Deseos para el nuevo año
Hay una sonrisa esperando, un espejo a encontrar.
Como si tuviera una cámara la busco pero la foto no sale, hay tanta violencia desatada. Aunque rota en hilitos y armada o amada tiene que aparecer. Unamos el deseo de una calle con sol, una palabra italiana, la fe, la cariñosa esperanza, un campamento a la orilla del lago, un te quiero mucho. Desandemos los ruidos hasta encontrar la voz, hasta acostarnos en la orilla de una mirada.
No es la alegría, ni el baile, ni la euforia artificial. Es, a lo mejor, esta hoja que se va llenando, rellenando como el bizcochuelo que se abre en capas y se moja con líquidos. Es esta hoja con fragmentos negros, letras, que se alzan hasta hacer palabras que arman un mapa que desande el miedo, la ira, el desamparo, porque en el lenguaje están todos, el gato debajo de la cama, una nena con rulos, la arena de esa playa. Hay una ecología del alma, más allá de las armas, de las ruinas, para hacer de nuevo el rompecabezas o el rompealmas y coser y juntar los pedazos perdidos, es como si los poetas nos hablaran. Como si el pájaro azul de Bukowski de pronto nos pintara en la cara la sonrisa. La sonrisa que es una casa para albergar al semejante. Una manera de abrazar con la boca, un signo de aceptación de la vida y de los otros.
Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
Hay una sonrisa esperando, un espejo a encontrar.
Como si tuviera una cámara la busco pero la foto no sale, hay tanta violencia desatada. Aunque rota en hilitos y armada o amada tiene que aparecer. Unamos el deseo de una calle con sol, una palabra italiana, la fe, la cariñosa esperanza, un campamento a la orilla del lago, un te quiero mucho. Desandemos los ruidos hasta encontrar la voz, hasta acostarnos en la orilla de una mirada.
No es la alegría, ni el baile, ni la euforia artificial. Es, a lo mejor, esta hoja que se va llenando, rellenando como el bizcochuelo que se abre en capas y se moja con líquidos. Es esta hoja con fragmentos negros, letras, que se alzan hasta hacer palabras que arman un mapa que desande el miedo, la ira, el desamparo, porque en el lenguaje están todos, el gato debajo de la cama, una nena con rulos, la arena de esa playa. Hay una ecología del alma, más allá de las armas, de las ruinas, para hacer de nuevo el rompecabezas o el rompealmas y coser y juntar los pedazos perdidos, es como si los poetas nos hablaran. Como si el pájaro azul de Bukowski de pronto nos pintara en la cara la sonrisa. La sonrisa que es una casa para albergar al semejante. Una manera de abrazar con la boca, un signo de aceptación de la vida y de los otros.
Cristina Villanueva
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