Por Daniela Saidman (Desde Venezuela. Colaboración para ARGENPRESS CULTURAL)
La Pachamama es la Madre Tierra, toda la naturaleza es su templo, “Apacheta” es el nombre de sus altares, unos montículos de piedra ubicados a orillas del camino
Tierra, mujer, madre, diosa... esa es la Pachamama. Es la tierra madre en el sentido más profundo, más completo y diverso. Literalmente “Pacha” viene del aymara y quechua y significa tierra y, por extensión “mundo”, “cosmos”. “Mama”: madre -es decir “Madre Tierra”, es la gran deidad entre los pueblos indígenas de los Andes Centrales de América del Sur.
La tradición de los pueblos originarios describe a la Pachamama como una mujer de baja estatura, de grandes pies y sombrero alón. Madre de los cerros y de los hombres. Toda la naturaleza es su templo, “Apacheta” es el nombre de sus altares, unos montículos de piedra ubicados a orillas del camino.
Cuando decimos Pachamama, decimos tierra, espacio, tiempo, universo, decimos en fin, nosotros, todo...
Y aunque los pueblos originarios celebran a la Pachama cada 01 de agosto, aprovechamos la declaratoria de la Unesco del Día Mundial de la Tierra (22-04) para rendir tributo desde la poesía a esa mujer que nos permite la vida.
Porque no están y no estamos solos, porque la tierra es hogar, espacio de miles de millones de seres humanos, casa que sufre y nos sufre, que habitamos y nos habita, que nos respira en lo más luminoso y en todas las sombras que somos. “Somos granos de maíz / de una misma mazorca / Somos una sola raíz / de un mismo camino”, cantan los versos del poema “No están solos,” de Thaayrohyadi, escritor y poeta de la Nación Otomí (México).
Cumbre de la Madre Tierra
No es casual que en Bolivia el presidente Evo Morales, inaugurara el pasado martes la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Tierra. Y es que la Tierra, Pachamama cantora, tiene en Latinoamérica a sus hijos y a sus hijas. En Bolivia se realiza la Cumbre, en Bolivia, tierra ancestral que recién empieza a recuperar su mirada y sus sueños, que recién comienza a hacer posible el futuro.
A propósito de este evento, que se espera culmine con un acuerdo que ratificarán los jefes de Estado y miembros de organizaciones sociales que participan en la Cumbre, el escritor uruguayo Eduardo Galeano escribió que la naturaleza ha sido y es, tratada como mercancía o como obstáculo al progreso. Dice que sí, que sí es cierto que hay algunos y algunas que la vemos con tristeza o con lástima, pero siempre desde afuera. Y afirma que “las culturas indígenas la ven desde adentro. Viéndola, me veo. Lo que contra ella hago, está hecho contra mí. En ella me encuentro, mis piernas son también el camino que las anda. Celebremos, pues, esta Cumbre de la Madre Tierra. Y ojalá los sordos escuchen: los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad”.
Poemas a la Pachamama
Las voces de la tierra son voces de las gentes. Las voces de Nuestra América tienen todo el color, la textura, la tibieza y el sabor... de la mirada y la caricia al mundo que debe ser. La palabra necesaria viene desde siempre, viene desde cerca, desde adentro, para decir y decirnos lo que a veces olvidamos... estos versos dicen quiénes y por qué somos, dónde nos duele la siembra y la sangre, dónde el silencio y el hambre...
“Cuando vengas a nuestra tierra, descansarás bajo la sombra de nuestro respeto. Cuando vengas a nuestra tierra, escucharás nuestra voz, también, en los sonidos del anciano monte. Si llegas a nuestra tierra con tu vida desnuda seremos un poco más felices... y buscaremos agua para esta sed de vida, interminable”. Vitorio Apushana (Wayú – Colombia).
Todas las voces, todas... voces del sur, de la tierra herida, de la adolorida Pachamama que se queja. Que nos pide, que nos dice, que se entrega, que es y que somos. Y es que para los pueblos indígenas la tierra no nos pertenece, nosotros le pertenecemos a ella, porque somos su simiente. Somos ella, somos madre y fuego, canto y sueño, árbol y desierto. Y su dolor es el nuestro.
Por eso canta Graciela Huinao, poeta y profesora de la Nación Mapuche (Chile), que “Se rompe mi alma / en angustiado canto de Pewen / y voces antiguas / acuden a mi puerta / pero sólo yo / entiendo sus lenguas / que frías de miedo / surcan la selva / para morir en ella. / Mientras en mis ojos / se pierden / las últimas estrellas”.
Cada instante de la vida transcurre en la palabra. Son los hijos del sol los que saben del origen y del tiempo, de la mano amorosa con que la Pachamama acaricia y desordena los cabellos y las hojas, el agua y los vientos. Estos son poemas del amor primero, del primigenio vientre que nos nace y nos alumbra. Invocan la tierra, porque nombrándola hacen venir el día y caer la noche.
