domingo, 18 de mayo de 2008

El Dibujo


Miguel Rep: "Nacionalismo", en "Página/12", 17.05.2008

Periodismo y dominación cultural

DEBEMOS USAR LA RED PARA DEFENDER EL VERDADERO PERIODISMO
Por Diego Olivera


La labor del periodismo independiente, ha sufrido durante décadas la censura de los monopolios privados de los medios, muchos profesionales han perdido sus trabajos, por defender su derecho a la información objetiva, no aceptando la manipulación de intereses ajenos a la información. En los albores del Siglo XXI, los periódicos, las radios, la televisión y las agencias de prensa internacional, han devenido en instrumentos de las políticas trasnacionales, proyectando imágenes a favor de la guerra, creando peligrosas matrices sobre naciones o personalidades, con el objetivo de institucionalizar una sola verdad, la de EEUU y los países industrializados.
Ante esa realidad tangible de una censura predeterminada, los periodistas que tienen una visión social y progresista de la sociedad, acudimos a la redes de Internet, para crear nuestro propios servicios de información, para tratar de multiplicar la verdad objetiva de las sociedades en que vivimos. No podemos alinearnos, con obscuros intereses internacionales, que sólo predican una sola verdad, la del capitalismo deshumanizado, que busca imponer un modelo, ajeno a las necesidades de los ciudadanos, poniendo el valor monetario y la importancia de sus ganancias, sobre las necesidades prioritarias de la humanidad.



Adoptamos la vía del Internet para expresar el subterfugio de la información


El Internet nos permite es cer un nexo entre nuestros medios y los lectores, este alojamiento nos sirve como fuente para la comunicación interactiva. El crecimiento de este periodismo en línea, con un concepto de veracidad y verificación de la información, nos permite crear confiabilidad en el usuario. Debemos desarrollarlo con profesionalidad, con anticipación a los hechos, con una clara transparencia y bajo conceptos éticos.
La Internet bien utilizada como medio de información, es una importante herramienta de trabajo que facilita en gran medida la labor de los periodistas, si sabemos buscar la información adecuada. Es una herramienta tecnológica, utilizándola bien, podemos brindarle al usuario, un producto final confiable, útil y profundo para que conozcan la verdadera información.
La Red sigue siendo para la mayoría de los periodistas y usuarios, un laberinto de distintas informaciones, que a veces nos genera desconfianza, por los volúmenes de lugares. Esto implica un importante trabajo de selección, de conocer cuales lugares o informes tienen credibilidad. Como editores independientes, debemos crear mecanismos de selección basados en profundas investigaciones, porque la red no esta exenta de manipulaciones, de páginas Web o impresos digitalizados, que adoptan o defienden los intereses privados de la comunicación.

La necesidad de que nuestros medios alternativos tengan responsabilidad con la información
El asumir nuestro papel de medios independientes, no implica una libertad irresponsable de la información. Debemos ser extremadamente cuidadosos en lo que difundimos. Para no caer en la falta de veracidad de muchos medios privados, que aplican el sensacionalismo o el ataque personalizado, sin verificar o tener pruebas de lo que están publicando, despreciando de esa manera los efectos que esa noticia pueda generar.
Tampoco debemos caer en nuestros artículos, en mañas de la prensa amarilla, como calificar o denigrar a la persona involucrada en el hecho que vamos a informar. Nuestro idioma español es muy rico en adjetivos, que bien utilizados son tan o mas fuertes que un insulto o grosería. Nuestra prensa debe ser ejemplo, en el tratamiento de la información, para demostrar que nuestros artículos son incuestionables Que no puedan ser desvirtuados por un problema de forma, desvirtuando así nuestro contenido, la verdad de los hechos que estamos difundiendo.



Los medios alternativos deben crear proyectos de trabajo conjunto


Enfrentar un mundo globalizado, con grande monopolios de información, nos obliga a crear redes, eventos e intercambios de espacios, para difundir nuestros artículos. Si estamos divididos y nuestros medios actúan de manera unilateral, no podremos enfrentar eficazmente la masiva desinformación mundial. Concebir una vía alternativa de información, debe ser sustentado en una gran creatividad, debemos aprender a usar el olfato periodístico, saber manejar la estructuración de la noticia, con los parámetros clásicos, con título y subtitulo, como el lead o encabezamiento, donde hacemos un resumen en 5 líneas, de lo que vamos a hablar.
Muchos medios alternativos o comunales, confunden el trabajo del periodismo, con el mal uso que hacen los medios privados. La forma de redacción de un artículo de prensa, tiene una estructura, tiene conceptos, elementos que son el resultado de experiencias y estudios de la profesión. Debemos aprenderlos a usar, para que se pueda lograr concebir, medios alternativos eficaces y poder enfrentar a los medios privados de prensa y sus campañas mediáticas.

Diego Olivera, periodista uruguayo, es Director de Barómetro Internacional
Fuente: http://www.reportedelasmadres.org.ar/cultura/cultura.asp


Miguel Ángel de Boer: El Gordo


El Gordo (*) (**)



Cuando me enteré que el Gordo había muerto, no lo podía creer. Una recontranegación, pensé. De esas que surgen cuando algo nos resulta insoportable. Pero bueno, negación, desmentida o lo que fuere, la cuestión es que para mí seguía vivo. Para colmo, en las noches siguientes se me aparecía en los sueños o lo veía en las calles o en alguno de los cafés de Comodoro.

Meses después, con motivo del 1er Congreso Binacional de Escritores Patagónicos que organizamos en la SADE local (siendo su fortuito presidente), vino el querido Osvaldo Bayer, con quien tuve la suerte de compartir momentos inolvidables. Como cuando fuimos a visitar, junto a Victor Redondo, una escuela primaria en el Barrio Stella Maris, y la primera pregunta que hizo uno de los alumnos fue: “¿Qué es la poesía?”, y los tres nos miramos a la espera de que alguno tomara la posta, dada la simpleza que entrañaba la respuesta.

No estoy seguro si fue en nuestra sede o cuando Osvaldo ya se estaba por ir, en el aeropuerto, que surgieron algunas de las anécdotas que había vivido con el Gordo.

El tema afloró porque yo estaba bastante preocupado por el resultado de un partido de River que no había podido ver, cosa que le comenté. Nos pusimos a hablar de fútbol y Osvaldo me dijo, entre otras cosas, que le solía impresionar el apasionamiento desmedido de algunos hinchas y fue ahí que se acordó del Gordo Soriano.

Resulta que cuando el Gordo estaba exiliado en Europa, solían hablar por teléfono para intercambiar información de lo que iba aconteciendo. En una oportunidad en que Osvaldo (Bayer) le estaba contando lo jodido que estaba todo (desapariciones, asesinatos y demás), en un momento de la charla el Gordo, con una voz grave, solemne, le dijo: “Osvaldo, necesito que me confirmes una cosa”. Bayer, suponiendo que se trataba de algo muy serio dada la tensión que percibió, se puso en alerta. “Si Osvaldo, decime”, le contestó. Y entonces el Gordo, con gran angustia, le preguntó: “¿No sabés si la posición adelantada que le marcaron a San Lorenzo, estuvo bien cobrada?”. Osvaldo (Bayer) quedó estupefacto. Tuvo que tomar aire antes de contestarle, impactado porque Osvaldo (Soriano) le hubiera salido con algo así, en medio de la tremenda tragedia sobre la que venían conversando. “No lo podía creer”. “Un tipo como el Gordo, tan lúcido, comprometido...preguntando algo asi....”. “Con el riesgo que implicaba hablar por teléfono...me parecía increíble...”, rememoraba en voz alta, todavía asombrado. “Además, yo no tenía la menor idea de que contestarle”, agregó. Yo, asombrado por su asombro, me acuerdo que le dije que como hincha entendía la inquietud del Gordo. Y Bayer me quedó mirando medio perplejo y dubitativo, a la vez que tomaba una casi imperceptible distancia. Con la misma cara que, me imagino, debía haber puesto cuando escuchó la pregunta del Gordo. Pero también noté que a pesar de eso, su charla denotaba un misterioso entusiasmo. Como quien se tienta por compartir algo y debe contenerse. Además, cada tanto miraba alrededor, como buscando a un conocido, de esos que uno anhela encontrar fortuitamente.

Luego de despedirnos volví a casa muy contento, pero con una inquietud difusa, imprecisa.

Esa noche, como me costaba dormir, me puse a ver “No habrá mas penas ni olvido” que la tenía (y la tengo) en video, sin imaginar ni por asomo los acontecimientos futuros.



Transcurrieron unos días y empecé a tener la sospecha de que estaba delirando, porque otra vez lo volví a ver al Gordo. De un modo fugaz e impreciso, como ocurre con esas percepciones equívocas, pero con mayor frecuencia que al comienzo. Y me resultaba más familiar. Extrañamente familiar.



Lo cierto es que un día, como aún suelo hacer, fui a dar una vuelta por Caleta Cordova (con v corta), un ex -campamento de YPF que queda muy cerca de Comodoro, y que es uno de los lugares mas bellos que existe, sin duda alguna. Porque Caleta parece hecho a propósito de un cuento o una película, tal su increíble encanto.(***) Claro que entonces todo estaba muy deteriorado, por efecto de la privatización y el abandono. Pero por suerte la naturaleza no terminaba de enterarse y yo iba a disfrutar de mis recuerdos (allí transcurrieron mis primeros años de vida) y del azul del mar y la ternura de los lobos marinos.

Aún tengo presente que al llegar encontré la playa desierta, por lo que me recosté en el pedregullo cerca del muelle, dispuesto a aprovechar la tranquilidad que había.

No sé cuanto tiempo pasó, porque me quedé dormido, cuando dí un vistazo alrededor. Fue entonces que vi a un tipo, también tirado en la playa, apoyado contra una de las barcazas, de esas que están encalladas hace añares abandonadas. Estaba de lo más absorto leyendo un libro y tomando mate. Al verme me saludó con la mano y yo sentí que un escalofrío me inundaba la médula cuando me di cuenta que no era otro que el Gordo Soriano. “Me tengo que medicar urgente” fue lo primero que se me ocurrió, tratando de calmarme. “Si es una alucinación está perfecta”, me dije casi contento y a modo de consuelo, porque al menos conservaba algo de conciencia de lo que me estaba pasando. Pero como al Gordo lo seguía viendo real y concreto, no me lo pensaba perder, fuera o no producto de un extravío. Y con las piernas temblando y el corazón a punto de estallar, como si estuviera en la final de una copa, me dirigí hacia donde él estaba.

