Intuir su presencia en una esquina,
percibir la cadencia de su paso,
caminar a su lado sin sorpresa,
reanudar conversaciones inconclusas
y despedirse luego en un semáforo
o junto al cauce virgen de un torrente
o en el andén de una estación sin nadie.
Escuchar, sin comprender, su vuelo leve,
acostumbrarse al blues de sus pisadas,
someterse al dictado de su verbo,
aclimatarse al frío de su risa.
Una noche vendrá; lo ha prometido.
No sé si a liberarme de este yugo
o a imponerme otro yugo diferente,
pero ¿acaso importan ya
las condiciones?
Sergio Borao Llop
sergiobllop@yahoo.es
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http://sbllop.blogia.com/
http://www.aragonesasi.com/sergio
sábado, 25 de agosto de 2007
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