Morela Maneiro, poeta de la Nación Kari’ña (Venezuela), dice río y dice pueblo... dice agua y dice puerto... “En mi puerto contemplando el río / Pasó el gavilán / Pasó la garza / Pasó el paují. / Pasó la ola ondulando su mirada / y en un minuto de siglos…/ fue narrándome cruzando el río, / cómo los pueblos se han liberado”.
Tiempos
Son estos tiempos de memoria. De recuperar el olor de la tierra mojada al alba, de abrir los ojos al horizonte para contemplar la hechura del mundo. Es la hora de la cosecha y de abonar luego la tierra, para que la Pachamama nos regale con mejores frutos. Es tiempo de volver los ojos, de descubrir en cada pisada la humanidad que anda el mismo camino. Somos también de tierra, de maíz y de estrellas, de sol luminoso y de lluvia fresca, somos lo que hoy hagamos germinar en la tierra. Por eso canto a la Pachamama, Madre primera, madre del Mundo, Madre entre las Madres. Tierra y grito, grito y risa, risa y sueño, sueño y futuro.
“Para que la Madre Tierra / no muera / volvamos a danzar / alrededor del Sol / y de la Luna / la danza del cóndor / la serpiente / el venado / dejemos que nuestros corazones / se desborden en cataclismos / y engendremos el vacío / con nuestras palabras / dialoguemos en círculo, en el día / y en media luna, en la noche”, implora el poeta Ariruma Kowii de la Nación Quechua (Ecuador).
SOBRE SALVAJES
“Los pemones de la Gran Sabana llaman al rocío Chiriké-yeetakuú, / que significa Saliva de las Estrellas; / a las lágrimas Enú-parupué, que quiere decir Guarapo de los Ojos, / y al corazón Yewán-enapué: Semilla del Vientre. / Los waraos del delta del Orinoco dicen Mejo-koji (El Sol del Pecho) / para nombrar al alma. / Para decir amigo dicen Ma-jokaraisa: Mi Otro Corazón. / Y para decir olvidar dicen Emonikitane, que quiere decir Perdonar. / Los muy tontos no saben lo que dicen. / Para decir tierra dicen madre / Para decir madre dicen ternura / Para decir ternura dicen entrega / Tienen tal confusión de sentimientos / que con toda razón / las buenas gentes que somos / les llamamos salvajes.”
Gustavo Pereira, poeta, Premio Nacional de Literatura
Fuente: Argenpress Cultural
http://cultural.argenpress.info/
La Pachamama es la Madre Tierra, toda la naturaleza es su templo, “Apacheta” es el nombre de sus altares, unos montículos de piedra ubicados a orillas del camino
Tierra, mujer, madre, diosa... esa es la Pachamama. Es la tierra madre en el sentido más profundo, más completo y diverso. Literalmente “Pacha” viene del aymara y quechua y significa tierra y, por extensión “mundo”, “cosmos”. “Mama”: madre -es decir “Madre Tierra”, es la gran deidad entre los pueblos indígenas de los Andes Centrales de América del Sur.
La tradición de los pueblos originarios describe a la Pachamama como una mujer de baja estatura, de grandes pies y sombrero alón. Madre de los cerros y de los hombres. Toda la naturaleza es su templo, “Apacheta” es el nombre de sus altares, unos montículos de piedra ubicados a orillas del camino.
Cuando decimos Pachamama, decimos tierra, espacio, tiempo, universo, decimos en fin, nosotros, todo...
Y aunque los pueblos originarios celebran a la Pachama cada 01 de agosto, aprovechamos la declaratoria de la Unesco del Día Mundial de la Tierra (22-04) para rendir tributo desde la poesía a esa mujer que nos permite la vida.
Porque no están y no estamos solos, porque la tierra es hogar, espacio de miles de millones de seres humanos, casa que sufre y nos sufre, que habitamos y nos habita, que nos respira en lo más luminoso y en todas las sombras que somos. “Somos granos de maíz / de una misma mazorca / Somos una sola raíz / de un mismo camino”, cantan los versos del poema “No están solos,” de Thaayrohyadi, escritor y poeta de la Nación Otomí (México).
Cumbre de la Madre Tierra
No es casual que en Bolivia el presidente Evo Morales, inaugurara el pasado martes la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Tierra. Y es que la Tierra, Pachamama cantora, tiene en Latinoamérica a sus hijos y a sus hijas. En Bolivia se realiza la Cumbre, en Bolivia, tierra ancestral que recién empieza a recuperar su mirada y sus sueños, que recién comienza a hacer posible el futuro.