A medida que me iba acercando levantó la cabeza y comenzó a mirarme, con esa sonrisa entre faunesca y angelical, tan peculiar que tiene. A mí los ojos no me alcanzaban. Casi afiebrado, seguí caminando con miedo de desmayarme, mientras él seguía esperando lo mas campante. Cuando ya me encontraba a unos pasos, me dijo con una total naturalidad “Hola Miguel, como estás”. Y yo, que casi me caigo de culo, le respondí: “¿Sos vos Osvaldo, nomás?”. Y él, que ya no aguantó más, largó una carcajada tal que algunas gaviotas se espantaron. Aunque, la verdad, no solo las gaviotas estaban espantadas.

Yo no sabía que hacer: si abrazarlo, si putearlo, si ponerme a gritar, si llorar, si salir corriendo a pedir ayuda o bien si dejarme llevar por lo que estaba sintiendo, pasara lo que pasase. A la vez, una inmensa alegría se me entremezclaba con una profunda tristeza, porque sabía que en cualquier momento se esfumaría el maravilloso ensueño que estaba viviendo.

Cosa que, por suerte, no ocurrió.

Por el contrario.

Esa tarde nos quedamos hablando horas y horas. Felices. Acariciados por el sol de Enero y casi sin viento. Hasta que el día se fue desvaneciendo y una luna generosa iluminó el mar para que prolongáramos sin apuro nuestro encuentro.



Desde entonces nos juntamos cada vez que podemos.

El a veces se ausenta por un tiempo, porque se va de viaje (le encanta hacerlo con mi Galaxy 93 porque lo usa como casilla rodante) o se encierra a escribir.

Pero no pasa mucho tiempo sin que venga visitarnos, a mí y al gato, que me dejó para que se lo cuidara y que se hizo muy amigo de mi perro Boggie.

También de tanto en tanto vamos a recorrer distintos lugares o a participar de lo que acontece.

Estuvimos en la inauguración del Monumento a Facón Grande en Jaramillo (Bayer lo sabe porque también estuvo, lo mismo que Federico Luppi y Héctor Olivera con quienes pasamos todo el día juntos). Puteamos por lo que pasaba con Menem y después con la Alianza. Estuvimos en varias marchas de Plaza de Mayo y acompañamos en su lucha a los desocupados, a los piqueteros, a los petroleros y a los docentes, entre otros. Él mas que yo, porque anda por todos lados y además no tiene problema de horarios.

Sufre por Irak, por la injusticia, por la corrupción, por la pobreza, por la desaparición de Lòpez, por todo.

Pero también, es cierto, tratamos de no perdernos ningún partido importante en el Estadio Municipal. Aunque a él le encanta ir a la “heladera” de Ameghino, el club de mi barrio, que queda a dos cuadras de casa.

En fin, se las arregla para estar presente - como siempre hizo - no solo en todo lugar de lucha, sino que cuando puede - tengo que decirlo - tampoco se pierde ningún partido del Ciclón.

Y yo no dejo de gastarlo, aunque se embole, con Ramón Díaz y todos los “millo” que integran el equipo. (****)









Miguel Angel de Boer

Comodoro Rivadavia, Marzo, 2007 (Mayo 2008)





(*) Basado en una propuesta de Tulio Galantini quien está preparando un documental sobre el Gordo.

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(**) El dibujo es de mi hijo Emiliano, modificado del ya famoso homenaje que le hiciera a Osvaldo, Daniel Paz.



(***) El mismo Caleta Cordova donde no hace mucho se produjo una lamentable contaminación debido a un derrame intencional de parte de un buque petrolero



(****) Lo gastaba. Ahora me esta volviendo loco.


Miguel Ángel de Boer
sigmundm@uolsinectis.com.ar

Fernando Luis Pérez Poza en Buenos Aires


Crónica de una viaje a Argentina (VI)

EL INSTITUTO ANTROPOLÓGICO Y EL CORNAMÁN

Mi estreno como poeta en Buenos Aires fue en una jornada organizada por el grupo A.L.E.G.R.I.A de María Cristina Pizarro y Graciela Licciardi en el Instituto Antropológico y el Pensamiento Filosófico, en Belgrano, una zona residencial situada al norte en el callejero pero considerada centro. Ese día comí en un restaurante en La Recoleta calamares fritos, a los que aquí, utilizando la denominación que le dan en Cantabria y el País Vasco, todo el mundo conoce por rabas.
Mi prima y yo tomamos un colectivo que nos llevó directamente hasta dos cuadras más abajo del Instituto. Como fuimos con suficiente antelación, nos dio tiempo a dar una vuelta por la zona y admirar las maravillosas edificaciones, tipo casa señorial con ciertos ingredientes arquitectónicos coloniales que abundan por allí. ¡Lástima que la mayor parte de ellas no reciba el mantenimiento preciso, pues el lugar sería entonces magnífico!
Al evento asistieron unas sesenta personas entre las que había algunos destacados poetas, entre ellos el vicepresidente de la Casa de Ponteareas en Buenos Aires, quien además me parece que es vicepresidente del Instituto Argentino para la Cultura Gallega y que se comprometió a asistir también a mi presentación con María Rosa Lojo en el auditorio Francisco Madariaga de la SEA, el día 21 de mayo, a las 19,30 horas.
Un poco tarde llegó la coorganizadora del evento, Graciela Licciardi, poeta y novelista, retraso ajeno a su voluntad, pero que supo suplir después con su enorme simpatía.
Al término, algunos de los asistente fuimos a cenar a un restaurante ubicado en el mismo Belgrano. Para mí, además de ser un rato entrañable, fue muy interesante, porque pude contrastar opiniones e intercambiar información con Cristina Pizarro, sentada a mi lado. Conversación de la que espero se derive un viaje de ella a Galicia para presentar su obra.
Fue esa misma tarde cuando me di cuenta de un equívoco. Antes de partir de Galicia compré en una tienda unos amuletos de una cerámica muy conocida y valiosa, Sargadelos, que se caracterizan por estar dotados de ciertos poderes mágicos. En concreto, los que pedí eran las figas, un viejo remedio contra las "meigas", que es como popularmente denominamos a las brujas en mi tierra. He de decir que cuando el dependiente los estaba empaquetando no me fijé mucho, entretenido en seleccionar alguna otra figura para obsequiar a mi familia.
Mi sorpresa fue que cuando entregué el obsequio a Cristina, me di cuenta de que el amuleto no era una figa, sino un "cornamán", que es una mano con los dedos meñique e índice extendidos y los demás replegados y que previene contra los que le quieran robar el amor a la persona que lo lleva.
A mí, particularmente, no me gusta nada, primero porque es hacerle la cusca a los maridos de las homenajeadas, que lo van a tener crudo a partir de ahora para ponerle los cuernos a sus amantes esposas y, segundo, porque el gesto que representa esa mano, cuando vas en un vehículo y otro intenta adelantarte o te hace alguna barrabasada se suele utilizar para llamarle "cornudo".
Ni que decir tiene que las interesadas, las organizadoras de los eventos para las cuales los compré, están encantadas, seguras a partir de ahora de la fidelidad de sus esposos y amantes cónyuges.
Eso sí, cuando llegue a Galicia voy a poner de vuelta y media al dependiente de la tienda de cerámica, que se confundió y me empaquetó en papel de regalo los "cornamáns" con dedos desplegados y no las "figas", que a todos los efectos son iguales pero con los dedos replegados.
En esta jornada que se desarrolló bajo el título "Nosotros y el mundo de las artes en la literatura" tuve ocasión de compartir intervención con Alicia Dellapiare, Osvaldo Rossi, Cecilia Glanzmann, Bertha Bilbao Ritcher y Nélida Norris.
Al término de la cena, un par de taxis nos fue repartiendo por los distintos alojamientos y zonas de Buenos Aires.

Mayo 2008© Fernando Luis Pérez Poza
Buenos Aires. Argentina.
fpoza@yahoo.es
http://www.eltallerdelpoeta.com/

Gioconda, la Belli

Imagen: Juana Ghersa

Vida y obra
La presentación de El infinito en la palma de la mano trajo a Gioconda Belli, poeta, narradora, ex militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional, a la Feria del Libro de Buenos Aires. Esta es la segunda vez que escribe inspirada en la figura de Eva, la mujer por antonomasia, lo que le sirve para reflexionar sobre la identidad femenina y lo que se carga sobre el cuerpo mismo de las mujeres.

Por Verónica Engler


Esos rulos cobrizos parecen ser el marco exuberante que su rostro merece. Y el rímel y la sombra tal vez estén ahí “para que nadie adivine que tengo los ojos chiquitos”, como escribió a mediados de los años ’70 en “Vestidos de dinamita”, aquel poema que incitaba a la rebelión más radical, incluido en el libro Línea de Fuego, por el que obtuvo el Premio Casa de las Américas (Cuba) en 1978. La poeta nicaragüense Gioconda Belli (59) estuvo la semana pasada en Buenos Aires para presentar El infinito en la palma de la mano, su quinta novela, ganadora del Premio Biblioteca Breve de Seix Barral.

Como militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Belli fue correo clandestino, transportó armas y luego, en el exilio, viajó por Europa y América latina para obtener recursos y divulgar la lucha sandinista. Después del triunfo de la revolución ocupó varios cargos partidarios y gubernamentales, pero en 1993 rompió con el partido y pasó a integrar el Movimiento Renovador Sandinista, sumamente crítico con el actual gobierno que conduce Daniel Ortega, uno de los líderes históricos del Frente.

En la actualidad, Belli divide su tiempo entre Managua y Los Angeles, donde vive su marido –con el que tuvo su cuarta hija–, a quien conoció al poco tiempo de triunfar la revolución sandinista, cuando ella era vocera del FSLN y su futuro enamorado trabajaba como corresponsal de la National Public Radio, de los Estados Unidos. “Empecé a dormir con el enemigo”, bromea y exhala una inmensa sonrisa. “Era de una radio muy progresista, pero de todas maneras era un problema”, rememora.

Su primer libro de poesía erótica, publicado cuando ella tenía veinte años, generó un escándalo de proporciones en su momento. Desde entonces, Gioconda Belli no cesó en su tarea de “celebrar el cuerpo de las mujeres”, sobre el que a fuerza de silencio y prohibición se tendió un manto de culpa que llega hasta nuestros días. ¿Acaso no fue Eva la que causó todos los males de este mundo provocando la expulsión del Paraíso? Pero, “de haber estado ahí, ¿quién no habría mordido el fruto prohibido?”, pregunta retóricamente la escritora. Tras un intenso período de lectura de textos apócrifos, Belli se lanzó a reconstruir el principio del mundo y sus protagonistas primigenios desde una perspectiva totalmente novedosa. “Di rienda suelta a mi imaginación para evocar en esta novela los entretelones insospechados de este antiguo drama, el paisaje surrealista del Paraíso y la vida de esta inocente, valiente y conmovedora pareja”, cuenta la autora sobre El infinito en la palma de la mano.

