SÍMBOLOS Y FANTASMAS
Las víctimas de la guerrilla: de la amnistía a la “justicia para todos”
de Germán Ferrari
(Sudamericana, Buenos Aires, 2009, 368 páginas)
Por Germán Cáceres
En este sagaz ensayo, Germán Ferrari sorprende al lector por múltiples motivos. Uno de ellos es hacerle tomar conciencia de los sentimientos antidemocráticos que anidan en un sector de la sociedad argentina, que si bien no representa a la mayoría tampoco es excesivamente minoritario. Podemos decir que estos grupos actúan a través de internet, libros, propaganda callejera, revistas, proclamas de partidos políticos, programas de televisión y de radio, y hasta en diarios prestigiosos como La Nación, cuyas editoriales y cartas de lectores defienden a ultranza el accionar de las fuerzas armadas durante el Proceso. No son interpretaciones personales del autor, sino conclusiones que surgen de las abundantes fuentes citadas y de la amplísima bibliografía que ofrece como resultado de un titánico trabajo de investigación.
Como fundamento de su tarea, Ferrari elabora un prólogo muy clarificador, y recurre a cuatro víctimas emblemáticas de la guerrilla izquierdista —según esa derecha reaccionaria—: Argentino del Valle Larrabure, Pedro Eugenio Aramburu, Jordán Bruno Genta y José Ignacio Rucci, y advierte que la Organización Montoneros sólo se atribuyó el secuestro y asesinato de ex presidente de la Revolución Libertadora; los otros casos aún no están resueltos.
En declaraciones de sus propios compañeros de armas, el general Aramburu fue considerado un individuo torpe, y —según aseguró su estrecho colaborador Héctor Raúl Sandler— fundó un partido político de ineptos (UDELPA). Se sabe que tenía una concepción anacrónica de la historia y de lo que debe ser un estado moderno, pero lo más condenable es que derrocó a un gobierno constitucional, ordenó los fusilamientos de 1956, robó y ultrajó el cadáver de Eva Perón, reprimió a obreros y opositores, censuró los medios, clausuró partidos políticos y convocó a elecciones con severas proscripciones. Cuesta creer que con estos lamentables antecedentes quiera se elevado por esas esferas reaccionarias a la categoría de prócer ejemplar, patriota y modelo de gobernante democrático.
Ya con Jordán Bruno Genta —fiel representante del nacionalismo militarista y ultracatólico— el libro se sumerge en un corriente que podría calificarse de surrealismo patológico (“La Patria no se elige; tampoco su soberanía política se logra por elecciones. No se afirma ni se sostiene sobre las urnas, sino sobre las Armas”). Resulta inadmisible que alguien que dijo pensar como antes del Concilio de Trento haya merecido tanto predicamento como disertante en el Círculo Militar y entre los miembros de la Fuerza Aérea. Pero, además, que este supuesto intelectual, un antisemita adicto a las arengas apocalípticas, ocupara altos cargos en la docencia.
El caso de Rucci, que encarnó no el legítimo movimiento obrero, sino el macartismo y el autoritarismo(“son los inmundos bolches y los trotskistas los que indudablemente pueden atentar contra mi vida”), termina siendo patético porque se le está endilgando su muerte a Montoneros, cuando la familia recibió en 1999 una indemnización del Estado, que atribuyó su asesinato a la Triple A. Una de las tantas tergiversaciones —junto con la teoría de los dos demonios y el reclamo de memoria completa— para que los responsables del genocidio implementado por la última dictadura militar obtengan la amnistía.
Respecto al coronel Larrabure, el texto explica con suma claridad las diferencias entre terrorismo y guerrilla, y también entre los crímenes cometidos por esta última y los de lesa humanidad perpetrados por el terrorismo de estado. Para ello realiza una amplia y erudita divulgación de la jurisprudencia internacional sobre el tema, que contrapone a la esgrimida por Arturo Larrabure, hijo del militar.
Símbolos y fantasmas es una obra imprescindible si se quiere conocer la historia argentina desde comienzos del siglo anterior hasta nuestros días, y constituye así un invalorable aporte para comprender su conflictiva actualidad política.