A propósito de este evento, que se espera culmine con un acuerdo que ratificarán los jefes de Estado y miembros de organizaciones sociales que participan en la Cumbre, el escritor uruguayo Eduardo Galeano escribió que la naturaleza ha sido y es, tratada como mercancía o como obstáculo al progreso. Dice que sí, que sí es cierto que hay algunos y algunas que la vemos con tristeza o con lástima, pero siempre desde afuera. Y afirma que “las culturas indígenas la ven desde adentro. Viéndola, me veo. Lo que contra ella hago, está hecho contra mí. En ella me encuentro, mis piernas son también el camino que las anda. Celebremos, pues, esta Cumbre de la Madre Tierra. Y ojalá los sordos escuchen: los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad”.
Poemas a la Pachamama
Las voces de la tierra son voces de las gentes. Las voces de Nuestra América tienen todo el color, la textura, la tibieza y el sabor... de la mirada y la caricia al mundo que debe ser. La palabra necesaria viene desde siempre, viene desde cerca, desde adentro, para decir y decirnos lo que a veces olvidamos... estos versos dicen quiénes y por qué somos, dónde nos duele la siembra y la sangre, dónde el silencio y el hambre...
“Cuando vengas a nuestra tierra, descansarás bajo la sombra de nuestro respeto. Cuando vengas a nuestra tierra, escucharás nuestra voz, también, en los sonidos del anciano monte. Si llegas a nuestra tierra con tu vida desnuda seremos un poco más felices... y buscaremos agua para esta sed de vida, interminable”. Vitorio Apushana (Wayú – Colombia).
Todas las voces, todas... voces del sur, de la tierra herida, de la adolorida Pachamama que se queja. Que nos pide, que nos dice, que se entrega, que es y que somos. Y es que para los pueblos indígenas la tierra no nos pertenece, nosotros le pertenecemos a ella, porque somos su simiente. Somos ella, somos madre y fuego, canto y sueño, árbol y desierto. Y su dolor es el nuestro.
Por eso canta Graciela Huinao, poeta y profesora de la Nación Mapuche (Chile), que “Se rompe mi alma / en angustiado canto de Pewen / y voces antiguas / acuden a mi puerta / pero sólo yo / entiendo sus lenguas / que frías de miedo / surcan la selva / para morir en ella. / Mientras en mis ojos / se pierden / las últimas estrellas”.
Cada instante de la vida transcurre en la palabra. Son los hijos del sol los que saben del origen y del tiempo, de la mano amorosa con que la Pachamama acaricia y desordena los cabellos y las hojas, el agua y los vientos. Estos son poemas del amor primero, del primigenio vientre que nos nace y nos alumbra. Invocan la tierra, porque nombrándola hacen venir el día y caer la noche.
Morela Maneiro, poeta de la Nación Kari’ña (Venezuela), dice río y dice pueblo... dice agua y dice puerto... “En mi puerto contemplando el río / Pasó el gavilán / Pasó la garza / Pasó el paují. / Pasó la ola ondulando su mirada / y en un minuto de siglos…/ fue narrándome cruzando el río, / cómo los pueblos se han liberado”.
Tiempos
Son estos tiempos de memoria. De recuperar el olor de la tierra mojada al alba, de abrir los ojos al horizonte para contemplar la hechura del mundo. Es la hora de la cosecha y de abonar luego la tierra, para que la Pachamama nos regale con mejores frutos. Es tiempo de volver los ojos, de descubrir en cada pisada la humanidad que anda el mismo camino. Somos también de tierra, de maíz y de estrellas, de sol luminoso y de lluvia fresca, somos lo que hoy hagamos germinar en la tierra. Por eso canto a la Pachamama, Madre primera, madre del Mundo, Madre entre las Madres. Tierra y grito, grito y risa, risa y sueño, sueño y futuro.
“Para que la Madre Tierra / no muera / volvamos a danzar / alrededor del Sol / y de la Luna / la danza del cóndor / la serpiente / el venado / dejemos que nuestros corazones / se desborden en cataclismos / y engendremos el vacío / con nuestras palabras / dialoguemos en círculo, en el día / y en media luna, en la noche”, implora el poeta Ariruma Kowii de la Nación Quechua (Ecuador).
SOBRE SALVAJES
“Los pemones de la Gran Sabana llaman al rocío Chiriké-yeetakuú, / que significa Saliva de las Estrellas; / a las lágrimas Enú-parupué, que quiere decir Guarapo de los Ojos, / y al corazón Yewán-enapué: Semilla del Vientre. / Los waraos del delta del Orinoco dicen Mejo-koji (El Sol del Pecho) / para nombrar al alma. / Para decir amigo dicen Ma-jokaraisa: Mi Otro Corazón. / Y para decir olvidar dicen Emonikitane, que quiere decir Perdonar. / Los muy tontos no saben lo que dicen. / Para decir tierra dicen madre / Para decir madre dicen ternura / Para decir ternura dicen entrega / Tienen tal confusión de sentimientos / que con toda razón / las buenas gentes que somos / les llamamos salvajes.”
Gustavo Pereira, poeta, Premio Nacional de Literatura
Fuente: Argenpress Cultural
http://cultural.argenpress.info/
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