CARTA DE PEDRO ROSEMBLAT
Me lanzo a la escritura de esta carta porque necesito expresar, en este momento de sumo dolor, lo que representa para mí la figura de Néstor Kirchner. Tengo una experiencia casi nula en este campo, pero no puedo dejar de lado la posibilidad de decir lo que siento.
Yo tengo 20 años; nací pocos meses después del Pacto de Olivos. Soy de la década del Menemato, la convertibilidad, el uno a uno y la fábrica de pobreza. Me viejo me inculcó de chico el interés por la política y la historia de nuestro país. En ese entonces la historia ya era muy rica; pero de política había muy poquito. Los primeros recuerdos que tengo de Menem son en el living de Telefé a las 8 de la noche. Los últimos, hablando de viajes hacia la estratosfera. Tuvieron que pasar un par de años para que me diera cuenta de lo que estaba pasando en ese momento.
Sí puedo recordar con mayor precisión la imagen de De la Rúa intentando cantar el himno, después de las elecciones del 99′. Me acuerdo de Cavallo y su cara de garca. Y me acuerdo del 2001, el hecho que marcó a nuestra generación. La primera vez que tomé conciencia de cómo se podía, desde la política, arruinar los sueños de un pueblo.
A los 12 años ya tenía motivos para empezar a creer en lo que decían todos: que este país es inhabitable, que son todos chorros, que las cosas no cambian más, que ni bien puedas, andate.
En el 2003 me pasaron un montón de cosas: Mi viejo, que se había quedado sin laburo ni posibilidades, se fue a vivir a España porque seguir en Argentina era “imposible”; yo entré al colegio secundario y empecé a participar del centro de estudiantes y un par de meses después, entrando por la puerta chica, asumió Kirchner. La tristeza de tenerlo a mi viejo lejos era mucho más fuerte que la eventual esperanza que generaba un nuevo gobierno.
El 25 de mayo del 2004 se cumplía un año del mandato presidencial y 2 meses de la orden de descolgar los cuadros de los genocidas de la dictadura. Había varios motivos para festejar, y algunos para ilusionarse. La imagen de la Plaza de Mayo colmada de gente, cantando himnos y marchas me sacudió. Cualquiera que haya visto la Plaza en ese Estado sabe de lo que hablo. Ese día me bastó para saber en qué vereda debía pararme. De un lado, la resignación y la desdicha, la convicción de que este es un país de mierda, donde nos viven cagando. Del otro, la ilusión de que las cosas pueden cambiar; que no todo está perdido.
Desde ese día me recuerdo Kirchnerista y no dejé de serlo nunca. Desde ese día también me empecé a sentir con argumentos (no tan sólidos todavía) para insistirle a mi viejo que las cosas en el país estaban cambiando, que no está todo tan mal como antes, que seguramente sea imposible percibirlo a través de los diarios…pero que en la calle el clima era otro. Por supuesto que no pude convencerlo, su postura y sensación seguía siendo la misma que cuando se fue.
Desde ese momento y cada vez que hace falta, en cada clase de la facultad, en cada almuerzo con la familia o en cada reunión de amigos defiendo a este modelo, a estos dos gobiernos. Todos los que me conocen saben que soy kirchnerista, porque lo dejo siempre bien claro. Porque me da orgullo decirlo. Porque nos devolvieron la dignidad.
No me interesa hablar de por qué los banco; las medidas que apoyo, los cuadros que admiro; no quiero hacer un análisis político de los gobiernos kirchneristas. Todas y cada una de las medidas tanto de este como de cualquier otro gobierno del mundo, se pueden discutir. Lo que es indiscutible es que para construir una patria grande, se necesitan jóvenes que crean que eso es posible; pibes que den la vida por ese sueño. Eso es para mí Néstor Kirchner, ese fue para mí su legado. Hoy en la Argentina se habla de política en todos lados, barcitos y esquinas; los diputados y senadores no sólo sesionan, sino que los debates se transmiten maratónicamente por televisión. Hoy, si se habla de política no se piensa en ñoquis, sino en militantes. Hoy somos un paradigma en materia de derechos humanos. Sigue habiendo una deuda enorme con los sectores más postergados, pero este pueblo tiene fe.
Hace 10 años estábamos llorando porque existían los políticos, hoy lloramos porque se nos fue uno. Uno grande, uno groso en serio. Un luchador, un estadista, un político de cabo a rabo, un conductor.
Hace 10 años mi viejo se fue a patadas en el orto de este país, hoy está pensando en volver. Aunque no me lo diga, ambos sabemos que esa idea es posible porque la Argentina camina y le está abriendo las puertas, igual que a tantos otros que se fueron totalmente desesperanzados; y eso es obra de este modelo.
Para mí Néstor fue todo eso: fue ilusión, alegría, dignidad. Fue el primer político argentino que me hizo creer en grande. Fue el Perón de mi generación. Fue el que hizo posible que mi viejo vuelva.
Políticamente fue lo más grande que me pasó y nunca en la vida voy a olvidar mis años dorados de compromiso ideológico con un gobierno que, a veces a los ponchazos, fue siempre para adelante.
Por supuesto que mis sentimientos no difieren en cuanto a la figura de Cristina, por quien daría la vida, hoy más que nunca.
Coronados de gloria vivamos…o juremos con gloria morir. Eso fue para mí Néstor Kirchner.
Gracias pingüino, te banco a muerte.
