domingo, 22 de abril de 2007

Silvia Sione: 3 poemas de Cristal

EL MENDIGO

Nadie pudo ver
-o tal vez nadie quiso-
su andrajosa apariencia
opacada por los años,
las arrugas de su piel,
el dolor de sus manos,
procurando un sustento
en aquella noche cruel
de invierno amargo,
de frío intenso.
Solo, tan solo,
con sus descarnados huesos.
Nadie pudo ver
en sus labios muertos,
la boca doliente de interminable urgencia,
El llanto contenido por la misma indiferencia,
que anulaba su última esperanza,
que quemaba hasta su propia existencia..
Cuantos hombres sin conciencia,
cuantas miradas sin pupilas
que atentaron contra esa vida
evadiendo el dolor humano,
alentando el atroz destino…
Sin siquiera percatar,
que en aquella noche invernal
el mendigo moría de frio.



“CHIQUITA”
No más caminatas por el campo
las tardes llenas de sol,
ni más desayunos preparados
con olor a pan tostado
ni la dulzura de su voz
despertándome suavemente,
ni su sonrisa cómplice
que me hacía reír de repente,
y todo ese ser angelical
que guiaba mis pasos
con guardia permanente
de pronto no estaba más a mi lado
¿Acaso me había abandonado?
Tantas preguntas pasaban por mi mente,
no podía comprender porque todo había cambiado
y se volvía tan gris el presente…
¿Por qué no me dejaban verla?
Yo necesitaba sus consejos, sus abrazos y sus besos…
Por eso un día, en un descuido de la abuela,
escapé hacia su habitación,
despacito abrí la puerta,
y la ví, sí, ahí estaba ella
acostada en su cama
blanco impecable su rostro, enormes ojeras,
estaba tan diferente,
tan distinta a lo que era.
Lentamente me fui acercando
acaricié su rostro, me temblaba la mano,
ella abrió sus grandes ojos almendrados
y con un hilo de voz
pronunció mi nombre con amor
y después volvió a cerrarlos.
-Mi chiquita – dijo-
y se durmió.
Sí, chiquita realmente era yo,
resignándome a que mi mamá
“ahora por fin descanse en paz”
con mis tan solo seis años.




CAUTIVA


Cuánto misterio la rodea,
nadie sabe las tinieblas que respira
si aún intenta algún milagro entre las sombras
si una esperanza todavía la desborda
aunque se enturbien sus sueños dia a dia.
En el silencio de la noche apaciguada,
entre cristales de estrellas,
llora el rocío…
Tal vez allí, como un ave extraviada,
su sigiloso grito esté pidiendo auxilio,
desde ese oscuro cielo de nubes heladas
donde quedó cautiva…
Y aún subyace,
quizás,
aún ansía,
en un impenetrable laberinto…
sin salida.


Silvia Sione

Viale, Entre Rios, Argentina
silvia31sione@yahoo.com

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