hay nada escrito, pero hay que ver que para una autora que está defendiendo –dice- la libertad de prensa y admitiendo una “batalla cultural” lo suyo es una toma de posición en defensa de la prensa que se ha permitido silenciar los éxitos del gobierno constitucional, mofarse de la primera magistrada y negarle que utilice decretos de necesidad y urgencia, denostar a Kirchner, a los kirchneristas y a los progresistas que lo defienden, además de regodearse con críticas a gobiernos latinoamericanos con los que el gobierno argentino actual está llevando adelante importantes convergencias sudamericanas y latinoamericanas.
Con esta tónica, no extraña que B.S. se las agarre con el fútbol y su efecto de “calentar la pantalla de Canal 7, con un efecto de arrastre que conoce cualquiera que sepa algo de televisión”. Es más, confirma su posicionamiento conservador cuando se queja del impacto del facebook de 6,7,8 en el acto del 24 de marzo en Plaza de Mayo porque se trata de “una pequeña burguesía progresista que no había encontrado otros lugares de expresión desde el conflicto con el campo en el cual suscribió el discurso de Carta Abierta, habiéndolo leído en su fuente original o escuchado en las versiones presidenciales”. Para colmo, muchos vestían remeras con la leyenda Somos la mierda oficialista.
Eso parece dolerle a Sarlo: que el vilipendiado oficialismo ya no sirva suficientemente para inhibir el deseo de dar la cara y participar en el quehacer nacional. Encima, “gente de pueblos del Gran Buenos Aires que se había organizado para llegar a la Plaza”, que “son decididos, incluso agresivos verbalmente, pero no violentos; militantes espontáneos, no matones”.
Conclusión, el campo estimulado por Carta Abierta se ha ensanchado considerablemente. Pero ese reconocimiento viene de la mano de esta salida aviesa:
“Fútbol para Todos, entonces, es una gran plataforma, un portaaviones que se dirige a públicos más masivos. Hay más y mejor en el futuro. En estos días, la Presidenta anunció el proyecto de repartir urgentemente medio millón de decodificadores de televisión digital, norma en la que ya están trasmitiendo Canal 7 y Encuentro. Así como les restituyó el derecho a los goles, el kirchnerismo no va a mantener al pueblo en la privación de señales digitales, máxime cuando el secretario de Medios, Gabriel Mariotto, ya ha anunciado una red de diez canales digitales públicos (es decir, en estas circunstancias, oficiales)”.
Entonces, la gran embestida ya no le toca a “los Kirchner” sino a Mariotto que –graduado de Ciencias de la Comunicación- “ha leído los manuales” y nos amenaza a todos con “la lluvia benéfica de decodificadores”.
Por si todo eso fuera poco, “están los blogs y los blogueros”. La “nube K”. Que brilla en la web mejor que la mortecina página de “Carta Abierta”. Y todavía va a la carga B.S. contra los condottieri de la web. Lo que revela que diversas legiones se rebelan contra el universo mediático en el que nos tenían encerrados los grandes medios concentrados. Así es.
Pero denuncia el carácter anónimo de “las formas rizomáticas de una nueva esfera virtual”, para lamentar la poca fama de los payadores con los que tiene que contrapuntear y que completan, según la autora, el “dispositivo kirchnerista”.
B.S. pretende ser realista, tratando de trazar un cuadro que registre los episodios de la batalla cultural por las capas medias. En efecto, nos dice, al final: “Cuando se habla de hegemonía, en un sentido estricto, hay que pensar en esta dimensión donde se juega a convencer, aunque, cada vez con más frecuencia, pasen a primer plano los aficionados a las trompadas. Total, como dijo un comentarista de 6, 7, 8, en la Feria del Libro no hay más violencia que en un concierto de rock”.
