TIEMPO DE MI
Hoy amaneció con lluvia, uno de esos días que los malos escritores describimos como grises. Pero es cierto que la lluvia calma y los cielos sin luces ni celestes reducen los gestos y aplacan los entusiasmos. Se agrisa, se enceniza, se cuela un género de monja de clausura en los ánimos, digamos en el ánima, por qué no, por qué temerle a la palabra ánima si no es fantasma tembloroso en el armario, si es la propia ánima, animalito asustado, recogido en un rincón húmedo de las propias clausuras y profundidades.
Afuera llueve y se desdibuja el mundo. Arrastra la lluvia los sonidos, llueve notoriamente hacia los suelos, se mojan las plumas de los pájaros y no hay redención para las canciones que quedan en el fondo de la garganta. Si, llueve sin viento, sin emoción, llueve sin ganas.
Decimos que hace un tiempo horrible; tiempo como eso que sucede afuera, el clima aquí en la ciudad o en el campo, esa cosa determinada por la estación, los vientos, las rotaciones de los astros. No el tiempo en horas y minutos sino el tiempo de sol o lluvia, un efímero tiempo de mirar por la ventana y decir “hace un tiempo horrible”. El tiempo de nuestro pequeño espacio alrededor. Tiempo de manga corta o pantalones largos, de lana o algodón. Un tiempo de temperatura y humedad, el que anuncian por la radio y que constatamos al través de los vidrios empañados.Alguno tendrá la coraza que provee un estado de dicha. No me ocurre hoy. Coincide punto por punto el tiempo de allá afuera con el que se me ha instalado por adentro. Me miro en el espejo, me digo “mañana saldrá el sol” y no lo creo.
Lo sabe el hornero que ya revuelve el palito en el barro para reparar su casa, la torcaza que busca ramitas para su nido endeble. Lo sabe la perra que se lame morosamente una pata. Lo sabe la mendiga de turbante, que ha dejado su bolsa bajo un alero, y pacientemente deja que el tiempo transcurra sobre ella. Los niños lo saben, haciendo planes para ir a pescar cuando escampe, para jugar a la pelota, para recuperar la vereda.Parece que sólo dudo yo de que mañana el cielo vaya a azularse gozosamente. Será que el tiempo de afuera es tiempo de mi. Ya va a pasar. Por hoy, me fundo en esta escala de grises, el tiempo gris me pertenece. Me digo gravemente “mañana saldrá el sol”. Hoy no, hoy me llueve.
ECLIPSE OCULTO
El eclipse sucedió allá lejos, muy lejos, tan arriba en esa luna familiar y extraña, la luna siempre la misma, presente en las noches que no vemos y en las que vimos.Se ha obscurecido la luna, se ha puesto roja, ha revelado su superficie convexa de esfera celeste. Allá detrás de las nubes, para otros ojos, para quien no se halle debajo de las nubes nocturnas que se empeñan en ser garúa para regalar un entramado sutil en los faroles.
Desde aquí y tras las ventanas hemos visto oscuridad y agua, hemos visto la textura móvil de las gotas minúsculas, y hemos apenas presentido que la tierra negó la luz del sol a nuestra siempre luna. Eclipse sin ojos, eclipse ciego.Sabemos con las yemas de los dedos, con los vellos sensibles del borde del espíritu, con un leve temblor de la piel sabemos que esta noche y para nadie la luna se vistió de largo, se puso pendientes, se engalanó y bailó con gasa transparente. Hoy la luna puso fanal a la bombilla, se soltó la cabellera, se recostó en los cielos y extendió rubor en las mejillas.Impúdica luna la luna a media luz. Luna de otoño, luna desvelada.
Horadan mis ansias esta lluvia y estas nubes. Detrás ha ocurrido el eclipse, y ya ha acabado. No lo vimos. Pienso que no veré muchos más. Recuerdo otros.Inclina a la meditación un hecho único y precioso. Nos deja a solas con los pasados en sepia y los mañanas de incertidumbre.
Siento la precariedad de mi silueta contra el negro de la noche. Ruego que me vea el hombre cuando ponga fanal a mi bombilla, cuando baile a media luz, cuando deje caer los velos.
Que no ciegue la lluvia a mi amor. Que no me oculten de él ni estas nubes ni otras aguas.
Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com
domingo, 4 de marzo de 2007
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