sábado, 25 de agosto de 2007

Miguel Ángel de Boer: La flaquita

“Esperame en el cielo corazón

si es que te vas primero”




El 3 de Agosto, se cumplió un nuevo aniversario de la muerte, en Buenos Aires, de María Haydée Rabuñal, la Flaquita (o Mary), que ocurrió el mismo día en que yo estaba rindiendo Infecciosas en el Hospital Rawson de Córdoba.

Si bien por la mañana había visto un titular en La Voz (“Caen abatidos en un enfrentamiento” o algo por estilo),el cual no me detuve a leer por el apuro, fue recién por la noche y de una manera fortuita que me enteré de lo acaecido, desgarrándome un pedazo del corazón para siempre.



Recuerdo que la vi por última vez en la estación de trenes de Puente Saavedra.

Recuerdo que nos abrazamos con todo amor.

Recuerdo que sus últimas palabras fueron: “Cuidate Bichito. ¡Vos sí tenés que seguir vivo!”

Recuerdo que le dije: “¿Cómo de me decis eso Flaquita?...Vos también tenés que vivir...!”

Recuerdo que nos volvimos a abrazar y ella subió al tren saludándome a lo lejos.

Recuerdo que sentí que ya nunca mas la volvería a ver.



Tiempo después supe las circunstancias en que se habían producido los hechos.



“Si tu mueres primero yo te prometo

que escribire la historia de nuestro amor”



Pero quisiera compartir ahora lo que fue su vida, o parte de ella, mas que hablar de su muerte.

En homenaje a su existencia que valió, y mucho.



Nació en Córdoba donde transcurrió su infancia, para luego trasladarse, con su familia, a la hermosa ciudad de Paraná, de donde regresó a su ciudad natal para estudiar medicina luego de recibirse de maestra.

Nos conocimos siendo compañeros de la facultad y fuimos creciendo juntos a la par de los acontecimientos de aquella época: la dictadura de Onganía, la intervención a la Universidad, la represión al movimiento obrero, la muerte del Che, de Papillón, de Cabral, de Bello, de Hilda de Molina, el Cordobazo, la llegada del hombre a la luna, el Viborazo; la lucha obrero estudiantil, las tomas del barrio Clínicas, las asambleas, las idas a las fábricas, los actos relámpagos, los grupos de estudio; pero también junto al hippismo, los Beatles, el rock nacional, Hortensia, los Panteras Negras, al Mayo Francés, la guerra en Vietnam, en el Congo, y el surgimiento de la lucha armada revolucionaria.

Militábamos como delegados independientes en medicina y trabajabamos en dispensarios barriales o compartiendo experiencias como la del cura Vaudagna (Erio) en barrio Los Plátanos. Allí fue donde se hizo un famoso pesebre que incluía, ademas de Jesús, al Che, a Camilo y a Ho Chi Minh y al Gringo Tosco, entre otros.



“Tanto tiempo disfrutamos de este amor,

nuestras almas se acercaron tanto asi”



También trabajamos varios años como practicantes en el Hospital de Niños (ella en Hemoterapia y yo en anestesiología) y en la Maternidad Provincial, lugares donde tambien militábamos en las comisiones y agrupaciones de lucha.



Pero con la Flaqui además estudiábamos juntos (jamás la bocharon en una materia), poníamos inyecciones, tomábamos la presión arterial, conseguíamos muestras médicas (es decir, atendíamos pacientes) en todos los barrios que vivimos. Disfrutábamos intesamente del cine, de la música, de ir al río, de andar en moto, de encontrarnos con amigos. Tocábamos la guitarra y cantábamos cada vez que podíamos. Ella tenía una hermosa voz de la que muchos aún se acordarán y aún perduran en mi pecho los acordes de “Nostalgia mia”, entre tantos temas que hacíamos (“Me gusta caminar por esas calles/ cuando la lluvia cae sobre las casas/Entonces recordar tu tibia boca/ y el profundo marrón de tu mirada.....”)

Eramos lo que se dice: compañeros. Con todo el significado, profundidad y dulzura que tenía entonces esa palabra.

Por eso también discutíamos, puteábamos (mucho mas yo que ella, es cierto), llorábamos o nos cagábamos de risa. Con la misma pasión con que hacíamos el amor donde nos venía en gana. Otra que el Kama Sutra! Nunca olvidaré que la primera vez que hicimos el amor fue después de haber visto Morir en Madrid en el cine Sombras.

