El Evasor.
Encendió el último cigarrillo en un rincón de la noche, sintió como el humo le recorría el cuerpo hasta llegar a los pulmones y cuando percibió que ya no podría continuar soportando la falta de aire, dejó que este escapara a través de sus fosas nasales y su mente se evadió tras las siluetas discontinuas que se formaban y se perdían en su habitación, eternamente sucia y mal iluminada.
Tras la segunda pitada su cerebro comienza un ritual de imágenes del pasado que se mezclan sin permitirle desarrollar su historia, la niñez se le pierde en laberintos de lágrimas, guardapolvos, una eterna espera y falsas esperanzas.
Muchas veces a la tercer pitada, mas prolongada que las otras, como para espantar los fantasmas del pasado, siente que su garganta se le seca, entonces evalúa la posibilidad de dejar de fumar, pero descubre que esa es la única llave que le abre las puertas por donde meterse dentro de si mismo, donde en mundo toma las formas que a el se le antojan y los personajes responden complacientes a todos sus caprichos, pero como todo tiene un principio y un fin, ese mundo se desvanece al exhalar el humo que se empeña en dibujar efímeras formas obscenas en el techo de su cuarto.
A veces la noche le obsequia una tormenta y sus pensamientos parecen cobrar vida, la lluvia, truenos y relámpagos son la mejor coreografía para el accionar de su cerebro humilde y alocado, entonces, la evasión es total, su cuerpo pierde toda forma imaginable, atraviesa sin dolor los muros de la memoria, nada por los mares del olvido, escala las montañas de la eterna soledad, se pierde en los bosques de la desesperación y bucea en los lagos de amores perdidos, hasta que su cama lo recoge entre sus sábanas con olor a ausencias y su cuerpo no es mas que un trozo de vida suplicando una salida, cualquiera, pero salida...
Siempre todo ocurre igual, comienza al encender un cigarrillo en un rincón de la noche intentando una evasión que lo lleve a concretar, aunque sea en sueños, sus pequeñas ilusiones y finaliza cuando el sol dibuja una nueva frustración en las arrugas de su almohada. Pero esta vez algo ocurrió, el estampido alborotó a toda la cuadra, en el lugar más inocente de la noche, al ingresar a su cuarto solo se encontró un cigarrillo a medio fumar a un costado de su cama, la ventana abierta mirando desconsolada al horizonte y una carta en la tibieza de la almohada, que guarda como un tesoro la forma de su cara y una lágrima...
Nunca mas se escuchó hablar de el, es mas, muchos afirman que este hecho y esta persona nunca existieron, que solo es una de las tantas historias que se tejen a diario en una ciudad que cada mañana, antes de disculparse, debe maquillar su cara, para por lo menos parecer, no tan culpable.
Basado en una nota aparecida en un diario rosarino, que cuenta el suicidio de un joven del que nadie pudo aportar ningún dato.
Flavio Giménez
gimenezflavio@yahoo.com.ar
www.flaviogimenez.galeon.com
lunes, 5 de febrero de 2007
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