Una curva y el camino dobla, se bifurca. No es la tragedia que sigue lo estipulado. Es el signo de interrogación, el nuevo paisaje país inexplorado. La curva parece fácil pero no, lo simple es seguir hacia la embestida frontal con el pasado que espera adelante. La repetición terca. La curva es disminuir la velocidad, pensar. La historia no termina, se sigue escribiendo, asoma lo desconocido,el miedo a experimentar, no saber, tolerar lo que nos retuerce. Darle paso al silencio, a las mezclas.
Esta muerte aunque nos remite al mismo dolor, nos tiene que cambiar a todos. No hay inocencia, todos estamos implicados.
Aunque algunos parecen empeñados en adjudicar el mal absoluto a las dos presidencias en las que más se ha valorado la vida y la libertad. No debemos caer en simplezas tales como hacer lo que ellos hacen, apretar el botón de los prejuicios. Ellos usan la descalificación, contra las mujeres, los pobres, los morochos, los sindicalistas. Las patotas están en la iglesia que no reaccionó frente a los que, en su nombre, agredieron a las mujeres que estaban debatiendo sobre aborto y rompieron una escuela púbica. Hay patotas empresariales y trabajadores que defienden los intereses de los patrones y se vuelven ellos mismos empresarios. Y en una feroz emboscada mataron e hirieron. Hay patotas de grupos monopólicos de la información que nos impiden ver canal 23 y otras señales. Ellos no quieren la libertad, quieren ser la única voz. Hay patotas de la ciudad de Buenos Aires que nos impiden acceder al avance de la ciencia y a una muestra como Tecnópolis, unión de trabajo, pensamiento y creación. Son las patotas del odio, el pasado, lo conocido. Tratemos de no reaccionar en espejo, dejemosle el odio a ellos. Tratemos de usar nosotros otra pulsión que no sea la de la muerte. Apelemos el eros que une y complejiza. Esta vez tiene que ser distinto.
Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
Esta muerte aunque nos remite al mismo dolor, nos tiene que cambiar a todos. No hay inocencia, todos estamos implicados.
Aunque algunos parecen empeñados en adjudicar el mal absoluto a las dos presidencias en las que más se ha valorado la vida y la libertad. No debemos caer en simplezas tales como hacer lo que ellos hacen, apretar el botón de los prejuicios. Ellos usan la descalificación, contra las mujeres, los pobres, los morochos, los sindicalistas. Las patotas están en la iglesia que no reaccionó frente a los que, en su nombre, agredieron a las mujeres que estaban debatiendo sobre aborto y rompieron una escuela púbica. Hay patotas empresariales y trabajadores que defienden los intereses de los patrones y se vuelven ellos mismos empresarios. Y en una feroz emboscada mataron e hirieron. Hay patotas de grupos monopólicos de la información que nos impiden ver canal 23 y otras señales. Ellos no quieren la libertad, quieren ser la única voz. Hay patotas de la ciudad de Buenos Aires que nos impiden acceder al avance de la ciencia y a una muestra como Tecnópolis, unión de trabajo, pensamiento y creación. Son las patotas del odio, el pasado, lo conocido. Tratemos de no reaccionar en espejo, dejemosle el odio a ellos. Tratemos de usar nosotros otra pulsión que no sea la de la muerte. Apelemos el eros que une y complejiza. Esta vez tiene que ser distinto.
Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
2 comentarios:
excelente texto, Cris, mucha sensibilidad y sabiduría popular,
josé repiso moyano
contra la injusticia siempre hay quien luche,
vale la pena
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