Cuando se inventó el telégrafo en el siglo 19, los periodistas, para ahorrar tiempo y dinero, cambiaron las reglas del lenguaje. El telégrafo era veloz, pero caro. Entonces, resultaba mejor escribir “reúnense” que “se reúnen”, porque sólo pagabas por una palabra. Los sufijos prosperaron. Los adjetivos elimináronse. Artículos sobran. Pocas palabras. Por ejemplo:
Washington. Presidente Lincoln baleado en teatro. Mortalmente herido.
El telégrafo decidió el nuevo lenguaje periodístico, que todavía se emplea en la prensa escrita donde los titulares prescinden de artículos, preposiciones y adjetivos para que el tamaño de las letras pueda ser mayor.
Cada medio de comunicación tiene sus trucos y sus reglas. También el chat y los textos enviados por celulares (los famosos SMS, Short Message Service, Servicio de Mensajes Cortos,) el medio predilecto de jóvenes y adolescentes.
En estos mensajes cortos, la gramática no cuenta, el idioma se maltrata al máximo. Algunos adultos ponen el grito en el cielo y dicen: ¡Ya no son errores sino horrores de ortografía!
Reflexionemos. ¿No estará pasando algo similar a lo que ocurrió cuando se inventó el telégrafo? Más aún, podríamos preguntarnos: ¿el lenguaje-chat, el de los SMS, es un lenguaje escrito o hablado?
Cuando tú escribes en un papel, seguramente guardarás ese escrito. Pero en el chat y en los celulares, la escritura es desechable, los mensajes son tan fugaces como la voz a través del teléfono.
Los mensajes del chat o los SMS son, en realidad, una escritura “para ser oída”, una comunicación inmediata que se envía y se borra. Los jóvenes están “conversando con los dedos”.
Esa fugacidad hace que quien chatea no se preocupa demasiado (o nada) por la corrección, la puntuación ni las reglas gramaticales. Mientras menos letras mejor, porque así se escribe más rápido, se ahorra tiempo, se ahorra dinero.
En el lenguaje-chat, se eliminan acentos, se suprimen vocales que se sobreentienden, se aprovecha el sonido completo de las consonantes (T equivale a TE), la CH es se convierte en X, la LL es Y y las QU y la C pasan a ser K. Además, las letras se mezclan con dibujos (los conocidos “emoticones”). ¿Entiendes que dice aquí?
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Hay otro aspecto. Para un adulto puede ser un crimen lingüístico, una moda que arruina el lenguaje, pero para los chicos y chicas es un signo de identidad, porque solo ellos manejan el nuevo código. Comunicarse así es una mezcla de irreverencia, juego y complicidad. En ese universo virtual de letras y signos los adultos no entran.
Frente a todo esto, ¿qué pensar? Lo primero, no escandalizarnos. Y después, recordar cómo nosotros mismos aprendimos la buena ortografía castellana. ¿Acaso memorizando reglas y dictados en la escuela? La ortografía se aprende leyendo. Cuando has leído 20 veces la palabra “ojo” no la escribirás con hache. Cuando has leído 20 veces la palabra “hoja” no la escribirás sin hache.
En la lectura está la salvación del idioma. Si los jóvenes se habitúan a leer (en papel o en pantalla, da igual), si somos capaces de entusiasmarlos para que se vuelvan adictos a la lectura, la buena ortografía estará garantizada. ¡Al menos, eso pensamos en RADIALISTAS!
BIBLIOGRAFÍA:
http://www.lmneuquen.com.ar/07-09-03/n_especiales110.asp
(Del Boletín "Radialistas", 04/02/2008)
radialistas@radialistas.net
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