lunes, 25 de enero de 2010

Miriam Cairo: El bañista, el marqués y los pájaros



Por Miriam Cairo

Clave
Otra vez el enero morboso. Con las noticias en el bolso, el bañista se va de la ciudad. El bañista va rodando por el terraplén. La nube de polvo que no es, harina. Otra vez la perspectiva alcantarillada, las flores sedientas, los monstruos floridos. Lentamente, el bañista, con la mano no levanta un brillo sino su imitación. El diario en el bolso es transparente y deja ver el maleficio. Si las noticias no llegan es porque el pasaporte está vencido. El bañista desinformado está a merced del verano, clavando cada mañana la punta de la sombrilla en un caribe turístico a toda espuma. Su sombra cruza otra ciudad.

Rueden
Después de haber rodado toda la vida, nosotros los pájaros, cada noche no somos más que una rama florecida a ras de suelo. Nos desprendemos más vivos que centellas de la muñeca de Dios y nos salvamos del enero morboso. Somos los suspiros de la estatua de cristal que se incorpora cuando el bañista duerme en brazos de su castora. Cada noche, nosotros, los pájaros, hacemos signos de recíprocas inclinaciones. Hay unos celos más conmovedores que otros. Un ala abierta no altera el destino estival del enero morboso. Los pájaros no tenemos tiempo de respirar. Nos asfixiamos en el fondo de nuestros ojos donde la expresión del bañista es la muerte de los fulgores.

Alumbre
No se ve en el cielo más que una estrella. El marqués de Sade ha vuelto a entrar en el volcán de donde había salido para comprar cigarrillos y echar un vistazo en los burdeles. Mal atado sale del mundo interior con hermosos flecos en las manos, pisando estrellas del mundo exterior y dando órdenes misteriosas a las acróbatas bañistas. El sexo del marqués es tan hermoso como la muerte del bañista. Con la lámpara ciclón alumbra todas las estrellas del infierno. Descubre el lecho de sábanas color de flores llamadas bola de nieve. Tiene escondido un libro con estas palabras estampadas: "Los crímenes del amor". En la oscura señalización terrestre un bañista duerme en brazos del horror.

Tapone
Mujeres desnudas en lo profundo de las flores comen los frutos de la noche. Con todas sus calderas doloridas, humo de jacintos, remotos tigres emergen de rutas subterráneas semejantes a corchos de perfumistas. Con la sombrilla al hombro el bañista clava la punta en la arena a fuerza de no poder cometer un crimen mejor. Tapona el frasco de los sueños como una virgen. El bañista elige el caribe para desgarrar la sombra espesa del vivir. Preso de sus inmensas raíces, ronca toda la noche. La sombrilla clavada en garganta no lo deja respirar.

Nazca
El mundo exterior, hecho de puntos, enerva la hoja resbaladiza de los duraznos. La pulpa arde, constelada de blancura súbita, donde no se sabe si es el amor o el odio lo que reluce. En cada punto hay un comisario dispuesto a impedir que el marqués de Sade escriba Justine.
El mundo interior se despliega por el fondo, nacido de una partícula desconocida y escaldada, que sólo de noche fulge y emprende. Como el tigre, el jabalí, o el silencio, el cazador nunca será confundido con la selva. El mundo interior nunca será confundido. El marqués y el bañista tampoco.

Obedezca
Con la cabeza abajo, el bañista carga la sombrilla en el hombro laborioso. Sus rojos labios no sorben la hoja sedosa de magnolia porque el enero morboso prohíbe toda expansión de amor. Enero es el mes de las postales y de los panqueques de arena. En enero, el bañista no se levanta con sus dos alas de caracol rotundo. Nadie hunde en su yema los dientes. Nadie sorbe su gran ala líquida, su ala nutriente. Nadie agita su ala empinada ni traga los mangos de menta picante. Enero no admite el ala líquida. Está prohibido el lento desnudarse del bañista. Los juegos del amor son indecentes.

Sálvese
El marqués camina en puntas de pie por la Bastilla y esconde en la mano el jugo de la mariposa mortal. Guarda en las entrañas el olor de la flor de castaño nunca aspirado por la madrina de Dios. Si fuera bañista, el marqués no miraría, aunque sea mal y al sesgo, su cuerpo en un pequeño espejo. No miraría cómo desde los riñones, la flor del castaño soltaría a borbotones el olor reproductivo. Sálvese quien pueda. En la Bastilla y en el caribe cae la curva blanca sobre el fondo negro. Retenidos por sus cables, los pensamientos matan, los pensamientos curan, los pensamientos conspiran.

Encuentre
Las palomas mensajeras nos llenan de besos de socorro. Nosotros, los pájaros intercambiamos amantes desde lejos. Pero los cazadores son más devotos que las palomas. Un reguero de sangre destartala el enero de color salmonete. Tan exclusivamente de paloma herida el sabor a alba. El bañista abraza su sombrilla como a una mujer desnuda. Hace memoria del cuerpo inimitable y se tiende sobre el áspero mar abstinente. Parte por la mitad la noche. Incluso las conchas del erizo, si es necesario. Mientras tanto, al otro lado del mundo la luna se encabrita sobre los bulevares de la gran ciudad y hunde las piernas bajo la nube frutal. Por la mañana lee un diario transparente. Las noticias que desea no llegan. El verano sigue su curso. En el fondo de la taza el bañista encuentra en cada sorbo su suicidio estival.

Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com

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