Lidia Quinteros es delegada del Tren Blanco del Ferrocarril Gral. Bartolome Mitre, y viaja todos los días desde el Conurbano Bonaerense a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a cartonear.
Lidia vive en la Carcoba, una villita que esta ubicada en José León Suárez, y tuvo la iniciativa junto a Joos de expresar en un documento opiniones de un sector mayoritario, que ella denomina "cartoneros libres". Este "borrador para el posesionamiento de los cartoneros libres" como lo titula Lidia, fue presentado para la discusión en la "Mesa del Dialogo" de la Secretaria de Política Ambiental del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, cuya titular es la Lic. Silvia Suárez Arocena, a quien Lidia personalmente entrego este escrito.
Desde CRyOS, hemos creído importante su difusión, a fin de que se conozca una opinión calificada del sector más importantes del mundo del reciclado.
Área de Prensa y Difusión
Secretaria de Coordinación
Regional Buenos Aires
Lidia vive en la Carcoba, una villita que esta ubicada en José León Suárez, y tuvo la iniciativa junto a Joos de expresar en un documento opiniones de un sector mayoritario, que ella denomina "cartoneros libres". Este "borrador para el posesionamiento de los cartoneros libres" como lo titula Lidia, fue presentado para la discusión en la "Mesa del Dialogo" de la Secretaria de Política Ambiental del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, cuya titular es la Lic. Silvia Suárez Arocena, a quien Lidia personalmente entrego este escrito.
Desde CRyOS, hemos creído importante su difusión, a fin de que se conozca una opinión calificada del sector más importantes del mundo del reciclado.
Área de Prensa y Difusión
Secretaria de Coordinación
Regional Buenos Aires
Si somos basura ¿quien nos reciclará?
Somos los cartoneros libres (no organizados en "cooperativas") del Conurbano que cirujean en la Ciudad de Buenos Aires. No sabemos cuantos somos y que fuerza económica o política representamos, pero sí sabemos que tenemos un gran peso social, porqué de nuestra fuerza de trabajo dependen casi todas las villas del conurbano.
Tenemos las más variadas formas de trabajo (inventadas por nosotros y no por las ONG´s), no nos conocemos todos personalmente (pero nos reconocemos inmediatamente en la calle) y no formamos un bloque homogéneo que se presta a fáciles clasificaciones administrativas, análisis sociológicos o descripciones literarias y filmográficas de tono lacrimógeno.
Hasta ahora (y por suerte) escapamos a toda definición sociológica, posiblemente porque lo típico nuestro es lo atípico. La comunidad nuestra tampoco es uniforme, es muy compleja y hay mucha variación, diferenciación y pluralismo entre nosotros y esta es una de las razones porque estamos abiertos a cualquier colaboración técnica externa, incluso con personas provenientes de clases sociales con las cuales estamos enfrentados en la vida diaria.
Pero todo tiene un límite: las grandes líneas de nuestras posturas y exigencias las definimos nosotros y no unos líderes autodeterminados que nos ven como conejos de India de una "sociedad nueva".
Agradecemos a los intelectuales que dedican su precioso tiempo y su capacidad de pensar en solitario al cartonero y a la "dignificación de su trabajo", su "reinsertación en la sociedad" (gracias también por avisarnos que no pertenecemos a la misma) y por darnos el chance de "demostrar al Estado y a la sociedad toda que trabajamos para una Argentina mejor".
De estas (y otras) expresiones que constituyen citas textuales de documentos producidos por nuestros benefactores, deducimos que la clase media, sus empresas, su justicia y su gobierno están trabajando - que sorpresa!- para una Argentina peor: que sea entonces la Argentina mejor para los cartoneros y la Argentina peor para la clase media.
Tampoco representamos una "población en riesgo" o "vulnerable" o abandonada "por la ausencia del estado". El estado y sus representantes de clase media siempre estuvieron presentes en las villas donde vivimos: reprimiendo, matando, amenazando, comprando votos, robando en instituciones públicas (como hospitales y escuelas) etc. Todo "democráticamente" mediante una maquinaria infernal de clientelismo que llega hasta el último pasillo.
A pesar de la gran inhomogeneidad de nuestra formación social, existe una lista de puntos fundamentales donde nosotros, los cartoneros, todos coincidimos. Una de nuestras tareas futuras será volcar estos puntos en un programa de mínimas.
