lunes, 5 de febrero de 2007

Oscar oriolo: 2 Poemas

Nadie sabe.

Nadie sabe que un día de julio,
en una calle adoquinada y solitaria,
mi boca perdió la madura infancia
para consagrarse a sus labios.
Nadie sabe que palpitaron mis ojos
para apropiarse de su mirada
mientras se conjuraban los pasos
que nos llevaron al renovado prodigio
de sus suspiros y su magia.
Nadie sabe que inventamos nuevos verbos
para conjugarlos en todos los rumbos del tiempo;
que improvisamos falsas soledades
para traicionar enigmáticos paréntesis
ocupados en distanciarnos;
que ideamos inefables ceremonias de caricias
para mantener ocultos los secretos de la noche
y sus umbrías nostalgias
provistas de aladas geometrías.
Nadie sabe que encontramos un territorio
perdido en medio de crujientes hojas
y, entre sábanas otoñadas
por crepúsculos incandescentes,
refulgieron nuestros semblantes
sin posibilidad de regresar al olvido.
Nadie sabe que descendieron las lluvias
por los desvanes del Olimpo
y volátiles dioses danzaron
en el eco de su aliento
con la cadencia de la música
que se fugaba por las hendijas
de su etérea respiración.
Nadie sabe
(sólo ella)
que aquel día de julio,
perdido en el devenir de los cielos,
exorcizamos soledades,
conjeturamos leyendas
y emprendimos la creación de futuros recuerdos
que ya recorren,
extenuados,
los senderos del pasado.


Sueños.


Yo sé que estuve allí,
en el jardín de frutos y flores primaverales,
dominando aves y peces,
entre mansas fieras y absurdas prohibiciones.
En Mesopotamia,
entre el Eúfrates y el Tigris,
viendo el llanto y la expulsiónde las delicias del Edén.
Estuve deambulando entre lágrimas y truenos,
pero cuando la conocívolví a conocer el paraíso.
Yo sé que estuve allí,
en el mar que acerca extrañas olas a la orilla de la ausencia.
En la nave que sobrevivió
después de precipitarse la acongojada intemperie.
Estuve navegando en el caudaloso manantial de su amor
para desembarcar mis manos en los muelles de su cuerpo.
En la nube donde parten los relámpagos
que desnudan el cuerpo de los ángeles
y estos lloran afligidoslágrimas de lava.
En el cráter del volcán,
rodeado de robles y castaños,
que diseminó estatuas por Pompeya y Herculano.
Estuve donde la noche se bebió de un trago
la intensa historia de haberla amado.
En el ensangrentado horizonte
por donde aparece el sol galopando sobre sus rayos.
Llorando alrededor de la lápida del hongo
que derritió ojos y pétalos de vida en flor.
Estuve donde el cielo se hace líquido
y se evaporacon el calor que irradia su ternura.
En la noche que nació
de las sombras amontonadas por el olvido.
En la interminable fila de ausentes
que regresan cotidianamente en las rondas de las plazas.
Estuve cayendo en el precipicio
de la dulce y cálida boca de su vientre,
trémulo,
porque me abandonó un cardumen de ilusiones.
En la veloz vorágine del impacto
que causaron las gigantescas flechas.
Escindiéndome entre los escombros
que se desbarrancaron en el gemelar abismode las torres.
Estuve en la cálida penumbra
de tener sus sensibles pechos estremeciéndose
en la concavidad de mis manos.
Estuve en el infinito eclipse que cubre de sueños al recuerdo.
Encendiendo alguna efímera llama
para abrigar todas y cada una de las esperanzas.
Y sin embargo,
después del regresode estos lugares
y de estos tiempos,
no encuentro un umbral donde sentarme a esperarla.
Pero qué importa,
si desperté con las manos celestes
porque soñé que la había acariciado.

Oscar OrioloArgentina
Co- director de Revista LILITH
redaccionlilith@yahoo.com.ar

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahhhhhhhhhh!!!!!

Anónimo dijo...

Recordé el temblor en la cornisa de la piel... Fantástico!!! Gracias!!!

Anónimo dijo...

Quisiera saber quién recordó el temblor en la cornisa de la piel.
¿Dejarías tu mail?

Anónimo dijo...

Muy bellas palabras enlazan cada verso.
Sencillamente, espectacular.

Anónimo dijo...

Danzan las emociones en los rincones el alma.
Bellisimo!

Wabio