Rebozábamos de juventud y de pasión. De fé y de ilusiones.

La vida nos brotaba por los poros “como un torrente de trigo y luz”.



“imborrables momentos que siempre

guarda el corazón”



La Flaqui, Mary, mi “Pichona”, era increiblemente optimista, llena de esperanza y convicción.

Con una voluntad y un compromiso admirables en todo lo que hacía.

Seductora. Muy seductora. De eso se acordarán muchos también. Y yo, para que contarles los dolores de cabeza que me produjo.

Es que era difícil no quererla. No enamorarse de ella.

Con sus ojos siempre relucientes, su sonrisa nacarada y su cuerpito que parecía frágil pero no lo era. Pero por sobre todo con esa disposición siempre presente para la mas espontánea solidaridad, sin ningún tipo de especulación o interés. Fuera lo que fuera y con quien lo necesitara. Y no es una metáfora. Es que la generosidad, la honestidad, el altruismo eran para todos nosotros valores fundamentales para nuestra condición de humanos y mucho mas: de revolucionarios. Pero en Mary era una actitud casi natural, justo es decirlo.



Y pensándolo ahora, no sé como hacíamos con el tiempo. Y eso por no contar todo lo que hacíamos pues sería de nunca acabar.

Tal la intensidad con que vivíamos, siempre en ebullición, sintiendo que construíamos un mundo nuevo y que éramos protagonistas de cambios imprescindibles. Por eso mismo aún en los peores momentos nuestro aliento no decaía.

Era tan linda la vida, entonces. Tenía tanto sentido, que no importaba nada sino vivirla plenamente. La felicidad no era concebible en términos individuales, sino para y con los demás. Lo cual no excluía nuestra afirmación en nosotros mismos, pues creo que pocas veces en la historia los jóvenes tuvieron tal oportunidad de sentir que podían ser ellos mismos.

Y la Flaquita nunca cejó de reafirmar esa búsqueda.

Es mas, creo que la muerte la sorprendió en ese camino.



“Nosotros

que fuimos tan sinceros”



Porque aún estaba llena de amor y de vida (aún tengo presente el inmenso cariño que tenía por su familia, sus padres, sus queridos – para ella únicos – hermanos) de sueños y proyectos.

Porque tenía mucha vida por delante y lo sabía.

Porque creo que ella, como tantos, se arriesgaron a moir no por desprecio a la existencia, sino por la indignación y el dolor de vivir en en una sociedad de injusticia y privilegios, de explotación y desigualdades.

Porque le dolía la pobreza de los demás como si fuera de ella.

Porque sentía que mientras hubiera hambre y miseria era inmoral no hacer nada para modificarlo.

Porque amaba a nuestro pueblo. A nuestros semejantes.





Confieso que aún siento la impotencia de no haberla convencido de desistir de una lucha que para mi ya era infructuosa, aunque lejos estaba de saber la siniestra pesadilla que se nos venía encima.

Pero creo, además, que no tuvo tiempo.

Pasa que para mí, que no la volvi a ver desde aquella despedida, sigue en mi recuerdo como en ese momento, como en aquellos años.

Es más, no logro concebirme a mi mismo en esos recuerdos sino como éramos entonces: jóvenes, y por que no decirlo: bellos.



Y asi seguirá la Flaquita. Eternamente joven. Hermosa.



Y nosotros, los que tuvimos el privilegio de conocerla, también.





“¿porque no me enseñaste

como se vive sin ti?”



Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Agosto 3, 2007
sigmundm@uolsinectis.com.ar

4 comentarios:

La Máquina de Escribir dijo...

Miguel Ángel: me ha conmovido este bello texto-homenaje que brota desde tu alma y la buena memoria. Felicitaciones! Un abrzo emocionado,
Aníbal.

Anónimo dijo...

Hermosa tu poesia miguel angel, realmente la ha dictado un corazón que ha sufrido y creo que desde el otro lado, la "flaquita" te esté iluminando la vida. Un abrazo grande.

Daniel SAn fRancisco

danyalma@hotmail.com

Nicolás Vega Anjel dijo...

Me has dejado con elcorazón temblando. No podré olvidar a tu Flaquita.

claudia huergo dijo...

Cómo hizo para atravesar el tiempo? se da cuenta lo que hace con sus palabras? y eso está permitido, o no?...hay muchos que vinimos despues y nos lo preguntamos. gracias miguel.