Pedro Rosemblat
29 de Octubre de 2010
Fuente: Correo de amigos
Extraído del blog de
Roberto Páez González:
http://robertopaezgonzalez.wordpress.com/
Me lanzo a la escritura de esta carta porque necesito expresar, en este momento de sumo dolor, lo que representa para mí la figura de Néstor Kirchner. Tengo una experiencia casi nula en este campo, pero no puedo dejar de lado la posibilidad de decir lo que siento.
Yo tengo 20 años; nací pocos meses después del Pacto de Olivos. Soy de la década del Menemato, la convertibilidad, el uno a uno y la fábrica de pobreza. Me viejo me inculcó de chico el interés por la política y la historia de nuestro país. En ese entonces la historia ya era muy rica; pero de política había muy poquito. Los primeros recuerdos que tengo de Menem son en el living de Telefé a las 8 de la noche. Los últimos, hablando de viajes hacia la estratosfera. Tuvieron que pasar un par de años para que me diera cuenta de lo que estaba pasando en ese momento.
Sí puedo recordar con mayor precisión la imagen de De la Rúa intentando cantar el himno, después de las elecciones del 99′. Me acuerdo de Cavallo y su cara de garca. Y me acuerdo del 2001, el hecho que marcó a nuestra generación. La primera vez que tomé conciencia de cómo se podía, desde la política, arruinar los sueños de un pueblo.
A los 12 años ya tenía motivos para empezar a creer en lo que decían todos: que este país es inhabitable, que son todos chorros, que las cosas no cambian más, que ni bien puedas, andate.
En el 2003 me pasaron un montón de cosas: Mi viejo, que se había quedado sin laburo ni posibilidades, se fue a vivir a España porque seguir en Argentina era “imposible”; yo entré al colegio secundario y empecé a participar del centro de estudiantes y un par de meses después, entrando por la puerta chica, asumió Kirchner. La tristeza de tenerlo a mi viejo lejos era mucho más fuerte que la eventual esperanza que generaba un nuevo gobierno.
El 25 de mayo del 2004 se cumplía un año del mandato presidencial y 2 meses de la orden de descolgar los cuadros de los genocidas de la dictadura. Había varios motivos para festejar, y algunos para ilusionarse. La imagen de la Plaza de Mayo colmada de gente, cantando himnos y marchas me sacudió. Cualquiera que haya visto la Plaza en ese Estado sabe de lo que hablo. Ese día me bastó para saber en qué vereda debía pararme. De un lado, la resignación y la desdicha, la convicción de que este es un país de mierda, donde nos viven cagando. Del otro, la ilusión de que las cosas pueden cambiar; que no todo está perdido.
Desde ese día me recuerdo Kirchnerista y no dejé de serlo nunca. Desde ese día también me empecé a sentir con argumentos (no tan sólidos todavía) para insistirle a mi viejo que las cosas en el país estaban cambiando, que no está todo tan mal como antes, que seguramente sea imposible percibirlo a través de los diarios…pero que en la calle el clima era otro. Por supuesto que no pude convencerlo, su postura y sensación seguía siendo la misma que cuando se fue.
Desde ese momento y cada vez que hace falta, en cada clase de la facultad, en cada almuerzo con la familia o en cada reunión de amigos defiendo a este modelo, a estos dos gobiernos. Todos los que me conocen saben que soy kirchnerista, porque lo dejo siempre bien claro. Porque me da orgullo decirlo. Porque nos devolvieron la dignidad.
No me interesa hablar de por qué los banco; las medidas que apoyo, los cuadros que admiro; no quiero hacer un análisis político de los gobiernos kirchneristas. Todas y cada una de las medidas tanto de este como de cualquier otro gobierno del mundo, se pueden discutir. Lo que es indiscutible es que para construir una patria grande, se necesitan jóvenes que crean que eso es posible; pibes que den la vida por ese sueño. Eso es para mí Néstor Kirchner, ese fue para mí su legado. Hoy en la Argentina se habla de política en todos lados, barcitos y esquinas; los diputados y senadores no sólo sesionan, sino que los debates se transmiten maratónicamente por televisión. Hoy, si se habla de política no se piensa en ñoquis, sino en militantes. Hoy somos un paradigma en materia de derechos humanos. Sigue habiendo una deuda enorme con los sectores más postergados, pero este pueblo tiene fe.
Hace 10 años estábamos llorando porque existían los políticos, hoy lloramos porque se nos fue uno. Uno grande, uno groso en serio. Un luchador, un estadista, un político de cabo a rabo, un conductor.
Hace 10 años mi viejo se fue a patadas en el orto de este país, hoy está pensando en volver. Aunque no me lo diga, ambos sabemos que esa idea es posible porque la Argentina camina y le está abriendo las puertas, igual que a tantos otros que se fueron totalmente desesperanzados; y eso es obra de este modelo.
Para mí Néstor fue todo eso: fue ilusión, alegría, dignidad. Fue el primer político argentino que me hizo creer en grande. Fue el Perón de mi generación. Fue el que hizo posible que mi viejo vuelva.
Políticamente fue lo más grande que me pasó y nunca en la vida voy a olvidar mis años dorados de compromiso ideológico con un gobierno que, a veces a los ponchazos, fue siempre para adelante.
Por supuesto que mis sentimientos no difieren en cuanto a la figura de Cristina, por quien daría la vida, hoy más que nunca.
Coronados de gloria vivamos…o juremos con gloria morir. Eso fue para mí Néstor Kirchner.
Gracias pingüino, te banco a muerte.
Pedro Rosemblat
29 de Octubre de 2010
Fuente: Correo de amigos
Extraído del blog de
Roberto Páez González:
http://robertopaezgonzalez.wordpress.com/
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