Ya había escrito poesías inspirada en la figura de Eva. ¿Qué es lo que la lleva a trabajar sobre este personaje y a realizar una reinterpretación de esta mítica primera mujer que, de acuerdo con cierta lectura de los textos bíblicos, sería la culpable de todos los males de este mundo?

–Mira, los temas de las novelas tienen una manera misteriosa de encontrarla a una. En este caso fue una serie de cosas que se juntaron para conducirme a esta idea. Desde hacía mucho tiempo tenía una simpatía personal por Eva, porque desde joven me pareció una manera muy arbitraria de adjudicarles la culpa a las mujeres por los males de la humanidad y hacernos responsables del pecado original. Entonces, yo empecé un poco a ironizar esa idea con estas incursiones en la poesía, llamando a un libro de poemas De la costilla de Eva, y jugando con la idea de ponerme yo en el papel de Eva, como que toda mujer es Eva. Yo siempre sentí que era absurdo considerar culpable a una persona porque ansía el conocimiento y porque es tentada por el conocimiento, porque, de alguna manera, todos nosotros hemos mordido el fruto prohibido. Y encontré libros apócrifos que daban una versión muy diferente y muy humana de cómo había sido la vida de Adán y Eva después de que los expulsaron del Paraíso. Entonces todo se me juntó en la imaginación, y pensé que era uno de los paisajes imaginarios más hermosos del inconsciente colectivo, que podía convertirse en una novela muy original y además dinamitar ese arquetipo de la Eva pecadora, tonta, culpable y que no calcula las consecuencias de lo que hace al morder el fruto prohibido.

¿Cómo trabajó para encontrar esa voz primigenia desde la cual narrar el principio de todo, la relación entre un hombre y una mujer antes de que esos conceptos y de que las diferencias que implican existieran como construcciones culturales?

–Eso fue interesante, precisamente lo que quería era tratar de construir esas identidades anteriores a los prejuicios, donde las diferencias están marcadas por razones objetivas, no por razones físicas o por el mismo talante de la personalidad masculina y de la personalidad femenina. Fue divertido pensar cómo serían esos personajes sin todo el bagaje del prejuicio. Fue difícil encontrar el tono, porque había que lograr un lenguaje que fuera coherente con el principio del mundo, y que al mismo tiempo fuera legible. Lograr ese balance entre la sencillez y la complejidad de lenguaje fue complicado, pero la poesía me ayudó mucho, porque el lenguaje poético es lograr transmitir con la mayor economía de palabras, y a través de imágenes, sensaciones y sentimientos complejos.

Esta reinterpretación sobre las historias de mujeres también la realizó en su novela anterior El pergamino de la seducción, en la que trabajó sobre la figura de Juana La Loca para dar otra versión de los hechos que envuelven la vida de esa mujer.

–Yo siempre pensé que el hecho de que las escritoras empecemos a tener una presencia mayor dentro del mundo de las letras significa que vamos a poder describir el mundo según nosotras mismas, porque el mundo ha sido escrito mayormente por los hombres, y tanto a nivel de la sensibilidad como de la racionalidad, la visión que han pasado se ha convertido en la norma. Es la mirada del hombre la que ha cubierto el mundo en que existimos, y hemos visto a través de esa mirada. Entonces, se trata de incorporar una mirada de mujer para ver ciertos personajes y entender cuáles son los símbolos que están detrás y deconstruirlos para vernos a nosotras mismas con una mirada más compasiva, con la que nos podamos identificar. Yo creo que con la Eva del Génesis la mayoría de las mujeres no se identifica, más bien sentimos como una especie de pena por ella, lástima. Creo que en ese sentido la literatura escrita por mujeres hace un aporte al poder devolverles a las mujeres una mirada que las ve como son y no como los hombres las han imaginado.

Y para contrarrestar esa imagen penosa transmitida desde hace siglos, en sus textos lo que hay es una celebración del cuerpo de las mujeres...

–El cuerpo femenino ha sido objeto de tabú, de abuso, es como un terreno controversial; la visión de nuestro propio cuerpo que nos han pasado es la de un cuerpo culposo, sufrido, tentador, donde lo único que vale es la apariencia. La celebración integral del cuerpo tiene que ver con producir una belleza no sólo para que lo vean, y también con sentir el placer de tener ese cuerpo hermoso. Porque nosotras no lo experimentamos como placer, lo experimentamos en función del otro. Tratar de pensar qué enorme poder se tiene como mujer, no solamente por la belleza, sino porque esa belleza está apareada con una mente que tiene una gran profundidad, intuición, que es capaz de juntar lo racional con lo emocional, que tiene además la capacidad de dar vida, que tiene la capacidad de entender a los demás desde una perspectiva mucho más cercana por su propia relación biológica con otra vida. Es terrible pensar en cómo la sociedad te ha hecho sentir que todo eso es más bien un impedimento, una desventaja, una razón para oprimirte. Es importante romper con esto y hacer una lectura afirmativa, positiva, y es lo que trato de hacer en mi literatura, en parte porque siento que ha sido mi experiencia personal, creo que es posible celebrar quien uno es, celebrar el cuerpo, y al mismo tiempo tener éxito, trabajar, tener hijos, amantes, todo (se ríe). Tengo la enorme suerte de haber tenido una madre que era extremadamente avanzada para su época (la mamá de G. B. fundó el Teatro Experimental de Managua), y que siempre me transmitió una visión de lo femenino muy positiva y muy celebratoria en esas cosas de la mujer, de todos los procesos físicos de mi cuerpo, de la maternidad. En la medida de sus posibilidades ella logró transmitirnos a sus hijas eso de no conformarnos con el rol que nos daba la sociedad, tratar de vivir plenamente nuestro potencial como seres humanos, y no dejar que el hecho de ser mujer nos hiciera sentir menos que otros, porque más bien era una ventaja, una gran fuerza la que teníamos como mujeres.

¿Esa potencia sentía cuando comenzó a militar en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)?

–Cuando me integré al Frente esto estaba en mi cabeza, pero no en la práctica. Yo me casé bien joven. Me vi casada con un marido bastante tradicional y con una hija a los diecinueve años, y siguiendo un programa que estaba más o menos escrito para mí. Entonces, cuando empecé a militar políticamente y a escribir, me di cuenta de que no me tenía que quedar en esa vida programada para mí, sino que podía tomar un camino distinto, con un sentido, una rebelión que tenía un propósito que valía la pena, que era el derrocamiento de la dictadura. Rompí con mi esposo y decidí empezar una vida más consecuente con lo que yo era en ese momento. Ya era otra persona, estaba comprometida políticamente, era escritora, pero trabajaba, no me podía ganar la vida como escritora. Yo trabajé desde los diecisiete años en una agencia de publicidad y fui la primera ejecutiva de cuentas mujer en Nicaragua (se ríe).

¿Podía llevar bien su militancia con la literatura?

–Sí, porque mi militancia, en principio, era vivir mi vida e infiltrarme en todos los lugares que pudiera. Dado mi nivel socioeconómico, yo tenía que mantenerme como ciudadana fuera de toda sospecha, porque eso era lo que me permitía hacer mi trabajo conspirativo. La idea era que nadie sospechara que yo era sandinista. Yo recogía información, llevaba compañeros de un lado para el otro, tenía gente en mi casa, y tenía esa fachada legal, hasta que me descubrieron.

¿Y entonces tuvo que exiliarse?

–Primero no, me persiguieron durante dos meses para amedrentarme. Pero después, cuando cayó el compañero con el que yo trabajaba más de cerca, entonces sí me fui al exilio, porque nosotros teníamos una norma que era que, si caía un compañero, esa persona tenía que aguantar lo que le hicieran durante una semana para dar tiempo a que nos moviéramos todos de lugar, y después de una semana podían hablar para que no lo siguieran torturando. En esa semana yo me fui a México, y fue bien difícil porque era la semana de Navidad y yo tenía dos niñas chiquitas, y tenía que dejarlas y no le podía explicar nada a nadie, me tuve que hacer la frívola y decir que me habían regalado un pasaje y que me iba a México.

Y finalmente llegó a Costa Rica y ahí se quedó hasta su vuelta a Nicaragua, cuando triunfó la revolución sandinista...

–Sí. La revolución fue en el ’79. Trabajé todos esos años, tuve varios cargos y renuncié al FSLN en 1993, porque después de la derrota electoral de 1990, un grupo de nosotros propuso que debía haber un cambio, que debíamos hacer una revisión de todo lo que habíamos hecho, aceptar la parte de responsabilidad que nos tocaba y replantearnos la lucha política en Nicaragua como oposición, y había muy poca apertura dentro del Frente para hacer esa discusión. Daniel Ortega se quedó con la estructura, con el aparato del partido, y negó esa discusión. Empezó a imponer poco a poco su personalidad, su caudillismo dentro del Frente. Es una persona que no admite la crítica, entonces muchos de nosotros empezamos a desencantarnos. También hubo un proceso de corrupción después de la derrota electoral en que se dio una repartición de todo tipo de cosas y fue muy negativo para la imagen del Frente y para lo que el Frente había logrado, como haber entregado el poder, era la primera vez en la historia de Nicaragua que había una transición pacífica de un gobierno al otro, siempre había habido guerras y golpes de Estado. El frente realizó un aporte importantísimo a la democracia en ese sentido.

Además el FSLN capituló frente algunos poderes conservadores como la Iglesia Católica, ¿verdad?

–Sí, eso fue ahora en esta última elección. Daniel Ortega se instaló como el candidato perpetuo, estuvo de candidato en cuatro elecciones antes de ganar la última (2006), y ganó porque cedió mucho terreno a la Iglesia Católica y al partido de la derecha, el Partido Liberal, sobre todo a Arnoldo Alemán (fue presidente de Nicaragua entre 1997 y 2001), este dirigente liberal que tiene un gran control dentro del partido igual que él lo tiene dentro del sandinismo, y que está condenado a veinte años de cárcel por estafa al Estado. Ahorita lo que hay en Nicaragua es un discurso de izquierda y una actuación muy arbitraria, que no es ética. Todo eso nos llevó a un grupo, no sólo a mí, a casi todos los compañeros “históricos” que participamos desde temprano en la revolución, a que ya no estemos dentro del sandinismo.

¿Nunca dejó de escribir literatura en todos estos años de militancia tan activa?

