domingo, 4 de mayo de 2008

Mónica Russomanno: Demasiado buenos


“Lo que pasa es que yo soy demasiado bueno y la gente se aprovecha”. Lo dijo el Gringo, lo dijo muchas veces con los ojitos pequeños en medio de la cara roja. Lo dijo, y hablaba muy fuerte, aturdía, hablaba fuerte y con los brazos abiertos. Gesticulaba el gringo. Bondadoso el gringo, sencillo, sin vueltas. Decía que la gente se aprovechaba, lo decía con su voz potente, que la gente se aprovechaba de él.

Otro dijo que todos toman ventaja de su persona porque, mirá vos qué casualidad, es demasiado bueno. Lo usan al pobre, él mismo dice que lo usan material y psicológicamente, para ser más específicos. Y esto lo puso por escrito para que no queden dudas.

Y un tercero escribió que hay muchos que parecen gente pero que no son gente. Este también probablemente sea demasiado bueno. Tiernito, un pan de Dios mire, un gentilhombre entre los animales salvajes, un angelito entre las bestias del Averno. No, no se puede ser tan bueno entre los espantos desencadenados. Al final uno termina sufriendo.

Y el Gringo que era demasiado bueno maltrataba a la mujer y a los amigos; el pobre muchacho utilizado como trapeador se sirvió de todas las mesas y se fue sin saludar; y el que era tan buena gente también se fue sin saludar y ni siquiera ayudó a sacudir el mantel. Los tres dejaron la puerta abierta para que la cierre otro. Y a alguien llorando, claro.

Uno es bueno o no es bueno en diferentes ocasiones y según quién lo cuenta, pero el que dice ser demasiado bueno es peligroso. Hay que escapar a tiempo de los que consideran que su merced es excesiva. Nunca lo es.

El que realmente exagera en su miramiento de las necesidades o deseos de los demás no nos lo dice, no lo resalta en amarillo luminoso. No se da cuenta siquiera.

El que es demasiado bueno no se considera ni demasiado, ni acaso bueno. Sólo hace lo que puede y se culpa por no poder un poco más.

Pocas veces se mensuran las cosas si no es para ponerles precio. Quien mide su bondad por mucha o poca, acaba retaceándola y finaliza en la queja. “Lo que pasa es que soy demasiado bueno” dirá mientras se limpia las manos sucias, “y la gente se aprovecha” concluirá, mientras guarda los productos de sus saqueos en el abultado morral.



Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com

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