Por Julio Santamaría
El 27 de octubre, día del censo nacional de 2010, ocurrió un hecho absolutamente inesperado: murió víctima de un infarto masivo Néstor Carlos Kirchner, ex presidente de la República, actual Diputado Nacional, a la vez que Secretario General de la UNASUR, organización supranacional de reciente creación y probada eficacia en la solución de conflictos tales como un conato de guerra entre Colombia y Venezuela y el intento de golpe de estado al presidente ecuatoriano Rafael Correa. Bastante para el tiempo que la UNASUR tiene de creada, suficiente para probar la influencia y eficiencia tanto de la organización como la de su Secretario General.
El enemigo no ahorró munición y desde su principal partido político, el grupo económico que sostiene el lobby comunicacional del grupo Clarín y su principal aliado el matutino La Nación, comenzaron el ataque a través de sus estrellas periodísticas. No esperaban la reacción de los que ellos dieron en llamar la gente, quitándole su identidad como pueblo. Cualquier similitud con el modus operandi del proceso nacido el 24 de marzo de 1976 en cuanto a la supresión identitaria es una buscada coincidencia.
El pueblo concurrió masivamente a la capilla ardiente montada en la casa de gobierno; por primera vez en la historia de la patria no se usó el Congreso Nacional. Inteligente medida tomada por la Presidenta Cristina Fernández. El Salón de los Patriotas Latinoamericanos, con el gran cuadro del “Che” al fondo era el lugar adecuado. El pueblo convirtió en una asamblea plebiscitaria la capilla ardiente y dio rienda suelta a su necesidad de gritar su protagonismo. Y para ello no necesitó intermediarios de ningún tipo, ni seudoperiodistas que le explicaran la realidad.
Realidad que estaba allí, a su lado, mano a mano, cuerpo a cuerpo como en un tango.
Nadie que los traduzca, cara a cara con el conductor que yacía y con quien todos y cada uno de los que desfilaban consideraban su natural sucesora. No había medios, había oficiantes y receptores y la energía fluía y se multiplicaba realimentándose constantemente. Así: emociones, abrazos, llantos, canciones, incorrecciones políticas absolutamente necesarias, y nunca mejor expresadas que en ese momento y ante quien en vida hizo gala de éstas en toda oportunidad que le fue propicia; forzándolas a veces, con esa candidez nunca inocente.
Este pueblo ha comenzado a recobrar su identidad, aquella que le fuera brutalmente sustraída durante los años de plomo, luego manipulada mediáticamente hasta ese exacto largo día que dio comienzo el 28 y que terminara 26 horas después.
Una verdadera maratón donde la conciencia surgió de un modo natural, tanto como la brutal irrupción de la muerte que segara la existencia del compañero Néstor.
Fulminante como un disparo, un rayo había hecho renacer la Conciencia Nacional, aquella que leíamos en los libros de Hernández Arregui estaba aquí, frente a nuestros ojos fatigados por el llanto, rojos de emoción. Hombres y mujeres grandes; niños y jóvenes, cientos de ellos sin distinción de sexos, cantando emocionados, llorando o gritando. Solos o en grupos pero conformando un todo, se expresaban en un lugar tradicionalmente destinado al saludo silencioso y al gesto mesurado.
La gente ha vuelto para ser Pueblo.
Tengo la sospecha que el líder había intuido la jugada; le habían “tirado un muerto”…
El Grupo lo había anunciado tiempo atrás por medio de un comunicador estrella.
Una vida joven fue brutalmente segada; se buscan sospechosos en barras bravas asociadas eternamente a un sector de la burocracia sindical. La izquierda festiva se sienta a la mesa televisiva de la señora derecha. La ronda de sospechas intenta involucrar al gobierno.
El líder juega su carta, es brava, es dura es la carta final y no tiene vuelta.
Ahora el muerto es él.
El Pueblo recupera la identidad, deja de ser sólo gente, la Conciencia Nacional está aquí, frente a nuestros ojos.
Sólo eso y nada más, ocurrió un día de octubre, después del censo nacional de 2010.
Julio Santamaría
30 de octubre de 2010
Fuente: Correos de amigos
Extraído del blog de
Roberto Páez González:
http://robertopaezgonzalez.wordpress.com/
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