–No, poesía no. Pero cuando terminó la campaña electoral del ’84 sentí el impulso de escribir algo distinto. Entonces pedí una licencia para tratar de dedicarme sólo a escribir. Fue una apuesta muy aventurada de mi parte, era difícil, porque cuando decís que estás escribiendo una novela la gente piensa que estás de vaga. Fue difícil para mí, me sentí culpable. Pero lo hice porque sentía que era importante, decía: “Lo que estoy haciendo en el trabajo lo puede hacer otra persona, pero lo que voy a escribir sólo yo lo puedo escribir”.

Fuente: "Las 12", Diario "Página/12", 15.05.2008
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Gabriela Abeal: 2 Poemas


“Hay quien busca alas en los pies

Alas que sólo una palabra

Dicha a tiempo y con hondura

Proporcionan…”



Alberto José Pérez







Hay días que el claustro de la noche

se transforma en el verdugo de los verbos,

los ojos se difuman con la lagrima

y en sordinos se convierten nuestros sueños.

Hay días que el alba duele tanto

que deseamos mudar la piel y ser vampiros,

dormir largamente hasta el ocaso

con las ansías encrespadas en el pecho.

Hay días que se anuda la garganta,

que el aire estrangula los anhelos,

que la brisa sofoca la memoria

y asfixiados se sienten los recuerdos.

Hay días que solo una palabra

le devuelve el aliento a nuestro cuerpo.


16 de Mayo de 2008







La que pregunta

Hoy borré de mi hoja la sonrisa

y comencé a preguntar como Cortázar,

“dónde se van juntando las golondrinas muertas”,

“los almanaques de otro tiempo”, los recortes de las uñas”,

“las pelusas y las pestañas que se caen”.

Dónde guardas los besos que se roban

y las miradas que se hicieron en silencio y atrevidas.

En qué lugar del cuerpo recopilas las urgencias

y qué valor le das a las horas que rogamos no concluyan.

Hoy escribí en la bruma mil preguntas

y soplé con fuerza

para que lleguen hasta ti todas mis incógnitas.

Si nuestros pensamientos son como las ondas de radio

tú me escuchas en las calles y percibes mi energía.

Cómo se llama el viento que se lleva los suspiros

y la luna ¿es la misma cada ocaso?

o es otra la que nos acompaña cada noche.

Por qué el recuerdo debe ser parte del pasado

y no el hilo conductor que le borde flores a este día.

Dime

que no debo pedirle mis deseos a una estrella

y que anhelas lo que yo cuando leas estas líneas.




18 de Mayo de 2008

Gabriela Abeal
mgabi7@hotmail.com

Alicia Perrig: Precio a futuro


La golondrina que se mece en la cresta de la ola de una rama mientras la brisa se cuela deshaciéndose en jirones que silban bajito la despedida de la tarde, no sabe que, cuando en unos meses regrese buscando el consuelo cálido de estas tierras, ya no encontrará este mar de ramas donde acunar su cansado viaje. Tampoco lo sabe el sauce que hincha sus raíces haciendo crepitar la tierra bajo su tronco huesudo. Ni lo sé yo, que hoy me uno a la celebración de la vida. Pero el señor con el rostro magullado de numeritos fosforescentes que controla en el monitor de su computadora el precio a futuro de la soja, ya lo ha decidido.


Alicia Perrig
ryaperrig@yahoo.com.ar

Stella Maria taboro: Trenes


Imagen: www.pueblerina.com.ar/mechita/trenes.htm

¿Cuántos pueblos murieron

al morir los viejos trenes..?

¿cuánto oxígeno quitaron ?.

Aquellas frías paralelas

paralelas al progreso de nuestra Patria,

aquellos trenes,

que la vieja campana de la estacióm

anunciaba su llegaba y salidas,

no volverán...

Las estaciones ferroviarias

hoy son museos, plazoletas...adornos...estéticas ,

¿A quien le interesará que vuelvan los latidos del viejo tren?

¿ Puede el famoso tren bala, recuperar el daño que provocó la muerte de los trenes?

¿A quien servirá el tren bala?

¿ al bien común?

¿al bienestar general?



!Oh, pobre PREAMBULO... !


cuánto te desconocen!




STELLA MARIS TABORO
smtabo@gmail.com
Te invito a leer mis escritos acunados en música

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El Verbo expropiado por el capital privado

Por León Rozitchner

Se da como cierto que los medios de comunicación -cuarto poder se definen, orondos, a sí mismos- son un poder sagrado, inamovible y absoluto, cuando en realidad son el producto de una expropiación del espacio público convertido en privado. Se presentan como si fueran el fundamento del poder democrático siendo exactamente lo contrario: su acceso está vedado a las diversas corrientes de expresión de la ciudadanía. Forman parte de una estrategia neoliberal mundial -el capital financiero internacional- que compró el dominio de la "opinión pública" al expropiar los medios de ejercerla. Basta leer los diarios importantes del mundo: todos están defendiendo lo mismo diciendo lo mismo con las mismas palabras. Su propiedad en nuestro país es tan espuria como el origen de la propiedad de la tierra: aliados del terror y del genocidio. (No olvidemos: una exigencia del poder militar en su ultimátum a Alfonsín requería que la televisión en manos del Estado fuese privatizada: entregada a los grupos financieros en cuyo nombre dieron el golpe.) ¿Podemos hacernos los ingenuos y seguir ignorando que es necesario, para que democracia realmente haya, que los medios deben ser abiertos a todas las perspectivas de la ciudadanía? ¿Ocultarnos que el éter es un espacio material público que forma parte de la soberanía argentina, isomorfo con su geografía? Como si el golpe de los grandes dueños de la tierra, y los financistas que la convirtieron en fondo de inversión, no formara parte del plan desestabilizador de su estrategia política. ¿No exige entonces, por parte del poder político, nuevas "retenciones" sobre lo que han acaparado para dejarnos hambreados de saber, escuálidos de conocimientos, ignorantes sobre lo que estamos viviendo? Para poder dejarnos sin alimentos los media tuvieron previamente que dejarnos sin palabras. Para decirlo brevemente: el golpe de estado mediático de los grandes dueños de la tierra hubiera sido imposible sin el poder de los grandes dueños de los media.

Todos discuten si fue o no fue un golpe. Lo importante, creo, es que el fantasma de un golpe de Estado, real o fantaseado, es lo que el poder de los medios necesita despertar para que nuevamente los habitantes se rindan a las fuerzas del mercado. Vuelven a suscitar otra vez el fantasma del terror represivo desde aquellos que estaban en el estrado gualeguaychino: la Sociedad Rural, Carbap, Coninagro, la nueva pequeña burguesía de la Federación Agraria y, como si faltara algo para cerrar esta pastoral política que ya había ubicado a la derecha a una mujer de izquierda, lo inesperado: un cura paisano desde este extraño púlpito implorando a una nueva figura sagrada, a la Virgen Gaucha, rezando todos juntos un Padre Nuestro -mientras le extraen a la Tierra Madre todos sus nutrientes hasta dejarla exhausta. Eso sí: ningún "negro" trabajador en negro los acompañaba.
Este golpe de "los dueños de la tierra" -expresión acuñada por David Viñas- no hubiera sido posible sin el apoyo cómplice y monopólico de los media. El monopolio del poder mediático fue primero aliado de la dictadura genocida, junto con el poder económico y el religioso. Aliado que sirvió, y sigue sirviendo, para desactivar el espacio corporal y subjetivo de la ciudadanía: impedir que pueda tomar conciencia y cuerpo sobre la verdad de lo que nos pasa. Son el instrumento de la "dictadura del saber único" en el del dominio económico y político de la globalización financiera. Son los que han ido modelando la conciencia y el imaginario, las pocas valencias libres que el pavor del genocidio había dejado disponibles en los sujetos aterrados de la ciudadanía.

Los que valoramos a la palabra como ejercicio privilegiado de una actividad de intercambio social por excelencia, que se define como "el habla", la "lengua" o "el pensamiento", base de la humanización que define nuestro ser o no ser hombres, hemos sido despojados de su uso social y hemos sido excluidos del espacio público. Nos han limitado, ante el avance técnico de las comunicaciones, a ejercerla sólo en los ámbitos restringidos abiertos hace siglos por la galaxia Gutemberg: a los libros y a la revistas especializadas que sólo son legibles para un público minoritario. En pocas palabras: hemos sido expropiados y expulsados del espacio social publico, nos han despojado del derecho humano de la expresión escrita o hablada. Es como si todos debieran leer un único libro: el que ellos escriben. La verdad circula sólo por lo que ellos permiten que se exprese y sus empleados -periodistas se llaman- repiten o dicen lo que el patrón les manda: en los media ha triunfado la dictadura del propietariado.

El papel de los "intelectuales"

¿Es posible que la Universidad argentina, donde se elabora el saber "objetivo" y "científico" del conocimiento -el saber de los argentinos sobre nosotros mismos- no tenga ni un canal de TV para difundir, en cada caso, un "saber" verdadero sobre cada circunstancia política, económica, técnica y social que es su función pedagógica innegable? ¿Debemos seguir aceptando que la función pedagógica para las grandes mayorías haya sido delegada en los grupos financieros que la organizan en provecho propio desde los media? Si rechazamos la privatización de la enseñanza por sectaria -que fue avanzando sobre todo luego de los golpes militares y económicos- ¿podemos aceptar que el espacio público de la comunicación social siga expropiado por el capital privado?
No se trata entonces sólo de salir a decir que la tierra forma parte de un todo más amplio que es la nación misma. Habría que decir también que los dueños del "espacio" de los media es propiedad de la nación, de esa misma tierra etérea por donde la comunicación circula, que también su soberanía nos fue expropiada por los sucesivos golpes militares y económicos. El golpe económico del campo se apoya en la supervivencia, sobre la estela del golpe militar del 76: la amenaza del hambre se inscribe en la misma línea moral genocida que la amenaza de extermino de la vida. Y que si una buena parte de la ciudadanía está confundida y ya no entiende nada, es porque esos mismos medios van cotidianamente ablandando y configurando el imaginario y la conciencia de la población argentina, que termina pensando contra sí misma.