Germán Cáceres
Las víctimas de la guerrilla: de la amnistía a la “justicia para todos”
de Germán Ferrari
(Sudamericana, Buenos Aires, 2009, 368 páginas)
Por Germán Cáceres
En este sagaz ensayo, Germán Ferrari sorprende al lector por múltiples motivos. Uno de ellos es hacerle tomar conciencia de los sentimientos antidemocráticos que anidan en un sector de la sociedad argentina, que si bien no representa a la mayoría tampoco es excesivamente minoritario. Podemos decir que estos grupos actúan a través de internet, libros, propaganda callejera, revistas, proclamas de partidos políticos, programas de televisión y de radio, y hasta en diarios prestigiosos como La Nación, cuyas editoriales y cartas de lectores defienden a ultranza el accionar de las fuerzas armadas durante el Proceso. No son interpretaciones personales del autor, sino conclusiones que surgen de las abundantes fuentes citadas y de la amplísima bibliografía que ofrece como resultado de un titánico trabajo de investigación.
Como fundamento de su tarea, Ferrari elabora un prólogo muy clarificador, y recurre a cuatro víctimas emblemáticas de la guerrilla izquierdista —según esa derecha reaccionaria—: Argentino del Valle Larrabure, Pedro Eugenio Aramburu, Jordán Bruno Genta y José Ignacio Rucci, y advierte que la Organización Montoneros sólo se atribuyó el secuestro y asesinato de ex presidente de la Revolución Libertadora; los otros casos aún no están resueltos.
En declaraciones de sus propios compañeros de armas, el general Aramburu fue considerado un individuo torpe, y —según aseguró su estrecho colaborador Héctor Raúl Sandler— fundó un partido político de ineptos (UDELPA). Se sabe que tenía una concepción anacrónica de la historia y de lo que debe ser un estado moderno, pero lo más condenable es que derrocó a un gobierno constitucional, ordenó los fusilamientos de 1956, robó y ultrajó el cadáver de Eva Perón, reprimió a obreros y opositores, censuró los medios, clausuró partidos políticos y convocó a elecciones con severas proscripciones. Cuesta creer que con estos lamentables antecedentes quiera se elevado por esas esferas reaccionarias a la categoría de prócer ejemplar, patriota y modelo de gobernante democrático.
Ya con Jordán Bruno Genta —fiel representante del nacionalismo militarista y ultracatólico— el libro se sumerge en un corriente que podría calificarse de surrealismo patológico (“La Patria no se elige; tampoco su soberanía política se logra por elecciones. No se afirma ni se sostiene sobre las urnas, sino sobre las Armas”). Resulta inadmisible que alguien que dijo pensar como antes del Concilio de Trento haya merecido tanto predicamento como disertante en el Círculo Militar y entre los miembros de la Fuerza Aérea. Pero, además, que este supuesto intelectual, un antisemita adicto a las arengas apocalípticas, ocupara altos cargos en la docencia.
El caso de Rucci, que encarnó no el legítimo movimiento obrero, sino el macartismo y el autoritarismo(“son los inmundos bolches y los trotskistas los que indudablemente pueden atentar contra mi vida”), termina siendo patético porque se le está endilgando su muerte a Montoneros, cuando la familia recibió en 1999 una indemnización del Estado, que atribuyó su asesinato a la Triple A. Una de las tantas tergiversaciones —junto con la teoría de los dos demonios y el reclamo de memoria completa— para que los responsables del genocidio implementado por la última dictadura militar obtengan la amnistía.
Respecto al coronel Larrabure, el texto explica con suma claridad las diferencias entre terrorismo y guerrilla, y también entre los crímenes cometidos por esta última y los de lesa humanidad perpetrados por el terrorismo de estado. Para ello realiza una amplia y erudita divulgación de la jurisprudencia internacional sobre el tema, que contrapone a la esgrimida por Arturo Larrabure, hijo del militar.
Símbolos y fantasmas es una obra imprescindible si se quiere conocer la historia argentina desde comienzos del siglo anterior hasta nuestros días, y constituye así un invalorable aporte para comprender su conflictiva actualidad política.
Germán Cáceres
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