Vecindades
La Santa Rita era como un puente, una frontera de flores rojas,lloviendo sobre mi patio, un techo florecido en lugar de rejas.
Sabíamos que a la vecina no la beneficiaba su propia planta que caía como un regalo de belleza, sobre nuestra casa. Muchas veces es difícil de soportar que algo, de la sagrada propiedad privada, se de a otro por vocación o azar, por eso le hacíamos a la vecina (o a la planta) pequeños regalos. Ella se quejaba de las hojas que le tapaban la rejilla y que la obligarían a sacarla, nosotros posponíamos el momento con mimos, un peaje de sonrisas para el disfrute visual. No valía decirle que la deuda que teníamos con su planta, la pagaríamos con otra, que se de a otros, armando redes floridas.
Un día, ya sin vacilaciones, me dijo, -Cristina la saco, al rato, como culpable, me pidió, espero que todo siga igual entre nosotras –con llanto contenido, le contesté, la planta es suya.
Nunca será igual, sentí desprotección (como si fuera un problema de seguridad). Me basaba en que las espinas de la planta impedían el paso de posibles intrusos. Aunque sé que la sensación de desamparo surgía, del hecho de no poder mantener en el aire, ese borde rojo, que guardaba mi agradecimiento.
Más tarde, pensé que el patio parecía más luminoso y grande. Eso por no hablar del desconsuelo de mis ojos, o del duelo de romance herido entre las casas.
Reflexiones sobre la mudanza de la ubicación de la cama en el dormitorio y sus azarosas consecuencias
Ella cambia, le da la cara a un pedacito de cielo y de árboles, acuesta su ser desde lo nuevo, algo se mueve, a partir de ese pequeño movimiento duerme mas, serán las oscilaciones de la luz .La vida no, pero la noche que es la despedida del día, muda .Un placer secreto en dejarse llevar del otro lado de las cosas. Con la piel abierta, espía por la pequeña ventana celeste. Encuentra un dios que le promete desayuno con dátiles, y derrama alegría lunar sobre su cuerpo, apenas los pies tapados por las sábanas. Los pies que se niegan a la total desprotección. de la desnudez Los pies disfrutando lo materno que cubre mientras el resto interpela una mirada de hombre o de dios benigno .Se brinda a esos ojos confiando en el perdón por las imperfecciones que guardan la historia del tiempo .Un cuerpo rico de viajes y lecturas, que se abrió en los partos, con pechos que alimentaron y brazos extendidos al amor y la amistad .Con piernas que caminaron junto a otros para que no se haga una guerra, contra una muerte, por la vida.
Que lloró en la escena final de la lengua de las mariposas, en la escena final de todos sus queridos. Y que ahora, a veces se acurruca y a veces desafía, y todavía busca por el pequeño espacio que le dejan las ciudades al cielo, un resplandor cósmico que le envíe señales..
Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
La Santa Rita era como un puente, una frontera de flores rojas,lloviendo sobre mi patio, un techo florecido en lugar de rejas.
Sabíamos que a la vecina no la beneficiaba su propia planta que caía como un regalo de belleza, sobre nuestra casa. Muchas veces es difícil de soportar que algo, de la sagrada propiedad privada, se de a otro por vocación o azar, por eso le hacíamos a la vecina (o a la planta) pequeños regalos. Ella se quejaba de las hojas que le tapaban la rejilla y que la obligarían a sacarla, nosotros posponíamos el momento con mimos, un peaje de sonrisas para el disfrute visual. No valía decirle que la deuda que teníamos con su planta, la pagaríamos con otra, que se de a otros, armando redes floridas.
Un día, ya sin vacilaciones, me dijo, -Cristina la saco, al rato, como culpable, me pidió, espero que todo siga igual entre nosotras –con llanto contenido, le contesté, la planta es suya.
Nunca será igual, sentí desprotección (como si fuera un problema de seguridad). Me basaba en que las espinas de la planta impedían el paso de posibles intrusos. Aunque sé que la sensación de desamparo surgía, del hecho de no poder mantener en el aire, ese borde rojo, que guardaba mi agradecimiento.
Más tarde, pensé que el patio parecía más luminoso y grande. Eso por no hablar del desconsuelo de mis ojos, o del duelo de romance herido entre las casas.
Reflexiones sobre la mudanza de la ubicación de la cama en el dormitorio y sus azarosas consecuencias
Ella cambia, le da la cara a un pedacito de cielo y de árboles, acuesta su ser desde lo nuevo, algo se mueve, a partir de ese pequeño movimiento duerme mas, serán las oscilaciones de la luz .La vida no, pero la noche que es la despedida del día, muda .Un placer secreto en dejarse llevar del otro lado de las cosas. Con la piel abierta, espía por la pequeña ventana celeste. Encuentra un dios que le promete desayuno con dátiles, y derrama alegría lunar sobre su cuerpo, apenas los pies tapados por las sábanas. Los pies que se niegan a la total desprotección. de la desnudez Los pies disfrutando lo materno que cubre mientras el resto interpela una mirada de hombre o de dios benigno .Se brinda a esos ojos confiando en el perdón por las imperfecciones que guardan la historia del tiempo .Un cuerpo rico de viajes y lecturas, que se abrió en los partos, con pechos que alimentaron y brazos extendidos al amor y la amistad .Con piernas que caminaron junto a otros para que no se haga una guerra, contra una muerte, por la vida.
Que lloró en la escena final de la lengua de las mariposas, en la escena final de todos sus queridos. Y que ahora, a veces se acurruca y a veces desafía, y todavía busca por el pequeño espacio que le dejan las ciudades al cielo, un resplandor cósmico que le envíe señales..
Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
1 comentario:
Cris, dos textos diferentes. Dos sentimientos idem.La historia de esa plantas que se comparten, por mano del azar, son tantas y vos lo contás bello.El segundo tiene un toque de erotismo, de historia caminada, de vida que vibra..lleno de luz el día.
Un abrazo,
Silvia
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