Lo extraño es que recién, por primer vez desde los medios, por boca de la presidenta de la República -y porque accedió a ellos en un momento culminante- aparezca exponiendo masivamente un saber antes cautivo, y le comunique a toda la población una parte de la trama trenzada de los intereses turbios, hasta ese momento desconocida para la mayoría de los argentinos: ligar el genocidio militar con los media y con la economía. Intereses que están en juego nuevamente en este momento crucial en que el poder económico quiere sitiar al gobierno democrático para volver a despojarnos de lo poco ganado, y cuando todavía falta tanto. Y no es extraño que una ilustrada figura universitaria, prohijada por los media, le contestara para amonestarla: "No era el momento adecuado para que la presidenta de la República esbozara su tesis historiográfica sobre la complicidad de cualquier sector de la producción agraria con el golpe militar". Está claro: la "verdad" no es para que la sepa la mersa, sólo debe quedar circunscripta a las "tesis" de la academia universitaria. Que aparezca difundida desde el discurso de la primera figura política en la democracia, y sea difundida por los medios, ese es el pecado. Y nos está dando el ejemplo de aquello que los escritores debemos rendir para acceder a los medios públicos: sólo si aceptamos que la verdad llamada académica quede, clandestina, dentro de los claustros. Si renunciamos a decirla en público.

Esperemos que el Verbo, propiedad privada de los media, no sirva sólo de responso para una conciencia nacional difunta.

León Rozitchner
Enviado para compartir por "Roberto" antonio@heniax.com.ar

Inéditos de Rolando Revagliatti

"Me garcó", poema a añadir en reedición de mi libro "Ripio"


Me garcó
el poeta
invitado a leer
sus inéditos
textos en mi Ciclo
“El Parnaso de Balvanera”

En vano esperé
el cumplimiento en tiempo y forma
de su telefónico
contraido compromiso

Y así, defeccionando sin avisar
no contamos esa noche
con su voz

Ni un e-mail
en los días subsiguientes
envió alegando
una siempre oportuna
o inoportuna indisposición
orgánica o anímica
o bien
de algún rango fácilmente
admisible

Me garcó

en prosa

el poeta.






Buen cliente


Expeditivo, lo trabaja

A sus requisitorias
no me presto:
sí me vendo -100 pesos-
por un rato

Indaga mi culo
y obtiene el vencimiento
de su interés.





Levanto mi copa


Aprovechando que el 2000
nos encontró dominados
y revolcados en ominoso merengue
el 2001

levanto mi copa de plástico
hasta el borde con el blanquecino
alimento líquido en base a soja y mandarina
y propongo un brindis global:

¡por los mercados!
que mercan el fin
del mundo.




Rolando Revagliatti
http://herederosdelcaos-ediciones.blogspot.com/
http://www.revagliatti.com.ar/

Abuelas al Nobel de la Paz

Foto: Adrián Pérez www.entretodosteestamosbuscando.blogspot.com/

La Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo fue propuesta este lunes oficialmente para ser candidata al Premio Nobel de la Paz 2008, debido a su labor para localizar y restituir la identidad de centenares de hijos de desaparecidos nacidos en cautiverio y que fueron privados de su identidad.
Abuelas de Plaza de Mayo es una organización no gubernamental de defensa y promoción de los Derechos Humanos, que se ocupó especialmente del Derecho a la Identidad.
Desde 1977, su finalidad es localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños secuestrados y desaparecidos por la represión política del último gobierno militar, y crear las condiciones para que nunca más se repita un episodio similar, exigiendo castigo a todos los responsables.
Hasta la fecha, Abuelas logró identificar a 89 hijos de desaparecidos.
El impacto de su labor tuvo eco entre quienes pensaron la Declaración Universal por los Derechos del Niño, que han incorporado tres artículos inspirados en su tarea.
En el trabajo de las Abuelas se destacan dos puntos importantes: el impulso a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad y la creación del Banco de Datos Genéticos.
El nombre del ganador al premio se conocerá en octubre y la ceremonia de entrega de premios se realizará el 10 diciembre, fecha de la muerte del millonario Alfred Nobel, en la ciudad de Oslo. Junto con el galardón, la academia entrega además un premio monetario de 10 millones de coronas suecas, alrededor de un millón de euros.
Argentina ya cuenta con un Premio Nobel de la Paz que le fue otorgado a Adolfo Pérez Esquivel por su lucha en defensa de los derechos humanos durante el último gobierno militar.
A partir de la presentación formal de la candidatura que se realizó en el Congreso, se requiere el apoyo de la sociedad.

Para este fin, se ha abierto el correo: nobelabuelas@gmail.com
donde puede enviar su adhesión para apoyar la candidatura de las Abuelas de Plaza de Mayo al Premio Nóbel de la Paz.
Gracias.

Poemas de Silvia Loustau


XIII


nosotros inventamos el momento

guardamos el sol en el bolsillo

llamamos al amor.

en silencio

crecen las caricias

como helechos ardientes.

al borde de un estanque de tiempo

caen las ropas

y entre tus manos y mi piel

tiembla el agua de los días.








XIV


no buscaba

juramentos

ni casa

ni olvido

buscaba sólo el momento perfecto.

poder verlo

pensarlo

recrearlo

contarlo

imaginarlo

soñarlo

sentirlo.

celebrar

el encuentro.








XII

¿cuándo cederá el viento

que corta el cuello de las rosas ¨?

¿alicia está perdida

detrás de mis pupilas?

¿ está el país de las maravillas

perdido para mi ´?

¿ están algunos cristales

los de aquel caleidoscopio

perdidos en el mundo de alicia?

¿ estamos alicia y yo

perdidas detrás del espejo?

¿ cuándo terminará el odio

entre los capuletto y los montesco

para que el amor de julieta y romeo

sea más fuerte que la muerte?

¿o siempre se muere para salvar lo amado ´?



(Pertenecen al libro: Mandala)

Silvia Loustau
syllous@yahoo.com.ar
www.silvialoustau.blogspot.com

Hugo Presman: Martín y Segundo




El conflicto agropecuario a través de la literatura:
MARTÍN Y SEGUNDO

Por Hugo Presman

Martín Fierro se llamó así en homenaje a Martín Miguel de Güemes. Segundo Sombra por un paisano con ese nombre y apellido Ramírez. Martín fue perseguido y junto a su amigo Cruz partieron hacia las tolderías evitando ser reclutado para luchas antipopulares. Sabemos de Segundo a través suyo y del relato de su ahijado Fabio Cáceres. Este es un chico abandonado por su padre que se aloja en casa de sus tías. Huyó de ellas y se emplea como peón, bajo la protección de Don Segundo. Hacia el final recibe una considerable herencia de su padre. Martín antes de huir para exiliarse con los indios cuenta parte de su vida. Y sepan cuantos escuchan/de mis penas el relato/que nunca peleo ni mato/sino por necesidá/y que a tanta alversidá/sólo me arrojó el mal trato./

Y atiendan la relación/que hace un gaucho perseguido,/que padre y marido ha sido/empeñoso y diligente,/ y sin embargo la gente/lo tiene por un bandido

El relato en Segundo es pulcro, moroso, poniendo distancia con quién lo lee. Es un gaucho curtido, una especie de padrino del peón Fabio.

Martín añora la época rosista.

Recuerdo !qué maravilla!/cómo andaba la gauchada/ siempre alegre y bien montada/y dispuesta pa el trabajo.../pero hoy en día...!barajo!/no se la ve de aporriada./
El gaucho más infeliz/Tenía tropilla de un pelo,/no le faltaba un consuelo
y andaba la gente lista.../teniendo al campo la vista,/solo vía hacienda y cielo.

Estaba el gaucho en su pago/con toda siguridá,/pero aura... !barbaridá!,/la cosa anda tan

fruncida,/que gasta el pobre la vida/ en juir de la autoridá.

Martín padeció la "civilización" de Sarmiento y Mitre. No aceptó participar de la criminal guerra de la Triple Alianza.

Segundo transformó en cinco años al adolescente Fabio en un hombre. Alguien útil para el trabajo en el campo.

Martín cuenta sus desventuras en versos:

Pues si usté pisa en su rancho/y si el alcalde lo sabe,/ lo caza lo mesmo que ave/aunque su mujer aborte..../ ¡No hay tiempo que no se acabe/ni tiento que no se corte!

Y al punto dése por muerto/si el alcalde lo bolea,/pues ahí nomás se le apea/con una felpa de palos;/y después dicen que es malo/el gaucho si los pelea.

Y el lomo le hinchan a golpes,/ y le rompen la cabeza,/y luego con ligereza,/ansí lastimao y todo,/lo amarran codo a codo/y pa el cepo lo enderiezan./Ahí comienzan sus desgracias,/ahí principia el pericón,/porque ya no hay salvación,/y que usté quiera o no quiera,/lo mandan a la frontera/o lo echan a un batallón.

Ansí empezaron mis males/lo mesmo que los de tantos;/si gustan... en otros cantos/les diré lo que he sufrido:/después que uno está... perdido/no lo salvan ni los santos.

Cuando el relato llega a sus páginas finales, Fabio Cáceres rememora su tránsito de peón a patrón al recibir una herencia. Nunca olvida lo que Segundo ha significado en su vida. Éste pasa a ser el emblema del gaucho bueno. Martín es el rebelde que hay que desterrar o matar.

JOSÉ Y RICARDO

José Hernández nació en el 10 de noviembre de 1834 en la Chacra de Pueyrredón. Su padre fue capataz en las estancias de Rosas. Ricardo Gûiraldes nació en 1886 y era hijo de una familia muy rica. Un año después sus padres se radicaron en París. José tuvo activa participación política. Fue adversario de Sarmiento y Mitre y varias veces conoció el exilio. Participó en Cepeda y Pavón y fue parte de la rebelión de López Jordán que finalizó en 1871 con la derrota y Hernández huyendo al Brasil. Ricardo solía transitar desde la estancia paterna La Porteña en San Antonio de Areco, a las amplias avenidas de París. José escribió al conocer el asesinato Ángel Vicente Peñaloza "El Chacho": " Los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran en estos momentos la muerte de unos de los caudillos más prestigiosos, más generosos y valientes que ha tenido la República Argentina. El partido federal tiene un nuevo mártir. El partido unitario tiene un crimen más que escribir en la página de sus horribles crímenes. El general Peñaloza ha sido degollado".

Ricardo Güiraldes publicará Don Segundo Sombra en 1926. José Hernández dio a conocer Martín Fierro en 1872, en el diario La República , en forma de entregas periódicas. Muere un año después de la aparición de su obra principal. José Hernández publica "La vuelta de Martín Fierro" en 1879 y muere siete años más tarde siendo sus últimas palabras "Buenos Aires, Buenos Aires".

