Y la lluvia la acompaña (una tarde de octubre de 2010)
Pisa la lluvia. La lluvia la acompaña, la surte de vientos, de intenciones no repentinas ni arrepentidas, conjugadas por décadas de mirar y resisitir, esa suerte de dolor que no ocurre en el cuerpo, pero que también ocurre en el cuerpo.
La lluvia, que todo lo fragiliza, parece asociarse a sus momentos trascendentes, -eso dice ella cuando explica que la acompañó en el día de su casamiento con -”ese hombre”, y siempre lo señala, porque ellos siempre están ahí, están cerca, como lo estaban cuando tenían que escapar de la muerte, escapar de escapar, cuando lograron refugiarse sin exilios en donde crecer y pensar, y ser olvidados sin olvidar.
Como una segunda versión de Adán y Eva se guardaron como acopio de la historia de todos.
En una época en la que todo languidecía con el tiempo: los vínculos, los compromisos, la memoria, ellos, pertinaces, insistían, insistieron en amarse en un sueño que los albergó, los alberga, que nos alberga.
Loco y raro amor ese empecinamiento que no acopia ni acumula. Raro. Demasiada Épica para ser comprendida en momentos, otros, sofisticadamente elementales, tanto tienes tanto vales.
La lluvia parece acompañar, así, silenciosamente, los secretos de la Historia que no se cuenta.
Las Almas caminan descalzas sobre las verdades.
Esa parte de la Historia que somos descalzos de oídos, dice que somos.
Esa parte de la Historia que no se deja decir, regresa para golpearnos los cuernos del silencio indebido en una historia que demasiado debida..
Habló, y fue hablada. Se denunció mujer, -eso no importa, es un tramo de la ausencia que retorna a pura vida.
No es una ella, es muchos nosotros, descalzos, solos, descalzados, insistentes.
Y la lluvia, que todo lo fragiliza, la acompañó al amparo de su viento para volver el fuego a sus antorchas.
Nos acompañó.
Virginia Edit Perrone
http://virginiaperrone.blogspot.com/
Pisa la lluvia. La lluvia la acompaña, la surte de vientos, de intenciones no repentinas ni arrepentidas, conjugadas por décadas de mirar y resisitir, esa suerte de dolor que no ocurre en el cuerpo, pero que también ocurre en el cuerpo.
La lluvia, que todo lo fragiliza, parece asociarse a sus momentos trascendentes, -eso dice ella cuando explica que la acompañó en el día de su casamiento con -”ese hombre”, y siempre lo señala, porque ellos siempre están ahí, están cerca, como lo estaban cuando tenían que escapar de la muerte, escapar de escapar, cuando lograron refugiarse sin exilios en donde crecer y pensar, y ser olvidados sin olvidar.
Como una segunda versión de Adán y Eva se guardaron como acopio de la historia de todos.
En una época en la que todo languidecía con el tiempo: los vínculos, los compromisos, la memoria, ellos, pertinaces, insistían, insistieron en amarse en un sueño que los albergó, los alberga, que nos alberga.
Loco y raro amor ese empecinamiento que no acopia ni acumula. Raro. Demasiada Épica para ser comprendida en momentos, otros, sofisticadamente elementales, tanto tienes tanto vales.
La lluvia parece acompañar, así, silenciosamente, los secretos de la Historia que no se cuenta.
Las Almas caminan descalzas sobre las verdades.
Esa parte de la Historia que somos descalzos de oídos, dice que somos.
Esa parte de la Historia que no se deja decir, regresa para golpearnos los cuernos del silencio indebido en una historia que demasiado debida..
Habló, y fue hablada. Se denunció mujer, -eso no importa, es un tramo de la ausencia que retorna a pura vida.
No es una ella, es muchos nosotros, descalzos, solos, descalzados, insistentes.
Y la lluvia, que todo lo fragiliza, la acompañó al amparo de su viento para volver el fuego a sus antorchas.
Nos acompañó.
Virginia Edit Perrone
http://virginiaperrone.blogspot.com/
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