Enumeremos algunos de estos puntos (la lista no será exhaustiva):
El cartonero libre exige que sea él quien elige a su acopiador, sin restricción alguna. No acepta la dependencia de un acopiador determinado a través del tiempo. Insiste en su libertad de vender en cada momento al mejor postor.
Sin embargo saludaría un sistema de precios mínimos estables garantizado por el gobierno federal y políticas que fomentan el reciclado (por ejemplo con reglamentaciones ecológicas y limitaciones a las importaciones de materias primas por motivos ecológicos o estratégicos).
Comentario: tanto en cantidad de personas como en volumen económico las cooperativas y otras empresas sociales de reciclaje representan hoy en día un factor despreciable en relación con los cartoneros libres.
El cartonero libre acepta su forma autónoma de trabajar que incluye la preselección de los materiales reciclables al aire libre. No le pide a nadie que le "dignifique su trabajo" (con guantes que no han sido inventado todavía, con chalecos que son una ofensa al paisaje, con carretas "ergonómicas" salidas de una mesa de diseño y reglamentados por decreto etc).
En particular no desea cambiar su recorrido por un encierro en un galpón (generalmente con problemas higiénicos) y por un trabajo rutinario bajo la explotación de algún puntero o excompañero llegado a más. No da crédito a la frecuentemente anunciada estabilidad laboral y salarial en las cooperativas y recicladoras.
El cartonero necesita su tiempo y esfuerzo para sobrevivir en medio de los basurales creados por la clase media. Por esta razón, su visión de la ecología es diferente. De un lado es consciente de la amenaza para el medio ambiente y su propia salud que proviene de los basurales, del otro lado no está dispuesto a someterse a un reglamento concebido en la mesa de diseño de un grupo de tecnócratas que sueñan con nuevas tecnologías del reciclaje.
El cartonero ofrece su propia forma de trabajo para el reciclaje y no quiere que nadie se le rediseñe su profesión, ni siquiera en nombre de la "dignificación" de su actividad. El cartonero es consciente que por el momento él es el único actor real en Argentina que se dedica al reciclaje.
Los ONG´s (por ejemplo Greenpeace) abundan en declaraciones de intenciones, pero todavía no reciclaron ni un sólo kilo de papel.
Por su gran complejidad interna y su inhomogeneidad, la comunidad de los cartoneros libres queda indiferente y hasta resistente a la ideologización de su situación social y laboral. Jamás los cartoneros van a seguir en bloque un alineamiento político. Tampoco van a defender sus intereses apostando a las promesas de un determinado partido o político. Siempre se limitarán a lo suyo dispuestos a negociar sus intereses con el poder de turno, independientemente de cuestiones ideológicas.
Acciones inmediatas:
La primera urgencia del cartonero es una ley que regula su actividad.
Para esto hace falta una ley que regule el tratamiento de los RSU y las obligaciones y derechos de los actores que intervienen. Por otra parte hace falta una segunda ley que regule específicamente los aspectos sociales y laborales de los cartoneros (organización, remuneración para tareas de limpieza pública, salud, jubilación, escolarización de los hijos, guarderías etc).
Cuestiones de comercialización y capacitación y sobretodo la formación de empresas sociales son cuestiones de segundo orden que necesitan más tiempo y pueden esperar.
Cabe mencionar que los cartoneros libres, por su forma de trabajar, no tienen ningún interés primario en el tema de las empresas sociales. Para ellos, se trata de un tema completamente ideologizado, incluso abusado por ONG´s e instancias gubernamentales y, en sus efectos inmediatos, marginal. En particular, el cartonero libre no espera, más bien duda, que alguna vez habrá un cambio estructural debido a la distribución de subsidios a particulares y pequeños colectivos.
La Ciudad de Buenos Aires persigue actualmente una política hostil al cartonero y a su actividad, tratando de desanimarlo en su trabajo de recolección de residuos reciclables en el territorio municipal. Los antecedentes y el texto final de la nueva ley Basura Cero y las negociaciones secretas con TBA con el fin del levantamiento del Tren Blanco pueden servir como ejemplos.