Jorge Abelardo Ramos en "Crisis y resurrección de la literatura argentina" publicado en 1954, escribió: "El Martín Fierro de José Hernández nació directamente de la indignación popular no solo ante el exterminio de los gobiernos federales del interior argentino sino también por naturaleza funesta de la Guerra del Paraguay impuesta por la oligarquía porteña en su calidad de procónsul del capital británico"

LOS DESCENDIENTES DE MARTÍN Y SEGUNDO

Hernández y Güiraldes representan dos visiones diferentes del mundo agropecuario. La del peón y la de aquel que se convierte en dueño. ¿En que lugar los encontraría el actual conflicto entre el gobierno y algunas entidades representativas del campo?

Hagamos un ejercicio de imaginación.

Los descendientes de Martín vivieron en el campo sin derechos hasta que el estatuto del Peón de Campo lo convirtió en asalariado rural. Es posible que atraído por el desarrollo industrial se hubiera mudado a Buenos Aires y convertido en obrero industrial. Adhirió al peronismo y transmitió a sus siete hijos que tuvo con Rosa, la adoración por Evita. Su compañera había pegado un enorme salto cualitativo al pasar de empleada de familia llamada peyorativamente doméstica, a obrera textil. Algunos de sus hijos participaron de la resistencia peronista, algunos desparecieron bajo el terrorismo de estado, y en la década del noventa quedaron desocupados cuando cerraron muchas fábricas. Los descendientes de Fabio acrecentaron las hectáreas, son religiosos de misa diaria, casaron con muchachas en buena posición, se hicieron socios de la Sociedad Rural , leen como un rito La Nación y escriben cartas frecuentemente al diario. Miraron con simpatía algunos de los golpes y sintieron algo cercano a la felicidad cuando el presidente Juan Carlos Onganía ingresó en carroza a la fiesta anual de la Rural. Consideraron a Alfredo Martínez de Hoz alguien de su propio riñón. Sienten un malestar profundo por todo lo que huela, antes a peronismo y ahora a populismo. Sembraron soja y alientan ahora activamente los cortes de rutas.

Hubo un momento histórico en que los descendientes de Fabio y Segundo y tal vez los de Martín coincidieron.

Fue durante el menemismo. Unos por convicción ideológica y el otro por la presión enorme de la propaganda neoliberal . Ambos fueron beneficiados y luego víctimas de ese apoyo.

Si algunos de los descendientes de Segundo continua en el campo, es posible que apoye silenciosamente a los bisnietos de Fabio. En cambio el de Martín en la ciudad, cuando quedó desocupado y cortaba calles con sus compañeros, recuerda que los medios los consideraban delincuentes. Ve con asombro que los amigos menos favorecidos de los descendientes de Fabio actúan como vistas de aduanas y son considerados luchadores que se alzan contra la alegada prepotencia gubernamental. Que cuando recorría los barrios manifestando para obtener un trabajo o un Plan Jefes y Jefas de Hogar le decían que era un negro de mierda, que tenía que ir a laburar y que obstaculizaba el derecho a transitar de los ciudadanos que pagan todos los impuestos y que por su culpa llegaban tarde al trabajo o a cualquier otra parte.

Dos visiones diferentes para hechos parecidos. Las mismas que separan a Martín de Fabio.

A Martín de Segundo. Las que reflejaron desde distintos lugares José Hernández y Ricardo Güiraldes.

Desde la ciudad puerto y de otros importantes núcleos urbanos la mayoría mira el conflicto llevando virtualmente bajo el brazo a Don Segundo Sombra. Ahí conviven algunas razones y una perspectiva muy sesgada y parcial del país.

Algunos estudiantes universitarios, hijo de chacareros tal vez sueñen con una imposible unión de Monsanto con el Che Guevara.

Otros, aplastados por la vocinglería mediática y urbana, dejaron el Martín Fierro en la biblioteca. Tal vez haya que esperar la vuelta. Recordando aquello que escribió José Hernández en su obra máxima: "El tiempo es sólo tardanza de lo que está por venir"

13-05-2008
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS . Copyright Hugo Presman. Para publicar citar la fuente.
Lunes a jueves de 19.30 a 21 hs."El Tren" conducido por Gerardo Yomal y Hugo Presman en AM740 Radio Cooperativa http://www.am740.com.ar/

Juan Ricardo Sagardía: Poemas para este miércoles


VENENO



Guardas el tránsito

de mi figura en tus ojos

como tatuaje indeleble.



Imagen auditiva y gastada fui

mis versos en tu oídos

ya rescindieron

el contrato de amor.


Por tu expresiones

que se asemejaban

a cuchillas de doble filo.



Los malos dichos

provocan en el corazón,

deseos de venganza

con pócimas mortíferas.



A veces es tóxico

amar demasiado,

yo sobreviví a tu veneno,

hoy la que mueres eres tu.



DESPEDIDA



“La altura de la sombra”

Fernando Pessoa



Ya no tenemos frases perfectas

que enamoren y entreguen calidez.



Cada mirada esta cansada,

con deseos abiertos

de despedirse al minuto siguiente.


Esa esquina lóbrega y solitaria

que en la anterior primavera

nos sellaba como únicos serafines tiernos

entregando sus ósculos al futuro.



Hoy la luna nos encuentra

con palabras frías y filosas

que hacen distanciar las miradas.


La vida se vuelve muerte en mis ojos,

mi corazón quedó dispuesto

a desaparecer cien años.



NAUFRAGIO



La cosecha sobreviene vacía…

Lejos de tu mirada en mí

se quema el mundo.



En el urbano ímpetu

las figuras van ligeras,

yo, me siento sin lugar.


Necio apasionado

en mis defensas justas,

no supe callar…



Hoy navego en soledad.



SECRETO



Yo moría sin advertir
que el suceso de su lejanía

se acercaba.



Quiero; yazga la primitiva figura,
pero la postrimera etapa

nunca llega…


Creo que voy a morir

con la única imagen

en mis escondites.



SIN MILAGRO



Fundamento celeste

espíritu de manantial
no se logra andar todo el tiempo

dibujando sonrisas.



No se consigue atar

el universo en los ojos,
mis manos dejaron de ser

alas de canarios.



Tu señal no llega

y yo me estoy transmutando

en ombú olvidado,

en pampa abnegada por tu diluvio.



Cimiento del amor…

has el milagro

de mostrarme radiante.




Juan Ricardo Sagardía
SANTOAMOR
santoamor2005@yahoo.com.ar

Daniel Barenboim, la música de la esperanza


Daniel Barenboim, la música de la esperanza en el estruendo del conflicto. El creador de la Orquesta West-Eastern Divan, en la que participan jóvenes músicos judíos y palestinos, describe su relación con Israel, desde su llegada de niño a un Estado recién nacido hasta el progresivo distanciamiento

En las paredes de mi vestuario de la Staatsoper de Berlín hay fotografías que me recuerdan lo que veo cuando miro por la ventana de mi casa en Jerusalén. Están un poco descoloridas y en algunas partes el papel se está deshaciendo, pero es fácil reconocer las vistas: la Ciudad Vieja, la Mezquita de la Roca con su refulgente cúpula, los muros, las puertas. A veces me siento aquí antes de actuar, observo esas fotografías y pienso en Jerusalén, en Israel, en mi patria. Parece que antes de 1989, esta habitación era un refugio de la Stasi, la policía de Alemania del Este; si yo fuera un sentimental, no hay duda de que el hecho me ayudaría a dejar de serlo, pero no lo soy. La situación en Oriente Próximo me resulta demasiado cercana, es demasiado personal como para que pueda caer en el sentimentalismo.


Soy una prueba patente de que sólo con dos Estados puede haber paz

No he pasado mucho tiempo en Israel, pero jugaba al fútbol en las calles de Tel Aviv

La izquierda israelí estuvo 29 años en el poder; eso se olvida con frecuencia

No viviré para ver el día en que sea posible el fin del Estado judío

Después de 1967, Israel volvió la vista mucho más hacia Estados Unidos

¿Qué es lo que me da esperanza? Hacer música, porque nos hace iguales a todos

Desde 1952 poseo pasaporte israelí. Desde que tengo 15 años viajo por el mundo en mi calidad de músico. He residido en Londres y en París, y durante años he vivido entre Chicago y Berlín. Antes de tener pasaporte israelí, lo tenía argentino; y después adquirí el español. Además, en 2007 me convertí en el único israelí del mundo que también puede enseñar un pasaporte palestino en los puestos fronterizos israelíes. Soy, por así decirlo, una prueba patente de que sólo una solución pragmática basada en la existencia de dos Estados (o, mejor aún, aunque suene absurdo, una federación de tres Estados: Israel, Palestina y Jordania) puede llevar la paz a la región. ¿Cómo respondo a quienes me dicen que soy ingenuo, sólo un artista? Les digo que, aunque de niño estrechara la mano de Ben Gurion y de Simon Peres, no soy un político: lo que siempre me ha interesado es la humanidad, no la política. En ese sentido, me siento capaz de analizar la situación y, como artista, especialmente capacitado para hacerlo.

Tanto mis abuelos paternos como maternos eran judíos rusos que huyeron a Buenos Aires durante los pogromos de 1904. Por desgracia, nunca pregunté mucho a mis padres sobre la historia de nuestra familia. En primer lugar porque, de niño, estaba muy centrado en mí mismo y, en segundo lugar, porque entonces era normal que estuviéramos en una situación de cambio permanente. Sin embargo, la historia de mis abuelos paternos es muy especial. Cuando llegaron al puerto de Buenos Aires (él con 16 años, ella con 14), después de una larga y espantosa travesía, les anunciaron que sólo las familias podían desembarcar, porque el cupo de solteros ya estaba cubierto. Los dos estaban solos y mi abuelo agarró a mi abuela y le dijo: "¡Casémonos!". Y así lo hicieron. Una vez en tierra, cada uno se fue por su lado. Después de dos o tres años se reencontraron por casualidad, se enamoraron y pasaron el resto de su vida juntos.

Esta abuela era una ferviente sionista. Ya en 1929 se fue a Palestina durante seis meses con sus tres hijas -entre ellas mi madre, entonces de 17 años- para comprobar si se podía vivir allí. Por su parte, la familia de mi padre estaba totalmente asimilada: para ellos, la Tierra Santa no tenía importancia, por lo menos hasta que descubrieron mi talento musical. De repente, para mis padres cobró importancia que yo, en mi calidad de futuro artista, debía crecer dentro de una mayoría y no de una minoría ubicada en algún punto de la diáspora judía. Se podría decir que la convicción de que la normalidad sería un elemento fundamental para mi desarrollo intelectual avivó aún más el sionismo de mi abuela, de manera que la familia Barenboim decidió emigrar a Israel.

La primera escala de ese largo viaje fue Salzburgo, donde participé en el concierto de clausura de la clase magistral que impartía en verano el director Ígor Markevitch. Tardamos 52 horas en realizar todo el periplo, con paradas en Montevideo, Río de Janeiro, São Paulo, Recife, isla del Sol y Madrid. Posteriormente, en Roma, tomamos un tren con dirección a Salzburgo. A los nueve años, yo sólo hablaba español y un poco de yiddish, que había aprendido de mi abuela. Eso no era un gran problema, ya que no pretendíamos quedarnos en Austria y, en general, yo estaría en compañía de otros músicos. Aunque en Buenos Aires no había sido consciente de que ser judío pudiera ser un problema, en Salzburgo sí empecé a percibirlo. Un día, unos amigos hebreos me llevaron a una imponente cascada de Badgastein y me dijeron que, durante la época nazi, habían arrojado allí a judíos. Así atisbé por primera vez cuál había sido la suerte del pueblo judío. Los relatos del Holocausto que relataban mis padres también me habían perturbado profundamente, aunque en esa época no pudiera comprenderlos del todo.

En diciembre de 1952 llegamos a Israel. Era invierno, el año escolar ya había empezado, y yo tenía que aprender otro alfabeto y otro idioma. No fue nada fácil, pero, como era un chico poco complicado y extrovertido, no tardé en adaptarme, comenzando así una nueva vida, maravillosa y muy intensa. Todo estaba a punto de cambiar y de avanzar. ¡Imagínense que fue precisamente en las calles de Tel Aviv donde aprendí a jugar al fútbol! Posteriormente, entré a formar parte de un movimiento juvenil y todavía recuerdo lo mucho que menospreciábamos a los hombres con bigote y a las chicas de labios pintados. Teníamos la sensación de que eran superficiales, que simplemente no tenían sustancia.

Como mi familia no tenía dinero, al principio nos mantuvo un tío de Brasil. En la actualidad, su hija es la embajadora brasileña en Eslovenia (por lo menos un Barenboim llegó a algo...). En cuanto al apellido, en consonancia con el nuevo espíritu de confianza en sí mismos que mostraban los judíos israelíes, a mi familia la instaron a traducirlo al hebreo. Ben Gurion, por ejemplo, al que yo admiraba enormemente como hombre de Estado y como visionario, procedía de la ciudad polaca de Plonsk y se llamaba en realidad David Grün. Fue él quien trató de convencer a mis padres de que yo nunca me haría famoso con el apellido Barenboim (la versión yiddish de Birnbaum, peral). Tenía la sensación de que Agassi (pera en hebreo) sería mucho mejor. Siempre se podría pensar que yo era italiano. Sin embargo, a ninguno de nosotros le hacía ninguna gracia la idea.

Si hemos de atenernos a los hechos, no he pasado periodos muy prolongados en Israel. Estuve allí sólo entre 1952 y 1954, y desde 1956, hasta comienzos de los sesenta. Cuando no acudía al colegio, estaba de gira dando conciertos en Zúrich, Ámsterdam o Bournemouth. Durante el invierno de 1954 fui a París a estudiar durante año y medio contrapunto y composición con la afamada Nadia Boulanger, conocida por su carácter estricto. Ella me enseñó que el músico ideal debe pensar con el corazón y sentir con la cabeza. Mis padres me acompañaban en todos mis viajes, ya que pensaban que yo necesitaba tener una vida familiar lo más normal posible.

Las consecuencias de la guerra habían dejado profundas cicatrices en la Europa de los años cincuenta. Al estar a caballo entre dos mundos, el contraste entre el Viejo Continente e Israel me parecía especialmente acusado. En esa época, éste era el Estado más social e idealista que se pudiera imaginar. Fue una suerte que el país y nosotros fuéramos jóvenes al mismo tiempo. Nadie tenía la sensación de estar trabajando para el Estado, porque no existía tal cosa. El Estado evolucionaba literalmente ante nuestros propios ojos y alimentaba nuestro idealismo, nuestro compromiso diario, nuestro trabajo. Los judíos de Israel ya no tenían que ocupar únicamente las llamadas profesiones liberales desempeñadas en la diáspora (las de artista, abogado, médico o banquero), sino que también podían dedicarse a la agricultura, o ser policías, soldados o, llegado el caso, hasta delincuentes. El Estado y la patria, la patria y el Estado se fundieron hasta convertirse en una sola cosa.

La izquierda israelí, el Partido Laborista, estuvo en el poder hasta 1977, algo que se olvida con frecuencia. Fueron 29 años. ¿Y por qué? Después de la Guerra de Independencia de 1948, los tradicionalistas no tenían nada que hacer, puesto que la contienda ya estaba ganada. Los judíos religiosos seguían esperando al Mesías. De manera que lo que quedaba eran los socialistas. Los vientos no cambiaron hasta después de la Guerra de los Seis Días de 1967. La idea de un Israel de base perdió pie. De repente, había mano de obra más barata procedente de los territorios palestinos y, no mucho después, aparecieron los primeros millonarios israelíes. El sistema socialista perdió su equilibrio; la concepción del Estado se tambaleó.

Yo me crié en Israel con una cultura y unos valores europeos; la directora de mi instituto de secundaria era historiadora del arte, la clase de mujer que uno encontraría en Berlín-Dahlem. A mí esto me venía al pelo, porque en mi fase de rebeldía adolescente no quería tener relación alguna ni con Argentina, ni con la lengua española, ni con nada que tuviera que ver con la diáspora. Para mí, todo eso era historia. Lo que contaba era el presente y el futuro de Israel. A los 19 o 20 años me convocaron para realizar el servicio militar obligatorio en el Ejército argentino. Logré posponer el alistamiento dos veces, hasta que finalmente aduje que mi ciudadanía israelí debía eximirme de ese servicio. El resultado fue que, a excepción de Israel, podía ir a cualquier sitio con mi pasaporte argentino, y que con el israelí podía viajar a cualquier lugar, salvo a Argentina.

En 1966 conocí a la violonchelista Jacqueline du Pré en Londres. Ambos sentimos inmediatamente una atracción mutua, tanto personal como musical, y dos o tres meses después decidimos casarnos. Sin influencia alguna por mi parte, a Jacqueline se le ocurrió convertirse al judaísmo. La idea de tener algún día hijos influyó en su decisión, así como el hecho de conocer a muchos grandes músicos judíos. Su conversión no siempre fue una bendición para su carrera; se podía leer y escuchar que había entrado en la "mafia musical judía". Ben Gurion, que no tenía mucho interés en la música, acudió a nuestra boda. Le impresionaba que una chica inglesa no judía pudiera identificarse tanto con su país. El 31 de mayo, cuando la guerra parecía inevitable, volamos a Israel en uno de los últimos aviones de pasajeros. Tocamos casi todas las noches. El último concierto tuvo lugar el 5 de junio en Beersheba, una localidad situada a mitad de camino entre Tel Aviv y la frontera con Egipto. Al abandonar la sala para dirigirnos en coche a casa, comenzamos a ver los primeros tanques avanzando hacia nosotros.

Después de 1967, Israel volvió mucho más la vista hacia Estados Unidos, no necesariamente para su propio beneficio. Los tradicionalistas decían: "No abandonaremos los territorios recién ocupados". Los judíos religiosos, que no eran "territorios ocupados sino liberados, son territorios bíblicos". Y de esta forma se selló el fin del socialismo en Israel. Desde entonces, la política internacional ha instrumentalizado el conflicto de Oriente Próximo. Llevamos décadas leyendo titulares sobre explosiones de violencia. Las guerras y las acciones terroristas se suceden, consolidando la situación en la mente de la gente. Hoy en día, en la época de la guerra de Irak y el conflicto con Irán, apenas se leen noticias sobre el asunto, lo que es todavía peor. Muchos israelíes sueñan con despertarse un día para ver que los palestinos se han ido, y éstos con lo contrario. Ni uno ni otro bando pueden diferenciar ya entre el sueño y la realidad, y, psicológicamente, éste es el quid del problema.

Desde la década de 1960 no me siento cómodo en Israel. Por supuesto, es mi patria; mis padres vivieron allí y ambos están enterrados en Jerusalén. Siempre que ha habido guerra en Israel, he tocado en el país: en 1956, 1967 y 1973. La música ha sido mi lengua, mi arma. Sin embargo, después del Septiembre Negro de 1970, Golda Meir dijo: "¿Por qué se habla de los palestinos? ¡Nosotros somos el pueblo palestino!". En ese momento caí en la cuenta de que esa posición era moralmente inaceptable. Sí, los judíos tenían derecho a un Estado propio y también a este Estado concreto. El Holocausto y la culpabilidad de los europeos después de 1945 incidieron aún más en esa reivindicación. Sin embargo, se olvida con demasiada facilidad que existía un sionismo moderado, que desde el principio personas como Martin Buber declararon que el derecho a tener un Estado judío debía hacerse aceptable para la población local, para los no judíos. Por su parte, el sionismo más combativo no profundizó en esta mentalidad. Incluso hoy en día sigue basándose en una mentira, es decir, que la tierra ocupada por los judíos estaba vacía.

En la actualidad, muchos israelíes no tienen ni idea de lo que sienten los palestinos, de cómo es la vida en una ciudad como Nablus, una prisión con 180.000 reclusos en la que no hay ni restaurantes, ni cafés ni cines. ¿Qué ha ocurrido con la famosa inteligencia judía? Ni siquiera estoy hablando de justicia o de amor. ¿Por qué se continúa alimentando el odio en la franja de Gaza? Nunca podrá haber una solución militar, porque dos pueblos luchan por una sola tierra. Por fuerte que sea Israel, siempre sufrirá inseguridad y miedo. El conflicto se devora a sí mismo y al alma judía, y siempre se le ha permitido que lo haga. Quisimos hacernos con tierras que nunca pertenecieron a los judíos y construir en ellas asentamientos. En ese hecho, los palestinos ven, y con razón, una provocación imperialista. Su resistencia, su no, es absolutamente comprensible, pero no los medios que utilizan para llevarla a cabo, ni tampoco la violencia o la inhumanidad indiscriminada.

Los israelíes debemos finalmente encontrar el valor para no reaccionar ante esa violencia, el valor de ser fieles a nuestra historia. Los palestinos no podían esperar que después del Holocausto nos ocupáramos de alguien que no fuéramos nosotros mismos: teníamos que sobrevivir. Ahora que lo hemos hecho, unos y otros debemos mirar colectivamente hacia delante. Aún no ha nacido el primer ministro israelí capaz de esa empresa. Fundamentalmente, hoy en día no hemos avanzado nada respecto a 1947, cuando las Naciones Unidas votaron la partición de Palestina. Peor aún: en 1947 todavía era posible imaginarse un Estado binacional, pero, 60 años después, parece algo inconcebible. Hoy en día, los israelíes, al referirse a una solución basada en la existencia de dos Estados, hablan de separación, de divorcio: ¡qué cinismo! Normalmente, los divorcios afectan a personas que en su día se quisieron...