En la entrevista anterior a esta nota, Sarlo afirmó que “el problema fundamental hoy es el perfeccionamiento de las instituciones, pero el eje es la pobreza”. Pero el eje no es la pobreza. El eje es la política. La lucha política para que el perfeccionamiento de las instituciones termine con la pobreza. Y en la política, ella, está defendiendo a los medios concentrados que junto con las oposiciones divididas y sin ideas hacen todo por impedir la acción presidencial y mantenernos en una sociedad de reflejos conservadores y neoliberales.
En esta batalla cultural militamos por nuevas ganas culturales.
Roberto Páez González
1° de mayo de 2010
Beatriz Sarlo escribió “La batalla cultural” en La Nación del 29.04.10. El mismo diario había publicado una entrevista con la escritora el 10 del mismo mes, encabezada así: "Con Kirchner no se puede acordar ni un picnic". En “La batalla cultural” comienza con esta expresión: “El kirchnerismo se ha caracterizado por la riña con el periodismo no oficialista”.
A buen entendedor, Beatriz Sarlo está en la vereda de enfrente del gobierno, de “los Kirchner” y el kirchnerismo, y también enfrente de los que defienden al gobierno aunque sólo simpaticen con el gobierno sin ser kirchneristas.
La piedra de toque es la libertad de prensa. Arguye que en las dictaduras que padecimos “liquidaron a periodistas” pero el contraste con ese horror no debe disminuir “cualquier hecho presente”. Entonces, menciona “un ataque a obras y autores, con incursiones en la Feria del Libro que terminan a los sillazos como si fuera una fiesta de fin de curso que se fue de madre, aunque son, en verdad, un intento de cortar la palabra a los gritos y por la fuerza”.
No parece interesarle en lo más mínimo reconocer que amplios sectores de la población argentina están privados de prensa y por ello mismo de la libertad de prensa. Ya sabiendo que ella publica sus ideas en La Nación, sabe que defiende una libertad de prensa políticamente definida en la oposición, porque La Nación -como Clarín y otros medios- se afana en crear la imagen negativa del gobierno y el kirchnerismo, en desinformar a la población en general y a sus lectores en particular, en coparticipar en la ambientación mediática de un clima destituyente.
Pero lo que a muchos nos parece, es que cada vez más surge cuestionada esa versión mediática de la realidad.
Sin duda, a Sarlo, también se le ocurre. Por eso reseña que “está en curso un proceso más novedoso”. La escritora lo llama “dispositivo cultural kirchnerista”. Pero muchos sabemos que hay kirchneristas y no kirchneristas despiertos e interesados en poner de manifiesto sus opiniones sobre la actualidad, a las que no ven reflejadas en la prensa de los medios concentrados de la que Sarlo es una intelectual representante.
Procura describir tendenciosamente la realidad, con un sesgo conspirativo en el que atribuye a algún director de orquesta la aparición y armonización de diferentes organizaciones, grupos, etc. que –es verdad- se han propuesto dar la cara y oponerse al coro de los grandes medios.
Entonces, ¡caramba! Ve en acción no sólo a “instituciones del Estado”, sino también a “formaciones de la sociedad civil” (por lo que) “sería conveniente pensarlo más allá de la batahola”.
Bravo. Esto es dar en el clavo, aunque sólo sea para alertar a los clientes del pensamiento de La Nación y semejantes. Acierta, asimismo, cuando alude a que el conflicto mal llamado ”del campo” fue un disparador de ejercicios de conciencia social y política que en su momento se expresaron en numerosas soledades deshilvanadas, pero también en la palabra pública tomada por “intelectuales, académicos y profesionales” que apoyaron al gobierno con su primera Carta Abierta.
Fue la denuncia del clima destituyente. De la acción destituyente. Sólo que el esfuerzo destituyente, que prosiguió, tuvo –y tiene cada vez más- un efecto bumerán. Sin duda, también, por correcciones de rumbo operadas por el gobierno desde entonces y sobre todo después de las elecciones del 28 de junio.