Sin duda alguna juegan un papel fundamental los intereses económicos de las empresas del sector que se mezclan con los intereses del sistema partidario (Buenos Aires debe ser la única ciudad del mundo donde una empresa basurera tiene una representación parlamentaria)
Lamentablemente no tenemos pruebas de las negociaciones detrás de puertas cerradas que acompañan este contubernio, pero no dudamos de su existencia.
Con la ley Basura Cero, la Ciudad de Buenos Aires otorga un cómodo plazo de 20 años a las empresas del sector de la basura para prepararse para el reciclaje high tech que les aseguraría todas las ganancias de la venta más los subsidios que les desembolsaría el tesoro público por motivos ecológicos. Sumando los 30 años que tuvieron ya estas empresas para inventarse un sistema de reciclaje a su medida, llegamos a 50 cómodos años de reflexión sobre la mejor y más rentable manera de reciclar.
Si el "espíritu empresarial" y los "conocimientos tecnológicos" de estas empresas no alcanzaron hasta hoy para proponer un sistema de reciclaje, ¿cómo vamos a pensar que les alcanzarán los próximos 20 años, mientras la Provincias de Buenos Aires se convertiría por completo en un basural a cielo abierto del consumismo de clase media de la Ciudad de Buenos Aires?
Sea como sea, hoy en día existe una alternativa en forma de un ejercito de cartoneros libres del Conurbano que viajan todos los días a la Ciudad de Buenos Aires y reciclan ya 30% de la basura generada allí. Con un mínimo esfuerzo administrativo y organizativo (amparado por la Ley 992 "Valdés"), sería posible que los cartoneros actuales separarían la basura compostable de la otra (se trata de 50% de la basura) y que reciclarían todos los metales, plásticos, envases tipo de cartón cera y vidrios (y no solamente papel y pet).
El reciclaje en estas condiciones aumentaría inmediatamente a 80% de la basura (sumando únicamente compostables y reciclaje actual) e implementando la infraestructura necesaria para vidrios etc. el reciclaje podría fácilmente llegar a 90% de la basura.
Con otras palabras, gracias a los cartoneros, la sociedad dispone de una herramienta para alcanzar los objetivos de la ley Basura Cero en tiempo real (y no en 20 años), mientras la ley Basura Cero existente representa un obstáculo para este objetivo.
Un despropósito y anacronismo como la ley Basura Cero de la Ciudad de Buenos Aires es únicamente posible gracias a la connivencia del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que tolera que la Ciudad de Buenos Aires sigue contaminando los suelos de la Provincia con una masa creciente de basura no separada, sin limitación alguna de tiempo o volumen ("veinte años no es nada...").
Por esta razón es de fundamental importancia que la proyectada ley de "Gestión Integral de RSU" no repita a nivel provincial los mismos errores que la ley Basura Cero de la Ciudad de Buenos Aires y que tampoco dé lugar a los municipios de repetirlos. Tanto en su forma jurídica (claridad, transparencia y completitud) como en su contenido debe ser una ley ejemplar que puede ser usada para indicar a la Ciudad de Buenos Aires en qué sentido y espíritu la actual ley Basura Cero debe ser modificada.
Por otra parte no es el momento de complacencia e indulgencia en temas ecológicos y sociales: la Ciudad de Buenos Aires no solamente se desentiende por completo de los problemas ecológicos que esta causando a la Provincia de Buenos Aires y a sus habitantes, sino, expulsando la población pauperizada ("polvorizada" sería mejor, pero "indigente", "carenciada" son unos de los epítetos en curso) a la periferia, se desentiende también de un grave problema social.
Los cartoneros no son subasalariados que llegan todas las noches pateando hasta la costanera de la Ciudad de Buenos Aires, sino, por lo menos formalmente, se trata ciudadanos argentinos. Si la Ciudad de Buenos Aires no quiere entender esto, mejor terminemos con la ficción de la "República Argentina".
Por lo tanto, la proyectada ley "Gestión Integral de RSU" debe también facultar al gobierno de la Provincia de imponer sanciones, tomar medidas (incluyendo represalias) contra municipios dentro y fuera de su jurisdicción que se resisten adaptarse a las pautas de la misma.
Lidia Quinteros
Delegada del Tren Blanco de José León Suárez FCGBM
http://ar.geocities.com/mntcryos_scrba/5_Lidia.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario