sábado, 30 de enero de 2010

Cine: La Tigra, Chaco



LA TIGRA, CHACO
(Argentina, 2009)
Dirección y guión: Federico Godfrid y Juan Sasiain. Fotografía: Paula Gullco. Música: Daniel Godfrid. Intérpretes: Ezequiel Tronconi, Guadalupe Docampo, Ana Allende, Federico Ibáñez y Roger Grancic. Producción: Laura Perelli, Ignacio Rey y Gastón Rothschild. Duración: 75 minutos.

Por Germán Cáceres

Es una película demasiado sencilla, casi sin historia: Esteban (Ezequiel Tronconi), después de seis años de haber partido hacia Buenos Aires, regresa por unos días a su pueblo para hablar con el padre, que es camionero, sobre unos problemas —no están aclarados— que tiene en la capital. Pero como el muchacho debe esperarlo porque está de viaje, se reencuentra con la tía de origen checo (Ana Allende); con Vero (Guadalupe Docampo), una antigua amiga de la infancia, que está crecidita, como él; con su medio hermano y con la actual esposa de su padre. Éste, en la última secuencia del filme, llega y a la distancia se lo ve descender de su camión. Nada más.

Pero por algo esta ópera prima de Federico Godfrid y Juan Sasiain ganó mención especial en el festival de Karlovy Vary, el premio de la crítica en el festival de Mar del Plata, y Guadalupe Docampo, el de mejor actriz en este último. Es que tras ese no pasar nada alienta un volcán de sucesos y actos no explicitados que debe imaginar o suponer el espectador. A la manera de ese transitar reposado que ofrecían tanto Robert Bresson como el neorrealismo italiano de Cesare Zavattini, suceden demasiadas cosas no contadas y otras tal vez estén por ocurrir. Por ejemplo: ¿cómo le va a Esteban en Buenos Aires? ¿se adaptó a la urbe o no le queda otro remedio que regresar a ese pueblo chato y sin horizontes? Y su padre: ¿está separado o enviudó, o sea qué fue de la mamá de Esteban?

Los realizadores y la directora de fotografía Paula Gullco prefieren la cámara detenida y alejada y a los actores (¡extraordinarios!) en silencio o hablando trivialidades. Pero en las miradas y gestos mínimos de Esteban y Vero se ve crecer una incontenible pasión, colmada de sensualidad, que no se sabe en qué puede desembocar, porque Roger, el despechado novio de ella, es carnicero, y en una escena se lo ve afilando los cuchillos con la maestría que le da su oficio.

Pero qué otro destino que el alcoholismo puede esperar a estos personajes que sólo se preocupan por dormir hasta tarde, jugar un picado o al metegol (Esteban); tomar tereré y charlar banalidades con sus amigas y dejar la preparación del ingreso a Medicina para más adelante (Vero), o jugar a las cartas en tardes tórridas y tediosas (la tía). No se ven borrachos, pero el cine de Federico Godfrid y Juan Sasiain es demasiado sutil para mostrarlos, sólo se observa en una fiesta pueblerina la compra de botellas de vino que se beben con total naturalidad, como si fuera la necesidad más inmediata y primaria de la vida.

La Tigra, Chaco es una película para aquellos que aman el cine de imágenes y admiran una fotogenia que no cesa de sugerir conflictos y frustraciones.

Germán Cáceres

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