lunes, 1 de noviembre de 2010

Martín Piqué: Caprichoso



Por Martín Piqué

La presidenta lo llamaba así cuando quería retarlo y también cuando buscaba elogiarlo. Con picardía, con amor, lo hizo de nuevo en la despedida.

Las manos sobre el cajón, deslizándose como en una caricia. Lo vieron todos. Por televisión o cuando desfilaron ante el féretro que atesoraba los restos de Néstor Kirchner. La imagen recorrió el país. La presidenta, digna, tocando el ataúd en la Galería de los Patriotas del Bicentenario. Pero muy pocos pudieron escuchar el susurro que Cristina le dedicaba al ex presidente. Un murmullo que en parte también era un reto, un reto lleno de complicidad, y del que sólo fueron testigos los amigos, los familiares directos. En el momento más duro de su vida, en la situación más difícil de su carrera política, Cristina desnudaba sin proponérselo una intimidad de su relación de pareja. El alias con el que llamaba a su esposo, un sobrenombre con el que solía retarlo o elogiarlo según la circunstancia: “Caprichoso”. “Caprichoso, caprichoso”, era el comentario que repetía la presidenta en voz muy baja durante el velatorio.
Los diccionarios virtuales de Internet, recurso práctico de quien escribe contrarreloj, asocian el término capricho con voluntad, testarudez, empeño. Habrá sido por eso, habrá sido por conocerlo en toda su humanidad: lo cierto es que Cristina lo llamaba “caprichoso” desde siempre. En la tarde del jueves y la madrugada del viernes, en la despedida organizada bajo los retratos de Juan Perón y Salvador Allende, la presidenta murmuró varias veces el “caprichoso”. Se lo dedicaba a Néstor. Con picardía, con amor. Sus palabras fueron escuchadas, en silencio, con respeto, por la gente que la rodeaba en primera fila en la Galería de los Patriotas. Los testigos de la escena no la olvidarían fácilmente. Y la mejor prueba de eso llegó a las pocas horas, cuando comenzó el responso religioso en la capilla del cementerio de Río Gallegos.
Con la jefa de Estado y sus hijos Máximo y Florencia en el primer banco de madera, que compartían con la madre de Néstor y el presidente de Venezuela Hugo Chávez –el estadista que eligió acompañar a su amigo hasta el final–, la ceremonia fue austera y bien intimista. Los cuatro sacerdotes que hicieron el responso recordaron al ex presidente en un relato colectivo que incluyó citas bíblicas y comentarios cariñosos sobre la emotividad a flor de piel del hombre nacido en Río Gallegos. Los cuatro curas conocían mucho a Néstor. Dos eran amigos de bastante confianza. Eran Teo Ascona y Sergio Soto, ambos de Río Gallegos; Carlos Álvarez, a quien todos llaman “Lito”, párroco de El Calafate y quien ofició la primera misa en homenaje a Kirchner pocas horas después de su fallecimiento; y Juan Carlos Molina, de Caleta Olivia, allegado a Alicia Kirchner.
Molina fue uno de los mediadores en el conflicto con los petroleros tras el crimen del policía Jorge Sayago, el hecho que sacudió al gobierno en febrero de 2006. También dirige la Fundación Valdocco, ONG que lleva el nombre del barrio de Turín donde Don Bosco comenzó su obra dedicada a los jóvenes. (Fundador de la orden salesiana de la Iglesia Católica, dedicada a la educación en todo el mundo, Juan Bosco fue el primer sacerdote que comenzó a trabajar con los chicos de la calle, huérfanos, pobres, en su Italia natal. Al día siguiente de su muerte, Juan Bosco fue declarado santo por el Vaticano.) Molina fue quien eligió la cita de la Biblia que se leyó en la ceremonia.
“Lo que le hagan a uno de estos pequeños, me lo hacen a mí”, fue la frase más fuerte del fragmento bíblico. Según el relato de los Evangelios, Jesucristo pronunció esa expresión para retar a sus apóstoles. Estos habían intentado echar a unos niños pobres que andaban merodeando y que, supuestamente, interrumpían el descanso de su maestro. Molina parafraseó el reto de Jesucristo a sus seguidores y lo comparó con el carácter de Kirchner, con su disposición a hacer todo lo que se pudiera por los sectores más postergados de la sociedad. La otra frase impactante de la ceremonia fue obra del cura “Lito”. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que habían volado hasta Río Gallegos –Estela de Carlotto, Taty Almeida, Marta Vázquez– la seguían citando tras subirse al ómnibus que las llevaría de nuevo al aeropuerto. Todavía estaban conmovidas. “Hay hombres que mueren y otros que dan la vida. Néstor no murió, dio la vida por una causa, por eso resucitará en todos nosotros”, dijo el párroco de El Calafate mientras Cristina abrazaba a su suegra, la chilena descendiente de croatas María Ostoic, muy devota. El responso continuó con un diálogo imaginario entre Molina y el propio Kirchner: el cura de Caleta Olivia le hablaba al ex presidente como si estuviera allí, escuchando en silencio. Como si fuera uno más de los visitantes sentados en esa pequeña capilla al sur de todo. “¿Sabés, Néstor, lo que pasó en estos días?”, comenzó el diálogo imaginario. Y Molina le contó a Kirchner todo lo que había pasado desde su muerte, todo lo que había pasado en la Argentina desde el miércoles 27 de octubre a la mañana.
Molina le contó a Néstor –y así lo revivieron su esposa, sus hijos, su hermano Chávez, Alicia, los diputados Eduardo Fellner y Agustín Rossi– que el grito que más se oyó en su velatorio había sido “Gracias por devolvernos la dignidad.” Le dijo que eso lo convertía en un patriota. Después le contó que había entrado a la Casa Rosada en un féretro de presidente y que se había ido en un féretro del pueblo, entre el amor popular, cubierto de flores, banderas, postales y cartas. Por último, con Cristina en primera fila, le relató que durante todo el velatorio dos manos lo habían tocado, que habían acariciado el ataúd, llamándolo una y otra vez “caprichoso”.
“Y fue tu capricho el que hizo que el país llegara hasta dónde llegó”, le agradeció el cura Molina en nombre de todos. Así terminó la despedida. Y esta nota.

Martín Piqué
Fuente: http://tiempo.elargentino.com/

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