Esta situación me hace sufrir, y todo lo que hago tiene algo que ver con ese sufrimiento, ya sea dirigir obras de Wagner en Israel (¡y desde luego no fui el primero en hacerlo!), citar la Constitución israelí en la Knesset, fundar la Orquesta West-Eastern Divan junto al escritor Edward Said, organizar una escuela musical infantil en Berlín o, como ha ocurrido hace poco en Jerusalén, ofrecer un concierto para los dos pueblos. Algunas de estas actividades obtienen una atención exagerada de los medios de comunicación, pero yo las hago porque me enloquece comprobar hasta dónde podemos llegar cada día los judíos con nuestras injusticias, y lo mucho que ponemos en peligro la futura existencia de Israel. Por cínico que parezca, me alegro de haber nacido en 1942 y no en 1972. Tal como están las cosas, por fortuna no viviré para ver el día en que sea posible la desaparición del Estado judío, del mismo modo que no asistiré al momento en que la música clásica quizá ya no tenga ninguna presencia ni en nuestra mentalidad ni en nuestros sentimientos.

Hace años que no vivo en Israel y soy muy consciente de que mi perspectiva es la de un forastero. A veces, la gente me pregunta "¿qué es un judío?". La respuesta es la siguiente: un judío que tiene experiencias antisemitas en el Berlín de 2008 es diferente al que las tenía en 1940. El de 1940 se sentía amenazado; el de la actualidad puede pensar en su propia tierra, en Israel. Hoy en día puedo decirle al antisemita que "o bien aprendes a vivir conmigo o podemos seguir cada uno nuestro camino. Y punto", y esto supone una diferencia fundamental. A medio plazo, soy pesimista respecto a Oriente Próximo, pero a largo plazo soy optimista. O encontramos una forma de vivir con el otro o nos matamos. ¿Qué es lo que me da esperanza? Hacer música. Porque, ante una sinfonía de Beethoven, el Don Giovanni de Mozart o Tristán e Isolda de Wagner, todos los seres humanos son iguales.

Daniel Barenboim es pianista y director de orquesta. Nacido en Argentina, tiene también pasaportes israelí, español y palestino.
Fuente: http://www.elpais.com/

2 Poemas de Rubén Vedovaldi

Imagen: www.elmomentodelilith.blogspot.com/


LILITH



Moriré una vez en el infierno de los encantamientos –dijo-

Evoco la mueca que paga su sueño –siguió diciendo-



Nada de recibir el cielo de un bien

Buscar –dijo- el rostro rojo perla que se alza,

lo que pueda encender el intacto trigo de los suplicantes



Muerta llegué a la lluvia, al lugar de las aguas con historia

¿Y acaso importa la rueca del centro? ¿La antigua celebración

de esas espinas abiertas en la tierra,

abiertas a las estrellas, ahogada en lo perverso? -clamó-



Desfile de relojes y desfile de piedras en los fantasmas del regreso

caravana de piedras espectrales –dijo-







DOLOR BLANCO QUE HUNDE



Dolor blanco que hunde la noche azul del amor en el cuerpo del grito

ogro dolor que penetra instancias como una fiera o libro trágico de los ojos

prisionero dolor de las estampas la amiga luna fría abandona este aliento en medio del mar

una promesa de ropas espanta al verano



El río se hunde en la cremación de los roces

aquel poeta pide un dolor que devenga santo un fuego

desde la hendija malograda



la sobrevida milagrosa que resta a las cosas es sorda oscuridad



(R)ubén Vedovaldi

Alfredo Di Bernardo: 24 minutos de silencio

Crónicas del Hombre Alto (nº 40)
VEINTICUATRO MINUTOS DE SILENCIO



"Un cortado", contesto y, apenas el mozo se aleja, vuelvo a abstraerme del bullicio del bar en el que me he refugiado huyendo de la lluvia. Me concentro de nuevo en el paisaje de la calle, en el vaivén nervioso de los transeúntes que, enmarcados fugazmente por los enormes ventanales, realizan apresuradas maniobras para evitar los efectos del súbito temporal que ha agrisado la mañana.

El estrépito de una taza al romperse contra el suelo en el otro extremo del salón me lleva a desviar la mirada por unos segundos hacia el interior del bar. Al hacerlo, mis ojos chocan en forma imprevista contra una pareja que está sentada en una mesa cercana a la mía. Me asombra verla, o más bien comprobar con tardía lucidez que ya estaba allí cuando llegué. Mis ojos miopes me tienen acostumbrado a jugarretas sensoriales de este tipo; sin embargo, intuyo de inmediato que aquí hay algo más, algo que excede mis dificultades visuales. Porque si bien es cierto que no había visto a la pareja, no menos cierto es que tampoco la había escuchado. Sí, esa es la cuestión: no los he escuchado hablar. Por reflejo, miro mi reloj. Calculo que debe hacer unos cinco minutos que estoy aquí. Cinco minutos durante los cuales ese hombre y esa mujer no han emitido un sólo sonido.

El mozo me trae el café. Le echo azúcar, lo revuelvo, bebo un sorbo. Miro de nuevo hacia la calle pero no logro desentenderme de mis vecinos. Me pongo entonces a observarlos con discreción. Él está recostado levemente en el respaldo de su asiento. Ella, en cambio está apenas inclinada hacia adelante, las manos sobre la mesa, a ambos lados de su taza. Los dos están mirando hacia afuera, a través del ventanal. Tienen toda la apariencia de esas parejas que salen los sábados por la mañana a pasear por el centro. Treintañeros, estimo.

Termino mi café y miro la hora: siete minutos. No hay caso; la pareja no pronuncia siquiera monosílabos. Me viene a la memoria una película argentina con Pepe Soriano que vi en mi adolescencia, más concretamente una escena terrible en la que el matrimonio está cenando en medio de un silencio tan exasperante que se vuelve casi una presencia más en la mesa. Recuerdo haberme quedado azorado, preguntándome cómo una pareja podía llegar a semejante grado de descomposición. Pienso también en un cuento mío (que al final nunca terminé de escribir) en el que la protagonista decide separarse la noche que va a cenar con su marido y descubre que, si no conversan entre ellos como lo hacen las otras parejas que están en el restaurante, es sencillamente porque ya no tienen nada que decirse.

Abandono las digresiones cinematográfico-literarias y regreso al ahora: doce minutos. Trato de imaginar el porqué de ese silencio tan desolador. Podría pensarse que los abruma un problema tremendo; quizás la existencia de un familiar enfermo, o la noticia reciente de una tragedia que los golpeó muy cerca. Pero no. No es preocupación ni tristeza lo que emana de esos rostros. Tampoco dolor. Podría pensarse entonces que están peleados. Tal vez discutieron un rato antes de que yo me sentara a dos metros de ellos. O tal vez se están reencontrando después de una discusión para reconciliarse y han descubierto que no podrán hacerlo. Pero no, tampoco es enojo lo que revelan esas facciones imperturbables. Es tedio, un profundísimo, insondable tedio.

Quince minutos. Entiendo que no tienen ninguna obligación de hablar (no soy yo precisamente la persona más indicada para cuestionar la escasa locuacidad ajena). Pero se nota que están desinteresados el uno del otro, que no disfrutan de su mutua compañía. No se toman las manos, nI se sonríen. Su silencio, entonces, no queda redimido por el goce callado de ver llover juntos.

Diecisiete minutos. Recuerdo un caso similar del que también me tocó ser testigo involuntario. Era otro bar, otra ciudad, y era de noche. En la mesa contigua había una pareja que casi no hablaba. El hombre estaba entretenido mirando un teléfono celular presumiblemente nuevo y se limitaba a hacer cada tanto algún comentario sobre las virtudes del aparato. La mujer le contestaba con desgano, ostensiblemente aburrida. Recuerdo que, en un momento dado, ella levantó los ojos y se encontró con los míos. Debió haber adivinado que me parecía atractiva, porque desde ese mismo instante empezó a desplegar los gestos propios del coqueteo inconsciente: juguetear entre los dedos con el colgante que adornaba su garganta, retorcerse la punta de los cabellos como al descuido, acomodarse la melena con un movimiento suave de la cabeza. Cada tanto se volvía con disimulo hacia mí; era evidente que clamaba por una mirada masculina que la devolviera a su condición de mujer deseable. No parece, sin embargo, el caso de la pareja que tengo ahora cerca de mí. No se miran entre ellos, pero tampoco miran a nadie.

Diecinueve minutos. Conozco parejas que, de tan sociables, dan la impresión de no querer estar a solas el uno con el otro. Es como si necesitaran imperiosamente la presencia de los demás para no hastiarse, para no tener que afrontar el riesgo de un encuentro sin máscaras. Me pregunto si será ésta una de ellas, y la verdad es que me cuesta imaginarlos charlando animadamente con alguien, o riéndose a carcajadas en medio de un grupo de amigos. Hay un aura de inocultable fastidio con la vida o consigo mismos que ronda sobre sus cuerpos inmóviles.

Veintidós minutos. La lluvia ha cesado. Los paraguas se cierran y la peatonal recobra el aspecto que presentaba media hora atrás. Llamo al mozo. La pareja, no. ¿Entonces no entraron, como yo, para guarecerse del diluvio? El tomar algo en un bar, ¿formará también parte de sus salidas? Parecen estar allí sin la más mínima convicción, sin saber muy bien el motivo. Quizás sea esta su rutina de todos los sábados por la mañana pero, en ese caso, ¿por qué la reiteran? ¿Qué invisible pero inflexible mandato los obliga a cumplirla, si es evidente que no la disfrutan?

Pago. El mozo comenta risueño algo acerca del clima y se va. Miro mi reloj: han pasado veinticuatro minutos. Espío por última vez a mis vecinos. Por un momento, especulo con la caprichosa posibilidad de esgrimir una excusa endeble sólo para hablarles y poder oir sus voces. El pudor me obliga a desechar la idea de inmediato. Me pongo de pie, paso junto a ellos. Salgo.

Frente a la puerta del bar, un hombre cruza la calle de manera imprudente y el conductor que casi lo atropella le dedica una reprimenda soez. El peatón retruca el insulto y sigue su camino como si nada.

Comienzo a remontar la peatonal, sintiendo que me sumerjo lentamente en un mar surcado por otras, muchas, infinitas, irreparables variantes de la incomunicación.



Alfredo Di Bernardo
alfdibernardo@ciudad.com.ar