Mi cuerpo es un mapa del dolor
Mi cuerpo es un mapa del dolor
Las uñas (con restos de piel enrojecida)
Disparan las flechas de la fuga o de la despedida
Mis cabellos señalan rumbos de extravío
En el sinsentido de las jeringas del reloj
El rodete en espiral despista a los piratas
Que husmean por hacerse con el mapa
Mis venas vuelven mientras mis arterias van
Ya con cierta fatiga de impaciencia.
Ni mis senos ni mis rotulas
Son bizcos, pero igual,
No se sabe dónde apuntan: ¿Adelante? ¿Al abismo?
Mis ojos se revuelven en guiños y soslayos contradichos
Sin claves con implícitos,
No resuelven.
Mis pies miden los pasos que llevan al tesoro
Los seguirás sin hacer sombra en las espaldas,
Porque vendrás, bandido,
Y enrollará la piel ajada
Y con ella partirá a la isla prometida.
Sobre arena de playa desplegará este cuerpo
-este mapa del dolor-
como una alfombra hollada
mientras mi piel se dora como hogaza
y el calorcito marca las líneas a seguir
Habrá de persignarse en la frente el corazón las ingles
De lamer las cicatrices del costado
Y sí: Contará los pasos, bailará su baile
(no me tapes el sol)
y por fin el pico hierro cavará en los tres puntos
¿acertará en primera? ¿el tesoro es uno o trino?
Plata gris del cerebro
Granates y rubíes de dulzuras en el pecho
Abajo sombra fresca de cavernas minerales
Toma el cofre
Mi cuerpo es un mapa del dolor.
Lluvia
Mientras lloran las cuerdas de mi garganta
Aguanta el cielo un toldo, inminente, oscuro y ominoso.
Ya llovía antes en mí, en mi cuaderno
Mis ollas y mi suéter, que acabo de doblar
Con sus húmeros lisos en la espalda.
Sobre su cuello volcado.
Mi cabeza llueve una garúa helada y en el cielo
Los pájaros caen, por vencidos, como cáscaras de fruta
Como medias en par que enrollo fláccidas.
Las cuerdas son ahora un cello lastimero que no mueve mis labios.
El cielo arría su estandarte negro
Y en los pliegues se dibuja el fuego.
Entre mis frontales, el alma de la caja
tensa unos cordones venosos por afuera.
Es la angustia que aún llueve
En los patios las alcobas los armarios,
Debajo de las mesas y las sillas,
Adentro de los libros y las cartas, en las máquinas de hablar
Y en la harina, el arroz y las lentejas.
Las macetas desbordan su copa de tierra y salpican mis pantuflas.
Ya no hay silencio o música
Solamente y por las comisuras del patio embaldosado
Agonizan canaletas y rejillas un barrito baba
color de hoja café.
Genoveva Arcaute
genoarcaute@yahoo.com.ar
domingo, 15 de julio de 2007
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1 comentario:
Deprimente el poema.Arriba el ánimo mamita para escribir, con tantas cosas malas que pasan en el mundo no podés escribir este poema, menos mal que no sos psicologa sino el paciente se mata.jajajajaj
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