Para Sarlo, en el intervalo vivido desde la 125, los discursos kirchneristas trataron y lograron transformar “un conflicto de intereses esconómicos y una movilización que incluía a pequeños y grandes, pobres y ricos, en una operación golpista de nuevo tipo”. Ni una palabra de Sarlo nos aclara por qué incluía a pequeños y grandes o a pobres y ricos. Ninguna sospecha de que algunos fueran manejados por otros en la extraña mezcla o aun por recursos de la realidad que tienen el rol de relatarla (y lo ejercen a su manera, desde luego).
Sarlo se queja de que la palabra "destituyente" produjo un efecto inmediato y duradero, tanto que todavía se la utilizó para caracterizar a quienes se oponían a la ley de medios audiovisuales, más de un año y medio después”. Ciertamente, la expresión revelaba la actuación oscura de la realidad relatada. También sintetizaba la luminosa convergencia de todos los que entendieron, y vienen entendiendo después, la urgencia de defender la expresión de la soberanía popular, volcada en las urnas en la elección presidencial, como condición sine qua non de un futuro posible al alcance de los ciudadanos argentinos, y de ponerlo al abrigo de las asenchanzas de nuevos retrocesos.
La Biblioteca Nacional, la Presidenta (se arregle o no sola en materia de ideas, según B.S.) el influyente intelectual de tradición peronista Horacio González y el mismísimo Néstor Kirchner –hombre dado por muerto por Morales Solá, después del 28 de junio, son barajas instigadoras -según Beatriz Sarlo- de la devaluación de la libertad de prensa, que ese es el tema que inspira la reflexión de su nota. En rigor, este menoscabo es un elemento de “la batalla cultural” .
Al respecto, recordemos que la primera oración de la nota era: “El kirchnerismo se ha caracterizado por la riña con el periodismo no oficialista”. Y que Sarlo nombra a adláteres dispares, como la Red de Mujeres con Cristina, que se permiten citar a Zizek o a Laclau (en “amable armonía epistemológica”), blogs y grupos diversos, con los que “se intenta una expansión hacia afuera de la elite”. Por lo que más que de una “riña” se trata de una expansión bastante lograda en la batalla cultural, a juzgar por las marchas multitudinarias que acompañaron reivindicaciones como la de la aplicación de la ley de medios.
Cabe destacar el uso de Beatriz Sarlo de giros que denotan cierta despectividad como cuando afirma: “Pero las iniciativas de Carta Abierta y sus subsidiarias, como puede comprobarlo quien haya asistido a algunos de los actos recientes o a las actividades en la ESMA, quedan dentro de un espacio académico y profesional relativamente restringido. No hacen opinión pública, salvo entre los lectores de Página 12, que están habituados a las intervenciones periodísticas de esos mismos intelectuales”
Sus subsidiarias, afirma. Que no hacen opinión pública, subraya, además, salvo entre los lectores de Página 12, que (no lo dice, pero seguramente lo sabe bien) no tiene la gran difusión que se merece por la calidad del cotidiano, sino que se la retacea incluso en los quioscos, donde no se lo ve sino que es necesario pedirlo y las más de las veces, se obtiene después de que el quiosquero vaya a buscarlo detrás o debajo de algo que lo tapa.
Esas dificultades de difusión, sin ir más lejos, no son consideradas por Beatriz Sarlo como limitaciones a la libertad de prensa. Ella habla por las que afectan a Clarín, La Nación, etc. que cada vez más ciudadanos ven como causantes de la desinformación y la manipulación de la opinión pública.
¿Qué más? Que a B.S. no le convienen o no le gustan los lectores progresistas de Página 12, ni Página 12, ni Sandra Russo, ni el programa 6,7, 8, ni Milagro Sala, ni Orlando Barone. En materia de gustos, no hay nada escrito, pero hay que ver que para una autora que está defendiendo –dice- la libertad de prensa y admitiendo una “batalla cultural” lo suyo es una toma de posición en defensa de la prensa que se ha permitido silenciar los éxitos del gobierno constitucional, mofarse de la primera magistrada y negarle que utilice decretos de necesidad y urgencia, denostar a Kirchner, a los kirchneristas y a los progresistas que lo defienden, además de regodearse con críticas a gobiernos latinoamericanos con los que el gobierno argentino actual está llevando adelante importantes convergencias sudamericanas y latinoamericanas.
Con esta tónica, no extraña que B.S. se las agarre con el fútbol y su efecto de “calentar la pantalla de Canal 7, con un efecto de arrastre que conoce cualquiera que sepa algo de televisión”. Es más, confirma su posicionamiento conservador cuando se queja del impacto del facebook de 6,7,8 en el acto del 24 de marzo en Plaza de Mayo porque se trata de “una pequeña burguesía progresista que no había encontrado otros lugares de expresión desde el conflicto con el campo en el cual suscribió el discurso de Carta Abierta, habiéndolo leído en su fuente original o escuchado en las versiones presidenciales”. Para colmo, muchos vestían remeras con la leyenda Somos la mierda oficialista.
Eso parece dolerle a Sarlo: que el vilipendiado oficialismo ya no sirva suficientemente para inhibir el deseo de dar la cara y participar en el quehacer nacional. Encima, “gente de pueblos del Gran Buenos Aires que se había organizado para llegar a la Plaza”, que “son decididos, incluso agresivos verbalmente, pero no violentos; militantes espontáneos, no matones”.
Conclusión, el campo estimulado por Carta Abierta se ha ensanchado considerablemente. Pero ese reconocimiento viene de la mano de esta salida aviesa:
“Fútbol para Todos, entonces, es una gran plataforma, un portaaviones que se dirige a públicos más masivos. Hay más y mejor en el futuro. En estos días, la Presidenta anunció el proyecto de repartir urgentemente medio millón de decodificadores de televisión digital, norma en la que ya están trasmitiendo Canal 7 y Encuentro. Así como les restituyó el derecho a los goles, el kirchnerismo no va a mantener al pueblo en la privación de señales digitales, máxime cuando el secretario de Medios, Gabriel Mariotto, ya ha anunciado una red de diez canales digitales públicos (es decir, en estas circunstancias, oficiales)”.
Entonces, la gran embestida ya no le toca a “los Kirchner” sino a Mariotto que –graduado de Ciencias de la Comunicación- “ha leído los manuales” y nos amenaza a todos con “la lluvia benéfica de decodificadores”.
Por si todo eso fuera poco, “están los blogs y los blogueros”. La “nube K”. Que brilla en la web mejor que la mortecina página de “Carta Abierta”. Y todavía va a la carga B.S. contra los condottieri de la web. Lo que revela que diversas legiones se rebelan contra el universo mediático en el que nos tenían encerrados los grandes medios concentrados. Así es.
Pero denuncia el carácter anónimo de “las formas rizomáticas de una nueva esfera virtual”, para lamentar la poca fama de los payadores con los que tiene que contrapuntear y que completan, según la autora, el “dispositivo kirchnerista”.
B.S. pretende ser realista, tratando de trazar un cuadro que registre los episodios de la batalla cultural por las capas medias. En efecto, nos dice, al final: “Cuando se habla de hegemonía, en un sentido estricto, hay que pensar en esta dimensión donde se juega a convencer, aunque, cada vez con más frecuencia, pasen a primer plano los aficionados a las trompadas. Total, como dijo un comentarista de 6, 7, 8, en la Feria del Libro no hay más violencia que en un concierto de rock”.
En la entrevista anterior a esta nota, Sarlo afirmó que “el problema fundamental hoy es el perfeccionamiento de las instituciones, pero el eje es la pobreza”. Pero el eje no es la pobreza. El eje es la política. La lucha política para que el perfeccionamiento de las instituciones termine con la pobreza. Y en la política, ella, está defendiendo a los medios concentrados que junto con las oposiciones divididas y sin ideas hacen todo por impedir la acción presidencial y mantenernos en una sociedad de reflejos conservadores y neoliberales.
En esta batalla cultural militamos por nuevas ganas culturales.
Roberto Páez González
1° de mayo de 2010
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